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Full text of "Montevideo Antiguo: tradiciones y recuerdos. v2"

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MONTEVIDEO 
ANTIGUO 



Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social 



BIBLIOTECA ARTIGAS 

Art. 14 de la Ley de 10 de agosto de 1930 

COMISION EDITORA 

Clemente Ruggia 
Ministro de Instrucción Pública 

Juan E. Pivbl Devoto 
Director del Museo Histórico Nacional 

Dionisio Trillo Pays 
Director de la Biblioteca Nacional 

Juan C Gómez Alzóla 
Director del Archivo General de la Nación 



Colección de Clasicos Uruguayos 
Vol. 24 

Isidoro de masía 
MONTEVIDEO ANTIGUO 
Tomo II 

Preparación del texto a cargo de 

Sofía Corchs Quíntela 



ISIDORO DE MARIA 

MONTEVIDEO 
ANTIGUO 

TRADICIONES Y RECUERDOS 




Tomo II 



,,,, , r iClQ^ 



MONTEVIDEO 
1957 



LIBRO TERCERO 



EL BUCEO 
1752 



Hace la friolera de 138 años que la buena gente 
del antiguo Montevideo, bautizó con el nombre tra- 
dicional del Buceo, al paraje que se conoce con esa 
denominación en la costa sur del Río de la Plata, 
perteneciente al departamento de Montevideo, que 
Dios guarde. 

¡El Buceo! . . . ¿Quién no conoce, de la vieja y 
moderna generación, ese lugar histórico, cuyo pie 
bañan las aguas del Plata salado, y cuyos médanos 
fueron testigos silenciosos del desembarco de los 
ingleses, de la apretada de gorro del marqués So- 
bremonte ("Virrey de tras los Montes", como le 
pusieron en la opuesta orilla por otra apretada de 
gorro), como lo fueron de la Zanja Reyuna de Lecpr 
en tiempo de la Patria vteja, cuyos vestigios todavía 
se ven, como haciendo guardia a la fosa común (de 
que nos libre Dios) y de las trifulcas de la Guerra 
Grande, cuando los cacberulos de Garibaldi lo visi- 
taron? 

Sí, el tal Buceo es mas conocido que la ruda, y 
mucho más, desde que se Ies ocurrió a los buenos 
vecinos de la Villa de la Unión establecer en ese 
lugar su cementerio, dando (le baja el de la Capilli- 
ta de la Mauricia; idea que hizo camino, siguiéndola 



[9] 



ISIDORO DE MARIA 



los de San. Felipe y Santiago, creando posteriormen- 
te allí otro cementerio, mirando para adelante, como 
para que no les pasase lo que con el Central, que 
cuando acordaron, no bastaban sus tres cuerpos, y, 
sobre todo, se encontró rodeado de población, su- 
primiendo el campo donde antes se cazaban perdices. 

Y vayan ustedes con ese ir y venir por el camino 
vía crucis a esa nueva" mansión de los despedidos 
hasta el valle de Josafat, a que no fuese el Buceo más 
conocido que la ruda, encontrándose en ese lugar dos 
cementerios juntitos, muy bonitos y espaciosos, con 
tantos visitantes, en que no dejó de tener su buena 
parte el donatario del terreno, o parte de él, dan 
Antonio María Pérez, oriental por los cuatro costa- 
dos (Q.E.G.S.), como la tuvo en su formación y 
adorno el pobre César Dupón ( Q . E . P . D. ) , y como 
la tiene en su embellecimiento en la actualidad el 
infatigable Cantera, Q. D. G. por muchos años. 

¿Y qué dejamos para los pescadores de red, que 
a ojos cerrados conocen el puertecillo del Buceo, ffr« 
fugio en las tempestades, que con el farolito en h 
buceta y la mano en el timón, andan por aquellas 
aguas apresando las pobres corvinas y pescadillas 
entre sus mallas? 

Todos conocen más o menos el mentado Buceo, 
sin ser buzos, pero el origen del nombre es harina 
de otro costal. 

¿Por qué diablos le pusieron el Buceo a ese pa- 
raje de nuestras costas ? preguntará acaso por casua- 
lidad alguno de nuestros benévolos lectores, como 
quien dice: al grano, que la paja se la lleva el viento, 

— Hombre, tiene usted razón. — ¿Por qué quiere 
que fuese? 

Porque los buzos del siglo pasado, cumpliendo 
[10] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



órdenes del Gobernador de la flamante Plaza de 
Armas y Gobierno Político y Militar que hacía su 
estreno, bucearon en esa costa, y no sin fruto, algo así 
como el vil metal, o moneda sonante (que la mejor), 
que por allí se había tragado el Plata, para justificar, 
sin duda, el nombre con que lo favoreció Gabot, 
desde sus vertientes, siquiera en su buche. Y como 
el vil metal está asegurado contra el elemento líquido, 
aventajándole en eso y en otras cosas al papel de 
cualquier clase, los buzos, después de santiguarse y 
acomodarse un par de escapularios, acometieron 
ardorosos el buceo del que se había embuchado el 
travieso "río como mar" de los indígenas, en esas 
alturas, dando al traste en sus "hinchadas de lomo" 
al navio nombrado Nuestra Señora de la Luz, que 
lo llevaba, eclipsándose para siempre entre los islo- 
tes cercanos, que le jugaron una malísima partida, 
allá por el año 1752, en el mes de mayo. 

Así como suena; y allá va con pelos y señales la 
tradición del sinistro de La Luz, el monto de los 
caudales que llevaba, lo que extrajeron los buzos y 
lo que quedó por sacar, que si los peces no lo toma- 
ron por carnada, o se lo encapillaron en las escamas, 
a manera de las barras de Aragón, estará en el fondo 
del mar, haciendo vis a vis al Buceo. 

En mayo del año 1752, naufragó bajo un tem- 
poral, el navio nombrado Nuestra Señora de la Luz, 
de bandera y tripulación portuguesa, en la costa que 
conocemos por del Buceo. Iba de Buenos Aires para 
España con. caudales, tocando de tránsito en este 
puerto. De 153 personas de su bordo, ninguna salvó, 
todas perecieron, yéndose a pique al frente de esa 
costa. 

El entonces Gobernador Viana, trató desde luego 
[11] 



ISIDORO DE MARIA 



de ver si se podía salvar algo del rico cargamento 
que conducía, disponiendo que fuesen buzos al lugar 
del siniestro a tentarlo, Los buzos lograron recuperar 
mucho del caudal efectivo, quedándole desde entonces, 
y con ese motivo, el nombre del Buceo a ese paraje 
de nuestra costa. 

Los caudales que contenía el navio, y lo que se 
extrajo de ellos hasta el 12 de mayo de ese año, así 
como lo que quedó sin salvar, consta del siguiente 
curioso cuadro o estado, que, gracias al arte de Gu- 
tenberg, que — como ha dicho nuestro antiguo y 
reputado bardo Alejandro Magariños Cervantes, — 
"por muy frágiles que sean las páginas donde deja 
estampada la idea, con la facilidad del molde sobre 
la cera, sobreviven al mármol y al bronce, atrave- 
sando la corriente de los siglos", podemos conocerlo 
en el Ensayo Histórico del Deán Funes, a que nos 
remitimos: 



Especies 






Perdidas 


Costo 


Liquido 


Pesos dobles . 


899,892 


864,882 


35,010 


73.515 


791.367 


Doblones . 


173,482 


161,010 


12,472 


13,636 


147.324 


Textos .... 


5,219 


8,624 


4,595 


308 


3,316 


Placa labrada , . 


5,233 


896 


4,337 


76 


82Q 


Sencilla 


250 


211 


39 


18 


19Í 


Totales. . . 


1 084,078 


1.030.623 


53,455 


87.603 


943,020 



No es mal pucho ese de 53,455 pesos* que quedó 
para diversión de los peces en el fondo del casco 
de La Luz, primo hermano de una lotería grande 
en estos tiempos. 

La crónica de aquella época lejana no dijo si las 



[12] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



lanchas del Apostadero, que, contra viento y marea, 
condujeron a los buzos a la empresa, volvieron al 
puerto empavesadas en señal del triunfo metálico, 
como el Emperor y el Plata de Lussich en estos 
tiempos, anunciando la feliz nueva del salvamento 
humano de los pobres marinos náufragos del Geor- 
gina en el Banco Inglés, el más tragón del Plata 
salado; pero las cartillas viejas decían que, al regreso 
con el fruto valioso del buceo, no quedó bicho vi- 
viente de calzón y coleta que no fuese a la novedad 
al embarcadero, a festejar a los buzos y hacer lenguas 
de la cosa, envuelto cada cual en su capote, dando 
el ejemplo el de Viana, que tan contento estaba, 
que despachó en un dos por tres la caja del rapé, 
tomando y repartiendo narigadas. 

No era para menos el éxito del buceo. Y Buceo 
le quedó al lugar por in sécula seculórum — Amén. 



[13] 



ISIDORO DE MARIA 



CASA DE MISERICORDIA 
1808—1818 

No pocas viudas pobres, huérfanos desampara- 
dos y ancianos desvalidos, habían quedado en la 
"muy fiel y reconquistadora" de San Felipe y San- 
tiago, de resultas de la toma por asalto de esta plaza 
por los ingleses. 

Condolidos de su situación desgraciada los buenos 
cabildantes de aquel tiempo, se preocuparon de ar- 
bitrar algún recurso con qué poder ocurrir a sus 
necesidades. ¡Qué buenos corazones aquéllos, y qué 
solícitos por el bien de sus semejantes! 

No había, como en el día, barro a mano con qué 
poder hacer milagros, pero había corazón, caridad, 
de que daba fe la obra de Maciel y sus cooperado- 
res, en la piadosa creación del primitivo Hospital 
de Caridad, santa semilla fecundada por sus nobles 
descendientes. 

Parodi, el alcalde de primer voto del Cabildo 
del año 8, concibe la idea de promover el esta- 
blecimiento de un asilo para el amparo de las viu- 
das, huérfanos e inválidos indigentes, poniéndole los 
puntos como arbitrio para realizarlo y sostenerlo, 
al producto del vendaje del pan, que percibían los 
pulperos. 

Convoca al Cabildo para proponer su pensamíen- 



[14] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



to benéfico. Se reúne en sesión el 1^ de abril del 
año de 1808, y le expone su ideal, según reza el acta 
del Acuerdo, en estos términos: 

"Que la suma indigencia en que se hallaba la 
mayor parte de las viudas y huérfanos que habían 
quedado en desamparo por haber muerto los mari- 
dos, las madres y padres que las sostenían, de resul- 
tas de la defensa de esta Plaza, le movía a hacer la 
convocatoria con el justo y piadoso interés de que 
trayéndose a la consideración la lastimosa situación 
de aquellos infelices y pobrecitos huérfanos, se me- 
ditase algún arbitrio con qué poder ocurrir a sus 
necesidades. 

"Enterada la Junta del objeto de ella, se contraje- 
ron a meditarlo, y después de larga discusión, el 
mismo señor alcalde de primer voto propuso que el 
medio que le había ocurrido y consideraba en su 
concepto el más eficaz, era el de que el fiel ejecutor 
inquiriese de los panaderos una noticia cierta del 
pan que vendía cada uno diariamente, para con co- 
nocimiento del monto, poder proponer lo que le 
ocurría. 

"El regidor se había anticipado a hacerlo, y ase- 
guró que la cantidad de pan que vendían diaria- 
mente todos los panaderos ascendía a 4 10 pesos. 

"Con este antecedente, dijo el señor Alcalde que 
siendo ése el consumo diario, el real de vendaje por 
cada peso que cobraban los pulperos ascendía a 51 
pesos, 4 reales diarios, y por consiguiente, daba 
18,450 pesos al año. Que consideraba que tomando 
el Cabildo por su cuenta la venta del pan, y ponién- 
dolo en distintas casas-pulperías, dando alguna gra- 
tificación a los pulperos por el vendaje, quedaría el 
permanente de 13,540 pesos anuales, con cuya can- 



[15] 



ISIDORO DE MARIA 



tidad se podría muy bien atender a las necesidades de 
las infelices viudas y huérfanos que no podían ad- 
quirir los elementos precisos para la subsistencia. 
Explanada su idea, agregó que además encontraba 
que con ese arbitrio podría emprenderse la útilísima 
y pía obra a favor de los pobres de la ciudad, en 
una cuadra de los terrenos de propios, de una casa 
para niños expósitos, otra para huérfanos, donde se 
les eduque y enseñe oficio con que hoy o mañana 
pudiesen granjear su subsistencia y ser útiles al Es- 
tado; otra para mujeres recogidas, y otra para Hos- 
pital de las mismas, con su capilla en medio con el 
título de Nuestra Señora de los Desamparados, po- 
niendo al cargo de ellas dos capellanes, hijos precisa- 
mente de esta ciudad, acreditados en virtud y talen- 
to. . , 

"Que para la realización de la obra propuesta se 
mandase al arquitecto don Tomás Toribio levantar 
el plano de las indicadas casas y formar el presu- 
puesto, abonándose ese trabajo del ramo de Pro- 
pios. 

"El Cabildo aprobó el proyecto propuesto, per- 
suadido de que habría suficientes casas-pulperías 
que se prestarían gustosas a recibir el pan de los 
panaderos para la venta sin interés alguno, con tal 
de que resulte el vendaje en proyectos tan bené- 
ficos". 

Y no se engañó a fe, cuando llegó la oportu- 
nidad de pedirles aquel servicio. 

Ya puede figurarse el lector la situación que 
experimentaría el iniciador del proyecto, al verlo 
aceptado por sus colegas de vara y golilla, Berro, 
Seco, Gutiérrez, de las Carreras, García de Zúñiga, 
'y los Ortegas. 

[16] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Bendita sea "la gracia de Dios" — el pan de cada 
día blanco o bazo, — como nos decían nuestras bue- 
nas abuelas, cuando mudábamos "los dientes de 
leche" y masticábamos las rebanadas y los cosco- 
rrones, salidos de las fábricas de Catá, de Sierra, de 
Morales, de Méndez, de Vidal o de Ximénez. 

El real de su vendaje, a 410 pesos de pan por 
día, que se comían los vivientes hijos de Adán y 
Eva en la muy noble de San Felipe y Santiago, iba 
a servir nada menos que de arbitrio para fundar y 
sostener una Casa de Misericordia, sin necesidad de 
cargar la romana al pueblo, que no era Rey, sino 
vasallo, con sólo apelar a la buena voluntad de los 
pulperos para encargarse graciosamente del artículo. 

Y que su producto no era una bicoca para aque- 
llos tiempos, nos lo dicen los 18,500 pesotes en 
moneda de buena ley, sonante y contante, a que 
ascendía anualmente. 

Se comía pan, grande y de harina flor, por cier- 
to; y si alguien quisiera entretenerse en averiguar 
cuántas onzas "del pan nuestro de cada día" se comía 
cada habitante, o le entrarían en el buche, como 
decía el chusco de don Melitón a las marchantas, 
cuando alguna le preguntaba en la tienda, la can- 
tidad de raso que entraría en un corte para zapatos, 
a lo que contestaba: "le entrará a Vd. una cuarta o 
tercia de género, según la altura del empeine del 
pie", no tiene más que hacer, que meter pluma, sa- 
biendo que la población constaba de unos 7,000 ha- 
bitantes, que el consumo diario de pan era de 410 
pesos, y que el real de pan bien cocido, y flor de 
harina, tenía por arancel 46 onzas. 

Sin pensar, dejando correr la pluma, que bien 
puede ser de ganso, como las de uso en aquel tjem- 



[17] 



ISIDORO DE MARIA 



po, en que ni en las Uropas habían aparecido las de 
acero, nos hemos ido por los cerros de Úbeda, sin 
seguir hilando en el simpático proyecto de la Casa 
de Misericordia, que es el rema. 

Después de masticarlo bien los cabildantes, y de 
contar con el desprendimiento generoso de los pul- 
peros y panaderos, diéronle cima, enderezándolo a la 
Suprema Junta Gubernativa del Reino de España e 
Indias para su aprobación. Esta no resolló hasta el 
año siguiente, porque la cosa andaba entonces apu- 
radita en España con los franceses de Napoleón y 
el cautiverio de Fernando VII, hallándose en gra- 
ves perturbaciones la madre patria. Pero, como vale 
más tarde que nunca, resolló al fin don Martín de 
Garay desde Sevilla, comunicando a los señores 
Justicia y Regimiento del Ayuntamiento de Monte- 
video su aprobación, en estos términos: 

"He hecho presente a la Suprema Junta Central 
Gubernativa de los Reinos de España e Indias, el 
plan que V. S. ha propuesto para fundar una Casa 
de Misericordia en beneficio de las pobres viudas, 
huérfanos, viejos y estropeados de esa ciudad y su 
jurisdicción, cuya idea ha sido del agrado de S. M.; 
que no desea más que el bien de sus amados vasa- 
llos, y para que se Heve a debido efecto se ha servido 
aprobar el arbitrio del vendaje de pan que volunta- 
riamente ceden para dotación de este piadoso esta- 
blecimiento los pulperos y panaderos de esa ciudad; 
como igualmente que el donativo de carnes, que 
por Real Cédula de 18 de agosto de 1806 le con- 
cedió para la obra de las Casas Capitulares y Cárce- 
les, se apliquen a este objeto, concluida que sea 
dicha obra. 

"Lo que de Real orden comunico a V. S. para su 



[18] 



MONTEVIDEO ANTIGVO 



satisfacción y cumplimiento. — Dios guarde a V. S. 
muchos años. — Sevilla, 5 de mayo de 1809- — Mar- 
tín de Garay. — Señores Justicia y Regidores del 
Ayuntamiento de la noble ciudad de Montevideo". 

Cuentan las crónicas, que saltaron de contento los 
cabildantes en medio de su seriedad, al imponerse 
de la comunicación, como gloria suya que refluiría 
en la de su vecindario. Manos a la obra dijeron, con 
el plano a la vista de Toribio, poniéndole los pun- 
tos a un- terreno al sur de la ciudad para la edifi- 
cación de la casa proyectada. Pero como el hombre 
propone y Dios dispone, surgieron acontecimientos 
políticos que transtornaron su plan, aplazando su 
ejecución para mejor oportunidad, y se quedaron por 
entonces, las pobres viudas, huérfanos y viejos desva- 
lidos, sin tomarle el gusto a la Casa de Miseri- 
cordia, que habría sido la segunda edición del Hos- 
pital de Caridad. 

Todo vino mal. La íuptura de Elío con el Virrey 
Liniers, levantando campamento aparte con la crea- 
ción de la Junta Provisional; la llegada de Cisneros, 
la distracción obligada de los pocos fondos del Ca- 
bildo para auxiliar a la Península en sus urgencias 
con la remisión de carnes a Cádiz, que verificó en 
noviembre del año 9, en cantidad de 3,500 quinta- 
les tasajo y 32 de lenguas, mandados en el bergan- 
tín Encarnación, de don Mateo Magariños, cuyo cos- 
to y flete subió a 9,802 pesos fuertes, que hubo que 
desembuchar del ramo del derecho Municipal, como 
otros donativos; y para colmo de dificultades, vino la 
revolución del año 10, a imposibilitar por completo 
la realización de la Casa de Misericordia, que nunca 
se llevó a efecto en aquellos tiempos aciagos» 

La idea revivió el año 18, cuando nuestro Padre 



[19] 



ISIDORO DE MARIA 



Larrañaga, de honrosa memoria, y don Jerónimo Pío / 
Bianchi fueron en misión del Cabildo a la Corte del 
Janeiro, a solicitar del monarca portugués, entre otras 
concesiones para el país, la de un establecimiento ge- 
neral de socorros públicos, o Casa de Misericordia 
para huérfanos y desvalidos, gracias al celo piadoso 
del ilustre Larrañaga, a la solicitud del Gobernador 
Intendente Pintos Araújo, y a la excelente disposición 
del Cabildo de la época, respetables vecinos de Mon- 
tevideo, tuvimos la creación de la Casa Cuna para 
el amparo de expósitos y huérfanos, y la mejora y 
ensanche del primitivo Hospital de Caridad, cuya 
historia hemos hecho en el libro anterior, y excusa- 
mos repetirla. 

Después de la obra santa de la caridad del pasado, 
¿quién no sabe del presente las proporciones gigan- 
tescas dadas por los sucesores, hasta la admiración? 
Crearon el Asilo de Dementes y el de Mendigos de 
ambos sexos, que son otras tantas Casas de Miseri- 
cordia, para honra de la ciudad de San Felipe y San- 
tiago, que fecundó la buena semilla arrojada en su 
seno por nuestros progenitores. 

Y con qué gusto no recordamos sus primeros bro- 
tes cuando niños, en el campo de la caridad bendita, 
el crecimiento progresivo de aquel árbol cuando ma- 
duros, y por fin, la transformación admirable del 
hospital, a manera del Montevideo antiguo, el Ma- 
nicomio y el Asilo de Mendigos, inaugurado 30 años 
ha en la Villa de la Unión con trece asilados de 
ambos sexos, y en cuyo acto recogimos de labios del 
primer Magistrado de la Nación que lo presidía, estas 
palabras, pronunciadas en la capilla del asilo, con- 
testando al discurso del Presidente de la Junta: 

"Consideraré siempre como un título de gloria la 



[20] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



más pura, lo mismo que para vosotros, para la Admi- 
nistración que tengo la honra de presidir, el que en 
sus días haya tenido lugar esta bellísima creación hu- 
manitaria, hija de vuestra ilustrada beneficencia. De- 
claro instalado este Asilo de Mendigos". 

Los hijos realzaban el pensamiento de sus ma- 
yores. 



[21] 



ISIDORO DE MARIA 



FRUTA DEL TIEMPO 
1810 

Era el tiempo de las candilejas, del polvillo, de 
las angaripolas y de las brujas, conjurios y aparicio- 
nes, en que la gente creía a puño cerrado, que an- 
daban por este picaro mundo ánimas en pena, no 
sabemos si vestidas y calzadas, haciendo ruidos y 
dando cada susto, que daba miedo. Y todo ¿porqué? 
Por querer las pobrecitas algún sufragio, y como no 
podían hablar para pedirlo, se valían de hacer ruidos 
a oscuras en las casas para que les proporcionaran 
papel, tinta y pluma con que escribir lo que necesi- 
taban para su descanso. 

Y, ¡cosa maravillosa! Saber escribir en aquellos 
tiempos, en que cabildante hubo que apenas sabía po- 
ner su nombre en garabaro chino, y en que la mujer 
a hurtadillas del padre o del abuelo aprendía a hacer 
palotes, era cosa de contarse. Y sin embargo, parece 
que todas las ánimas en pena sabían escribir, porque 
los vivientes lo primero que hacían era ponerles reca- 
do para que escribiesen lo que querían. 

Fructa do tempo, dijera en portugués el capitán 
Arañas, que no echaron en saco roto los muchachos 
más despiertos, que en todos tiempos hubo, aunque 
no tanto como en el día. 

Cuento al caso, entre muchos tradicionales. 



[22] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Había una anciana ricacha que apretaba los cor- 
dones de la bolsa, sin poderle sacar ni con engaños y 
fiestas ni un real para alfajores, el nietito que la 
acompañaba, porque era abuela y viuda. La señora, 
por lo visto, era tacaña, aunque no lo parecía por las 
limosnas que daba para San Benito, la Virgen del 
Rosario o San Roque, a los buenos tíos que andaban 
pidiéndolas con la estampa al frente de la alcancía 
de lata que llevaban. 

Ocúrresele al diablito de Valentín jugarle una 
trastada a la abuela para sacarle los reales, pensando 
en el mazacote, los confites y alfajores, acordándose 
de los cuentos de la buena vieja. 

¿Qué hace el mandinguita? Por dos o tres noches 
se levanta a altas horas, sin ser sentido, y empieza 
a meter ruido en la pieza inmediata al aposento de la 
abueÜta, sin dejarla dormir. La buena señora, que no 
tendría poco de supersticiosa, reza y reza, creyendo 
que aquellos ruidos serían producidos por alguna po- 
brecita ánima que andaría penando. 

Pero la cosa seguía, y preocupada la anciana con 
los ruidos, refiriólo en familia, para que rezasen, in- 
cluso el chiquitín, por el alivio de aquella alma, 
muy distante de imaginarse que fuesen obra del pí- 
camelo. 

Viendo éste que se chingaba en su plan, dícele el 
muy diablillo a la abuela: "Madre señora, usted nos 
ha dicho que cuando anda alguna ánima en pena, y 
hace ruidos para pedir lo que necesita, se le pone 
papel y tinta en alguna pieza sola, para que escriba 
lo que quiere". 

Aquello fue un rayo de luz para la anciana. Con- 
vino en ello con toda su credulidad, e hizo en la 



ISIDORO DE MARIA 



noche siguiente poner recado de escribir en la mesa 
para el ánima. 

Vuelven los ruidos a repetirse esa noche, pero el 
astuto del chicuelo ya se había provisto de un pape- 
lito escrito, en que decía: "Necesito una misa y pido 
me pongan un peso bajo un ladrillo en la cocina, que 
vendré a recogerlo a la noche". 

Coloca el papelito doblado sobre la mesa y al otro 
día lo encuentra la abuela, quien en la noche inme- 
diata manda poner el peso en el sitio señalado, pre- 
cisamente con el mismo nietito, después de un ser- 
moncito para enseñarlo a la piedad con las almas que 
andaban penando. 

¡Qué más quiso él! Lo puso más que ligero, pero 
en un dos por tres, sin que lo viesen, lo saca y se lo 
guarda. 

Y se acabaron los ruidos, y la pobre vieja burlada 
en su santa intención, sin saberlo, queda satisfecha de 
su cristiana obra, y el bribonzuelo contento como unas 
pascuas con haber pescado los realitos a la madre se- 
ñora para golosinas. 

La credulidad en demasía era fruta del tiempo. La 
fantasía en las gentes sencillas les hacía ver en cada • 
ruido en el silencio de la noche, aunque fuese produ- 
cido por el gato volteando el jarro, la limeta o .el 
candelera, alguna ánima en pena; o cada luz o fosfo- 
rescencia que veían en medio de las tinieblas por los 
arrabales o alrededores del camposanto, aunque fuese 
de alguna luciérnaga, la tomaban por ánima en pena. 
Y cuentan las crónicas del tiempo, que hubo campe- 
sino que juraba haber sentido un ánima en la grupa 
de su caballo al cruzar los bosques de San José 
en una noche oscura, julepeándolo, sin atreverse a 
mirar para atrás. Así se explica la anécdota de aquel 



[24] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



centinela del muro del Sur, cuando el ataque de los 
ingleses a San Felipe, que viendo bultos que se acer- 
caban y luego desaparecían, tomólos por ánimas en 
pena, hasta que se convirtieron en rifleros de carne y 
hueso, viniéndose a descubrir la brecha. 

Todo eso pase, si se quiere, pero tragar lo del 
papelito escrito por las ánimas, vamos, hay que con- 
venir que eran más que tragaderas las de las viejas. 
Fruta del tiempo. 

Pero el chiquitín de la jugada no contó con la 
huéspeda. Como en boca de criaturas dicen que no 
hay secreto, contó la cosa a otro de la escuela, com- 
partiendo con él los confites y tortitas de morón 
compradas con el peso. Llegó a oídos del maestro 
Argerich o Pagóla, que le dio una de palmetazos de 
padre y señor, y se lo hizo saber a su abuela, que le 
remachó el clavo con fuertes tirones de orejas, per- 
diendo su confianza en castigo de su mala acción, y 
no le quedaron más ganas al chicuelo de jugar así 
con las ánimas, para sacarle los-realitos a su buena 
abuela. 

Verdad es que entonces y hasta 30 años después, 
las figuraban o pintaban entre llamas, en los nichos 
parecidos al de la Esquina del Ámma¡ o del Cristo, 
en el Cordón, o en los lienzos de uso en las iglesias 
para la Novena de Animas, y como allí se hacían 
aparecer de carne y hueso, se explica el porqué de la 
creencia de que pudiesen escribir lo que penando pe- 
dían a la piedad de las buenas almas. 

Oremos por ellas, santo y bueno. Roguemos a Dios 
por los vivos y los muertos, como dice el catecismo y 
enseñaron los mayores en edad y gobierno. Pero, no 
tan calvo, como decía aquel de la broma al lienzo, 
cuando la fruta era ya de otro tiempo, en que las 



[25] 



ISIDORO DE MARIA 



pajuelas habían sido derrotadas por los palitos de *• 
fósforo. 

Nos viene aquí a la memoria una broma, travesu- 
ra, o como quiera llamársele, de Besnes e Irigoyen, 
que aunque de la más fresca data, se nos disimulará 
el injerto. 

Era allá por el afio 39 ó 40, cuando el buen padre 
Barreíro, cura a la sa2Ón de la Matriz, mandó pintar 
un lienzo mejor que el de uso en ella y San Fran- 
cisco, para estrenarlo en la Novena de Animas. 

El pintor, que era un italiano, lo estaba trabajan- 
do en el coro de la Matriz. Ocúrreles un día a Irigoyen 
y a Sagra ir a verlo, a horas en que no se hallase el 
pintor con la paleta y el pincel. Se cuelan ambos por 
la sacristía al mediodía, en ausencia del artista y del 
cura, y se dirigen al coro. Irigoyen observa que había 
de todo pintado en el cuadro de ánimas entre llamas, 
reyes con la corona, mujeres con el cabello suelto, 
hombres viejos y jóvenes de todas las clases, menos 
sacerdotes, y le tienta mandinga por dibujar en él, 
¿qué Ies parece a ustedes? la cara del padre Barreíro 
con el bonete de cuatro picos. Y hecha la travesura 
se escurrieron ambos más que ligero, antes de que los 
tomasen infraganti. 

Viene el pintor, y se encuentra sorprendido con 
aquello. Bufa, se enoja, Corpo dt Baco! y para salvar 
su responsabilidad, va a decírselo al cura. Sube el 
padre a verlo, y amostazado o no, dijo al momento: 
"Vamos, esto es de Irigoyen, que no piensa cosa 
buena", y conociendo la indirecta, prima hermana 
de la de Tardáguila, añadió: "Bórrelo y pinte un obis- 
po con la mitra". 

Y el citado artista así lo hizo, pintando un obispo 
en el lienzo, entre las rojizas llamas del Purgatorio. 



[26] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Y con ese agregado, de que se reiría el buen vizcaíno 
y su compañero de broma don Joaquín, lució el lien- 
zo por muchos años en las Novenas de Ánimas en 
el altar mayor de la Matriz, hasta que andando el 
tiempo, lo dio de baja el cura Brid, sustituyéndolo 
con otro adorno más en consonancia "con la civiliza- 
ción moderna", como dijeron las Gacetas de la época. 

No sabemos adónde fue a parar el lienzo: si a 

hacer compañía al del Nacimiento, arrumbado entre 
los cachivaches del depósito, después de dado de baja 
del altar de Mercedes, o si dieron cuenta de él las 
llamas verdaderas. 



[27] 



ISIDORO DE MARIA 



EL MUELLE 
1770—1824 

Desde que vino al mundo a principios del siglo 
pasado, la hija predilecta de Zabala, el de brazo de 
plata, en esta Banda del Río, sirviéndole de padrinos 
San Felipe y Santiago, no conoció muelle de embar- 
co y desembarco en su ribera para sus pocos habita- 
dores hasta allá por el año 70, en que con motivo 
de la creación de Aduanas, dispuso del Pino, u 
Olaguer Feliú, la formación de uno de piedra, que 
mal o bien supliese aquella falta en un puerto en 
que anclaban navios y fragatas. 

Hasta entonces, trabajito les mandaría para em- 
barcar y desembarcar de las lanchas, en los dos pun- 
tos llamados desembarcadero principal en la ribera 
del norte, que venían a quedar en la dirección de las 
calles de San Juan y San Felipe, haciendo gimnástica 
en las peñas y tomando acaso sus buenos baños. 

No era de extrañarse que la naciente creación de 
Zabala careciese de muelle en sus principios, como 
de tantas otras cosas necesarias, que debían ser obra 
del tiempo. 

Pero con el establecimiento de Aduana se hacía 
más necesario algo así como muelles, y se empezaron 
a construir por los años 80 u 81 unas gradas o esca- 
linatas de tosca piedra a orillas del mar, en dirección 



[283 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



de la calle de San Felipe, en una punta saliente de 
tierra, en las cercanías de las futuras Bóvedas. 

Una media docena de escalones de piedra, en una 
extensión como de 20 varas de largo, frente al norte, 
y una calzada después de anchas losas del mismo ma- 
terial, con declive, que se internaba en el mar, en el 
costado este, para facilitar el embarque y desembar- 
que de equipajes y alguna carga, constituyeron el 
primer muelle del puerto de Montevideo, que, mal 
que mal, sirvió por no pocos años. 

Todo tenía que ser relativo. Tal fue nuestro mue- 
lle primitivo, cuyas pobres escalas bañadas y cubiertas 
tantas veces por el río salado como mar, en las gran- 
des crecientes, que llegaron en más de una ocasión a 
inundar toda su planicie, internándose sus aguas has- 
ta la Esquina del Reloj, pisaron muy orondos, como 
el más humilde hombre de mar, figurones de la 
época, desde Olaguer Feliú, Bustamante y Guerra, 
Huidobro y Elío, hasta Cisneros el último de los 
virreyes del antiguo virreinato del Río de la Plata, 
o, como quien dice; "el último mono se ahoga". 

Pero la buena hija del muy noble y amoroso don 
Bruno ya era grandecita, con otros gustos y necesi- 
dades, y aspiraba a colocarse en otra altura, más en 
consonancia con ellos. 

Poco o mucho, la población había incrementado 
en proporción a lo que representaba 20 años antes, y 
el comercio empezaba a tomar otra faz distinta a la 
del tiempo de las angaripolas. De manera que ya 
pedía en su lindo puerto, algo mejorcito que el pri- 
mitivo muelle, que facilitase las operaciones de em- 
barco y desembarco. 

Preocupándose el Consulado de llenar esa necesi- 
dad, dotando a Montevideo de un muelle en forma, 



[29] 



ISIDORO DE MARIA 



aunque no lo tenía "ni la gran capital del sur" — 
y eso que era dueña absoluta de sus destinos, — se 
resolvió a emprenderlo a costa de cualquier sacrificio 
en el año 21. 

En ese año los miembros del Tribunal Consular 
pusieron manos a la obra, emprendiendo la meritoria 
del Muelle de madera, que nos sirvió por más de 30 
años en el mismo lugar que ocupó el primitivo del 
tiempo del Rey, conservando para memoria y utilidad, 
bajo del tablado, los viejos y toscos escalones de pie- 
dra del antiguo, a cuya sombra tantos y tantos bañis- 
tas en el traje de Adán tomaron sus ricos baños (como 
decían ) , braceando por entre aquellas morrudas vigas 
que lo sostenían, y encaramándose entre risotadas en 
los travesaños, para tirarse de nuevo al líquido ele- 
mento, "como patos al agua", dando cada zambullida 
que nos daba miedo, para ir a salir a lo lejos, a la 
superficie, rodeando como toninas alguna balandra 
cargada de duraznos del Paraná, o asaltando alguna 
lancha del tráfico, para representar en ella "cuadro* 
vivos". 

Por de contado, la cosa de la obra emprendida no 
era como soplar y hacer botellas, demandaba recur- 
sos y tiempo; pero los buenos cónsules tenían volun- 
tad y fe, y luchando con dificultades, agotando sus 
cortas rentas, la llevaron adelante, quedando termi- 
nada de todo punto en abril del año 24; poniendo al 
servicio público un bonito y espacioso muelle de 
unas 70 varas de largo por 35 de anchura, poco más 
o menos, con sus dos escaleras para subir de tierra, y 
otra de mayores dimensiones sobre el mar, en la 
punta del muelle al noroeste, para el embarco y 
desembarco de pasajeros y marinos, con su dotación 



[30] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



todo el tablado de barandilla y asientos, como para 
tomar el fresco y recrear la vista en la bahía. 

"Ya tenemos muelle, gracias a Dios", dirían con 
legítimo gozo, De la Mar, García Cortinas, Vilardebó, 
de las Carreras, Echevarriarza y García de Zúñiga, 
Prior y Cónsules a la sazón. Y no era para menos ha- 
ber logrado poner una pica en Flandes. 

Con razón decía el mismo Consulado, en oficio de 
mayo de ese año al Barón de la Laguna, con motivo 
de solicitar algunos auxilios para recomenzar la obra 
abandonada del fanal de la Isla de Flores: 

"Agotadas las rentas del Consulado en la grande 
obra del Muelle, que ve hoy concluida con aplauso y 
satisfacción pública; trasmitidas de ellas a la caja 
principal sumas crecidas en los apuros y atenciones 
del Gobierno; empeñados ahora los cortos proventos 
con que cuenta, en la construcción de una lancha de 
auxdio, que pronto verá el comercio sobre las aguas 
de este puerto, tiene necesidad esta corporación de 
recurrir a V. E. para suplicarle se digne auxiliarla con 
algún contingente, en cuenta de las sumas que adeu- 
da el Estado a esta Tesorería, para recomenzar la 
obra del fanal en la Isla de Flores". 

Ya puede uno figurarse la novedad que causaría 
a los estantes y habitantes del antiguo Montevideo 
la cosa del muelle, y con qué gusto no afluirían a 
verlo, y cuánto jarabe, de pico no se gastaría en los 
comentarios de cada cual. Era lo más natural y con- 
taban las crónicas que en los transportes del gozo 
casi pierden los estribos los viejos de la comarca, 
sofocando a abrazos al Prior y Cónsules, y hasta a 
Polleriias, héroes de la fiesta en el estreno, a quienes 
por poco no los llevan en silla de brazos desde el 
Muelle hasta los altos del conventillo del Padre 



[31] 



ISIDORO DE MARIA 



Saúco, donde tenían su humilde oficina, como me lo 
habían llevado a Viana el año 9 los partidarios de 
Elío desde el desembarcadero, cuando se vino gol- 
peándole la boca a Liniers con los confinados en Pa- 
tagones. 

Cuenta también la tradición las monas de los 
boteros festejando el nueva muelle, pichincha en 
regla para el café de la Gallega, donde hubo vacia- 
miento de limetas. En lo que sí nos dejó a oscuras, 
fue sobre sí hubo repiques, música y proclamas, aun- 
que parece que las gentes de aquel tiempo, sencillas 
y naturalotas, no eran muy aficionadas al bombo, y 
que preferirían a la bullanga una misa a Nuestra 
Señora de los Milagros. 

Lástima es que no supiéramos los primeros carga- 
mentos qué estrenaron el muelle, que bien pudieron 
ser de tabaco preto, sacos de azúcar, fariña o cachaza 
para matar el bicho, importado por las casas de Me- 
doze, Guimaraens, Gestal, Vilardebó o Noble, para 
inmortalizarlos. 

Pero contentémonos con saber que hubo muelle, 
sacándole la oreja a la hermana mayor. Y hubo rabo- 
nas de los muchachos por ír a curiosear, por aquello 
de ¿dónde vas Vicente? y subirse al tablado. 

¡Ah! El tablado del Muelle! — Cuántos lo recor- 
darán todavía, pésele al acusativo las Canas, que en 
su primera lección de gramática parda, le aplicaba 
El Porteño de la otra orilla, por aquellos tiempos, a 
don Magnífico Emplastos, pareciéndoles rejuvenecer, 
como uno que conocemos mucho, pasando en revista 
las historietas y buenos ratos de él, pescando, comien- 
do duraznos, o matando el tiempo de cualquier modo. 

Todavía se nos figura ver en él con un Virginia 
en la boca dándole a la sin hueso, a Calado y Pórtela 



[32] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



departiendo sobre sus lanchones, o al práctico portu- 
gués Antonio Silva, jaraneando con Pepe Onza. O a 
Meirelles, Antoñico y Queiros, tratando con calor de 
sus negocios, saliendo a relucir los clavos, las da- 
majuanas, los ticholos y las garrafas, y la manganeta 
jugada poco antes por allí por el Mayor de Plaza a 
don Alvaro. A Serna y Rivas tomando un polvo al 
fresco, o a Gradín y Masera echando el anteojo a 
alguna 2umaca que venía entrando al puerto. 

Pero dejemos esas cosas, y la manganeta o jugada 
del portugués a que aludimos, que se quedó en la 
plaza al embarcarse los lusitanos para hacer entrega 
de las llaves de los portones a los imperiales (que, 
entre paréntesis, guardamos con la cerradura como 
curiosidad para memoria), mandando a bordo con 
astucia un pesado baúl bien cerrado, simulando su 
equipaje, en que en vez de ropa iban piedras, con la 
intención, que cumplió, de dar la espalda a los vo- 
luntarios del Rey, y quedarse con los imperiales. ¡Si 
sería diablo el portuguesito que les jugó esa mano! 

Vamos al grano del muelle, sucesor del de piedra 
del tiempo del Rey, con sus peripecias, hasta el de 
la patria vieja. 

El muelle de madera, obra del Consulado, que bien 
pudo llevar su nombre, puesto que se hizo con su 
mosca, fue el único que hubo en toda la ribera para 
el servicio publico, desde el año 24 hasta el 41. ¡Ah 
veterano lindo! [cuántas pipas de vino, botijuelas de 
aceite, tercios de yerba, rollos de tabaco, sacos, fardos 
y cajones no pasaron por él tanto tiempo, para el 
soberano pueblo y provecho de la Caja grande de 
onzas de oro y patacones!, salvo, por supuesto, los 
contrabanditos, y alguna jugada semejante a aquella 



[33] 



ISIDORO DE MARIA 



de las cebollas, en que se convirtieron las piezas de 
género en depósito. 

Con tanto rodar por él pipas y barriles, y soportar 
tanto peso, el pobre debía sufrir; pero guapo siempre, 
no se doblaba, ni se le oye un quejido. 

Sin embargo, merecía un auxiliar, tanto más cuan- 
to que el fomento del movimiento mercantil lo hacía 
insuficiente para las necesidades. 

Surgió entonces la idea del Muelle Victoria, que 
puso en planta el inglés más antiguo por su perma- 
nencia en la ciudad de San Felipe y Santiago, que lo 
contaba entre sus buenos vecinos desde el año 14. 
¿Cómo se llamaba? Don Juan Gowland, y por más 
señas, jefe de una familia distinguida, y miembro ho- 
norable del comercio de esta plaza. 

Hombre de empresa, abordó la construcción de su 
muelle, en dirección de la calle de San Benito (hoy 
Colón), quedando terminado el año 42, que fue de 
prosperidad. 

Desde entonces ya tuvo un compañero el veterano 
del 24, y no chico, ni de poco costo, pues costóle a 
nuestro buen inglés más de 20 mil morlacos. 

Sus dimensiones eran 128 varas de longitud y todo 
el ancho de la calle. En cuanto a solidez, baste decir 
que en vez de vigas, descansaba sobre robustas co- 
lumnas de fierro, cuyo material compró en esta 
plaza, y con él hizo construir, razón por que le en- 
tró en más costo, subiendo a 21 mil pesos. 

Con su ejemplo, empezó la imitación de los mue- 
lles en las barracas, comenzando por la de Valentín 
y siguiendo Deville y la del Mar, etc. 

Porque eso sí, para lo que es imitar mal o bien, 
pegue o no pegue, como los muchachos que se pirran 



[34] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



por remedar a los grandes con el cigarrito, en capear 
al toro, en bailar en la cuerda floja corno los pruebis- 
tas, en darle al taco, o en soltar ajos y cebollas, no 
hay que hablar, como si el remedo fuese un mal en- 
démico heredado. Y más si el ejemplo viene de fuera, 
de París, Londres, Berlín, Milán, o del gran Mogol. 
Y no digamos que el espíritu de imitación es enfer- 
medad de las mujeres con las modas, porque las 
pobres por copia hayan usado en un tiempo los tre- 
pamuleques, los bucles, los buches, el talle alto, la 
cola, el escote, el turbante, la polka y la mantilla, y 
en otros el peinetón, el talle bajo, el miriñaque, y 
el polisón de bulto y compromiso por seguir la mo- 
da, porque el sexo fuerte, desde el capote, el calzón 
corto, la coleta empolvada, la chaqueta y la cola de 
pato, hasta el chaqué, el paleto, el corbatín, la cor- 
bata, la galera, el bigote y la pera, le han dado tres 
rayas. 

Por fin, aquella imitación de los muelles era de 
otra clase, nada tenía de malo, ni ridículo, y al seguir 
el ejemplo de Gowland, se hacía acreedora de aplau- 
so. ¡Ah si todas se le pareciesen! 

Desgraciadamente, soplaron malísimos vientos por 
entonces, con el cometa del 43, que todos vimos apa- 
recer al oeste, y le salió la cuenta errada a nuestro 
Gowland con su muelle, que al fin y al cabo vino 
a dejarnos el cuento. ¡Y qué bonito era! ¡Lástima 
que no hubiese vivido tanto tiempo como el del 24! 

Después de la tremenda época, que a tantos dejó 
tocando tabletas, y gracias sí con el pellejo sano, so- 
plaron vientos más bonancibles, y nació el muelle jefe 
de la nueva Aduana, eclipsando al veterano de ma- 
dera del ano 24, cuyos vestigios aún pueden verse, 
pero sin preguntarles los misterios de su fin, ni 



[351 



ISIDORO DE MARIA 



acordarse de aquello de las playitas, dejando al cuita- 
do que sirvió tanto, o a su sombra, que diga lo de: 

Aprended flores de mí, 
Lo que va de ayer a hoy: 
Ayer maravilla fui, 
Hoy sombra mía no soy. 

Pobrecillo, si viviera ahora, ¡cómo se quedaría mi- 
rando la mar de muelles de todas clases que rodean 
las riberas, donde un día se alzara sólito, como rey 
en ellas! 



[36] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



FAVOR A LA JUSTICIA 
1800 — 1814 



Eran los tiempos en que no se gastaba lacre, ni 
en gendarmes de machete, para que la justicia tuerta 
o derecha obrase. Bastaba invocar el nombre del Rey, 
o que el alcalde o el alguacil con su varita corta diese 
tres golpecitos en el suelo y la voz favor a la justicia, 
para hacerse obedecer, y que todos se le juntasen de 
auxiliares, para reducir a prisión a cualquier diablo, o 
acudir a cualquier desorden, o dominar cualquier re- 
sistencia. 

Efa mágka aquella vara de la justicia, que empu- 
ñaban, cuando se ofrecía, lo mismo el Alcalde de 
Hermandad, que los del pago o distrito en la cam- 
paña, o que los de la ciudad de San Felipe, y algua- 
ciles del Cabildo, incluso el célebre juancho. 

No tenían más que dar los tres golpes de orden 
con ella en tierra, y gritar favor a la justicia, para 
que los vecinos acudiesen a su voz en cualquier baru- 
llo o caza de delincuentes, para hacerla efectiva, como 
la mejor policía. 

Y cuidado que en aquel tiempo había cada bella- 
co y desalmado que metía miedo. Y cada farra, como 
dicen ahora, allá por los barrios del bajo, como dirían 
del alto los de "la Santísima Trinidad" de enfrente, y 



[37] 



ISIDORO DE MARIA 



Nos del Muelle, que daba que hacer a la vara del 
alguacil o del alcalde. 

Aquel Baño de los Padres tenía fama para eso de 
trompis, garrotazos, navajas sevillanas, arañazos y el 
diablo a cuatro, en aquellos chiribitiles, que no pocas 
descomposturas de cabeza causaron en la vecindad, y 
sustos a doña Bernarda la del flautero, a Pérez, Váz- 
quez y Quiles. 

Ni que fuera precursor del Barrio del Peligro, o 
de Santa Teresa, a cuya buena reina del otro lado 
de los mares, no le habría sentado bien si les hubiera 
ocurrido a los realistas dar su nombre al barrio, y 
si a los criollos, no se libran, a la fija, de algún re- 
clamo sui generis, por la nomenclatura. 

Pero gracias a Dios, al barrio que más trabajitos 
diera a Juancho, llamábanle Baño de los Padres. 

Sucedió una vez a un alcalde que vivía en la calle 
de Pescadores, un pasaje bastante original, que Jua- 
nillo siempre refería a sus tertulianos de malilla, 
acordándose del lance. 

En la esquina calles de San Miguel y San Felipe 
tenía su negocio de pulpería un buen aragonés, a 
quien le vino recomendado de España un apuesto 
mancebo que blasonaba de nobleza, a quien dio muy 
gustoso hospedaje en su casa, manteniéndolo a su 
costa. 

El mozo era bien parecido y de buen pico, y 
pronto mereció toda la confianza del aragonés, quien 
deseoso de proporcionarle mejor alojamiento que el 
de la trastienda, alquilóle un cuarto enfrente, donde 
plantó sus reales. Entró el mancebo en relaciones y 
en picos pardos con una morocha de familia de rifión 
bien cubierto, con quien pretendía casarse, poniéndole 
los puntos, a fuer de vivo, a la herencia. 



[383 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Sus pechos al bueno del aragonés ya me lo tenían 
medio seco; pero [qué hacer! Era su recomendado y 
de nobleza de pergamino, y no había más que aguan- 
tar la vela. 

Un día notaron los vecinos y marchantes del ara- 
gonés que eran las 8 de la mañana y permanecía ce- 
rrada la esquina. Acierta uno a entrar por el zaguán 
al patio, y encuentra entornada la puerta interior de 
la trastienda, y penetrando en ella se halla con es- 
panto con el cuerpo del pobre pulpero en el suelo, 
bañado en sangre y sin vida. 

Al momento corre la voz del homicidio. Se llama 
al alcalde, quien viene con su vara al lugar del suce- 
so. Empiezan las indagaciones del crimen. Pregunta 
al vecino de al lado y a la vecina de enfrente si ha- 
bían sentido algo en la noche o visto entrar alguien 
a deshora. Nada. Entretanto el recomendado había 
sido uno de los primeros que se presentó en el lugar 
del suceso, a la novedad, asombrado de lo que veía y 
fulminando anatemas contra los picaros victimarios 

Pasa después el alcalde al alojamiento de éste a 
tomar algunos datos, y aquí fue la destapada del tarro. 
] Quién lo creyera! ¡Cómo suelen engañar las apa- 
riencias! 

Se paseaba el alcalde meditabundo por el cuarto 
con la vara de la justicia en la mano, cuando impen- 
sadamente con la punta de ella acierta a sacar de 
abajo de la cama la manga de una camisa que sobre- 
salía. Sigue sacándola más afuera como jugando con 
la vara, y observa en la pieza manchones de sangre. 
Pícale más la curiosidad, y alzando la colcha de la 
cama descubre debajo de ella piezas de ropa ensan- 
grentadas y rotas, y tras ellas dos talegos con visibles 
señales de sangre como estampadas con los dedos. 



139] 



ISIDORO DE MARIA 



¡Hola! qué es esto, dice el alcalde sorprendido, 
creyendo descubrir el cuerpo del delito. 

El mozo conturbado, empalidecido, no acierta a ex- 
plicarse para salir del apuro. 

La tradición nos trasmitió el episodio con los colo- 
res más vivos y el diálogo más interesante. Lástima 
tener que rabonearlo por demasiado largo. 

— ¿Qué significa este escondite, estas ropas ensan- 
grentadas y estos talegos? pregunta al presunto ma- 
tador. 

— Señor, no lo sé, yo no los he traído ni sabía su 
existencia ahí; alguna otra persona habrá entrado sin 
verla lo que salí, y los habrá escondido, contesta más 
que turbado el interrogado. 

— Está usted preso en nombre de la justicia. Va- 
mos, es usted el criminal que buscamos. Marche a la 
cárcel. 

— No me doy preso, — No salgo de aquí. — Pri- 
mero nos veremos las caras sí insiste en llevarme, y 
trató de empuñar un bastón para emprenderla con el 
alcalde. 

— ¡Ah picaro! le contesta el alcalde. Ya verá si 
va a la cárcel. 

Fortuna que en aquel tiempo no se usaba despachar 
al otro mundo, con el se resistió, ni las justicias car- 
gaban revólveres, que si no. . . ¡quién sabe! 

Sale precipitadamente el alcalde a la calle, con 
su vara empuñada, da tres golpes en la vereda y grita 
por tres veces: favor a la justicia! 

Al momento se reúne gente a prestarlo. No queda 
bicho viviente en el barrio que no acuda a rodear al 
de la vara para servir a la justicia, unos con palos, 
otros con pesas o manos de mortero, barras de fierro, 
trancas o bastones, y otros con buenos puños. 



[40] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Qué tole tole se armaría. Todos a una: c Quién no 
acude al favor a la justicia? No tardó mucho en que 
cayese por allí hasta Juancho con su espadín, y lo 
apretaron al presunto criminal enderezándolo a la 
gayola aseguradito, por delante del alcaide. 

Excusado será decir el mundo de curiosos y mucha- 
chos que aparecieron en el trayecto, y la satisfacción 
del alcalde ante el efecto mágico de su vara y del 
favor a la justicia sin bayoneta, ni corvo ni machete. 

Más barata no podía ser la policía, ni más pronti- 
ta para la acción. Tan barata como los alcaldes y 
regidores que servían al Rey y al pueblo por el honor, 
y no por los columnarios o los macuquinos. 

En tuavía en tiempo de los portugueses — decía un 
paisano, acordándose de haber acudido con su trabu- 
co vacío y sin piedra en favor de la justicia, cuando 
ésta apretó al bandido Martín Curó en la isla cono- 
cida con ese nombre, — la vara de la justicia lleva- 
da por los alguaciles, y el dicho favor a la justicia 
juntaba a todos en su auxilio para llevar a la cárcel 
a los picaros. Sólo era nula para una cosa: para 
aprehender por deudas civiles a los labradores o indi- 
viduos que se ocupasen en fábricas, oficios, artes o 
cualquiera otra profesión honesta. Y eso era, según 
decían los hombres leídos, por estar prohibido hacer- 
lo por una disposición del tiempo del Rey, que lla- 
maban la Real Pragmática de 27 de mayo de 1786, 
puesta en vigencia por los portugueses. 

Bien haiga la vara de la justicia barata del tiem- 
po del Rey, y el favor a la justicia de la tradición, 
que dio tema al festivo Figueroa, calándose las an- 
tiparras, a cantarla después tuerta o derecha. 



[41] 



ISIDORO DE MARIA 



EL TESORO ESCONDIDO 
(cuento tradicional) 

Fábula o no, la tradición más remota, que se re- 
monta al siglo XVI, cuando la futura "Emperatriz 
del Plata" aún no había salido de la crisálida daba 
como enterrado un gran tesoro en los médanos de la 
costa sur del Río de la Plata, por uno de los piratas 
de aquel tiempo, aportados a estos mares, no sabemos 
si por el incentivo del nombre con que lo bautizó 
Gabot, en el interés de ponderar la riqueza de esta 
región revelada al mundo por Díaz de Solís y com- 
plementada por el veneciano. 

Cuento o no, la tradición lo trasmitió a los creyen- 
tes o no creyentes de aquellos tiempos, y tanto, que 
Loríente, el historiador del Perú, llegó a hacer men- 
ción de él, colgándoselo al terrible pirata Drake, que 
saqueó a Valparaíso por el año 1578, y cuenta que 
vino a enterrar el tesoro manoteado por allá, en unos 
médanos de la costa del sur del Río de la Plata, en- 
frentados a unas islas, regresando de sus piraterías a 
Inglaterra en 1580, sin llevarlos. 

Todo podía ser, sin ser milagro, decían los viejos 
de aquellos tiempos lejanos, echándose a adivinar el 
paraje del escondite del tesoro. Quien se lo imaginaría 
enterrado por las alturas de la Isla de Flores, y quien 
frente a algunas otras islas a la entrada del Rio de 



[42] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



la Plata, que el pirata habría marcado con señas en 
su derrotero, para poder algún día dar con el entierro. 

Lo indudable es que el tal Drake, pirata de fama, 
hizo roncha, y que ronchó en el Pacífico, apoderán- 
dose de muchos caudales, antes que asomasen las na- 
rices por los mares del Brasil y del Plata el Eduardo 
Fontán, y el Tomás Cauvendick, el incendiario de 
San Vicente, y que si en efecto vino a enterrarlo por 
estas costas, no conocemos crónicas que digan si en 
efecto volvió a desenterrarlo. 

Cuentan, sí, que, contrariado en sus piraterías, en- 
derezó a Europa, y que, a su muerte, parece que, por 
casualidad, alguien encontró entre sus papeles indi- 
cios de algo así como tesoro enterrado entre médanos 
y peñas; pero, vaya usted a dar con él, aunque escarbe 
y ahueque, cual tucu-tucu, a manera de los que andan 
buceando allá por Méjico, el mentado de Moctezuma. 

Mas por sí o por no, ojo a los médanos, que puede 
tropezarse con algunas botijas llenas de oro, de la 
cría de las que mantenían bajo siete estados nuestros 
antepasados, o grandes lingotes de plata en barras, 
que ya quisieran muchos atrapar para divertirse. 

Y salió por un callejoncito y entró por otro, para 
que ustedes nos cuenten otro. 



[43] 



ISIDORO DE MARIA 



LOS ALAMOS 
1805 — 1830 

Entre col y col lechuga. 

El que da lo que tiene, no está obligado a más. 

Los conquistadores de esta región diéronle muchas 
cosas nuevas y buenas a la tierra conquistada, entre 
ellas sus razas, sus plantíos, sus simientes. Desde la 
higuera hasta el olivo, y desde el trigo hasta el cardo, 
trajéronlo y aclimataron en la virginal tierra; pero 
hasta principios de este siglo, el álamo brillaba por su 
ausencia. 

Quiso la casualidad, o lo que se quiera, que un 
buen yanqui, allá por el año 5 ó 6, capitán de un 
barco norteamericano, arribase a este puerto con pro- 
cedencia de Nueva York, trayendo a su bordo seis, 
varitas de álamos de la Carolina, prendidos, bien 
acondicionados en un barril con tierra, las cuales re- 
galó al coronel del Regimiento del Fijo, Tejada. 

Este buen español, aficionado a los plantíos, las 
plantó en su quinta de los Olivos en Maroñas, cuidán- 
dolas con sumo esmero, consiguiendo que prendiesen 
y se aclimatasen. ¡Y con qué gusto veía crecer sus 
arbolitos, y hablaba de la adquisición con Pérez Cas- 
tellano, Errázquin, pasionistas de la arboricultura y 
de cuanto se relacionaba con el reino vegetal! 

A su tiempo dio unas varitas de sus álamos a don 



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MONTEVIDEO ANTIGUO 



Miguel Cuadra, a don Pedro José Errázquin y al Pa- 
dre Pérez Castellano — el criollo y primer doctor 
de su tierra, — quienes las plantaron en sus chacras. 
Prendieron, crecieron los álamos, y se propagó la es- 
pecie en este suelo, aunque su introductor y propaga- 
dor no obtuvo nombre y premio como Cobos en la 
Provincia de arriba de Mendoza, en que fue su intro- 
ductor y propagador, constituyendo el álamo allí una 
riqueza. 

Las varitas traídas a la ventura por el yanqui de 
la fértil tierra del pabellón estrellado, encontraron 
otra semejante, y tienen ustedes que vinieron a ser el 
origen aquí, en Montevideo antiguo, de los álamos, 
que se propagaron y embellecieron tantas de sus an- 
tiguas quintas y de las que aún es dado contemplar 
algunos ejemplares, sin que el espíritu novelesco les 
haya dado pasaporte. 

¡Oh! los álamos tienen sus gratos recuerdos para 
los que peinan canas; por lo menos del año 25, cuan- 
do otro gallo cantaba, en que los álamos como los 
ombúes, que van de capa caída, tuvieron su historia. 

Cierto es que no daban ftuta que saborear, pero 
daban baritas a los muchachos del Cordón y Aguada 
para el pega-pega con que cazaban pajaritos. 

Mal o bien, sirvieron para dat sombra a las buenas 
tías lavanderas en los pozos de la Estanzuela, y a cuyo 
pie hacían su fueguito con charamuscas, para calen- 
tar el agua en la calderita de fierro para el mate, y 
encender el cachimbo. 

Pero sobre todo, para formar extensas y hermosas 
calles en las quintas, intercaladas de linos y azucenas, 
donde solazarse en el estío los paseantes esparciendo 
el ánimo, y haciendo tantas veces sus cuentas alegres 
los de campanilla, o matando el tiempo entre el abu- 



ISIDORO DE MARIA 



rrimiento y el cerote, allá por Toledo, los pobres his- 
panos, que huyendo de la quema de la plaza por 
Otorgués, ganaban de incógnito las chacras de amigos 
de confianza para ocultarse, contentos con respirar 
entre los álamos. 

Quien no vio aquellas calles soberbias en que se 
iban a las nubes las copas de los erguidos álamos, a 
manera de las airosas palmas de nuestros bosques, en 
las mentadas quintas o chacras de Juanicó, Masini, 
Zabala, Larrañaga, Maturana, Zamayuá, Noble, Obes, 
Sierra, Herrera, Berro, doña Ana, Petrona Palacios, 
el Barbero, y hasta el buen portugués Melones, tes- 
tigos los cinco últimos de tantos episodios y acciones 
bélicas hasta el año 27, no vio cosa buena. 

Y todo ese prodigio de antiguos tiempos, que no 
envidiarían a los modernos del eucaliptos, a que die- 
ron ser las primeras semillas plantadas por Tonkínson 
y Margat, debió su origen a los seis vástagos del yan- 
qui, atribuidos a Cuadra por error de concepto. 

Ni más ni menos que como la maravillosa Morera 
Multicauly, tan propagada, que tuvo origen en la 
plantita introducida y cultivada por nuestro Larraña- 
ga, cuando gozaba del don inapreciable del sentido 
de la vista y con cuyas hojas emprendió él primero 
la cría del gusano de seda en esta bendita tierra. 

Entre álamos descollantes al pie de los cercados de 
pita — que por no ser menos alzaban también sus 
palos, para proporcionar con ellos al agricultor un 
elemento para la tranquera, y otros usos de economía 
rural, o formando cuadro al monte de guindos y du- 
razneros, — crecían los maizales libres del pico de las 
cotorras, pero no de los muchachos saltadores de cer- 
cos, que se iban a los choclos como moscas a la miel; 
y para mayor gusto, han de saber ustedes, que entre 



[46] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



álamos, guindos y naranjos, se confeccionaron por 
hombres de Estado, ecónomos de sonante y de bom- 
bástica, pero ricos en virtudes cívicas, muchas de las 
leyes que registran los anales de la Legislación patria, 
cuando parodiando a la gran capital del sur, decían 
con un tantico de orgullo los de aquella generación: 

Calle Esparta la inmortal, 
Sus glorias oculte Roma, 
Que ya al horizonte asoma 
La República Oriental. 

Y entre álamos y guindos — para concluir la his- 
torieta de los álamos, — cruza por la imaginación 
el recuerdo del patriarca de la prensa diaria de aque- 
llos tiempos, cuando veraneando en la quinta de la 
Aldao, la buena doña Luisa del sombrero de paja 
de ala ancha, le daba a la pluma de ave, aspirando 
las 'auroras saludables del campo, confeccionando 
materiales para El Universal, sin imaginarse, cierta- 
mente, que al girar de los tiempos aquélla había de 
convertirse en monasterio del Buen Pastor. 

Vaya, que eso no es extraño, j Tantas cosas y trans- 
formaciones inimaginables se han visto y se ven en 
este mundo! Ni en sueños nuestros antepasados se 
imaginarían la transformación operada en el viejo 
Montevideo, ni que sus descendientes habían de viajar 
en ferrocarril, y estar al habla con el mundo por el 
alambre eléctrico. 

¿Si se imaginarían que un día el viejo Convento de 
San Francisco se había de transformar en Bolsa de 
Comercio; la Gudadela en espléndida Plaza; la pie- 
dra lisa o resbalosa de los muchachos raboneros del 
Cubo del Norte, en Iglesia de Lourdes; el Baño de 



[47] 



ISIDORO DE MARIA 



los Padres en Mercado del Puerto; la peña del bagre 
en Dique Mauá; gran parte de sus costas arrebatadas 
al mar y a su amplio puerto, para convertirlas en 
caseríos? 

Seguramente que no. \ Cosas del mundo! Y el 
mundo dicen que marcha. ¿Marcharán los álamos? El 
Cortijo Juanicó, con sus 8Ó00 pies, dice que sí. 

Pues, señores, Dios sabe si andando el tiempo, no 
podrán los que vengan atrás ver por aquí el prodigio 
de los yanquis fabricando ricos mobiliarios de la ma- 
dera del álamo. 



[48] 



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EL EMPEDRADO 
1775 — 1841 

I 

Contaban antiguas crónicas, que cansados los hijo- 
dalgo* de la muy fiel y devota ciudad de San Felipe y 
Santiago, de chapalear barro en calles y plazas, y de 
andar a oscuras en ellas dando tantas veces su pobre 
humanidad contra cercos y postes, apelaron un día a 
sus buenos patronos para pedifles luz, calzadas, y al- 
gunas otras cosas, después de darle a los badajos de 
las sonoras campanitas de la Matriz vieja, a manera 
de rogativas por la lluvia. * 

Felipe y Santiago, como santos varones, estaban de 
gracias, y desde lo alto oyendo el campaneo, hablaron 
a su pueblo, preguntándole qué pedía. 

— Os pedimos que intercedáis con El que todo lo 
puede, para que nos dé empedrado y luz en las calles, 
con la misma bondad con que nos da salud, pan y 
carne. 

— Concedido, respondieron; pero no olvidéis que 
dice "ayúdate, que yo te ayudaré". 

— íQué más pedís ? añadieron los buenos Patronos. 

— Que nos libre de los indios, de herejes y de 
piratas. 

— Concedido. — ¿Qué más pedís? 



[49J 



ISIDORO DE MARIA 



— Que nos preservéis siempre de sabandijas y nos 
deis buenos gobernantes. 

— Está bien; pero acordaos que los pueblos tienen 
lo que merecen. 

— ¿Qué más pedís ? 

— Que sea ésta la nueva tierra de promisión. 

— Concedido; pero tenéis que hacer penitencia, tra- 
bajar, ser ahorrativos, tener juicio, amor al bien, y 
buenas costumbres. 

Y más contentos que unas pascuas los de la ve- 
cindad, trataron de ayudarse, para mejorar las calles 
y no carecer de alumbrado. 

Idearon para lo primero, organizar dos fiestas de 
toros, a benéfico del empedrado, improvisando su pla- 
za mal o bien en el hueco del Cuartel de Dragones, 
donde dieron sus funciones de toretes el año de gra- 
cia de 1775. 

Con su escaso producto no pudieron costearlo, aun- . 
que piedra era lo que sobraba; pero por lo menos 
compusieron algunas calles, taparon zanjas, nivelaron 
la plazuela del Fuerte, cegaron algún pantano, e hi- 
cieron una que otra veredita. 

Algo es algo, dirían los buenos moradores de San 
Felipe, y como se acabó la pólvora de los toros, no 
hubo con qué hacer más salva. Y se acabó para el 
objeto, porque se metió por medio el terreno del 
Hospital, que había que pagarlo con el mismo recurso 
de los toros, y no pudo aplicarse más a las calles. 

Se acabó el siglo, que aunque era de oscurantismo, 
se despidió con alumbrado de velas de sebo en las 
calles, por gracia de los Patronos; pero en cuanto a 
empedramiento, que esperen a mejor oportunidad, 
que todo se ha de andar malgrado el cometa. 

— ¿Qué es eso del cometa? preguntará tal vez al- 



[50] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



gún curioso, suponiendo alguna Pascualonada en ba- 
turrillo con toros, piedras y faroles, aun cuando en- 
tonces no había venido al mundo don Pascualón a 
hacernos comulgar con ruedas de molino; primero, 
porque había desaparecido el llamado así de la plaza 
de la Matriz al sur, que no fue sino una atahona; e 
ítem más, el del Padre Angulo de los Migueletes; y 
segundo, porque no había Gazeta. 

Porque han de saber ustedes, que el siglo XVÍII no 
se despidió del Río salado sin la aparición de un co- 
meta caudatario, descubierto el año 84 hacia la cons- 
telación austral de la Grulla, según reza el diario de 
la Partida de Demarcación de límites española. Su 
diámetro aparente lo manifestaba como una estrella 
de segunda magnitud, y su cola inclinada a la parte 
opuesta del sol, aparecía bajo la proyección de un 
ángulo de dos grados- 
Sucedió al siglo del oscurantismo el de las luces, 
que ya está próximo a dejar el campo. Alumbró el de 
1800, y con él revivió la idea de empedrar a San 
Felipe, no al santo, se entiende, sino a la ciudad de 
su patronato en consorcio con Santiago. 

Era gobernante entonces el Brigadier de la Real 
Armada don José de Bustamante y Guerra, que co- 
mo buen marino miraba lejos, y tan lejos, que pro- 
nosticó lo que había de suceder al puerto de Montevi- 
deo si no cuidaban de su limpieza, e ideó las aguas 
corrientes traídas del Buceo para surtir a la población. 

Ese buen gobernante se preocupó del empedrado, 
hizo sus cálculos y apreció en un millón de pesos el 
costo para las 23 cuadras que componían la ciudad 
de San Felipe, dentro de las murallas. 

De buen grado lo hubiera emprendido. Pero ¿de 
dónde sacar recursos para tamaña obra? Ante esa 



[51] 



ISIDORO DE MARIA 



dificultad, quedó por entonces en proyecto. Vino lue- 
go la trifulca de los ingleses y demás entuertos de 
ese tiempo, y para colmo de angustias, los dos sitios 
de la plaza, con lo que la idea del empedrado se 
quedó en agua de cerrajas, y el lodazal siguió su 
curso, con excepción de algunas mejoras en las aceras. 

II 

Vino después la dominación portuguesa, y a los 
pocos meses de sentar sus reales dentro de los muros 
de San Felipe, nuestros Santos Patronos tocaron sin 
duda al Cabildo, y éste comenzó a preocuparse del 
empedrado, a la vez que de cuidar de la policía de 
aseo de la ciudad, donde basuras, escombros, aguas 
sucias, y hasta caballos muertos en las calles, era como 
para taparse las narices y no poder transitar. 

En los últimos meses del año 17, los cabildantes 
tantearon a algunos vecinos pudientes de las princi- 
pales calles, para saber si ayudarían al empedrado, y 
contando con la contribución de algunos, púsose 
manos a la obra, componiendo primero algunas ca- 
lles, y procediendo en seguida a empedrar las de San 
Juan (hoy huzaingó), y de San Fernando Choy Cá- 
maras), fijando la cuota para los pudientes en real 
y medio la vara cuadrada de empedrado. 

Se empedraron las dos primeras cuadras de las re-" 
feridas calles, desde las esquinas de la plaza para el 
norte; pero al tratarse del pago, indistintamente entre 
los propietarios pudientes a razón de real y medio por 
vara cuadrada, que de cierto era una bicoca, empeza- 
ron a resistirlo los que no habían entrado en el com- 
promiso de contribuir con sú cuota; y en ese sentido 
elevaron una representación al general Lecor, Go- 



[52] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



bernador de la Provincia, quejándose de la pretensión 
del Ayuntamiento. 

£1 resultado de la gestión fue negativo. Lecor 
providenció en esta forma: 

"A la representación de los vecinos de las calles de 
San Juan y San Fernando, querellándose de la gabela 
que le imponía V. E. por el empedrado de dichas ca- 
lles, he tenido a bien, previo el informe de esa Corpo- 
ración, decretar lo que sigue: "Atendiendo a la cor- 
tedad de la contribución, y a que sólo debe recaer 
sobre los propietarios pudientes y demás que se hayan 
comprometido, continúe como propone el Excrao. 
Cabildo, no excediendo del real y medio por vara 
cuadrada, antes se tratará de reducir en lo posible, 
permitiéndolo las circunstancias, y aunque sea a cos- 
ta de disminuir trabajos y operarios. — Lo que co- 
munico a V. E. para su inteligencia y cumplimiento. 
— Dios guarde, etc. — Montevideo, 4 de febrero de 
1818. — Carlos Federico he-Cor (*). — Excmo. Ca- 
bildo, Justicia y Regimiento". 

Con este tapaboca, aflojaron su real y medio por 
vara los propietarios pudientes por el empedrado que 
les correspondía, exceptuando de él a los pobres, co- 
mo medida de equidad, y continuó el empedrado de 
esas dos calles al norte hasta la de San Miguel, al 
mismo tiempo que se procedía a empedrar la pla- 
zoleta del Fuerte. 

La iniciativa del Cabildo estimuló al Gobernador 
Militar interino, a la apertura del Portón de San 
Juan, llamado el nuevo, sito donde forman hoy es- 
quina las calles Brecha y Camacuá, que permanecía 



(1) Así firmaba el General Le-Cor, y oo Lecor como se 
escribe generalmente siguiendo la costumbre, incluso nosotros. 

[53] 



ISIDORO DE MARIA 



cerrado hacía más de tres años, solicitando para el 
efecto del Cabildo, la recomposición preferente de la 
calle que se dirigía de ese Portón a la plaza Mayor, 
por medio de oficio muy cumplido: 

"Excmo. señor: Para evitar el embarazo que causa 
al giro de la campaña el uso de una sola entrada a 
la ciudad, y deseoso también de contribuir al desaho- 
go y comodidad de sus habitantes, he resuelto abrir 
la puerta de San Juan; mas como este beneficio no 
llenará su objeto, en tanto que la calle principal que 
conduce a aquel punto permanezca como al presente 
intransitable, no sólo para carruajes y cabalgaduras, 
sino también para el público, desearía que V. E., a 
quien considero penetrado de iguales sentimientos en 
favor de este digno Pueblo, y a cuyos cuidados se 
debe ya la composición de algunas calles, dispusiese 
que los inmediatos trabajos se dirigiesen con prefe- 
rencia en lo que resta de la buena estación, a la calle 
que va directamente de la referida puerta a la Plaza 
Mayor. En este caso puede V. E. contar con la tierra 
que se halla inmediata al Parque, y con cuantos au- 
xilios pueda yo facilitar así para este objeto, como 
para cualquier otro que contribuya al buen estado de 
la policía y al decoro y ornamento de esta ciudad. — 
Montevideo, marzo 12 de 1818. — - Jorge de Avilés 
huarte de Soma. — Illmo. y Excmo. Cabildo, Justicia 
y Regimiento de la ciudad de Montevideo". 

Conforme, dijo el Cabildo, y adelante con los faro- 
les, vale decir, con el empedrado de las calles de 
San Juan y San Fernando, y aprovechando la coyun- 
tura favorable, propuso con su correspondiente miel 
al Gobernador, se destinase para el empedrado porción 
de piedra que existía abandonada en las afueras del 
Portón de San Juan. 



[54] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



No menos cumplido Avilés, la cedió, oficiando al 
Cabildo en estos términos: 

"Illmo. y Excmo. señor: Después de agradecer a 
V. E. las finas y atentas expresiones con que me fa- 
vorece en su respetable oficio del 13, tengo la satis- 
facción de anunciarle que queda a las órdenes de 
V. E. toda la porción de piedra que existe en las in- 
mediaciones de la Puerta de San Juan, para que sea 
empleada en el empedrado de aquellas calles, como 
V. E. se sirve proponerme; contando siempre con 
cuantos auxilios estén en mis facultades para coad- 
yuvar a los esfuerzos virtuosos de V. E. por la feli- 
cidad y engrandecimiento de este ilustre y benemé- 
rito Pueblo. — Montevideo, marzo 21 de 1818. — 
Jorge de Avilés, etc.". 

Ya puede uno figurarse el gusto con que recibirían 
este anuncio, los cabildantes Duran, Blanco, Rosa 
Brito, Muñoz, Giró, Bianqui, Artecona, Correa, Rive- 
ro, Estrada y Méndez Caldeira, interesados como bue- 
nos vecinos en la mejora. Contando con la piedra, lo 
demás vendrá, dirían ellos, confiados en la protec- 
ción de los Santos Patronos. 

Ni los honores de Teniente General, que desde el 
tiempo del Rey tenía el Cabildo, y que el Barón de 
la Laguna no descuidó de hacérselos rendir cuando 
salía en corporación con sus Moceros y Clarín, apos- 
taríamos a que no les causaría tanto gusto, como la 
satisfacción de ligar sus nombres a obra de tanta uti- 
lidad como el empedrado que abordaban, en la me- 
dida de sus fuerzas, en bien de Montevideo, librando 
a los futuros tiempos su complemento. 

Posteriormente se empedró parte de la calle de San 
Pedro, desde la esquina de San Fernando hasta frente 
al Fuerte ... y pare usted de contar. Lo demás, incluso 



[55] 



ISIDORO DE MARIA 



la Plaza Mayor, buenas noches. Se pisaba barro cuan- 
do se abrían las cataratas del cielo, y para mayor gozo, 
había que chapalearlo para ir a la compra de la ver- 
dura y de la carne, a la plaza de la Matriz y a la 
Recoba, donde las bestias de carga con las árganas, y 
las carretas toldadas, conductoras de carne, e ítem las 
de carbón que venían a situarse frente al Cabildo para 
medirse y no dar rabonada la fanega, como la de las 
bolsas de ahora, contribuían a embromar el piso de 
la pobre plaza. Pero, por fin, había. verdura, fruta, 
carne, pan y carbón barato, a lo criollo. 

III 

Vino el alba de una nueva época. Se acabó el do- 
minio de testas coronadas, haciendo su estreno el 
Pueblo-Rey. Derribó las antiguas murallas, y dijo: con 
esa piedra a empedrar las calles. Basta de barro, y 
líbrenos San Felipe y Santiago de hacerlo en otras 
cosas, aunque barro somos desde Adán. 

Apareció el año 33 un proponente, Gabriel Mu- 
nilla. Contrató el de algunas calles con el Gobierno, 
y utilizando la piedra y la tierra sacada de los muros 
y fosos demolidos, y terraplenes de la contraescarpa 
de la Ciudadela, comenzó el empedrado en las calles 
de San Pedro y San Felipe; el primero desde la an- 
tigua esquina del Portón, casa de don Luis Lamas, y 
el segundo desde la esquina de San Felipe y San Pe- 
dro hacia el norte, en dirección al Muelle. 

No se empedraron ambas calles en toda su ex- 
tensión, sino algunas cuadras, pero ya era un pro- 
greso material, aunque refluyó algo en perjuicio del 
puerto, por te arena de las calles que arrastraban a 
él las aguas llovedizas, como había sucedido en el 



[56] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



primero, según la competente observación del inge- 
niero hidráulico Enrique Pellegrini, quien, entre pa- 
réntesis, hacía notar "la existencia de dos capas de 
" arena de un palmo de grueso, que se hallaban una 
"en la superficie del fango, a una vara bajo la otra; 
"particularidad que se explicaba por los grandes de- 
pósitos que debió causar el establecimiento de las 
" Bóvedas, y por los arrastres de arena por las aguas 
" llovedizas en las dos épocas en que se emprendió 
"el empedrado, menguando el altor del agua en la 
" bahía en la parte inmediata a la población". 

Dejemos el puerto en paz, que no se trata de él, 
y sigamos con el empedrado, antes que alguno nos 
dé un tirón de orejas por parlanchines. 

Poco a poco fue avanzando el empedrado, exten- 
diéndose a las principales calles, bajo las bases de 
la ley sancionada en 1835, abonando los propieta- 
rios la cuota de cuatro reales por vara cuadrada. 

Se suspendió allá por los años 36* ó 37, a conse- 
cuencia de la situación política, pareciendo dormitar 
por algún tiempo. 

Surgió entonces la iniciativa de un buen vecino 
de la calle San Benito que por sí y ante sí se propuso 
empedrar la cuadra donde tenía su finca. ¡Braví- 
simo! Invita a algunos de sus convecinos a empren- 
der el empedrado, y lo realiza a su costa. ¿Quién 
sería ese propietario ejemplar? ¡Quién había de ser! 
el bueno don José Negrón, que sin esperar el santo 
advenimiento, dijo: "querer es poder", y quiso y 
pudo hacer el milagro de empedrar una cuadra 
entera de la calle San Benito, con gran contento de 
los estantes y habitantes del barrio. 

Pues que viva Negrón, dijeron, y que haya mu- 
chos Negrones como ése. 



[57] 



ISIDORO DE MARIA 



Y que viva la calle de San Benito, repitió el eco^ 
que tuvo ese lauro, y el de contar 15 años después, 
el haberse hecho en ella el primer ensayo del Telé- 
grafo Eléctrico por Mr. Bertonnet, hasta los altos • 
del Cabildo (1855), 

El ejemplo de Negrón hÍ2o efecto. Poco después, 
el año 41, recomenzóse el empedrado público, reno- 
vándose el de las calles de San Pedro, San Juan y 
San Joaquín, y efectuándose el de San Gabriel, y no 
recordamos si algún otro. Tocóle entonces su turno a 
la Plaza histórica de la Matriz, que por primera vez 
recibió esa mejora el año de gracia del 41. 

Pero vino el cometa del 43, de gran cola, y cam- 
bió la escena. Adiós empedrado. Se paralizó comple- 
tamente, y así permaneció diez años como Quevedo, 
hasta que se operó su renacimiento el 53, volviendo 
a ponerse en vigencia el contrato Munilla con los 
eclipses de la época. 

El año 55 se sancionó la Ley de Empedrado, de- 
rogando la del 35. Dispúsose por ella que todas las 
calles de Montevideo que no hubiesen sido empedra- 
das o recompuestas con posterioridad a la del 35, lo 
serían por una sola vez, a costa de los propietarios, 
con excepción de las bocacalles y plazas públicas, 
debiendo los de la ciudad vieja (porque entonces ya 
existía la nueva) pagar por el término de dos años 
un impuesto mensual de tres reales fuertes por cada 
vara lineal del frente de sus casas, teniéndoseles en 
cuenta la cuota de cuatro reales por vara cuadrada 
que hubiesen pagado anteriormente. 

Munilla abrió el ojo. Reclamó la prelaaón de su 
contrato, aceptando las bases de la nueva ley, y aun- 
que rebajando el precio que se establecía por ella, 
obligándose a dar al empedrado todo el ensanche 



[58] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



que se quisiera, haciendo a la vez 2, 4, 6 u 8 cuadras, 
según la voluntad de los propietarios. 

Se la llevó sin competencia, y con no poco gusto 
de los herradores, aunque a lo mejor del viaje em- 
prendido, hubo que dar fondo. ¡Y cómo no! si des- 
pués, inesperadamente, se coló la amarilla. Cierto es 
que con la lección recibida del barrio de la Dársena, 
se emprendieron trabajos más serios por otra empre- 
sa, en punto a empedramientos. 

— Pero ¿qué significa eso de los herradores? dirá 
alguno. 

— Hombre, un cálculo como cualquier otro, aun- 
que los hay fallutos, como en los jugadores de bolsa, 
o de política gruesa. 

— Que lo digan los del gremio del yunque, que 
desde que el antiguo Cabildo hizo el nombre de 
Dios con el empedrado de la calle de los Judíos, 
empezaron a tener que herrar los bucéfalos que se 
espiaban o mancaban al trotar sobre empedrado. Sus 
pobres cascos necesitaron herraduras, y allá van los 
jinetes al herrador, para hacer herrar sus caballos, 
desde que se les ocurrió a los puebleros empedrar 
las calles, en vez de acolcharlas de pasto o de arena. 
Y cuanto más empiedren, mejor para los del oficio. 
Más espiados, y más marchantes para herrar el zai- 
no, el gateado o el malacara, y hasta la muía del 
coche. 

Si se cae una herradura, mejor. Se pone otra. Y 
si algún muchacho la recoge de la calle, ganancia 
para la planchadora, que tiene sobre qué poner la 
plancha, dando de baja al ladrillito de uso, con tanto 
más gusto, si por acaso pertenecía a las creyentes en 
las arañas, en el derrame del aceite, y en la. suerte 
de la herradura encontrada, como las Bocachicas, la 

[59] 



ISIDORO DE MARIA 



tuertíta Camila y otras buenas planchadoras (pero 
no de baile) que conocimos. 

De los callos de los hijos de Adán y Eva con la 
bota fuerte, o el zapato ajustado, no hay que hablar. 
No destripaban terrones, pero pisando empedrado, 
se reían de los campesinos que se espiaban en él, 
mas ellos no se libraban de los callos. — ¡Ay! — 
No me pise el callo. — Usar botín a lo inglés, 
holgado. 



[60] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA IMPRENTA 

1807 — 1838 

I 

¿Quién pensaba en imprenta, en los primitivos 
tiempos de la naciente de San Felipe y Santiago, 
donde ni de nombre la conocerían tantos y tantos 
de sus buenos moradores? 

¡Bah! de eso no había que hablar, como artículo 
desconocido e innecesario, que pasaron sin él por 
luengos años. 

Para alguna cartilla o almanaque, bastaba y so- 
braba con la fábrica de los niños expósitos de la 
capital, del virreinato, de que se surtirían los padres 
de la compañía, para enseñar el cristo a uno que 
otro muchacho, lo mismo que sus sucesores los fran- 
ciscanos. 

Lo cierto es que hasta el año 1807 los tipos de 
imprenta no se vieron por esta comarca, ni para 
fabricar cartillas y novenas, y mucho menos gacetas. 

Cuadró la casualidad, o la cola del diablo, que 
ese año trajeron una imprentita los ingleses, que no 
se dormían en las pajas, luego que echaron anclas en 
la plaza a sangre y fuego los de la expedición del 
caballeresco sir Auchmuty, con cuyo permiso la es- 
tablecieron el 9 de mayo. 



[61] 



ISIDORO DE MARIA 



Según la tradición del tiempo, se componía de 
unas cuantas cajas de vara y media, con grandes y 
hondos cajetines, con tipos viejos (vulgo clavos en- 
tre los del oficio), y una prensa de palo. Su primet 
alumbramiento fue un periodiquín titulado The Sou- 
thern Star, o La Estrella del Sur, vertido al castella- 
no. Y como todo el que no fuera inglés se quedaría 
en ayunas del contenido, no se turbaron en publi- 
catlo en dos idiomas: inglés y español. Un mister 
Brandford redactaba la parte en inglés, y unos tales 
Manuel A. Padilla y Francisco A. Cabello, desempe- 
ñaban la parte en castellano. El 23 de mayo de 1807 
fue el del alumbramiento, pero el chico tuvo poca 
vida, porqué espicho el 4 de junio del mismo año. 

Resulta que los primeros tipos traídos a Montevi- 
deo, y la primera publicación periódica hecha en 
San Felipe y Santiago, fue obta de hijos de la Gran 
Bretaña. 

Con la evacuación de la plaza por los anglicanoi 
en setiembre del mismo año, se eclipsó la imprenta 
y el impresor, levantando campamento pata otra re- 
gión, y adiós imprenta. Desapareció de Montevideo, 
dejándonos a la luna de Valencia. 

Y así estuvo por tres años justos, sin haber vuelto 
a ver imprenta. Gracias a una mujer — [y digan que 
las mujeres no tienen a veces mas discurso que los 
hombres 1 — la infanta Carlota de Borbón, que no 
se chupaba el dedo, tuvo imprenta Montevideo, mala 
o buena s para in sécula seculórum. 

Cómo se realizó el milagro, vamos a verlo: 

La princesa Carlota, después de la revolución de 
mayo del año 10, aspiraba al dominio de estas co- 
lonias, en ausencia de su hermano Fernando, a 
quien Napoleón había embromado. Le hacían esco- 



[62] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



zor los papeles públicos de Buenos Aires coa su 
propaganda de emancipación política, y para neu- 
tralizar el erecto, se propuso mandar a Elío o al Ca- 
bildo realista de Montevideo, una imprenta, para 
que se hiciese fuego a los papeles de los insurgentes. 

Por medio del conde Linares, y diligencias de 
Presas, consiguió de la imprenta Real de Río Janeiro 
una prensa y seis cajones de tipos, que Presas hizo 
embarcar como a hurtadillas, enderezándolos al Ca- 
bildo de Montevideo, burlando a lord Strangford, 
embajador inglés, que se oponía al envío de la cosa 
a Montevideo. 

En los últimos días de setiembre del mismo año, 
llega la tal imprenta bien acondicionada a la muy 
fiel y reconquistadora de San Felipe y Santiago, que 
no costó poco trabajo el desembarco en la rompía 
de antigua data, que hacía el servicio de muelle. 

Inmediatamente se reunió el Cabildo para delibe- 
rar sobte el uso de la imprenta recibida. Lo que acor- 
daron cuéntalo el acta siguiente: 

"En la muy fiel y reconquistadora de San Felipe 
y Santiago de Montevideo, a 24 de setiembre de 
1810: El Cabildo, Justicia y Regimiento de ella, 
reunido en nuestra Sala Capitular, etc. — En este 
estado hizo presente al Ayuntamiento el señor don 
Cristóbal Salvañach como Presidente y Gobernador 
interino, que había llegado la imprenra que la gene- 
rosidad de nuestra Infanta la Serenísima Princesa del 
Brasil, doña Carlota Joaquina, había proporcionado 
a esta fidelísima ciudad, con el loable objeto de fijar 
la verdadera opinión de los pueblos de este conti- 
nente, publicando las noticias de nuestra Península, 
y su verdadero estado político, que había tentado 
desfigurar la Junta revolucionaria de Buenos Aires, 



[63] 



ISIDORO DE MARIA 



para prevenir los ánimos a la ejecución de sus pío- 
yectos de independencia, y que &. efecto de conseguir, 
unos fines tan importantes a la causa del Rey y del 
Estado, y a los verdaderos intereses de la América 
Meridional, deseaba oír el dictamen del Ayuntamien- 
to, sobre el uso que debía hacerse de la imprentó. Y 
examinado el negocio con circunspección, se "acordó 
por unanimidad de votos, presente don Nicolás He- 
rrera como asesor consultor del Cabildo, que sin 
pérdida de instantes se pusiese la prensa en ejercicio 
para publicar las noticias importantes en un periódi- 
co semanal; que las Gazetas se venderían a un mo- 
derado precio para proporcionar su lectura a todas 
las clases del pueblo; que el producto de la imprenta, 
reducidos los gastos necesarios a su conservación, se 
invirtiese en obras pías, o en objetos de pública uti- 
lidad, sobre lo que se acordaría oportunamente, con 
presencia de las circunstancias, que la dirección de 
la imprenta y recaudación de sus productos se encar- 
gase a uno de los señores regidores, en cuyo acto 
recayó la elección en el señor don Juan Bautista 
Aramburu, regidor fiel ejecutor, quien la aceptó in- 
mediatamente por obsequio al mejor servicio del Rey 
y de la patria; que el Cabildo cuidaría de nombrar 
de acuerdo con el Gobierno, un editor del periódico 
en quien concurriesen las circunstancias de ilustra- 
ción, crédito, probidad y aptitud para el desempeño 
de tan delicada comisión; y finalmente, que se en- 
viase al Supremo Gobierno de la nación un ejemplar 
de todos los papeles que se publiquen, dando cuen- 
ta de este acuerdo con copia autorizada de esta acta 
para que recaigan las resoluciones que sean del so- 
berano agrado de S. M., con la que quedó cerrada la 
sesión, que firmamos para que conste. — Ciistábd, 



[64] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



de Salvañach. — Pedro Vidal. — Jaime Illa. — 
José Manuel de Ortega. — Juan Bautista de Aram- 
buru. — Damián de la Peña. — León Pérez. — 
Féltx Mas de Ayala. — Juan Vidal y Benavidez. — 
Mateo Gallego". 

Se armó la imprenta en una pieza baja del Cabil- 
do. El tipógrafo fue José Várela, un buen español, 
mandado expresamente del Janeiro para manejar los 
tipos, y el cual logró contar el cuento aquí, siempre 
en los tipos, hasta el año sesenta y tantos Las cajas 
eran grandotas y de cajetines tamaños. La prensa, 
grande, de madera, con una bola de fierro atrás, y 
las balas tradicionales con su mango de palo, rellenas 
de lana y forradas con piel de carnero, para la ope- 
ración de dar tinta a la forma. 

Era todo lo que había en aquel tiempo, y lo que 
hubo hasta el año treinta y tantos, en que no se co- 
nocía la prensa de fierro, ni el cilindro, ni la potasa 
para el lavado de la forma, sino el jabón negro. 

Pronta la maquinaria, salió a luz el prospecto de 
La Gazeta el 8 de octubre, en medio pliego del 
amarillento papel común de la época, haciendo su 
salva, como era de cajón, a la Infanta, con estos 
piropos: 

"La serenísima señora nuestra Infanta doña Car- 
lota Joaquina, interesada en la conservación de los 
dominios de su augusto hermano y en las glorías de 
este pueblo, ha tenido la generosidad de proporcio- 
narnos una imprenta para que se haga pública su 
conducta fiel y generosa. En este papel se comuni- 
carán las noticias de España y del Reino, reales ór- 
denes, edictos, proclamas, algunos discursos políticos 
y cuanto pueda interesar a los verdaderos patriotas". 

Decía al pie: En la Real Imprenta de Montevideo. 



[65] 



ISIDORO DE MARIA 



El 13 de octubre fue el alumbramiento de la 
Gazeta. El parto, un tantico laborioso, porque la 
maquinaria tuvo sus tropiezos, y eso que lo presen- 
ciaron los cabildantes, aunque en la vida las hubiesen 
visto más gordas. 

Salió a luz el primer número en un plieguito de 
papel amarillento, llevando al frente las armas de 
Montevideo trabajadas en madera. Cada ejemplar 
valía dos reales. No hubo cohetes, ni cornetas, ni des- 
tapamiento de botellas, que no se estilaba. Sin em- 
bargo, si en ese tiempo, en vez del Café del Comercio, 
al norte de la plaza, a la antigua usanza, hubiera 
existido el del Ruso, de fijo que alterando la costum- 
bre les manda a los cabildantes e tmprenteros, cho- 
colate con tostadas y un cajón de oporto para celebrar 
la fiesta Porque al fin y al cabo, la Gazeta era una 
novedad para los de San Felipe y Santiago, que aunque 
pudieran decir: "vale más tarde que nunca", les saca- 
ban la oreja a los de Santiago de Chile, más viejos, 
pero que no la olieron hasta el año 12, con la Au- 
rora, del célebre padre Henríquez, bien que fue obra, 
no del realismo, sino de los independientes. 

Como quiera que fuese, Montevideo tenía impren- 
ta para fabricar sus cartillas y dar su Gazeta, aunque 
los lectores fueran pocos, y todos del sexo barbudo, 
que el mujeril no entendía de gacetas, sino de sus 
novenas. 

Al principio fue director de la imprenta el Licen- 
ciado don Nicolás Herrera, hombre de campanillas 
que ya había regresado de su comisión a la Penín- 
sula, donde dejo bien sentada la capacidad de los 
criollos, y redactó los dos primeros números de la 
Gazeta, que no continuó por falta de salud, aunque 
estaba fresco como una lechuga. Fue sustituido por 



[66] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



el abogado de los Reales Consejos de la Audiencia 
de Lima, don Mateo de la Portilla y Cuadra, que 
editó la Gazeta hasta agosto del año 11. Le sucedió 
desde entonces el célebre Fray Cirilo de la Almeda 
y Brea, doctor en Teología, que escapando de la 
persecución de los franceses en la Península, había 
venido a refugiarse en Montevideo. No tenía pelo 
de zonzo, sino de diablo, y metiéndose bajo el ala 
de Vigodet, a manera de los parásitos que hacen su 
agosto adulando a los que tienen la sartén por el 
mango, se hizo gacetero, sacando siempte mendrugo; 
y como era de genio inquieto, ambicioso e intrigante, 
según lo describía Presas en las Memorias secretas 
de la Princesa del Brasil, hizo roncha hasta el año 14, 
en que capitulando Vigoder con Alvear, le dio es- 
cape en el queche Htena, yendo a dar a España, 
donde fue un figurón, grande de España, General de 
la Orden de San Francisco y tantas cosas más, y 
donde falleció a la edad de 90 años. 

Y se acabó la Gazeta de Fray Cirilo, pero quedó 
la imprenta, y con ella la prensa fundadora, conocida 
por los tipógrafos por la Carlota, que fue a parar 
después de muchas peregrinaciones a la imprenta de 
la Caridad, allá por el año 39 ó 40. 

II 

La Carlota, con los viejos tipos del año 10 tuvo su 
historia, que no es para referirse por lo larga, y con 
los agregados de sus congéneres, en cuatro palota- 
das; pero a cuenta de lo que dejamos en el tintero 
para algún día, si la carreta no nos aprieta, allá van 
unos ligerísimos apuntes: 

Adueñados de ella los patriotas vencedores del 



[671 



ISIDORO DE MARIA 



año 14, lo primero que hizo Alvear, fue ponerla en 
servicio, publicándose un periódico con el bonito 
título de El Sol de las Provincias Unidas, redactado 
por su secretario don Antonio Díaz, colaborando el 
doctor Moreno. 

Evacuada la plaza por las tropas de Buenos Aires 
en febrero del año 15, allá se fue la imprenta, con 
otras cosas, a respirar otros aires, dejándonos el 
cuento. * 

Artigas reclama la devolución, y vuelve la pobre- 
cita con su Carlota a sus antiguos lares. Q^ere 
Artigas que se utilice haciendo cartillas para ios 
muchachos y publicando un periódico. Apareció el 
prospecto de El Periódico Ortental, escrito por don 
Francisco Araúcho; pero en prospecto se quedó por 
falta de redactores para el periódico. Se allanó esa 
dificultad y se dieron a luz uno o dos números, no 
pudiendo continuarse por no hallarse persona capaz 
que quisiese encargarse de la publicación. Pobre co- 
mo era de elementos, se hacían algunos trabajitos, 
como formularios, cartillas, versos, y, por fin, el dis- 
curso inaugural de la Biblioteca, pot Larrañaga, que 
consta de algunas páginas. 

III 

Evacuada la plaza por el delegado Barreiro y las 
fuerzas orientales de su guarnición, entraron los lu- 
sitanos el año 17, y la imprenta quedó sin uso en los 
primeros meses arrinconada en el Fuerte. 

En ese tiempo, los hermanos Ayllones fundieron 
unos cuantos tipos de un centímetro de altura, por 
encargo de don Joaquín Sagra, destinados para la 
impresión de las papeletas del Hospital de Candad, 



[68] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



que se hacía a mano. Esos fueron los primeros tipos 
fundidos en San Felipe y Santiago (*). 

Después funcionó la imprenta histórica en el 
Fuerte, haciendo algunos trabajos para el gobierno 
de la plaza, hasta que en agosto del año 18 dispuso 
el Gobernador Pintos de Araújo su traslación al 
Cabildo. 

Por ese tiempo cayó por estas alturas el infortuna- 
do general chileno José Miguel Carrera, con una 
imprenta de tapado, traída de Estados Unidos, que 
llevó a Buenos Aires, donde fue secuestrada por el 
gobierno de Pueyrredón, viniéndose Carrera a Mon- 
tevideo. 

Un joven chileno tipógrafo, Diego Benavente, lo- 
gró allí sustraer del depósito unos cajones de tipos, y 
se los remitió a Carrera aquí, conjuntamente con una 
pequeña prensa de otro chileno, Gandarillas, que 
había servido para estampar naipes; y como a falta 
de pan buenas son tortas, Carrera se dio maña para 
hacerla servir con sus pocos tipos a su propósito, 
que era la publicación de un periódico para fustigar 
a sus enemigos de Chile y de Buenos Aires. Poco 
después consiguió la prensa secuestrada en Buenos 
Aires y el resto de los tipos, reuniéndosele Benavente, 
Gandarillas y Vidal, chilenos, y el hombre estuvo en 
aptitud de montar bien su imprenta, y hacer fuego de 
tapado a sus contrarios. 

Decimos de tapado, porque las publicaciones he- 
chas por ella con el título de Gaceta de un Pueblo 
del Río de la Plata, y de El Hurón, no expresaban 



(1) Los conservamos para memoria con la cauta que ha- 
cía de componedor y prensa, debido a obsequio del doctor 
Odícini, hijo político del señor don Joaquín Sagra. 



[69] 



ISIDORO DE MARIA 



fecha ni lugar, llevando al pie Imprenta Federal, y 
apareciendo supuestamente como editores un Wi- 
Uiam Griswold y John Sharp. Hacían de tipógrafos, 
prensistas y reparadores, los mismos Carrera, Gan- 
darillas, Benavente, Nolasco, Vidal y Alvear, para 
que no se supiese quienes tocaban los títeres, y se 
creyera que la cosa se fabricaba en Norte América, 
con el fin de evitar que Pueyrredón reclamase a Le- 
cor por esas publicaciones, a que hacía la vista gor- 
da el Barón de la laguna, que era el primerito en 
recibir el periódico. 

Lo más curioso fue, que se había asociado a Ca- 
rrera el general Alvear, que con su ex-ministro He- 
rrera había venido del Janeiro, tomando activa parte 
en las publicaciones y en los trabajos reservados de 
la imprenta. ¿Y quíén les dice a ustedes, que el fu- 
turo vencedor de Ituzaingó servía de batidor, muy 
arremangado, dándole a las balas a las mil maravi- 
llas, como el mejor tmprentero, sin hacer caso de las 
ampollas que le producían en las manos el manejo 
de las tales balas, por aquello "del que no está hecho 
a bragas, las costuras le hacen llagas" ? ¡A lo que 
obliga a veces la necesidad, o el diablo de la política 
a los hombres! 

Pero, vaya, que si no fuera más que convertirse 
todo un general y mandatario de la víspera en ba- 
tidor de Ta imprenta, y andar a las vueltas con la 
tinta del cuñete, la paleta, el aceite, las ampollas y 
los callos con tanto batir y dar tinta a la forma, no 
sería de lo peor. Otras cosas se han visto por estas 
tierras más peliagudas, divertidas o ejemplares. 

Carrera concluyó por levantar campamento el año 
19 ó 20, y llevarse parte de la imprenta al Paraná, 
vendiendo el resto aquí al general Lecor. 



[70] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



IV 

Con los tipos comprados a Carrera se dio un pe- 
riodiquín redactado por un arribeño Pérez, cuyo 
objeto era servir los intereses del gobierno portu- 
gués en este país; por de contado, a tanto la línea, 
como los traficantes de todos los tiempos. Acabó po- 
co menos que a capazos con un jefe portugués que 
no aguantaba pulgas, y la imprenta la adquirieron 
los Ayllones y compañía. Sobre su tumba, apareció 
el 21 El Pacífico Oriental, que era de otra estofa. 

Hasta entonces hacían su oficio los tipos en dar- 
nos cartillas, catecismo de Astete, catones, tablas y 
novenas; pero en ese año, suministraron los prime- 
ros tableros de lectura en pliego, para la Escuela de 
la Sociedad Lancastenana, en cuya impresión metie- 
ron su cuchara, con nobilísimo interés, nuestro buen 
preceptor Cátala y Codina, y su digno amigo Bes- 
nes e Irigoyen. 

Ocurrióles entonces a los buenos Hermanos de 
Caridad, hacerse de imprenta para Ja impresión de 
los números de lotería. La compraron, y la pusieron 
en juego puramente para trabajos de la Santa Casa, 
y el 13 de diciembre del año 22, presenciaba con 
legítimo regocijo su Junta Directiva, la impresión 
del primer ejemplar que salía de su prensa Y fue 
adelante. Y en ella se formaron porción de tipógra- 
fos orientales, de los que sobrevive el veterano Pedro 
Sagra. 

En ese año vino a aumentar el número de las 
imprentas, la de Torres, traída de Buenos Aires, con 
él vinieron los tipógrafos José María Canales y Lá- 
zaro Almada (a) el sordo, que trajo nada menos 
que un componedor de plata para su exclusivo uso. 

Empezaron entonces a menudear los periódicos, 



[71] 



ISIDORO DE MARIA 



con motivo de la división surgida entre lusitanos e 
imperiales, que aprovechó el Cabildo y la Sociedad 
de Caballeros, para trabajar en el sentido de la liber- 
tad de la Provincia con el apoyo de don Alvaro da 
Costa, jefe de los lusitanos 

Lo que faltaba el año 15, abundó el 22 y 23, en 
periodistas. 

Aparecieron en el estadio de la prensa La Aurora, 
El Pampero, El Aguacero, El Expositor Cisplatino, El 
Patriota, Amigos del Pueblo, El Ciudadano, El True- 
no, El Eebo Argentino, Lo que quiera cada cual, y 
hasta Doña María Retazos y Los Mocitos de Tienda, 
y el célebre Capitán Araña. 

Verdadera fiebre periodística, que tenía por ob- 
jeto formar la opinión pública en favor de la eman- 
cipación política de la Provincia Cisplaúna. Héroes 
de esa campaña de la prensa libre fueron Antonio 
Díaz, Juan Giró, Santiago Vázquez, Solano Antuña, 
José Cátala y Codina, y algunos otros de letra 
menuda. 

Ante tanto fuego, los imperialistas, que con el sín- 
dico tenían su cuartel general en San José, tuvieron 
necesidad de armar también su imprentilla en aque- 
llas alturas, para medio contestarlo y largar sus bole- 
tines. La mandaron traer de Buenos Aires, y con ella 
vino Ascasubi, a quien el destino había reservado la 
segunda edición de Alvear, de batir las balas de 
imprenta. 

Ganaron la parada los de afuera, entraron a la 
plaza, y cada uno metió violín en bolsa Se acabaron 
los Pamperos, Aguaceros y Truenos, y vinieron otros 
frailes. 

Remesa de tipos de Buenos Aires. Arzac le puso 
los puntos desde allí a San Felipe y Santiago, y 



[72] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 

_j , . . 

se descolgó con imprenta el año 24, con su contin- 
gente de operarios. En esa carnada vinieron Saturni- 
no Páramo, Juan Carrero y Saturnino Palacios. 
Armó la fábrica en la calle de San Luis y salieron a 
hacer coro sucesivamente por ésta y otra imprenta 
La Gaceta de Montevideo, El Publicista, El Semana- 
rio Mercantil, El Compilador Brasilero , La Balanza 
y El Observador Mercantil hasta el año 28 en que 
los hermanos Ayllones (que eran hábiles) constru- 
yeron una prensa para dotar otra imprentíta de don 
Nicolás Botana. El arte de Gutenberg fue un incen- 
tivo, alistándose en sus filas Manuel Vígil, Elias Pe- 
reirá, Román Uranga y Benito Núñez, guapos mo- 
zos orientales que manejaron el componedor, y el 
último, aquellas soberanas balas de dar tinta. 

No era s61o dentro de los muros de la vieja ciu- 
dad donde la imprenta antigua tenía su puesto de 
trabajo. También la tuvieron en campaña los patrio- 
tas del año 25, traída de Buenos Aires por don José 
Lapuente el año 26, funcionando ora en el Durazno, 
ora en San José y ora en Canelones. La serie de 
decretos, proclamas, boletines, versadas y periódicos 
que salieron de ella, y en que no pocos callos honra- 
ron las manos de Francisco Parejas dándole al com- 
ponedor, y a Rósete (padre) a las balas, sería largo 
de contar. Nos contentaremos con decir, que fueron 
muchos, y que se hilaba tan fino y tan económica- 
mente en la administración de la imprenta, que el 
administrador daba cuenta mensualmente al minis- 
tro, no sólo de los escasos proventos de algún tra- 
bajito particular, y del no menos escaso presupuesto 
de gastos, sino de los pliegos de papel que se em- 
pleaban, y del sobrante de cada resma. ]Así hilaban 
los hombres de aquel tiempo! 



[73] 



ISIDORO DE MARIA 



Día 7 

" 12 



250 
200 



12 400 



Y para que el diablo no lo atribuya a mentira, 
y como para muestra basta un bastón, aquí va el 
primero que tenemos a la mano. Papelito canta: 

IMPRENTA DE LA PROVINCIA 

Razón de las impresionas hechas en el presente mes 

Ejemplares Gaceta núm 12.. 

Reglamentos para Jueces 
de Paz en medio pliego 100 
Boletines, parte del Ge- 
neral Brown, en medio 

pliego 200 

Gaceta núm. 13 . . . . 

Gaceta núm 14 

Esquelas de convite en 

cuartilla 20 8 

Gaceta núm 15 

Formularios para los Jue- 
ces de Pa2 en un pliego 204 
Licencias para la Pro- 
vincia en medio pliego 500 
Edicto del señor Zufria- 
teguí en medio pliego 27 

Gaceta núm 16" 

Impreso del Sr Uñar- 
te en un pliego ... . 104 20 



13 
16 
18 

18 
20 

21 

21 

23 
27 



250 
250 
80 

250 
204 

1000 

54 

250 
104 



1155 28 

Suma mil ciento cincuenta y cinco pliegos de papel» que ha- 
cen dos resmas, cincuenta y un cuadernillos 
Papel sobrante del mes pasado dos resmas y doce 

cuadernillos 2 12 

Recibido en este mes una resma 1 



Suma tres resmas doce cuadernillos 

Papel invertido en las impresiones de este mes 



3 


12 


2 


51 


51 



Resto 

Existen en mi poder cincuenta y un cuadernillos de papel. 
Canelones, 28 de febrero de 1827 

José de la Puente. 



[74] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



IMPRENTA DE LA PROVINCIA 
Razón de los opéranos que han trabajado en el mes presente 

Sueldos Pesos 



Don José de la Puente, Encargado .... 100 
" Carlos Salaverri, compositor y pren- 
sista , . 3 3 

" Gregorio Videla, compositor ... 33 

" Eugenio Quiroz, id 25 

" Francisco Parejas, id 10 

" José María Monteros, id 4 

" Agustín Castillos, batidor .... 18 

" Mariano Roo, repartidor 13 

" Cándido Pínz, aprendiz — 



206 3 

Gastos 

Alquiler de la casa de la imprenta . . 12 

Cuatro cueros de pergamino 2 4 

Hilo de cáñamo 2 

Una vara paño para la prensa 9 32 4 

Por aceite 2 

Por luces . . . . 2 

Por agua 2 4 

Por almidón 4 



238 7 

Entradas en el presente mes .... 28 



Alcanza .... 210 7 



Canelones, 28 de febrero de 1827 

José de la Puente 

V 

Mutación completa en el escenario. En virtud de 
la Convención de Paz del año 28, la imperial gente 
se disponía a tocar retirada de la plaza con el Barón 



Í75] 



ISIDORO DE MARIA 



de la Calera, y a entrar en ella la oriental por sus 
cabales, empezando por enarbolar el pabellón de 
las nueve listas en el Cabildo el 1^ de enero del 
año 29- 

Hasta entonces el Gobierno Provisorio del Estado 
funcionaba en Canelones, y allí también su impren- 
ta, por la que se publicaba en medio pliego El Cons- 
titucional diariamente, con un sol al frente, redac- 
tado por el constituyente doctor Julián Alvarez, El 
chiquirritín se vendía a medio real el número, te- 
niendo el mérito de ser el primer diario publicado 
en esta bendita tierra. 

El 12 de febrero se trasladaron a la Aguada el 
Gobierno Patrio y la Asamblea Legislativa y Cons- 
tituyente del Estado. Siguió sus aguas la imprenta, 
que fue la última de las oficinas que emprendió 
viaje en dos carretas, viniendo a cargo de Francisco 
Parejas y José María Rósete, tipógrafo el uno y 
prensista el otro. 

Mientras llegan a paso de buey a su destino, va- 
mos, en alas de nuestros juveniles recuerdos, hasta 
la Aguada a la novedad de la venida del Gobierno 
del general Rondeau, que no traía entorchados re- 
lumbrantes, sino un modesto traje. 

Buscamos por allí la casa rosada o el palacete del 
Gobierno, como dirían ahora- ¡Qué palacete, ni qué 
huevos quimbos! Gracias a la casita de dos balcon- 
citos de antigua usanza, de don Manuel Ocampo, 
que todavía se conserva frente a la capilla de la 
Aguada, que era entonces la humilde Casa de Go- 
bierno, y que no pasamos delante de ella, después de 
60 años, sin sacarnos el sombrero. 

¿Y la sala de sesiones de la Legislatura? Era re- 
lativa. La capillita de la Aguada, con unas tres do- 



[763 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



cenas de sillas de madera amarilla, y una mesa con 
carpeta verde. Y asimismo, con toda esa sencillez, 
donde tenían asiento los proceres de la independen- 
cia que infundían respeto, sobrepujaba) al rancho 
histórico de la Florida, donde se hizo la valiente de- 
claratoria de la independencia. 

Vamos. Ya está prontita en las casas municipales 
la imprentita del estado, y nuestro don José Lapuen- 
te dando sus disposiciones, para que empiece a darle 
a los tipos, y recomience sus tareas interrumpidas El 
Constitucional de chiquitín formato, a fuer de con- 
secuente con su madre. 

El 10 de marzo reapareció, venciendo embarazos, 
y después de dar las razones de su eclipse transitorio, 
consignaba en su editorial estas frases: 

"Tal ha sido la razón de tantos días de silencio. 
Es verdad que hay en esta plaza otras imprentas en 
mejor estado de servicio; pero preferimos continuar 
con la que empezamos, por consecuencia. Entretan- 
to, anunciamos que se hacen diligencias para au- 
mentar el tipo y el número de operarios, aunque uno 
y otro es preciso que vengan de afuera. También este 
ramo entra en el catálogo de las creaciones que hay 
que hacer, y sobre tener por este monvo, un justo 
título a la indulgencia los defectos tipográficos que 
puedan notarse, servirán algún día para que podamos 
decir ¡lo QUE fuimos!" 

Tentados estábamos en un momento de entusiasmo 
criollo, de traspasar la línea antigua y espigar en la 
moderna, diciendo con el presente: llegó ese día profe- 
tizado, en que comparando las cosas, podemos decir 
con satisfacción lo que fuimos! en punto a imprenta 
y periodismo, y lo que hemos llegado a ser con pren- 
sas mecánicas a retiración, movidas por máquinas a 



[77] 



ISIDORO DE MARIA 



vapor i 1 ) ya gas, y el diablo a cuatro, sábanas de 
diarios, trabajos tipográficos de toda especie, que por 
su elegancia y nitidez, pueden competir con los me- 
jorcitos de Europa. 

Prueba al canto: los que han salido de las impren- 
tas Elzevinana, Artística, y algunas otras. 

Pero eso sería salir de los límites del Montevideo 
Antiguo, y no queremos cargar con ese pecado sobre 
los que tendremos, y vamos a seguir con la vieja im- 
prenta y sus periódicos. 

Estábamos en la del Estado. La pobrecilla adquirió 
algunos tipos y estuvo en aptitud de dar a luz El 
Universal, de don Antonio Díaz, en 4 o , desde el 28 
de mayo, tres veces por semana, y en folio desde el 
23 de junio del mismo año, en papel pegado con 
engrudo, y cuando se acababa la tinta de imprenta, 
allá se iba al dueño del café del Agua sucia, a que 
la fabricara para suplir la falta. Periódico al principio, 
diario después, tuvo vida hasta el año treinta y tantos, 
en imprenta propia, en que apareció la prensa de fie- 
rro, y se acabaron las balas de piel de carnero y 
vinieron los cilindros. 

Dejemos en paz a La Gazeta, al Observador, 
Caduceo, Indicador y tantos otros periódicos de la 
época, que campearon por sus respetos como El 
Universal, que ya estarán los benévolos lectores has- 
tiados de imprenta. 



(1) El 3 de mayo de 1863 se inauguró en la imprenta 
El Siglo, por primera vez en este país, una prensa mecá- 
nica a retiración, movida por máquina a vapor, que podía 
tirar 2 400 ejemplares por hora. 



[78] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LOS CUARTOS DE SOBREMONTE 
1800—1822 

El Marqués de Sobremonte, penúltimo Virrey del 
Río de la Plata, que desde el año 94 andaba por 
estas tierras, ya como jefe de la Real Armada, y ya 
de Sub-Inspector General, no se turbó en hacerse de 
buenos terrenos dentro de los muros de Montevideo, 
y de edificar sus cuartitos o casas, como para asegu- 
rarse sus rentillas. 

El marqués no tenía pelo de zonzo, aunque lo 
tuviesen por maula cuando los ingleses. No sabemos 
si hizo o no su agosto en la docta Córdoba; pero 
allí se bautizó con su nombre todo un paseo. 

En sus visitas a la muy noble ciudad de San Felipe 
y Santiago, le tomó su afición, y por amor al servi- 
cio del Rey, sin duda, trató de tener sus casitas, vul- 
go cuartos, en ella. En lo que no calculó mal, por- 
que le produjeron en vida su rentita hasta el año 22, 
pata gozarla en España. 

El buen marqués se hizo propietario de una por- 
ción de viviendas, y de buenos y grandes solares, 
abarcando hasta media manzana. 

A fuer de buen poblador construyó cuartos de al- 
quiler, a manera' de Domínguez en Palermo, que tu- 
vieron más fama que los cuartos de Pugnó, del Cha- 
pero y de Molina, o el palomar de Cupido más tarde. 



[79] 



ISIDORO DE MARIA 



Casuchos, cuartos o casas, con su techado de teja, 
y sus paredes de piedra en bruto, o de ladrillo, lo 
cierto es que le rendían su alquiler, sirviéndole la 
mejor de la calle de San Diego para su alojamiento 
cuando venía a Montevideo. 

Allá va, por vía de curiosidad, una listilla, con 
pelos y señales, de las posesiones del marqués: 

En la calle de San Luis (hoy Cerriio) tenía los 
cuartos o casuchos señalados con los números 54, 56, 
57, 58, 60, 62 y 63, siendo la numero 60, la de un 
corralón con 5 cuartos de media agua, frente al norte, 
lindando por el sur con la pared del edificio de 
Manuel Opriano de Meló, con sus 50 varas de fondo. 

En la de San Francisco (hoy Zabala) esquina a 
la de San Luis, los números 129, 130, 133, 135, 54 
y 55. 

En la calle de San Diego (hoy Washington) los 
números 16 y 17. 

Gentes pobres eran los habitantes de los cuartos o 
casuchos, y aunque el alquiler era bajo, no pasando 
algunos de doce reales, estaban adeudados de varios 
meses. Jn día, manda Juanicó, apoderado del mar- 
qués, a cobrarlos; pero los infelices inquilinos no 
tenían ni un real de qué disponer y le lloraron, unos 
a don Francisco y otros a Camuso, para que los dis- 
pensasen del pago. 

— Está bien — les dijeron Juanicó y Camuso, — * 
nosotros responderemos al marqués del importe, y 
vivan ustedes tranquilos. Noble acción de los pu- 
dientes, y ya puede uno imaginarse cómo quedarían 
de contentos los inquilinos, particularmente la vie- 
jecita ña Manuela, y ña Paca la cieguita, que eran 
\ unas de las inquilinas de los cuartos de la calle de 
San Luis y San Francisco, donde ahora se alzan el 



[80] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Banco Comercial y el edificio de tres cuerpos que 
fue de don Jacobo Várela, 

Fortuna de aquella pobre gente, que los caseros 
de aquel tiempo eran de otra pasta, que sino, van a 
parar con los trastecitos a la calle, a la voz de 
Juancho. Pero a buen seguro que lo hiciese, el futu- 
ro, mata el tigre, porque esas cosas no se acostum- 
braban con los pobres, para quienes en un caso ex- 
tremo, cuidaba el Cabildo de que no les faltase un 
rincón en qué alojarse, sin ofrecer el vergonzoso es- 
pectáculo de mantener sus cachivaches al sol y al 
agua en medio de la calle, y sus infelices dueños 
pernoctando a su lado. 

Cachivaches, dijimos, y pues que viene a pelo, 
pasemos en revista el mobiliario de uso general en- 
tonces en las clases pobres, y que formaban el de los 
moradores de los cuartos de Sobremonte, y otros 
semejantes, según reza el inventario de uno de los 
fallecidos en ellos, que por más señas estrenó el 
Camposanto de la costa sur (1808). 

Figurémonos un cuarto a la calle, de techo bajo, 
con su puerta ídem y su ventanita de morondanga 
a un lado, primo hermano del par de ejemplares que 
podremos encontrar en el extremo oeste de la calle 
de Sania Teresa, o en el sur de la Brecha, o a la 
vuelta; o bien figurémonos una casita antigua con 
su puertita de calle a la antigua usanza, su zaguan- 
cito de piso de piedra a la rústica, su salita enladri- 
llada, con ventaníta a la calle, su aposentito y cuar- 
tito de despensa con su infaltable alacenita de tres 
o cuatro tablas en la pared, su cocinita y corralíto, y 
su barril o pipa para recoger el agua llovediza. 

Los trastes en ella se reducen de ordinario a la 
cama de tablas sobre caballetes, o el catre de cuero, 



181] 



ISIDORO DE MARIA 



o la pobre cujita, la mesa de tijera, el arca, las si- 
llitas de paja o algún banquito, o algo así como 
anaquel, el brasero, la caldera y el mate, el candelero, 
el yesquero, la guampita y el lebrillo, la batea, el 
trébede, la olla, la cazuelita y el asador, y demás 
trebejos de cocina, y si acaso el mortero. El pobre 
servicio de mesa, aunque sea de platos de barro y 
cucharas de palo, si no lo hay de loza y fierro; y 
por fin, el mantelito infaltable, la escoba de piasaba, 
el espejito de cartón y tres o cuatro cuadritos de 
santos. 

A esto se reducía, poco más o menos, el mobilia- 
rio o ajuar, como se entiende hoy, de los pobres 
de los cuartos o casuchos; y sin embargo vivían 
conformes, porque no * les faltaba lo principal, la 
carne, el pan y la lumbre. ¿Y los del campo? ¡Oh! 
de ésos no hay que hablar, reducidos al ranchito, sin 
más cubrepuerta que un cuero colgado, el recadito 
por cama, el cuerno o el porongo por jarro, y la 
cabeza de caballo, el pedazo de ñandubay, o el pica- 
dor por asiento. 

Otra cosa era la gente de viso. Ella podía usar y 
usaba, desde el canapé, el camoncillo y la silla de 
madera, hasta la de asiento de damasco; y desde la 
rica cuja de jacarandá con incrustado de nácar o de 
bronce en la cabecera, hasta la mesa de jacarandá 
de pie de cabra y el alfombrado; desde el anaquel 
hasta el cofre; y desde el mechero, el mate y el 
zahumador de plata, hasta el servicio de mesa más 
lujoso. 

— El que lo puede lo arrastra, decían las pobre- 
cillas inquilinas de los cuartos de Sobremonte, sin 
una pizca de envidia, cuando hablaban de las ricas, 
en que tenían más de una bienhechora, porque el 



[82] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



egoísmo y la mezquindad era raro en las damas de 
buena posición social, como todavía se observa. 

Cuentan las crónicas que el marqués, retirado en 
España, no dejó de usufructuar sus buenos pesos por 
muchos años, de los bienes raíces dejados en San 
Felipe y Santiago, gracias a sus viejos amigos Juanicó, 
Camuso y Gestal, que fueron sus apoderados. 

Fallecida en Madrid la consorte del marqués el 
año 18, tuvo que arreglar la parte de sus bienes con 
sus yernos, autorizando la enajenación de los cuartos, 
el corralón y las dos casas grandes de la calle de San 
Diego, avaluadas cada una en 8 ó 10 mil pesos el 
año 22 . La venta no se realizo hasta muchos años 
después, no sin su trabajito al parecer, por los títulos 
de propiedad, pero en resumidas cuentas pasaron a 
otras manos por su justo valor. 

Vamos, pues, que al noble marqués y los suyos, no 
les fue tan mal en la partida, en ésta de San Felipe. 



C83] 



ISIDORO DE MARIA 



EL LIBRO VERDE 

1821 — 1823 

Era la época de las empanadas o pasteles luso 
brasilenses, en que el Barón de la Laguna trataba de 
jugarle una manganeta al Rey de Portugal, y quedarse 
con don Pedro da Alcántara, proclamado Emperador 
del Brasil, y otras yerbas. 

Preparado el pastel para colgarle la galleta a don 
Alvaro da Acosta y sus voluntarios reales, que debían 
tocar retirada para Lisboa, Lecor salió de tapado para 
Canelones, reuniéndosele el mariscal Marqués de Sou- 
za y otrcs jefes continentales y cortesanos. Allí se 
destapó, pronunciándose por el de Alcántara, Empe- 
rador del Brasil, y tratando de que fuese reconocido 
y aclamado por las milicias y habitantes de campaña, 
como tal, inventando el Libro Verde. 

En prosecución del plan, mandó que don Tomás 
García, hecho coronel de milicias de San José, reunie- 
se las autoridades, los milicos y el vecindario para la 
aclamación, debiendo firmar en el Libro Verde, 

El señor don Tomás o el Síndico, como llamósele, 
cumplió la orden a las mil maravillas. Reunió la gen- 
te en la plaza, y preparó la sala donde debía proce- 
derse a la firma del Libro Verde. En el testero de ella 
había una gran mesa y sobre ella estaba colocado el 
retrato de don Pedro da Alcántara, formando la me- 
sa cuatro o cinco personas, incluso el de García, el 
cura de la villa y el escribano Jáuregui; García tenía 



[84] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



en la mano un rolio de papel medio desenvuelto, en 
que se leía: Provincia Ctsplatina. 

Arengó a la reunión, diciéndoles: 

Señores, os he llamado para que digáis con la 
franqueza de vuestros sentimientos, si estáis confor- 
mes en reconocer como vuestro protector al que veis 
a vuestro frente (señalando el retrato), Su Majestad 
el Emperador del Brasil don Pedro I, que contrarres- 
tará la anarquía en que os halláis envueltos, la pér- 
dida de vuestras haciendas, que os lleva a la mayor 
miseria. Este sabio monarca es el que puede prote- 
geros y hacer los mayores beneficios. Los que se ad- 
hieran de vosotros a reconocerlo por Emperador y 
Protector, firmarán el Libro Verde. 

De grado o fuerza empezaron a firmarlo los pre- 
sentes, y todo iba bien, a medida del deseo del coronel 
y compañía. Pero como nunca falta un buey corneta, 
hubo dos que, haciéndose los zonzos, se mantuvieron 
en un rincón, sin entrar por el aro de los firmantes. 

Uno era un pobre albañÜ, llamado Palomeque, y 
el otro un zapatero de nombre Félix Acosta. 

García se dirige al primero, y le pregunta: ¿Y 
usted qué dice, Palomeque? ¿Está usted contento con 
reconocer a Su Majestad don Pedro I como nuestro 
Jefe y Protector? 

— Y el albañil contestó: — Yo digo lo que diga 
mi compadre. 

- — ¿Y quién es su compadre? 

—Mi compadre, señor, es el cura don Fulano de tal. 

Una carcajada general produjo aquella salida en 
los oyentes. 

Y dirigiéndose García al segundo díjole: • — ¿y 
usted qué dice a esto? ¿Está conforme con que Su 
Majestad el Emperador sea el que dirija este país? 



[85] 



ISIDORO DE MARIA 



— El zapatero contestaba: sí, señor, y le presentaban 
la pluma pata que firmase en el libro. Al firmar, el 
muy zorro, puso Félix Armentmo, en ve2 de Acosta. 
Observado por el escribano, que no era su nombre, 
contestó el inocentón zapatero: "Es verdad, señor 
escribano; mas yo soy un pobre zapatero, fui llamado, 
largué mí trabajo, y dejé una horma con una zuela 
para cortar, y estaba pensando en eso, así fue que 
me equivoqué; pero esto podrá usted borrar y poner 
mi verdadero nombre". 

Episodios por el estilo, muchos refirieron las cró- 
nicas de aquel tiempo. Y así se reunieron como 400 
firmas para el tal reconocimiento. 

Aquello era como para ponerse tan ancho el inte- 
resado, por la espontaneidad y el entusiasmo del 
pronunciamiento. 

Tanto era el calor, el gusto y la decisión de los 
buenos maragatos por seguir las verdes aguas del 
síndico, que en esa misma noche aparecieron procla- 
mas manuscritas concitando a los compatriotas y 
compañeros a levantar el poncho, y ponerse en cam- 
paña contra los usurpadores del país, y la farsa del 
Libro Verde, que debía quemarse. 

El que hacía de Jefe de Policía, o Sargento Largo, 
andaba de un lado a otro citando después a los pro- 
nunciados vecinos, para que se presentasen al coro- 
nel don Tomás a recibir órdenes. Muchos templaron, 
no estando por eso; otros, ¡qué remedio! fueron, 
pero en una sola noche se le hicieron humo más de 
cincuenta de los firmantes del Libro Verde, dejando 
al caporal afeitado y sin visitas. 

Efecto del entusiasmo de los pronunciados por Su 
Majestad. ¡Y fíense ustedes en firmas del Libro 
Verde, que sepa el diablo adonde fue a parar, o qué 
cucarachas dieron cuenta de él! 



[86] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LOS AGUATEROS 
1802 — 1866 

I 

El año 2 se experimentó una gran seca, por lo 
cual dispuso el Cabildo un novenario de misas, para 
implorar del Señor la benéfica lluvia. Las fuentes de 
aguada pública eran contadas, y grandes penurias 
sufrió la población por falta de agua potable. Eso 
hizo abrir los ojos para aumentar los manantiales, 
que desde entonces empezaron a prestar mejor servi- 
cio, fomentando los aguadores. 

Los antiguos pozos manantiales de la Aguada, 
situados en el arenal que había al norte de la quinta 
de las Albahacas, y que se extendía hasta inmedia- 
ciones de la panadería de Batlle y lo de Sobera, eran 
el surtidero de agua potable del vecindario de la 
ciudad, conducida en grandes pipones por las carre- 
tas de los aguateros, como se les llamaba. 

Hacían el trayecto generalmente por la playa (hoy 
calle Cerro Largo) hasta el Cubo, por donde dobla- 
ban para venir a entrar por el Portón de San Pedro; 
es decir, por donde ocupan hoy las manzanas entre 
Ciudadela y Juncal en esa parte del norte (calle hoy 
25 de Mayo). 

Cada aguatero tenía sus calles y sus marchantes de 



[87] 



ISIDORO DE MARIA 



agua, y buen cuidado tenían los vecinos que la nece- 
sitaban de estar con el oído atento al cencerro que 
cada aguador colgaba al cuello de los bueyes de tiro 
del vehículo. Al sonar, salían a la puerta tía Fran- 
cisca, tía María o tía Juana, criadas de la casa, o 
cualquier otro viviente a llamar al aguatero, y allá 
iba el buen hombre con la caneca en la cabeza, a 
echar el agua en el barril o la tinaja, a tres y cuatro 
canecas por medio real. 

El lechero se anuncia gritando: a la buena leche 
gorda marchante, y el pescador al de. con vinas, borri- 
qu-etas; pero el aguatero no está por ésas. Le basta el 
cencerro, aunque algunas veces se tomaba por el del 
carro de basura, que también lo llevaba. 

El aguatero, a paso de buey, recorriendo calles, des- 
pachaba su pipa de agua, y volvía a llenarla a los 
pozos para una segunda jornada. A la puesta del sol 
ya me los tenía usted con la yunta desuñida, y su 
carreta con el pipón descansando de la fatiga del día 
al frente de su casita, por las inmediaciones de la 
quinta de las Albahacas al sur y norte, que era el 
paraje donde vivían, aparte de aquel que tenía su 
vivienda en la altura del oeste, rodeada de un corral 
de piedra y en el centro un ombú secular que en- 
vidiaba Pepe Maletas. 

En santa paz contaban sus reales agenciados con 
la venta de agua, en buena plata en tiempo de los 
españoles, y en cobre en el de los portugueses. Y 
luego a cenar su hervido y ganar el nido en gracia 
de Dios. 

Lo mismito que hacían los de la Cachimba del Rey 
en Maldonado, desempeñando por allá el propio ofi- 
cio de aguadores para el consumo de la población. 

Como los aljibes eran contados, se consumía agua 



[88] 



1 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



de la conducida por los aguateros, llegándose a cal- 
cular su costo por el Cabildo en 30 mil pesos anua- 
les, de lo que surgió la idea apuntada por el 
Gobernador Bustamante y Guerra, de traerse por 
cañería de la laguna del Buceo. 

En un año de seca los aguateros cargaron la 
romana ai precio dei agua, expendiéndola al doble, 
es decir, a tres canecas por un real. Más que de prisa 
tomó el Cabildo cartas en el asunto, acordando lo 
que reza el Libro de Acuerdos: 

"En mérito de la escasez de agua y de venderse 
por los aguadores a tres canecas por un real, cuando 
siempre se había suministrado a tres y cuatro por 
medio, acordó el Cabildo se haga entender al público, 
en el modo conveniente, que toda y cualquiera per- 
sona que quiera abastecer de agua conduciéndola a 
la ciudad desde las fuentes, ya sea en carretillas de 
bueyes, muías o cabalgaduras, lo pueda verificar sin 
el menor perjuicio público, debiendo dar por medio 
real lo que ha sido de costumbre, estando las dichas 
fuentes bien proveídas y abundantes, debiendo ser 
del cargo de los que provean en adelante tenerlas de 
continuo aseadas para evitar la corrupción y grosura 
del agua, en cuyo celo no descuidará este Ayunta- 
miento, haciéndolas reconocer por medio de comi- 
sionados en los tiempos o meses que halle por con- 
veniente; y como que contribuye a la mejora del 
agua el que no se aminore la arena en el terreno 
de las fuentes, tendrán los referidos abastecedores 
muy particular cuidado en que persona alguna haga 
acarreos de ella, ni extraiga la menor porción, ha- 
ciéndoseles entender a ios que lo intenten, estar 
prohibida la saca por este Ayuntamiento, so pena 
de multa. 



[89] 



"1 



ISIDORO DE MARIA 



"No menos celo y cuidado deben poner los enun- 
ciados aguateros o llenadores que haya, como que 
son los más asistentes en las fuentes, el evitar que 
cualquiera persona, sea de la condición que fuere, 
haga lavaderos en las inmediaciones de ellas, ni use 
de sus aguas para semejantes usos, como perjudicia- 
lísimos que son a su bondad; pero de ningún modo 
impedirán a persona alguna el que llenen barriles, 
botijuelas u otras vasijas para provecho de su casa, 
ni a pretexto de haber construido la fuente el indi- 
viduo que por suya se oponga; porque siendo como 
son comunes las aguadas, deben de ser disfruta- 
das generalmente. Lo que hará entender por el 
Alguacil Mayor a los llenadores para su cumpli- 
miento' 

El Cabildo se explicaba, y sobre todo, se mostraba 
solícito del bien del vecindario, como cuadra a toda 
autoridad municipal. 

Aquello de los aguateros olía a explotación, y el 
Ayuntamiento no estaba por ella. Con su acuerdo, 
la gente necesitada empezó a acudir a las fuentes a 
proveerse de agua, y allá iban unos con sus barnlitos 
y otros con sus botijas en busca de ella, como lo ha- 
cían libremente los vecinos del Paso del Molino a 
la fuente de la Teja, y los de la Aldea a los Pocitos. 

En eso apareció un proponente para surtir, de agua 
a la ciudad a bajo precio. — ¿Quién es él? — Que 
salga a la escena. 

"Yo, no Juan de los Palotes, sino Juan de Arze y 
Francisco Bueno, proponemos surtir de agua a la 
ciudad por seis años". 

— Admitida la propuesta, dijo el Cabildo; "pero 
en la inteligencia de que aun cuando se experimen- 
te una extraordinaria seca, han de dar cinco canecas, 



[90] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



debiendo conducir el agua del Buceo u otros parajes 
donde jamás se agote, trayéndola en caballerías y no 
en carros, cuyas llantas aseguradas por clavos de 
gruesa cabeza deterioran las calles, además de las 
desgracias ocasionadas a algunos niños estropeados 
en el tránsito por las carretas" 

Con estas noticias y la actitud de mucha parte del 
vecindario que iba por sí o mandaba a surtirse de 
agua potable a los pozos de la Aguada, fue santo 
remedio. Los aguateros aflojaron y volvieron a ex- 
pender muy conformes el líquido principal para la 
vida a tres canecas por medio, con contento del ve- 
cindario, que se ahorraba el trabajo de mandar a los 
tíos y a las tías y a los muchachos con el barrilito 
o las botijas a buscarla a la Aguada, en fuerza de la 
carestía del precio. 

Todo marchó bien mientras existió el recurso del 
aguatero y de los pozos de la Aguada, para los mo- 
radores de San Felipe y Santiago. Pero cuando se 
atravesó el sitio de la plaza, ¡adiós mi plata! Ni 
aguateros ni fuentes donde ir a tomarla fuera de 
muros. El cuco andaba por allí, y vaya uno a buscar 
agua potable, ni cuente con el aguatero, que perdió 
los bueyes de la carreta, y que además no está para 
exponer el bulto en esas andanzas entre sitiados y 
sitiadores. 

— A eso están expuestas las pla2as que libran el 
surtimiento del agua a la que venga de afuera, de- 
cían los viejos, — y sacaban a colación con verdad 
o mentira a Pamplona, donde una vez el enemigo 
cortó la cañería del agua corriente y se quedaron los 
de adentro sin tenerla que beber. La previsión nunca 
está demás, y si no se le hubiese metido en la cabeza 
a Bustamante y Guerra que no convenían los aljibes 



[91] 



ISIDORO DE MARIA 



en la ciudad porque aminoraban la superficie del 
terreno, no nos veríamos hoy en figurillas para el 
agua, porque cada casa de azotea tendría el suyo 
para sus necesidades y auxiliar al vecino que le 
faltase. 

No dejemos en el tintero que después se hizo 
obligatorio el aljibe, a que fue tan opuesto Busta- 
mante y Guerra. 

El caso fue, que tras el hambre, sufrieron sed los 
estrechados dentro de los muros de San Felipe y 
Santiago, careciendo de agua potable con que apagar 
la sed. Un porroncito por Dios, al vecino, que nos 
morimos de sed; pero de dónde hermano si yo tam- 
poco tengo una gota. 

Pues, señor, a pedirlo al aljibe del Convento de 
San Francisco o al del Cabildo; pero eran muchos 
niños para un trompo. Esto sucedía el año 13, cuan» 
do el asedio por los patriotas, con sus repeticiones 
con poca diferencia, "hasta ahora veinte y tantos años, 
como más adelante lo veremos. 

Vigodet mandó abrir algunos manantiales en la 
costa del Cerro, y dispuso la salida de algunos bar- 
cos a traer agua de la boca de Santa Lucía. Vinieron 
los barquíchuelos con ella, recibiendo orden de no 
vender el líquido elemento a más de doce reales 
la pipa. 

Afortunadamente entonces no se conocía por aquí, 
ni de oídas, lo del microbio, y todo el mundo bebía 
a placer el agua de Santa Lucía, haciéndole buen 
provecho. Si algo podían sentir, era que fuese poca 
para las necesidades. Nadie aquí le hacía asco, sin 
duda porque ni el padre Arrieta, ni don José Lajes, 
entendían de materias orgánicas. Valía más así, por- 
que sino, pobre de los pobres, que no tenían, no 



Í92] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



diremos filtros, pero ni leña para cocerla, y espichan 
de sed. 

Por fin, aquellas y otras angustias y miserias pa- 
saron. Se acabó el sitio, vino la Patria, y luego los 
portugueses, se limpiaron los viejos pozos de la 
Aguada, y volvieron los beneméritos aguateros a su 
ejercicio, y a las tres canecas por medio, en que per- 
severaron por muchos años, hasta que la Guerra 
Grande los obligo a tomar cuarteles de invierno. 

II 

Vinieron otros tiempos. No eran ya los antiguos. 
La población se extendía, y poco a poco los pozos de 
la Aguada se fueron suprimiendo. Pero algunos que- 
daron, y por otro lado se empezó a traer agua de la 
Estanzuela. Mientras no se atravesaba alguna seca 
que agotase los aljibes, todo iba bien. Pero ¡ay! 
cuando sucedía; ni las rogativas a los Santos Patro- 
nos, que ya estaban en retirada, desde tiempo atrás, 
hacen que se abran las cataratas del cielo. 

Entonces era lo divertido. Suma escasez de agua 
potable. Cambio de escena. Las gentes menesterosas 
andaban de puerta en puerta mendigando una jarra 
de agua, sin poder obtenerla tantas veces. El pul- 
pero de la esquina, asediado con los petitorios de los 
vecinos, de un jarrito de agua. Maldita seca. Se pa- 
gaba un vaso de agua en la tierra, donde llegó a 
decirse por municipales: "Tenemos un suelo en Mon- 
tevideo, que basta horadar hasta cierta profundidad, 
para que brote un ojo de agua entre las rocas del 
cimiento de la ciudad". Y a fe, que no dijeron un 
despropósito, al recordarse los ojos de agua brotados 
en la calle de Misiones, al lado de lo de Ellauri, al 



193] 



ISIDORO DE MARIA 



trabajarse el caño maestro; en la del Yerbal, al 
abrirse los cimientos de una casa, en la Buena Vista, 
donde se conoció por tantos años la fuente del Plata, 
que dejaba una utilidad de 200 pesos mensuales al 
dueño; los manantiales de Sívon y hasta la cachim- 
bita de la costa del sur, a los fondos de lo de Pestaña. 

Pero mientras la varita de Moisés no hacía el 
milagro, en figurillas veíase la gente con el agua, 
cada vez que la seca aparecía a embromarlos. 

Hasta las muchachas cazueleras de San Felipe tenían 
que embromarse a garganta seca, porque el confitero 
de arriba no daba un vaso de agua, sino pago, y gra- 
cias si la había; y las pobrecillas tenían que ir pro- 
vistas de naranjas para el chupete, humedeciendo 
las fauces. 

En una de aquellas secas de mi flor, se encontró 
en apuros nuestro activo y bondadoso Botana, des- 
plegando todo su celo para proveer de agua potable 
al menesteroso pueblo. La Policía puso en juego por- 
ción de carretas o carros aguadores, distribuyéndolos 
por calles, para el suministro del agua. Vieran uste- 
des la avalancha a ellos, de chicos y grandes, con 
sus baldes, sus tachos y el diablo a cuatro, en deman- 
da de agua, y a nuestro Botana recorrerlas para la 
regularidad del servicio. jViva el Jefe de Policía! 
decían tantos de los beneficiados. Qutso Dios, al 
segundo o tercer día de esa operación popular, que 
se abriesen las cataratas del cielo, y una lluvia to- 
rrencial vino a hacer su continuación innecesaria. 

El año 66 vino otra gran seca a embromar a la 
gente con la escasez del agua. Se vendía a un centé- 
simo el balde en el manantial de Sívori, que le 
sacaban los ojos por agua. Ese recurso era insuficiente, 
y la Junta de la época se arremangó para proporcio- 



[94] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



nar agua a la población. Como que se vendía a vintén 
el balde traída de afuerita, 

¿ Y dónde dejamos las escuelas? Los pobrecillos 
chicos y chicas tenían cada uno que llevar su botellita 
de agua, porque el buen José y el veterano Rosendo, 
peones de la Junta, no daban abasto en la provisión 
de agua, que llevaban tasada, mendigándola aquí y 
allí. Con decir que hubo que utilizar el agua de mar 
para el servicio doméstico y hasta para jugar a balda- 
zos en el Carnaval, como era de costumbre, dicho 
está todo. 

Y hay que contar que por fortuna no ocurrieron 
incendios; que sino, [Dios nos asista! ¿De dónde 
agua para apagarlos ? 

Una sola cosa se aventajaba. — Que los lecheros 
no podían bautizar la leche a medida de su deseo. 
¡Qué lástima! 

Capurro se ofreció a suministrar toda la precisa de 
su establecimiento en la playa del Arroyo Seco, para 
el servicio de la población. Aceptada la generosa 
oferta, se traía embarcada de esa playa. En sólo 18 
días se repartieron al vecindario la friolera de 2,133 
pipas de agua, costando ese servicio a la Comisión de 
Salubridad 1,514 pesos 

Tantas penurias, al cabo, después de tantos años 
de andanzas y peripecias, tuvieron su término con la 
magna empresa de las Aguas Comentes, abordada 
por Lezica, Lanús y Fynn, para provecho y honra del 
Montevideo moderno, inauguradas el año 70. 

La idea nació en Montevideo antiguo La realiza- 
ción tocóle al moderno, después del transcurso de 70 
años. — ¿Hurra, hurra! dijeran los que cantaron 
victoria. 

Y adiós aguateros de antaño. ¡Que la tierra les 
sea leve! 



[95] 



ISIDORO DE MARIA 



LOS PRIMEROS BUQUES A VAPOR 
VENIDOS A MONTEVIDEO 

1824 — 1840 



Hasta el año 1824 ningún buque a vapor había 
venido al Plata. 

El primero que surcó sus "aguas, anclando en el 
puerto de Montevideo, fue uno venido de Inglaterra 
en noviembre del año 24, cuyo nombre no recorda- 
mos. El pabellón inglés flotaba sobre su popa. 

la aparición del primer buque a vapor en estas 
aguas fue una gran novedad, como era consiguiente, 
para los estantes y habitantes de San Felipe y Santia- 
go. Cientos de espectadores coronaban las azoteas de 
los edificios, las murallas, el recinto y el muelle, al 
verle entrar al puerto. No era para menos la cosa. Ver 
lo que no se había visto por esta región: — Navega- 
ción a vapor. 

Este hecho dio origen a que un buen inglés bauti- 
zase con el nombre del Vapor, la fonda que estableció 
en la calle de San Felipe (hoy Misiones), entre las 
de San Luis y San Miguel (donde se halla hoy la Casa 
de Remates y Comisiones ) , denominada desde enton- 
ces Ponda del Vapor, y más tarde Hotel del Vapor, 
por Mr. Palmer, su propietario. 

No bien había fondeado, la invadieron cientos de 



E96] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



visitantes llevados por la curiosidad, siendo recibidos 
galantemente por los marinos. El capitán hablaba el 
castellano regularmente. La cámara del vapor era en 
forma de semicírculo, rodeada de asientos corridos, 
bastante buenos. Por muchos días siguió siendo visi- 
tado, destapando botellas de ron, vino y otras bebidas 
el obsequiante capitán, para el gaznate de los vi- 
sitantes 

Después levantó anclas regresando para Europa, y 
adiós vapor. 

Diez años más tarde vino otro, que fue el segundo 
que apareció en estas aguas Ese fue la barca norte- 
americana, con la bandera estrellada, nombrada Po- 
to mac, de porte de 264 toneladas, capitán Ricardo 
Sultán, procedente de Baltimore, con cargamento de 
harina, consignado a la casa de Davison Le-Ham, que 
dio fondo en este puerto el 12 de julio de 1835. 

Posteriormente el Potomac fue vendido, estable- 
ciéndose en la carrera entre Buenos Aires y este puerto, 
tomando el nombre de Federación. Finalmente cesó 
en ella, retornando como el primero para Europa. 
Y buenas noches, no volvimos a ver más buque a 
vapor en estas aguas hasta el año 40, en que tuvimos 
la barca francesa Tonnerre, y pare usted de contar. 

En 1842 surgió el proyecto de establecer la nave- 
gación a vapor en el Río Uruguay con bandera in- 
glesa y privilegio exclusivo por 20 años. Mr. Bíu- 
gland hizo la propuesta, que llegó a sancionarse en 
el Senado, pero naufragó en el camino 

Pasamos de la línea. Se nos va la pluma avanzan- 
do del 40. Absuélvanos el lector de este pecadillo 
venial, y ya que de navegación a vapor se trata, per- 
dónesenos si nos vamos hasta el 51, para no olvidar 
el vapor Uruguay, de bandera nacional, que fue el 



[97] 



ISIDORO DE MARIA 



primero que tuvimos en esa época, y el primero 
también, mercante, que surcó las aguas del río de su 
nombre hasta la Concepción, zahumando sus espira- 
les los bosques frondosos de sus orillas. 

Por de contado que hacemos caso omiso de los 
de guerra anglo-franceses, venidos cuando la inter- 
vención. 

Estaba escrito que Uruguay había de llamarse el 
primer buque a vapor de la matrícula oriental; y 
Uruguay también el primero que salvó los arrecifes 
del Salto, remontando el alto Uruguay hasta Uru- 
guayana ( 1 860 ) , ganando el premio ofrecido por el 
Gobierno del Brasil al primer vapor que realizase 
ese viaje. 



[98] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA FAROLA DE LA ISLA DE FLORES 
1819 — 1828 

El temible Banco Inglés — o tragabarcos, — no se 
cansaba de hacer de las suyas en la entrada del Río 
de la Plata, contándose más buques perdidos en él, 
desde muchos años, que pelos tenemos en la cabeza. 

Gracias que no dio al traste con las fragatas de 
• Alzaibar cuando trajeron las familias pobladoras 
para Montevideo, como dio con el navio San Salvador 
el año 12, con el contigente de tropas que conducía 
de España. 

Los siniestros ocurridos en él eran frecuentes, y ni 
la Farola del Cerro, contruída el año 4 para guía de 
los navegantes, bastaba a evitar las pérdidas de em- 
barcaciones en aquel temible escollo. 

En ese estado quiso Dios que el año 17 se restable- 
ciese en San Felipe y Santiago el Tribunal Consular, 
instituido en la época del coloniaje, quien concibió la 
idea de proveer a la necesidad del establecimiento de 
un faro en la Isla de Flores, como se había pensado 
a últimos del siglo pasado, pero que no se llevó a 
efecto por el subido costo, dándose la preferencia a 
la Linterna del Cerro, por demandar menos ero- 
gaciones. 

El año 18 se formó un presupuesto con vista del 
plano trazado para la obra, pero de ahí no pasó. 



[99] 



ISIDORO DE MARIA 



Acababa de naufragar en el Banco la zumaca 
Pwipón en los primeros días del año 19, y ese sinies- 
tro impulso al Consulado a tratar de algún modo de 
la construcción del faro La zumaca naufragada venía 
en viaje de Maldonado, pereciendo en el siniestro más 
de 50 personas que traía a su bordo. Ese suceso des- 
graciado consternó a Montevideo. Bajo esa impresión 
el Consulado se resolvió a abordar la obra por sí, a 
pesar de la penuria de sus fondos. Echó los cimientos 
de la torre en el sitio más dominante de la isla, pero 
le faltaba monis para proseguirla 

Apeló al Gobierno de la época, en demanda de 
recursos. De las conferencias de éste con el Cabildo 
para arbitrarlos, resultó un Convento reservado cele- 
brado entre el Gobernador lusitano y el Ayuntamien- 
to, por el cual se permutaba una parte del territorio * 
de la Provincia Oriental, entre los nos Cuareim y 
Arapey, y algo más, a la Capitanía de Río Grande del 
Sur, por vía de indemnización de la pacificación y de 
los fondos y demás auxilios necesarios, con que con- 
tribuiría el Gobierno lusitano para la obra del faro. 
Ese convenio, que tenemos a la vista, fue firmado el 
30 de enero del año 19. 

La cosa no podía ser más equitativa y stn cola. 
Permutar unas leguas de campo con la Capitanía de 
Río Grande, que no valían nada, donde todavía an- 
daban los indios, por algunos miles de pesos destina- 
dos a una obra de tanto interés para la navegación 
del Plata, era como poner una pica en Flandes. Pero 
atravesóse en eso la largueza de S. M. F., queriendo 
que la obra se hiciese a expensas de su Real Tesoro, 
y así se participó al Consulado en oficio de 5 de 
mayo del mismo año. En consecuencia declinó el 



[100] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



lfZt^° nSUl ^} a continuaci ™ de sus trabajos, 
resignándolos a la deposición del Gobierno 

servan tant °f baj ° 10 esd í' uIado «i el Convenio re- 
servado, se efectuó en setiembre y octubre de ese año 
la demarcación de límites entre la Provincia y la 
TE™./ 6 ^- 10 Grande entre el comisionado del 
Cabildo, don Prudencio Murguiondo, y el Conde de 
Fagueira, Capitán General del Río Grande ' 
En consecuencia de lo acordado, el Consulado dio 
comienzo en marzo del siguiente año a la obra de la 
farola, siendo Prior don Lucas José Obes. Éste dispu- 
so emplear los materiales del saladero de Seco en el 
Buceo, para los primeros trabajos de la torre, por su 
justo valor Se comisionó para el efecto a don Vicente 
BaJbin y Vallejo, para el envío del ladrillo, el cual 
se Hizo en dos embarcaciones que puso a su disposi- 
ción don José Orta, piloto, o cosa parecida, embarcán- 
dolos por la playa de Seco. 

De k remisión de esos materiales por esa vía, que- 
do el nombre vulgar de puerto del Buceo, que lo era 
donde estuvo posteriormente el molino de don Tuan 
Mana Pérez, en ese arroyo. 

La obra siguió adelante, pero a lo mejor de la jor- 
nada vinieron a interrumpirla los sucesos políticos del 
ano 22 y 23, y dijo: planto. 

En mayo del año 24 gestionó el Consulado el 
recomiendo de la obra. El Ministerio Fiscal que des- 
empeñaba don Lucas Obes, la apoyó resueltamente 
dictaminando en los términos que van a verse- 

"Consultar el voto de este Ministerio sobre los 
auxilios que reclama el Real Consulado para reco- 
menzar la torre de la Isla de Flores, es un compromiso 
muy seno para el que conoce la importancia de aque- 
lla obra y el estado de nuestras arcas. 



[101] 



ISIDORO DE MARIA 



"No hay duda que es preciso levantar cuanto antes 
un monumento digno de la época y el más propio 
para perpetuar la memoria de los grandes sucesos 
que hemos presenciado en el corto espacio de siete 
años Ni los colosos, ni las estatuas, ni las batallas ni 
las conquistas, ni el bronce, ni los mármoles emplea- 
dos con profusión, son tan duraderos, Excmo. señor, 
ni tan elocuentes, como estas empresas. . . Esto lo 
sabe el Fiscal, pero su Ministerio no le permite vol- 
ver la espalda a otros objetos, sin los cuales todo es 
nada, porque pertenecen a la existencia necesaria de 

la sociedad. . 

"Pero hay un temperamento, Excmo. señor, y el 
Fiscal se complace en proponerlo como el más seguro, 
no sólo para conciliar dificultades, sino para excep- 
tuar la empresa de otras contingencias que serán in- 
evitables siempre que su éxito dependa en algo de 
los auxilios de un gobierno cuya renta solo consiste 
en los ingresos eventuales de su Aduana. 

"Que el Real Consulado proyecte la obra, que cal- 
cule sus gastos, que determine si quiere, su duración; 
pero en cuanto a ejecutarla, que ensaye el método 
acreditado de los remates, y deje utilizar a otros algo 
de lo mucho que ciertamente ahorraran sus rondos, 
haciendo servir a sus miras de beneficio público, el 
interés de los particulares. Será éste un arbitrio, no 
solo para impedir contingencias, como ya se dijo, sino 
para excusar desembolsos al Real Consulado; porque 
tal vez no falten especuladores que se comprometan 
a costear la obra, y cobrarse de lo que produzca el 
impuesto de tonelaje, o de lo que rinda la matanza 
de lobos, u otro cualquier privilegio". 

Adoptóse el expediente del remate de la obra acon- 
sejado por el Fiscal, cuyo plano hizo el brigadier de 



[102] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ingenieros Daniel Pedro Müller, y se sacó a licitación 
publica en julio del año 26. 

Aquí de mi negro Antonio Ignacio, para el preeón 
como que se pintaba solo para pregonero. El coneo' 
era ladino. No se parecía al bozalón del de don Lucas 
aquel que se comió la carta comptometedora del amo' 
el ano 9, antes que entregarla a sus aprehensores y 
que señalaba al abdomen para explicar en su media 
lengua, lo que su fidelidad había hecho de ella. 

El tío Antonio, haciendo oficio de pregonero, dijo 
en alta voz: — "Hagan posturas a las obras proyec- 
tadas por el Tribunal Consular de esta plaza como 
propias de su instituto". Y empiezan los postulantes. 

El primero es don Manuel Reissig y Ruano, que 
hace propuesta por la cantidad de $ 60,000. Le 
sigue don Ramón Artagaveytia por 55.000 Don 
José Toribio por 54,400. Adelante con la puja a 
ver quien se la lleva. Don Juan María Pérez la me- 
jora por 54,000. Don Manuel Fernández Lima baja 
la prima por 50,400. Pérez desciende a 50,000. Los 
interesados se disputan la cosa, pujan a quien la hace 
más barata. Artagaveytia mejora la propuesta en 
49,400. — Vamos, que se la lleva. — No, dice 
Reissig, — yo la haré por 46,900. Puja Toribio, en 
46,450. — Se la lleva. — Eso se verá, diría para sí 
Artagaveytia, y propone hacerla por 39,950. Fue 
como el golpe de gracia. No hubo quien le mojase 
la oreja entre los licitadores. Cayó, como quien dice, 
el martillo, y se la llevó Artagaveytia por esta úl- 
tima suma, quedando obligado a dar concluida la 
obra de la torre y colocado el fanal en el plazo de 
dos años. 

Forma del pago: Una tercera parte al empezar, de- 
ducido el valor de los materiales existentes en la isla 

[103] 



ISIDORO DE MARIA 



desde el año 19, en que se había dado comienzo a la 
obra avaluados en unos $ 3,000 por los peritos el 
maestro Calderón y don Ramón Rodríguez. Otra 
parte a la mitad de la obra, y la otra después de 
concluida, previo el reconocimiento consiguiente, que 
serían abonadas al rematador por la Caja Consular. 

De esta vez dijeron los conciliarios, podemos con- 
tar con la realización del faro, en que inútilmente 
había gastado el Consulado de 18 a 20 mil pesos, 
para que todo se lo llevase la trampa. 

Manos a la obra, dijo el buen vizcaíno asentista, y 
ayude Dios a los trabajadores. En febrero del año 
siguiente, estaba hecha la mitad, la que reconocida 
por el oficial de ingenieros Carvalho, se hallo de 

recibo. . , 

Se había recibido de Europa la Lmterna destinada 
a la isla, encargada por el Consulado por medio de 
la casa de Steward. No podía llegar a mejor tiempo. 
Se trató de armarla para el reconocimiento. La ope- 
ración quiso hacerse en el Fuerte, pero se tocaron 
dificultades. Se resolvió hacerlo en la casa conocida 
por de Cardozo, en la Plaza Mayor precisamente 
donde se halla hoy el magnífico edificio de Club 
Uruguay, juzgándose la más aparente por su altura y 
otras condiciones. 

Allí se armó la linterna, siendo suspendida me- 
diante buenos aparejos, desde el balconcito más alto, 
para reconocerse. Por supuesto, la operación se efec- 
tuó ante infinidad de curiosos, no encontrando pero 
que oponerle los peritos. Y como nunca falta alguna 
persona curiosa, que guardase para memoria algo de 
lo servido en la operación del reconocimiento de la 
Linterna, ha de saber el benévolo lector que ex algo 
existe todavía, llámese gancho o argolla empleada 

[104] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



en la suspensión del farol. ¿En dónde? se pregunta- 
rá. . . Dejamos ía respuesta al museo de curiosidades 
de la Asociación Rural, allá por donde fueron los 
altos de Pepillo, o si se quiere al caballero Escarza, 
que mejor que nosotros, podrán dar razón. 

Digresión más o menos, perdonará el lector y va- 
mos adelante con la obra de la torre de la farola. 

El asentista cantó victoria, al término prefijado 
de su contrata. A últimos de noviembre del año 27 
estaba terminada de todo punto la obra, procediendo 
a revisarla el brigadier de ingenieros Desiderio Cony. 

Se colocó la farola de eclipse y el l 1 ? de enero de 
1828, se iluminó por primera vez, a cuya novedad 
invadieron esa noche el alto de la Matriz y otros 
puntos elevados los curiosos para verla. 

Procedióse al remate del alumbrado de la farola. 
Artagaveytia fue el rematador, por la cantidad de 
329 pesos mensuales. Su fianza don Francisco de las 
Carreras. El contrato quedó aprobado por el Gobier- 
no el 26 de febrero. 

El alumbrado debía servirse con aceite de oliva, 
encendiéndose todas las noches 21 quinqués, que 
contenía montados la Linterna. Siquiera ésta fue más 
afortunada en su estreno, que su tocaya la del Cerro, 
que empezó con candilejas. 

Suceso tan feliz y satisfactorio, se anunció en estos 
términos: 



ANUNCIO DEL CONSULADO 

Con el más grato placer avisa el Tribunal Con- 
sular de esta plaza hallarse ya colocada, en Isla de 
Flores, una hermosa linterna de eclipses que anun- 



[ 105] 



ISIDORO DE MARIA 



ció en su manifiesto de 26 de octubre de 1826, al 
emprender los trabajos de la torre, la cual está alum- 
brando desde el 1<? del corriente mes. Sin embargo 
que en dicho anuncio se hicieron explicaciones de 
la situación de la isla, distancia al Banco Inglés, con 
otras noticias conducentes, cree oportuno volverlas a 
publicar. 

la parte más elevada de la isla, cuya altura desde 
la superficie del mar es de 63 palmos, está situada 
en 34*? 57' latitud S. y 49 9 39' longitud O. del me- 
ridiano de Cádiz. Dista 11 millas N. O. Va al O. de 
la punta saliente del Banco Inglés; de suerte que 
colocado el ojo del observador en este punto sobre 
el nivel del mar, puede divisar la cúspide de la lin- 
terna, cuya altura con la de la torre componen 75 
palmos, que agregados a los 63 de la isla forman 
el total de 138. 

Montevideo, 8 de enero de 1828. 

Antonio José de Souza Viana — Tomás 
Casares — Manuel Tombo — Luis 
González Vallejo, Secretario. 



[106] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL PAVO DE LA BODA 
1800—1825 



A RICARDO PALMA 
Perú. 



De seguro, que eso de ser uno pavo de la boda a 
nadie le gusta, ni pagar el pato; pero los hubo, corno 
castañas, quieras o no, allá "en los tiempos de en- 
tonces , en que no había boda sin pavo, aunque sí 
pavos sin boda en los bolsazos. Y cuentan que aún 
en los tiempos de los ramilletes con pajaritos- de la 
Confitería del Angel, de Raimundo o de Buero, no 
faltaron también pavos de boda haciendo el gasto 
Los antiguos eran así, gente llana, bonachona, sin 
ribetes de presunción ni de monadas, que lo mismo 
se despachaban sin ceremonia un pavo relleno, que 
un par de pichones o una jicara de chocolate' a la 
española en sus festejos. 

No daban tés a la inglesa, ni recibos a la francesa 
ni tarjetas de convite, ni de visitas, ni de "Fulano y 
Zutana ofrecen a usted su casa, o su nuevo estado" - 
pero en cambio no faltaba el recadillo con la criada 
o el criado a su merced el ama o el amo, que le es- 
pera luego o mañana a sus mercedes a tomar la sopa 
o el chocolate, o a participar del p a vo, si de casorio 
se trataba. 



[107] 



ISIDORO DE MARIA 



Tenían su inclinación, como buenos hijos de Adán, 
a la costilla, para cumplir aquella santa parábola de 
"creced y multiplicaos", con la bendición de Dios, 
formando la humana familia. Verdad es que el ejem- 
plo venía desde muy atrás, como el de "la bendición 
mi padre, la bendición mamá, la bendición madre 
señora",— y la respuesta "Dios te haga bueno o Dios 
te dé su gracia"; porque sabrán ustedes, que desde el 
arribo de ios primeros pobladores de Montevideo, <fc 
lo primero que se trataba, al empadronarse, era de 
casorio para constituir el hogar, y así formaron tron- 
cos los Carrasco, Alvarez, Ledesma, Mascareño, Prie- 
to, Baldenegro, González, López, Ortega y otros 
antiguos macedonios de esta tierra. 

Según eso, cualquiera dirá que no había soltero- 
nes en aquel tiempo. Los hubo, porque no hay regla 
sin excepción, pero eran habas contadas en San Fe- 
lipe y Santiago, los rebeldes a la casaca y a costear 
el pavo de la boda. 

Todo al contrario/Eran por lo común casamen- 
teros, y tanto que Currillo o Perulero cantaban al 
son de la guitarra: 

Casaca me he de poner, 
Que sea de arpillera o coco; 
Que estoy loco, loco, loco, 
Por querer a una mujer. 

Oir las referencias de doña Tecla, o de algún co- 
torrón como don Cirilo de aquellos tiempos, sobre 
los casamientos, y los casamenteros, y el pavo de la 
boda, era cosa .divertida, y capaz de abrir el apetito 
al más desganado. 

Dejemos a un lado los preliminares de pedir la 
mano de la pretendida al padre, más seno que el 



[108] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



guardián de San Francisco, y del carmín que asoma- 
ba a las mejillas de las pretendidas, cuando llegaba 
el momento del interrogatorio paterno, consultando 
su voluntad y dándole consejos; hagamos caso omi- 
so de la dote, del notario y de las amonestaciones 
con el consabido: — "si hay algún impedimento 
que lo manifieste, que es la I a , 2 a o 3* amonesta- 
ción", que ponía nerviosa a la interesada al oírlo, 
mirando a las devotas de soslayo, y haciéndosele la 
boca agua al futuro, y vamos a la celebración del 
casorio, hasta el pavo de la boda. 

Nada de coches para ir a la iglesia a recibir la 
bendición nupcial, y unirse con el lazo indisoluble 
ante Dios y la sociedad, aunque los pájaros remon- 
ten después el vuelo del nido. Van a patita, muy 
contentos, a la luz del día y tempranito para oir la 
misa. Cierto es que no tenían mucho, que andar pa- 
ra ir a la Matriz, dentro del recinto de la muy no- 
ble de San Felipe y Santiago. A esa costumbre ra- 
ras excepciones se contaron, como fue la del Barón 
de la Laguna, cuando preso en las redes de Cupido, 
como cualquier otro mortal, se sometió a la blanda 
coyunda de la belleza de Rosa Herrera, convertida 
en baronesa; o la del Brigadier Calhado con Dolo- 
res Juanicó, o el doctor José Pedro de Oliveira con 
la de Berbecet, a cuyos desposorios fueron condu- 
cidos en coche a la iglesia. 

No había tutía. El que quería casarse no tenía 
más remedio que ir a pie tempranito a la iglesia, 
salvo en artículo mortis, que eso de hacerlo en co- 
che nequáquam, porque sólo lo poseía una que otra 
familia aristocrática. A buen seguro que fuese el cu- 
ra a casar a nadie a su casa, aunque fuese el más 
pintado. 



[109] 



ISIDORO DE MARIA 



Nada de casamientos a domicilio, ni de bombás- 
tica, ni de regalos de fantasía por parte de los con- 
vidados, poniendo en contribución el bolsillo ajeno 
por el prurito de la vanidad, aunque libres estaban 
entonces de salir a relucir en la lista de obsequios 
en id.. Gaceta, Esas cosas no se conocían, aunque se 
tratase de otra clase de regalos de raro mérito, así 
por el estilo de aquél de la Princesa Carlota a Con- 
tucci, de una baraja magnífica de plata y un par de 
guantes tan finos y delicados, que venían dentro de 
una nuez, — Vamos, como regalo de Princesa. 

Bastaba en el regalo de boda, en los de más fuste, 
el anillo de boda, la cruz de oro de la amorosa ma- 
dre, los pendientes o el collar del padre, el prende- 
dor, el abanico de nácar o de seda con lentejuelas, 
o cualquier otro objeto de los padrinos, y santas 
pascuas. 

Nada de trajes blancos con adornos de azahares, 
como de rigor, exhibidos con antelación por la mo- 
dista. Las vanidades humanas no entraban en el 
reino de la gente de entonces. 

No era -de rigor el traje blanco en las desposadas, 
ni la corona de azahares. Vestían indistintamente, 
de negro o de color, con más o menos lujo y ele- 
gancia, cubiertas, eso sí, con el infaltable velo blan- 
co, ricos pendientes, valiosas alhajas y el zapato de 
raso blanco. Por supuesto, que el traje y el prende- 
río era ^arreglado a la condición social de los despo- 
sados; pero el color negro era el más común, o el 
violado, sin que eso se opusiese a los colores claros. 
¡Qué bonita estaba la novia prosternada ante el al- 
tar en la velación, y qué cuchicheos entre las devo- 
tas que lo presenciaban! 

¿Y dónde dejaremos las arras? — Bonito cere- 



[UO] 



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monial de riguroso uso en las velaciones, instituido 
para la formalidad del acto de los esponsales. 

El desposado pasaba a las manos de la desposada 
las trece monedas de regla (sin la agüería del nú- 
mero), a manera del juego del anillo, que la novia 
dejaba caer de las suyas a la bandeja, que buen cui- 
dado tenía el sacristán o el acólito de colocar bajo 
de ellas para recibirlas. Las tales trece monedas ha- 
bían de ser precisamente columnarias, bien fuesen 
de plata u oro. El rumboso las echaba de oto entre 
las manos de la novia, y el que no podía hacerlo así, 
las echaba de medios o teales de plata. 

j Y qué ojos abriría el sacristán al verlas caer en 
la bandeja si eran amarillas! porque al fin, algo de 
las arras de la novia podía tocarle, o le tocaba a la 
iglesia. 

Consummátum. — Los novios ya están casaditos, 
aunque después puedan llamarle cascote al que da 
que hacer a la navaja del barbero. — El himeneo 
consumado, y sigue la parte patética del abra2o ma- 
ternal y filial, del ósculo a la desposada, y del abra- 
zo de los padrinos. Y vamos a casa, al chocolate del 
desayuno, desposados, padres y padrinos, que luego 
entrará en juego el pavo de la boda, que ya estará 
en el horno de Ja panadería de Catá, o de Montero, 
o de Jiménez, esperando su turno para la fiesta de 
la comilona. 

Como en la época era costumbre comer al me- 
diodía y cenar a la noche, la parte culinaria, la co- 
milona de boda tenía lugar a la una o poco después 
de la tarde. 

La mesa, más o menos espléndida, estaba pronta 
para los convidados a la boda, y en su centro el gran 
pavo relleno de la boda. Bien podía haber manja- 



[111 3 



ISIDORO DE MARIA 



res de toda clase en la mesa, pero el pavo no falta- 
ba en ninguna, por modesta que fuese. Formaba el 
centro obligado de toda mesa de boda. 

De esa costumbre nos vino el refrán del pavo de 
la boda. ¡Que les haga buen provecho! 

— Pasemos al comedor, dice el jefe de la casa, y 
a él se dirigen los novios, los padrinos y los convi- 
dados, conduciendo galantemente a las damas del 
brazo. Toman asiento, y la comilona empieza con 
todo lo mejor y apetitoso que ha podido preparar 
la cocina casera, porque no era costumbre servirse 
de otras, ni habría dónde recurrir, por la sencilla 
razón de que las fondas del Vapor, de Himonet, y 
aun de la Concordia después, no estaban a la altura 
de los restauraras ni hoteles de moderna data. 

La mesa estaba cubierta con abundancia de aves, 
pasteles de fuente, cremas, budines, dulces, frutas y 
tantos otros manjares, ostentando en su centro el 
gran pavo de la boda, gordo y dorado, como dicien- 
do a los convidados comedme, que ya sabéis quien 
soy: el pavo de la boda. 

Aquí el trinchante. El amo, o el señor de casa lo 
despresa y sirve a los novios las primeras presas. 
Todos hacen honor al pavo de la boda, y entre bro- 
mas y no bromas, se lo manducan de preferencia, y 
adiós pavo de la boda, inmolado a la costumbre de 
la fiesta del casorio, lo mismo en la mesa del pu- 
diente, que en la del que no lo es, porque no había 
boda sin pavo. 

No hubo antiguo que no conservase con gusto el 
recuerdo del pavo de la boda, que pasó a refrán, con 
el que nos quedamos. 



[112] 



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EL PASEO DEL ESTANDARTE 
1800 — 1809 

Era de regla el paseo del Estandarte Real, ordi- 
nariamente dos veces al año, y, extraordinariamen- 
te, en ciertas fiestas. El que lo empuñaba era el Ofi- 
cial Real, nombrado periódicamente con el Cabildo. 

La ceremonia del paseo era gran novedad en 
aquellos tiempos. Abría la marcha el Oficial Real, 
a caballo, con todas sus insignias, llevando desple- 
gado el Estandarte Real, escoltado por cuatro gua- 
pos mozos de caballería, y siguiéndole en pos el 
Cabildo, de gala. 

Partiendo de la Casa Consistorial, se dirigía al 
Fuerte, donde le esperaba el Gobernador con su cor- 
tejo, y ante el cual batía el Estandarte. Tomábalo, 
por pura ceremonia, en sus manos el Gobernador, 
devolviéndolo en el acto al Oficial Real. Incorpora- 
do a la comitiva el Gobernador, se ponían de regre- 
so hacia la Plaza Mayor, dando vueltas por ella hasta 
entrar al Cabildo, donde se depositaba el Real Es- 
tandarte. 

En el trayecto, abajo goletas, todos se descubrían 
a la vista del Estandarte, que muy orondo llevaba 
el Oficial Real, cabalgando en su enjaezado corcel, 
más manso que el caballo de silla de la Maríscala, 
que dejó fama. Así fue que nunca llevó un tumbo 



[113] 



ISIDORO DE MARIA 



el Oficial Real de su bucéfalo, ni compró sitio en 
calles y plazas. Por lo menos no lo dijeron las cró- 
nicas de la tradición. Y eso que eran maturrangos, 
como ya ustedes lo supondrán. 

La fiel y reconquistadota ciudad de San Felipe, 
no contaba entonces pirotécnicos en su seno, pero no 
le faltaban algunos cohetillos de la India en las pul- 
perías para cualquier fiesta. Mas la del Estandarte 
era tan grave, que no admitía paquetes de cohetes, 
que sino, sabe Dios si el Oficial Real escapa de que 
su alazán o tostado con toda su mansedumbre, plan- 
tase su humanidad en el suelo, descomponiendo la 
fiesta. 

Concluida la función del paseo, se enfundaba el 
Estandarte, llevándoselo a casa el Oficial Real, don- 
de ese día tenía el derecho de exhibirlo en su ven- 
tana o balcón, sí lo tenía, para volverlo a la funda, 
hasta otra función de paseo, en que se sacase a re- 
lucir. 

El día de Reyes y el de Corpus, eran los desig- 
nados ordinariamente para el gran paseo del Estan- 
darte, y extraordinariamente en el de los Patronos 
de la ciudad, aclamación o jura de nuevo Rey, o 
alguna otra fiesta extraordinaria. 

Hasta el año 1809 estuvo en práctica el paseo 
del Estandarte Real, quedando desde ese año supri- 
mido. 

La constancia del paseo se asentaba en el Libro 
del Oficial Real, expresando el día en que se sacaba 
y el nombre del Oficial Real que había tenido el 
insigne honor de hacerlo. 

Las funciones del Oficial Real eran de distinción, 
y se elegían generalmente para el cargo sujetos de 
viso del vecindario. 



[114] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ri 1/ ^T 6 , 10 obtuvo ' a la instalación del 

Camejo de Soto, ^cediéndole en el cargo, entre 
otros, Sebastián Carrasco, Juan Antonio Artigas 
renzo Caberos, Felipe Pérez Sosa, Rafael FernándS 
Manuel Duran, José Mas de Ayala, Melchor Viana 

^ ' Í Vad ° r Bau2a > Vicente Durá n, J«an 
de Echenique, José Francisco Sostoa, Joaquírí de 
Chopitea, Juan Francisco García Zúñiga, Mateo Vi- 
dal Miguel Herrera y Cristóbal Salvañach. 
hJ V V tesen * e , si 8 [o > hasta el año 9, tocóles el 
honor del paseo del Estandarte Real, a don Juan 
García Fernandez, Rafael Fernández, Juan Vidal y 
Seco ' Camuso > Ma nuel Ortega y Juan José 

i E - S 11 /? 56 ? dd Estandaf te Real acostumbrado en 
la ciudad de San Felipe y Santiago en tiempo del 
itey, como en las demás de América, se instituyó co- 
mo un testimonio de lealtad y un monumento de la 
conquista de estos países. Fue abolido aquí cuando 
Napoleón le había colgado la galleta a Fernando 
vil, quedando reservada esa solemnidad para la Pe- 
nínsula sólo, en los días en que se proclamase un 
nuevo monarca. 

Abolidas después las Cortes de Cádiz, y restable- 
cido el régimen absoluto del Borbón don Fernando 
el reansmo volvió al paseo del -Estandarte en la ciu- 
dad de los Reyes; pero ya no pudo cuajar en Mon- 
tevideo, por la sencilla razón de que otro gallo can- 
taba en esta tierra ei año 15: la tricolor bandera de 
la pama había substituido a la Real de España 



[115] 



ISIDORO DE MARIA 



LOS COBRES 
1829 — 1840 



A BERNABE DEMARIA 
Buenos Aires. . 



En tiempo de los españoles no hubo más moneda 
circulante en esta tierra de Dios, que la de oro y 
plata. Aquellas onzas de oro! Aquellos duros de pla- 
ta! aquel macuquino! Oh! eso era lo bueno; y tan 
bueno, que ni los insurgentes le hacían asco con to- 
do el cuño de Carlos IV, o de Fernando VIL Para 
el cambio menor, corrían las fracciones de pesos en 
buena plata, desde el medio peso hasta el cuartüUto, 
que era la menor moneda de plata. 

El cobre vino con los portugueses. El vmten y 
los dos vintenes; o los 10 y 20 reis, que continuaron 
en juego en tiempo del imperio con diferencia del 

CU Legado fue de las dominaciones luso-brasilenses, 
k moneda cobre, los vintenes que echaron raíces 
como el ombú de no te muevas en la costumbre. 
Pues digo, si todavía suena en el dicho popular lo 
del vintén y el cobre, como el cinqumo, cuando co- 
rría el de Buenos Aires. 

Pregunten ustedes hoy a un naranjero, ¿a como 
las naranjas? — Las nar ancas a vintén. — Como 



[116] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ahora treinta y tantos años — ¿A cómo los napo- 
leones! — A cobre. 

Después de la paz del año 28, se encontró el país 
con una fuerte suma de moneda cobre en circu- 
lación, y con el riesgo de que aumentase con la in- 
troducción de la misma procedencia. 

Abrió el ojo el Gobierno Provisorio, ya sobre el 
papel moneda de Buenos Aires, que había quedado 
d?sde la guerra del año 25, y ya sobre el cobre ex- 
t ímjero. Para impedir por lo pronto que aumenta- 
se, prohibió su introducción por decreto de marzo 
del año 29. Pero eso no bastaba. Entraba en las 
conveniencias nacionales, proveer a la extinción de 
la moneda cobre extranjera, que representaba en 
circulación la friolera de unos setecientos mil pesos. 

Se decretó su extinción por ley de setiembre del 
año 31, y la forma en que debía practicarse. 

La cosa no era como soplar y hacer botellas. Pa- 
ra efectuarla, sin lastimar el buen derecho de los 
tenedores, era indispensable amortizar la cobrada, 
pero faltando aceite para hacerlo, se promovió un 
empréstito por acciones, dentro de la cantidad de 
120.000 pesos con un módico interés. 

Instituyóse la Comisión Directiva de la extinción 
de la moneda de cobre extranjera, bajo la presiden- 
cia de don Silvestre Blanco, que fue sustituido des- 
pués por don José Béjar. Y manos a la obra. 

Empezó la recogida del cobre amonedado. Quien 
vio por esas calles de Dios a los tíos con el talego a 
cuestas llevarlo a la oficina de la Comisión. Ni más 
ni menos que como lo hacían los buenos Baltasares 
o Benitos de Gómez, Quevedo, Sienra, Fariña, Gar- 
cía, Guimaraens, Wich, Galloso y tantos otros, lle- 
vando por calles y plazas los talegos de patacones, 



[117] 



ISIDORO DE MARIA 



sin temor de que ninguno se hiciese humo con la 
carga, como contaron las crónicas sucedió después 
con algunos changadores de nuevo cuño. La honra- 
dez hasta en los negros. 

Inter se iba efectuando la operación, para que no 
faltase por completo el cambio menor, se recurrió 
al marchamo o carimbo de los cobres, asignándose- 
les la mitad del valor que habían representado; es 
decir, el vintén por diez reis y los dos vintenes por 
veinte reis, que sólo corrían con el marchamos. 

A la inversa de lo que hacían los particulares 
con las monedas de plata portuguesa, que carimba- 
ban las de tres reales por su cuenta, dándoles un 
valor adicional igual a la pataca; abuso que motivó 
en julio del año 31 un decreto gubernativo, orde- 
nando que no se considerasen con valor alguno 
adicional, sino por el que tenían escrito. 

Aquí de la especulación, que nunca falta. Al al- 
ma del negocio, como decía el andaluz. 

Negocio con los calderillas y sus crías. No faltó 
quien especulase con el cobre derrumbado, introdu- 
ciéndolo por contrabando a la frontera a cambio de 
yerba-mate. Feo o bonito, Viera o Veira no se dor- 
mían en las pajas, y el buen Comendador Correa 
mucho menos. Venan cobres y lá va yerba. Tanto 
mejor para la extinción. 

El hecho fue que la moneda cobre extranjera 
desapareció de la circulación. Que los 686,028 pe- 
sos a que ascendía, por fas o por nefas tocaron reti- 
rada. Que en agosto del año 34, capitales y réditos 
de la amortización estaban pagos y a mano el Es- 
tado con los accionistas. 

Se les acabó a los muchachos lecheros el juego 
a los cobres en los escondites de las canteras, y la 



[118] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



recogida a la marchanta de los padrinazgos en la 
Matriz San Francisco y capilla del Cordón. Jugar a 
los cobres, desplumarse los vintenes de la venta de 
la leche era una mala costumbre, y suerte fue les 
faltasen los cobres para seguirla. Sí, pero quedaban 
les reahtos en plata para la taba. Que se perseguía 
como contrario a las buenas costumbres. Si hubiese 
sido la ruleta gruesa, las apuestas gordas de las ca- 
rreras y otras yerbas por el estilo, habría sido otro 
cantar. La moral en acción; pero los muchachos de 
aquel tiempo no conocían esos primores. Efectos de 
la ignorancia. 

E u L.° bfe SC fue ' Abundaban las amarillas, que ya 
no había por qué enterrarlas en botijas por los mo- 
ros, y valían 20 y 21 pesos; y abundaban los pataco- 
nes, y las patacas y las monedas de plata de uno y 
dos reales, pero faltaba por completo con qué dar 
el vuelto menudo, y hasta para la limosna a los 
pobres. 

Los tenderos y pulperos que acostumbraban des- 
tinar algunos reales en cobre para la limosna los 
sábados, tuvieron que suprimirla con gran pena de 
los limosneros, que en vez del vintén recibían un 
"perdone por Dios, hermano", no hay cobres. Y 
gracias si en lugar de él, les daba el pulpero una 
vela. 

¿Qué hacer? Apelar a los cinqumos de Buenos 
Aires, formando 4 un vintén; pero como eran po- 
cos, no llenaban la necesidad del cambio menudo. 

Dicen que la necesidad es madre de la industria. 
La de los tenderos y pulperos inventó las señas de 
latita y de cuero, para dar el vuelto a los marchan- 
tes. Cada uno era monedero; pero como las tales 
señas no se recibían sino en las mismas casas de 



[119] 



ISIDORO DE MARIA 



trato donde se daban, los pobres se embromaban. 
Mande usted a la plaza con las señitas de lata, cue- 
ro o cartón emitidas por el pulpero, para medio 
suplir la falta de cambio menor. 

Así se fue pasando con trabajo, hasta que al fin 
resolló la ley de junio del año 39, disponiendo, pa- 
ra cortar abusos, la acuñación de moneda cobre na- 
cional dentro de la cantidad de 200 mil pesos, po- 
niéndose en circulación la porción de ella que resul- 
tase disponible al fin de cada mes. 

Gracias a Santa Rita, dijeron los menesterosos. 
— Habrá cobres. El primer alumbramiento de la 
moneda en cantidad de 20 mil pesos, fue el 30 de 
setiembre del año 40, quedando prohibido a las 
casas de abasto dar señas de lata u otros signos su- 
pletorios al valor que representaba la moneda de 
cobre nacional; así como la extracción de ésta para 
fuera de la República. 

¡Adiós cinquiños, latitas y demás suplementos: 
hasta más ver! Conversaremos allá para el año 57 
con la segunda edición de valecitos para el vuelto. 



L 120] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL ESTRENO DE LA JUNTA 
1830—1835 



Durante un siglo tuvo Montevideo su Cabildo 
secular instalado por Zabala, lo mismo en tiempo 
de los españoles, que en el transitorio de los in- 
gleses, de la Patria Vieja, de los portugueses e im- 
periales. 

Era saya antigua _v la dieron de baja. Ropa vie- 
ja a un lado, y que venga nuevita en hoja. Vara 
de cabildante y bastón de Tambor Mayor, que se 
supriman. 

Se abolieron los Cabildos el ano 29, y en su lu- 
gar quiso la constitución que hubiese Juntas Eco- 
nómico-Administrativas. Sea. Esas no usarán vara, 
ni bordados, ni maceros, ni clarín, ni tendrán Ex- 
celencia, ni Señoría, ni honores de Teniente Gene- 
ral, como el antiguo Cabildo. Serán siempre civiles 
sus componentes, sin nada de charreteras, lo mismi- 
to que los padres conscriptos. 

Y bien. Se juró la constitución que las creaba, y 
se procedió a elegir los miembros que debían com- 
poner la del departamento de Montevideo, sujetos 
todos de campanillas, como era de cajón. 

Al siglo completo de la instalación del primer 
Cabildo que tuvo Montevideo, vino a instalarse su 



[121] 



ISIDORO DE MARIA 



primera Junta Económico - Administrativa, confor- 
me a la constitución. 

Los electos (*) tuvieron su primera reunión el 
14 de octubre en una pieza baja del Cabildo, al la- 
do del Cuerpo de Guardia, nombrando presidente a 
Juanicó y vice Béjar, encargándose a éste provi- 
sionalmente de la secretaría. Procedióse en seguida 
a tomar el juramento de forma, y fecho, como di- 
ría un togado, invitaría Juanicó a tomar asiento de 
prestado a los colegas. 

¿Cómo se entiende eso de prestado? Lo sabrán 
ustedes: porque el estreno de la señora Junta, que 
pudo hacerse mejor en la sacristía de la Matriz con 
sus escaños, entrando por la puerta del sur, se 
efectuó provisoriamente en la pieza referida del Ca- 
bildo, que había servido poco antes de estancia a la 
imprentita del Estado, y cuyas paredes acusaban la 
ausencia del pincel del blanqueador, teniendo por 
mobiliario una pobre mesa de pino y unas cuantas 
sillas con asiento de madera, proporcionadas en 
préstamo por el Alcaide de la cárcel. Ya ven uste- 
des que no es grilla lo de asientos prestados. 

El estreno fue más que sin bombo, ¿no es ver- 
dad? Bien que las cosas entonces no se hacían con 
ostentación, sino a la buena de Dios. Fortuna que 
pasó entre cuatro paredes, a puerta entornada, co- 
mo para que no se pispase, ni aun el tuerto mar- 
qués de El Observador, que si no es eso, a pesar 
de los pesares, de fijo que hay tijera, y de sastre, de 
aquellas que usaba Mr. Champan para el corte de 
un pantalón, levita o chaqueta. 

(1) Lo fueron don Francisco Juanicó, Bernardo Susvie- 
la, Ramón de las Carreras, José María Iturriza, Jerónimo 
Pío Bianqui, Jorge de ks Carreras y José Béjar. 



[122] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Tratóse en la reunión la prestación del local y 
del presupuesto de gastos para arreglarse con algu- 
na decencia y toda la posible economía, como que no 
había barro a mano como en los felices tiempos que 
nos atraviesan. Nombraron en comisión para pro- 
ponerlo a Carreras (Ramón) e Iturriza. Hablóse 
del local para las sesiones de la Junta, observándo- 
se, como no podía ser por menos, que el que se le 
destinaba no tenía comodidad suficiente ni era 
apropiado, por estar al lado del Cuerpo de Guar- 
dia, cuyo ruido distraería a la Junta, y otros incon- 
venientes, que habían obligado al Alcalde Ordina- 
rio a levantar campamento de él ( 1 ) . 

Quien dice Junta, puede decir Poder Municipal, 
según cantaba en letras gordas el proyecto de ley 
que siguió a la sanción de la constitución, regula- 
rizando sus atribuciones; obra de los mismos cons- 
tituyentes del año 30, si bien quedó pendiente su 
sanción definitiva. 

Y con qué claridad se deslindaban y detallaban 
sus atribuciones, en aquel proyecto de ley presenta- 
do por la Comisión de Legislación, en que entraba 
desde el cuidado de la seguridad del ciudadano, de 
la salud pública, comodidad, ornato, moral e ilus- 
tración," hasta la formación periódica del censo y la 
estadística del distrito municipal, el recuerdo de los 
acontecimientos notables, la alabanza de los ciudada- 
nos que se distinguiesen por sus servicios a la pa- 
tria, y las observaciones sobre las causas de las ca- 
lamidades públicas que sobreviniesen. 



( 1 ) Era el que ahora ocupa la Comisaría de Ordenes 
de Policía, por de contado sin las pinturas "y muchos otros 
teneres" de presente. 



[123] 



ISIDORO DE MARIA 



Pero no parlemos de eso y vamos al estreno, que 
a fe que no pecó de aparatoso, sino de humilde, y 
de peripecias embromadas para los primeros ediles 
que tuvieron que andar, con santa paciencia, como 
quien dice, de Herodes a Pilatos. 

Hasta el 22 no celebró sesión. Esa fue la 2^ del 
estreno. Tratóse en ella del amueblado. La Comi- 
sión presentó la lista y presupuesto, consistiendo en: 

Un estante, $ 60. Una mesa de pino, $ 13. Una 
carpeta, $ 4. Un tintero, salvaderas, etc. (porque 
entonces no se usaba papel secante, sino arenilla 
negra abrillantada), $ 6. Tres libros en blanco, 
$ 50. Papel, plumas (de ave), etc., $ 25. Cuatro 
candelabros, despabiladeras, etc., $ 10. Pala alum- 
brado, $ 12. Gastos menores, $ 25. 

Se acordó elevar este presupuesto a la aprobación 
superior, solicitando, mientras tanto, $ 200 para 
empezar a proporcionarlos. 

Esperen que todo se andará. Lo que es por ahora, 
el Gobierno Provisorio toca retirada para la insta- 
lación del primero constitucional. 

Demotó la cosa con el cambio de administra- 
ción, y urgida la Junta por la necesidad de otro lo- 
cal, pidió su traslación provisoria al del Juzgado 
Ordinario, por estar más en contacto con la Ofici- 
na de Propios. Allá fue la señora a hacer la segun- 
da estación de su vía crucis. 

No había allí cómo revolverse, ¡Qué hacer! 
Eran los principios y la ley no había provisto aún 
fondos o rentas pata el cometido de las Juntas. 

Pues, señor — dijo la señora nuestra, — que se 
alquilen, aunque sea en casa particular, las piezas 
necesarias para las sesiones y desempeño de nuestras 
funciones, pero no debiendo pasar de $ 25 el alqui- 



[124] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ler mensual, en tanto no se proporcione otro local 
por el Gobierno. Y allá marcha con el petate, que 
por cierto no necesitaba de muchas carretillas para 
la conducción. 

Tenemos casa, mediante los 25 pesos; pero fal- 
tan muebles, para no parecerse a sala de danzantes, 
como la del maestro de baile, el violinista Martí- 
nez. Pues que se pidan $ 600 al Gobierno para in- 
vertirlos en los muebles necesarios. Y así anduvo 
nuestra primera Junta, de acá para allá, y tras los 
medios para un regular amueblado, hasta que al ca- 
bo obtuvo algunos para aviarse. 

Para organizar el servicio propuso la creación de 
secretario, auxiliar y portero, con la dotación el pri- 
mero de mil pesos anuales, cuatrocientos el segun- 
do y trescientos el portero, proponiendo a don 
Francisco Araucho para secretario, pidiendo a la 
superioridad se sirviese indicar los fondos de donde 
habían de pagarse los sueldos, ínter la ley no los 
señalase. Aprobóse la propuesta en diciembre del 
año 30, pero en cuanto a fondos se estaba a oscu- 
ras. No existía ley que los determinase,ni que des- 
lindase las atribuciones de las Juntas. En ese estado 
no había cómo marchar. 

Entrado el año 31, el presidente de ella, Juanicó, 
"inculcó en lo indispensable que se hacía de día en 
"día la regla directiva de las funciones a que debía 
"contraerse el Poder Municipal, y la designación 
"de los medios peculiares para llenarlas, puesto 
"que por su falta no podía marcharse sin embara- 
zos, ni proporcionarse al departamento las mejo- 
"ras que tenía derecho a esperar. Que las Juntas 
"habían sido instituidas con el fin de promover la 
"prosperidad de sus distritos respectivos, y desde 



[125] 



ISIDORO DE MARIA 



"que corría el tiempo y no se proporcionaban bie- 
" nes, cargaban hasta cierto punto con esa responsa- 
" bilidad. Que era de opinión se repitiese la solici- 
" tud a las Cámaras por conducto del P. E., para la 
"pronta expedición de las leyes enunciadas". 

Mientras eso no llega, hagamos lo que podamos 
sin recursos, y los primeros ediles hicieron fuerza 
de vela con buena voluntad en la medida de sus 
fuerzas, para ser útiles al Municipio. Desventurada- 
mente se alborotó el camoatí el año 32, y la buena 
señora se encontró más reatada, sin poder subvenir 
al pago del alquiler de casa. Vaya, que el estreno 
en sus funciones seguía presentándose color de ro- 
sa. Paciencia y adelante con la cruz. 

"Tú que no puedes, llévame a cuestas". Se de- 
creta el cese de las Juntas Inspectoras de Escuelas, 
en virtud de estar en ejercicio las Juntas E. Ad- 
ministrativas, a quienes incumbía por la constitu- 
ción velar por la educación primaria. Muy bien; 
venga esa ocupacioncita, aunque sin fondos con que 
hacer cantar a un ciego. Quehacer no falta, y nom- 
bra su Comisión de Educación, compuesta de los 
miembros Béjar y Carreras (Jorge). Y boga hasta 
su término, metidita en el Juzgado Ordinario, a fal- 
ta de otro local. 

Concluyó su período la primera Junta, cuyo es- 
treno poco envidiable ya conocerá el lector. Le 
sucede la segunda, que componían don Pedro J. 
Berro, presidente, Juan Gallardo, vice y vocales 
Ocampo, Basáñez, Martínez y Morales. 

También tuvo su vía crucis en punto a local. Se 
le había destinado para oficina de la pie2a que ocu- 
para el Cuerpo de Guardia en el Departamento de 
Policía, antiguo Parque de Ingenieros; pero se 



[126] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



desechó por la Junta, pidiendo a la Superioridad 
otra localidad mejorcita. Se le concedieron otras 
piezas en el mismo departamento, pero a lo mejor, 
¡zas candelero! se le notifica por el Jefe de Policía 
el traslado a una pieza contigua, cuya llave le se- 
ría entregada por el comisario. Era que se trataba 
de desnudar a un santo para vestir otro. Se quería 
pasar la escuela de niñas del Estado al mismo edi- 
ficio, necesitándose disponer del local que ocupaba 
la Junta. 

La cosa sentóles como un balde de agua fría a 
los de la Junta, primero por lo incorrecto del trá- 
mite, segundo por la impropiedad de la escuela 
allí, y tercero por el bonito estado del local que se 
destinaba para su oficina. 

Cómo sería éste, que Gallardo lo pintó así a la 
corporación: "Se observa que las paredes se hallan 
en un estado indecente. Que la ventana que mira al 
norte está sostenida con una tira de orillo clavada 
en el marco y en la ventana que sirve de alcayata, 
sin postigo ni guardapolvo, faltándole un vidrio, 
que cuando llueve se introduce el agua y se pone 
en un estado de humedad inhabitable". 

Por fin, el Gobierno mandó que se blanquease 
y compusiese, y allí mudó su campamento la Jun- 
ta, holgadito y lucido como el del estreno. 



U27 3 



ISIDORO DE MARIA 



LA PRIMERA SOCIEDAD FILARMÓNICA 
1831 — 1834 



A DON BASILIO ALCORTA 
Montevideo. 

Mozos de buen humor, aficionados a la música, 
concibieron la idea, allá en los felices tiempos del 
año 31, de formar una Sociedad Filarmónica. Pen- 
sarlo y hacerlo todo fue uno. Cotizáronse para to- 
mar una casa donde reunirse y tener sus ensayos, y 
la alquilaron por 30 pesos mensuales en la calle de 
San Sebastián (hoy Buenos Aires). 

¿Quiénes son ellos? — Aquí está la lista: 

Director — Antonio Sáenz. 

Clarinetes — Diego Furriol, José María Nava- 
jas, Ramón Veira, Basilio Alcorta. 

Flautas — León Ellauri, Tomás Fernández y 
además clarín. 

Corneta de llaves y trombón — Salvador Ji- 
ménez. 

Trombones — Antonio Martorell, Juan Sal- 
duondo. 

Figle — José María Aguirre. 



[128] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Trompas — Modesto Díaz, Justino Aréchaga. 
Redoblante y platillos — Francisco Lasala. 
Vtolines — Mariano Labandera, Pedro García 
Sienra, Agustín Salas, los hermanos Piñeiro. 
Violón — Antonio Castro. 
Octavín — N. González (el Notario). 

Necesitaban un Director, y lo tuvieron en el pro- 
fesor don Antonio Sáenz, que lo era de la orquesta 
del teatro de San Felipe, nuestro primer Coliseo o 
Casa de Comedias, como le llamaban los antiguos. 

Músicos, era artículo que no abundaba entonces 
en plaza, y cada cual iba por su camino a ganar el 
pan en la orquesta de San Felipe, y s¡ acaso en al- 
guna boda o bautizo de tono. Pero en cuanto a aso- 
ciación musical por puro placer, Dios guarde a us- 
ted muchos años. Pocos eran los que por afición se 
hubiesen dedicado al estudio de la música y a tocar 
algún instrumento. Quien hiciese primores con la 
guitarra como Felipe Maturcha, Echevarriarza y 
Maciel, había bastantes; pero de ejecución en al- 
gún otro instrumento de cuerda o de viento, eran 
raros; bien que en los muy contados, algunos ha- 
bía que tocasen dos o tres instrumentos a la vez, co- 
mo verbigracia Jiménez y Navajas. 

El clavicordio o salterio, aquellos pintados de 
verde, como el de doña Isidora; el arpa, la flauta y 
la guitarra, habían sido por mucho tiempo los de 
uso, y últimamente el piano, aunque eran habas 
contadas; así no había que extrañar que en lo ge- 
neral fuesen escasos los que tocasen violín o clari- 
nete. 

Faltaba ese atractivo en las plácidas reuniones 



[129] 



ISIDORO DE MARIA 



salvo si no buscaban, mediante su estipendio, a 
Smolzi, Barros, Debaly, Sanguinetti, o Sáenz y Mar- 
tínez, para llenar el vacío con su parte de música. 

Con decir que la música de viento brillaba por 
su ausencia hasta en las funciones de iglesia, en que 
no se salía de las sonatas del organito de la Matriz, 
tocado por don Casimiro el barrigón, o del vetera- 
no de San Francisco, en que tío Benito le daba al 
fuelle en el coro, dicho está todo. 

Entonces las formación de una Sociedad Filarmó- 
nica, compuesta de personas distinguidas de la so- 
ciedad de Montevideo, era una gran cosa; y según 
las crónicas, la noticia de su organización y los 
nombres de los pichones que campeaban en ella, 
produjo mucha alegría en las muchachas, que ha- 
cían sus alegres cuentas, contando cada una con la 
esperanza de oir sus armonías en el estrado, o de 
echar el anzuelo para pescar novio. 

Cuando estuvieron prontos para exhibirse, se es- 
trenaron en los principales salones, dando aquí y 
allí sus serenatas uniformemente vestidos a lo po- 
laco, que daban golpe los diablos. Vamos, se lucían 
lo mismo en lo de Navia, Caveillón, Furrioi, Ma- 
turana y Árraga, que en casa del ministro Vázquez. 

Tanto crédito ganaba, que la empresa del teatro 
se empeñó con el Director para que se prestase la 
Filarmónica a ir a tocar una noche de función; y 
allí la tuvimos formando la orquesta con su bonito 
uniforme, llevándose la palma y las miradas, por 
de contado, de las de los palcos y cazuela. 

Otras veces concurría a las funciones de iglesia, 
donde excusado será decir que se lucía, atrayendo 
con la novedad gran concurrencia de fieles cris- 
tianos. 



[130] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Los mo20S se portaban y divertían, animando las 
reuniones y contribuyendo, acaso sin imaginarlo, a 
despertar el gusto por la música, que tanto y tan 
bello campo ha conquistado. 

Un día, con su buen humor y cordialidad, dije- 
ron: remontemos el vuelo al campo a esparcir el 
ánimo fuera de la atmósfera de los salones y de las 
etiquetas. A divertirnos con libertad. 

Y pusieron un domingo la proa de la nave rodan- 
te hacía la Estanzuela. Dicho y hecho. Provistos de 
buenos fiambres se largaron a la buena de Dios, en 
3 ó 4 carretillas toldadas, al uso del tiempo desde 
sus mayores, al jolgorio. Pie a tierra, dijeron en el 
lugar, y viva Meléndez. Campamento al aire libre, 
música mientras se asa el consabido asado con cue- 
ro, de que se encargan Díaz y Navajas, que eran 
prácticos en la cosa de campaña. Venga mate y va- 
yan cigarros, "que un día de vida es vida". 

A la música y a la bulla empezaron a caer por 
allí los curiosos y curiosas de las cercanías, mezcla- 
dos con los limpiadores de los pozos del lavado. 
Para todos hay qué mascar. Saborearon sus peteretes 
y se divirtieron a más no poder en el día, hasta que 
tocaron retirada a la noche, a cualquier hora, como 
que ya no había cerrada de portones; y ornados, sino 
de laurel, sí de sauces y álamos, entraron a la ciu- 
dad alegres como unas pascuas, a contar los per- 
cances del paseo campestre. 

Siguió la Filarmónica en sus treces por algún 
tiempo más, tocándole también hacer su cuarto de 
timón en la primera gran fiesta del aniversario de 
la Jura de la Constitución, hasta que por fas o por 
nefas se disolvió amigablemente allá por el año 



[1313 



ISIDORO DE MARIA 



35, con la noble satisfacción de haber sido la pri- 
mera Sociedad Filarmónica de personas de distin- 
ción formada en Montevideo, dejando gratos re- 
cuerdos. 

De los que la compusieron jay! el tiempo ha ido 
desgajando el árbol, que nació frondoso el año 31, 
no quedándonos de él sino tres viejas ramas, que 
se llaman Alcorta, Salduondo y Salas. 



[132] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL NIÑO MUSICO 
1833 — 1860 

I 

Allá por los años treinta y tantos, empezó a lla- 
mar la atención de la sociedad de Montevideo, cier- 
to niño, que era una monada, dotado por la natura- 
leza de disposiciones admirables para la música. 

Tenía apenas 5 ó 6 años de edad y era ya el chi- 
quitín un prodigio en el piano. Tanto interés des- 
pertaba el niño músico — como le llamaban, — 
que en las principales casas se empeñaban con su 
buen tío don Manuel, que lo llevase para tener el 
gusto de oirlo. Allá iba nuestro don Manuel condu- 
ciéndolo de la manito, y cayéndosele la baba segu- 
ramente con el primor de sobrinito, vestidito de 
frac azul con botones amarillos, como usaba la gente 
mayor, que le había regalado el padrino. 

El niño músico era ahijadito del General Rivera 
y de su amable señora, quienes con frecuencia lo 
mandaban traer a su casa, donde acariciándolo lo 
sentaban al piano, admirando la ejecución de aque- 
llas manecitas que se perdían en el teclado. Cuan- 
do Dalmirito acordaba — ése era su nombre, — 
se encontraba a su alrededor con un auditorio esco- 



[133] 



ISIDORO DE MARIA 



' ; . i iíi i¡ ■ ; i 

gido de señoras y señoritas de la relación de la fa- 
milia del General, invitadas para oirlo. 

El niño músico para todos era un prodigio. No 
faltaba entre sus admiradores quien le pronosticara 
que sería con el tiempo un artista, una notabilidad 
musical que haría honor al nombre oriental. Eso 
estaba en todos los labios de los que lo contempla- 
ban extasiados. 

¿Se realizaría la profesía? Eso podrá decirlo más 
adelante La Luz del Alba, el Toque de Alarma o 
Nubes que pasan ¡ creaciones del niño-hombre, lla- 
mado Dalmiro Costa. 

Recordaremos un episodio. 

Un día, allá por el año 35, mandó un billetito 
el General Rivera a la mamá de Dalmirito, pidién- 
dole le enviase a su ahijadito con el ayudante que 
mandaba para que lo acompañase. La mamá lo 
vistió paquetito y se lo envió muy gustosa. 

Cuando Dalmirito fue introducido a la sala del 
padrino, estaba llena de invitados para oirlo, figu- 
rando en primer término dos ricos hacendados ve- 
nidos de Río Grande con sus señoras, don Juan y 
don Domingo Ribeiro, huéspedes del General y a 
quienes quería hacer conocer las precoces dotes mu- 
sicales de su ahijadito, ejecutando de oído en el 
piano. El chiquitín sin turbarse, hizo su saludo y se 
fue al lado de la madrina, que le sentó en las fal- 
das, pidiéndole que tocase algo en el piano para 
que le oyesen aquellos señores. 

Dalmirito, contestó que no se acordaba bien de 
lo que sabía, que lo había olvidado en la noche; pe- 
ro tanto le instó la señora, que le dijo: "Madrina, 
si tiene usted un tata Dios, hágamelo traer". Por 
complacerlo le trajeron un pequeño crucifijo. 



[134] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Lo tomó y besó los pies, diciendo: "A ti sí, tata 
Dios, voy a tocar lo que sepa y que me harás 
acordar". 

Y sentadito al piano empezó con admirable 
desenvoltura a ejecutar con aquellos deditos primo- 
rosos unas piezas de baile, dejando a todos encan- 
tados y atrayendo curiosos en la calle, a la novedad 
de que tocaba el niño músico, hallándose abiertas 
las puertas de los balcones para que pudiese ser 
oído. 

Un niño músico tan celebrado como Dalmiro, 
en tan tierna edad, era entonces una maravilla. 

¿Y quién nos dice que sin saberse cómo, fue sus- 
traído después y llevado a bordo de un buque? 
Tres días amargos pasaron los suyos sin dar con su 
paradero, hasta que al cabo de diligencias se vino 
a saber que se hallaba embarcado, logrando resti- 
tuirlo a su familia. 

Tanta era la fama en que se tenía al niño músi- 
co, que un señor inglés llegó a proponerle a su se- 
ñora madre una fuerte suma de dinero con tal que 
consintiese en cambiarle el nombre y llevarlo a 
Europa. Excusado sería decir que semejante propo- 
sición fue rotundamente desechada y que con el 
antecedente de la pasada sustracción, abrió más el 
ojo su familia, en previsión de cualquier intento de 
sustracción y explotación. 

II 

Dalmiro Costa había nacido para artista. Dejé- 
moslo crecer, estudiar, formarse. 

Era niño y pobre, pero tenía vocación para la 
música, y poco a poco fue desarrollando sus facul- 



[135] 



ISIDORO DE MARIA 



tades intelectuales y perfeccionándose en el estudio. 
Remigio Navarro, Rivero, Quijano, lo alientan. En 
la edad de la adolescencia aprendió la música. De- 
jémoslo en sus nobles afanes para atesorar conoci- 
mientos, para formarse el gusto, para hacerse mú- 
sico y aspirar a la palma del artista. 

Ya es un buen pianista y ensaya con éxito los 
trabajos de compositor. Compone varias piezas de 
baile y empieza a recoger las primeras flores en su 
carrera de artista. Toma asiento al lado de los ar- 
tistas de su tiempo. No se envanece. Quiere mode- 
los. Aspira noblemente a buscarlos en las regiones 
apartadas donde se encuentran, para beber la inspi- 
ración del arte en sus fecundas fuentes y ensanchar 
la esfera de sus conocimientos musicales. 

Menos afortunado que Esnaola, artista argentino, 
que fue enviado a Europa a estudiar la música, y sin 
tener la ventaja de poseer una mano muy a propósito 
para el instrumento que tocaba, que le permitía 
abarcar doce teclas sin esfuerzo, Dalmiro no tuvo 
otra preparación desde niño que su precoz inteligen- 
cia, ni otros estudios que los limitados que pudo 
realizar en su país, pero brillaba, sin embargo, en su 
modesta condición, en la ejecución del piano en los 
conciertos. 

Aparece un día en el escenario de Solís en un 
concierto, en que ejecuta en el piano la gran fanta- 
sía sobre el quinteto de Lucía Lammermoor, y el dúo 
de piano y violín sobre motivos de la Sonámbula, con 
Bernardelli, brillantemente. Su reputación musical en 
ésta como en otras ocasiones en que se exhibe, gana 
crédito. 

¡Ah! Si pudiese realizar sus deseos de ir al Con- 
servatorio de París a perfeccionarse en el estudio con 



[136] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



grandes maestros, el niño músico del 33 al 35, el 
profesor más tarde, podría llegar a remontar el vuelo 
del genio. Pero el nombre propone y Dios dispone, 
como dice el refrán, y el pobre se quedó con las 
ganas. Sus gestiones para conseguir una pensión con 
qué pasar a estudiar a Europa, fueron desafortunadas. 
Lástima que no le hubiesen tocado otros tiempos de 
prodigalidad y favoritismo, hasta para ir a pasear 
en corte con viático y anticipos, sin necesidad de 
autorización legislativa, para ir baúles y volver pe- 
tacas. 

Pero, qué hacerle a la suerte. Dalmiro perseveró 
en la medida de sus fuerzas en su vocación, llegando 
en sus muchas, bellas y celebradas creaciones a dar- 
nos El Toque de Alarma, La Luz del Alba, y sobre 
todo, Nubes que pasan, saludadas con aplauso por 
talentos musicales de nota en un París. 

El niño músico confirmó con los años la idea, la 
esperanza concebida en su infancia, por los que ad- 
mirando las dotes musicales con que la naturaleza 
le había favorecido, le pronosticaban la gloria del 
artista con el andar del tiempo. 



[137] 



ISIDORO DE MARIA 



LOS BAÑOS DEL CUBO Y LAS DELICIAS 

1831 — 1835 

I 

Cualquiera era dueño de tirarse al agua y darse un 
rico baño en el mar, donde más le agradase, sin que 
le costase un cinquiño. 

Chicos y grandes, hombres y mujeres, podían ba- 
ñarse desde antiguos tiempos en un mismo paraje, sin 
que la mezcla de sexo fuera un inconveniente. En eso 
no había hecho alto el Cabildo, ni en lo que hicie- 
sen Jos machos en traje de Adán, entre las señoras. 
Unos y otras lo hacían al aire libre, fuera de algunas 
hija de Eva que a cubierto del paraguas por el sol, 
se desvestían y encapillaban el saco de baño. 

Allá por el año 31 entró a servir el cargo de Jefe 
de Policía don Luis Lamas, en que; dicho sea de paso, 
fue ejemplar, y trató de enmendar la plana antigua, 
en cuanto al entrevero de sexos en el baño, desig- 
nando puntos en la costa del mar, con separación 
para baño de hombres y baño de mujeres. A éstas 
se les destinó el antiguo Baño de los Padres, levan- 
tando una pared al frente de la entrada para ponerlas 
a cubierto de los curiosos. 

Desde entonces el sexo débil pudo tomar sólito sus 
ricos baños en el mar salado, en los parajes designa- 



[138] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



dos, sin tener que escandalizarse de los picaros sin 
calzoncillos, como decían las abuelas, exhibiendo 
cuadros vivos, tal vez por no tener otros disponibles 
que los puestos, de fleco o sin él, porque las fábricas 
de Europa aún no habían ideado el calzón de baño, 
o por lo menos no lo habían mandado ni de muestra 
en sus manufacturas. 

Pero les faltaba algo a las hijas de Eva, para la 
comodidad en los baños de mar. Y ese algo era un 
Establecimiento de Baños en regulares condiciones. 
Ocurrióle a un prójimo del otro lado del charco, im- 
plantarlo con su licencia, en el Cubo del Norte. 

Allí construyó a su modo su establecimiento de 
baños para señoras, constando de diez cuartos o ca- 
sillas de madera, independientes una de otra, con 
escalera para bajar al agua, y provistos de mesa, es- 
pejo y batidor. Prontito se abrió al público a me- 
diados de diciembre del año 35, fijando el precio de 
dos reales de alquiler por hora y media. Los bañistas 
sueltos, en una cuadra de regular espacio separado, 
pagarían un vintén por cada media hora de baño. 

^ Con esa novedad, empezaron las señoras que tenían 
cómo subvenir al gasto, a hacer rumbo a los baños 
del Cubo, y allá iban con su negra atrás, llevando 
el vestido de baño y la sábana para secarse. 

Pero poco tiempo duróles esa comodidad, porque 
a los tres meses de construidos, se mandó demoler, 
y el empresario y las bañistas quedáronse mirando aí 
cielo. 

Adiós baños del Cubo: hasta más ver. ¡Y cuando 
recién empezaban a tomarle el gusto! 

— ¿Qué les pasó para que espichasen tan pronto? 
— preguntará el curioso. 

— ¡Qué había de pasarles! Algo parecido a aque- 



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ISIDORO DE MARIA 



lio del refrán: "quien con lo ajeno se viste, en la 
calle lo desnudan". 

El motivo de la demolición ordenada por la su- 
perioridad, fue no reconocerse la propiedad del te- 
rreno de que se había apoderado el empresario, por 
cuya razón sólo se le permitió seguir por el Gobieíno, 
" con la condición de que concluida la estación de 
" verano, procedería el empresario a demoler las 
"obras y no volverían a levantarse sin licencia su- 
perior, por no reconocer el Gobierno la propiedad 
"del terreno a que se refería la escritura y demás 
"contratos de arrendamientos que presentaba el em- 
presario, y mucho menos el dominio sobre las tie- 
"rras que bañaba el mar y de que se había apo- 
" derado". 

Con mal sino vino al mundo el primer estable- 
cimiento de baños de mar que tuvo la muy noble 
ciudad de San Felipe y Santiago. 

Sucumbió cual tierna flor, 
Cuando empezaba a lucir. 

Y no tuvo sucesor hasta 25 años después, que 
aparecieron en escena los Baños de Bastos en la 
costa del sur, que aunque montados sobre mejor 
pie, no subsistieron por mucho tiempo. Nació en- 
tonces la idea de establecerlos en Ramírez por Es- 
tevez, pero no pasó de proyecto. 

Esta escrito que otros la habían de realizar. Ahora 
pueden ustedes, si gustan, tomar un rico baño de 
mar, a elegir, y hasta a son de música, en los esta- 
blecidos en Ramírez, Pocitos, Gounouilhou, Capu- 
rro, Aurquía, etc., y sobre todo en el magnífico y 
valioso de Gaudencio, en la costa oeste. 



[140] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



II 

Los baños del Cubo habían tenido en su vecin- 
dad nada menos que el Paseo de las Delicias; pero 
éste había desaparecido contando poca vida. Con ese 
recuerdo se consolaba el andaluz de los Baños, no 
sabemos si a manera de aquéllos que decían: "mal 
de muchos, consuelo de tontos". 

— Si sucumbió el Paseo de las Delicias, por el 
que tanto se esmeró don Luis Lamas, para propor- 
cionar en él a su población un punto de reunión y 
solaz, terraplenando y nivelando aquella faja de 
terreno adyacente a los viejos muros en demolición, 
sirviéndole de espaldón el foso, no extraño que 
también hayan sucumbido mis baños, se diría el 
empresario. 

Porque han de saber ustedes, que allá por el año 
31, cuando se echaban abajo las murallas y se 
abrían las calles de San Gabriel y San Luis, tuvimos, 
como quien dice, a la raíz de los demolidos muros 
y a la izquierda de la salida del Portón Viejo, 
nuestro llamado Paseo de las Delicias, creación del 
Jefe de Policía don Luis Lamas, dotado de asientos 
para comodidad del público, inaugurado con música 
y luminarias un 25 de mayo, atrayendo mucha con- 
currencia y haciendo acto de presencia en la noche 
el Presidente de la República y su Ministro de Go- 
bierno. Y como que nos acordamos cual si fuera 
hoy, que en los momentos que S. E. felicitaba a don 
Luis Lamas por su pensamiento y su obra, discu- 
rriendo por allí las parejas de bracete y una pro- 
cesión de muchachas currutacas, se le acercó el ca- 
pitán don Luis Herrera, y después de cortés saludo, 



[141] 



ISIDORO DE MARIA 



dijo muy contento a S. E.: — "Señor Presidente, yo 
también he querido asociatme a la fiesta desde la 
distancia, mandando iluminar el frente de mi casa 
en el Arroyo Seco. Dígnese V. E. mirar las lumi- 
narias". Y con efecto, aparecía a lo lejos profusa- 
mente iluminado el edificio conocido por de don 
Gervasio Pérez, en el Arroyo Seco, de que aún se 
conserva parte con sus ombúes seculares, y que era 
entonces la residencia de la distinguida familia de 
Herrera, soldado del Sarandí. 

Delicias fue su nombre de bautismo, sin duda 
por la agradable vista al campo, y el de propor- 
cionar un punto de reunión y sociabilidad en las 
afueras, donde ir a tomar el fresco y espatcír un 
poco el ánimo, contrastando con el desaguisado del 
bajo hacia el Cubo, y el declive embromado de la 
salida del antiguo Portón en dirección a la loma 
traspuesta del arroyito de la Ciudadela, sus zanjas y 
barrancos, cuyo trayecto no dejaba de poner a prue- 
ba las piernas de los viandantes para ir al tambo 
de Salas, situado bajo una enramada en la altura 
llamada después de la Buena Vista. 

Como quiera que fuese, sirvió entonces de paseo 
a los moradores de San Felipe y Santiago, como que 
a falta de pan buenas son tortas, estando situado. . . 
¿en dónde les parecerá a ustedes, benévolos lectores? 
— En donde es hoy la calle del Juncal, en la cua- 
dra entre Cerrito y 25 de Mayo. 

Y no faltó quien lo plagiara, sin ser escribidor, 
a los pocos años en el Paso del Molino, donde se 
estableció otro Paseo de las Delicias, en lo de Mata, 
con su corrida de sortija los domingos. 



[142] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



NOCHE ALEGRE 



Allá por el año 21, hubo un eclipse de luna, que 
puso en alarma a los benditos moradores de San 
Felipe y Santiago, juiepeados con el anuncio fatídico 
de que en esa noche iba a salir el mar de su centro, 
y tragárselos sin remedio. La gente sencilla, que todo 
cree, tenía un jabón de mi flor, y vaya usted a di- 
suadirla de la grilla. Se la había tragado la pobreci- 
11a, y en vano era querer quitarles el cerote. 

— Que sí, señor, decían las buenas viejas; Sor 
Francisca, la beata arribeña, pronosticó al sacudir el 
polvo de sus, sandalias en el embarcadero, que el 
mar se tragaría a Montevideo y Buenos Aires. Y 
bien puede ser que esta noche se cumpla su pronós- 
tico. Encomendémonos a Dios, y encendamos velas 
a todos los santos de la corte celestial. 

Y otras le hacían coro, remachando el clavo de 
la credulidad. El mar es traicionero. Me acuerdo de 
lo que me contaba mi difunto padre, sucedido en 
Buenos Aires el año 92, en que el río se retiró muy 
lejos, dejando en descubierto la playa, y luego volvió 
a crecer con más fuerza, amenazando tragar la tierra. 

— Y me acuerdo también yo, añadía un viejo de 
los antiguos Miñones, de aquella fuerte pamperada 
que hubo en Buenos Aires el año 11, que bartió las 
aguas del río por espacio de diez leguas, dejando todo 



[143] 



ISIDORO DE MARIA 



en seco, y tanto que unos capitanes de los buques 
ingleses fondeados a 3 y 4 leguas de la ciudad, se 
vinieron a ella a pie enjuto, dando la noticia de que 
una de nuestras fragatas bloqueadoras quedaba en 
seco, y casi se nos vienen fuerzas de tierra a atacarla 
a favor de la bajante, y luego volvió a crecer el río 
extraordinariamente con gran susto de la población, 
que creyó iba a tragarla. Y fíese usted del mar. ¿No 
lo hemos visto aquí entrarse como por su casa hasta 
la esquina del Reloj, y llegar a cubrir en una gran 
creciente hasta las troneras de la Isla de Ratas? 

Con esas cosas acrecía el temor y el julepe de la 
gente timorata, que creía en el anuncio de que con 
el eclipse iba a salir el mar de su centro. 

El hecho fue, que por las dudas, la gente pasó 
en vela toda la noche con ojo al mar, recorriendo 
multitud de vivientes la muralla o el recinto, pare- 
ciéndoles ya ver a las olas del mar encima. El miedo 
o la curiosidad no cesó de llevar gente a la muralla, 
a ver si el mar salía de su centro, para poner píes 
en polvorosa el que pudiera, para librarse de la ava- 
lancha. ¿Verdad, eh, que fue una noche alegre? 

¿Y a dónde vas, Vicente? Al ruido de la gente. 
— Y allá fuimos también, como muchachos curiosos, 
a ver la cosa, que pasó sin novedad, después del ju- 
lepe mayúsculo que dio el tal anuncio a la gente 
sencilla, de anchas tragaderas. 



[144] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



TRADICION DEL HIMNO NACIONAL 

1833 — 1848 

A LOS FUNDADORES DEL 
CONSERVATORIO MUSICAL "LA LIRA" 

De pie y descubiertos para oír el Himno Nacional, 
cuyas notas hacen palpitar de entusiasmo el corazón 
del patriota, arrancando lágrimas, mezcladas de gozo 
y de tristeza, al de los ancianos, que al oirlo se sienten 
más conmovidos por la santa religión de los re- 
cuerdos. 

Es la sagrada reliquia que nos legaron nuestros 
padres. Guardémosla sin jamás profanarla. 

Orientales: la Patria o la tumba, 
Libertad, o con gloria morir . . . 

Perdonad, que es un dulce sueño de la mente. 
La letra existe. Sabemos y repetimos el coro y las 
estrofas desde el año 32, obra de nuestro primer vate 
Acuña de Figueroa; la habíamos entonado tantas 
veces al compás de la música, pero ninguna de sus 
composiciones tenía el carácter de exclusiva, ninguna 
llevaba el sello oficial de música del Himno Na- 
cional. 

La tradición nos hace conocer su historia. 



[145] 



ISIDORO DE MARIA 



Nuestro Himno Nacional no tuvo música exclusiva, 
oficialmente decretada, hasta el año 1848. 

Hasta entonces, en las festividades cívicas se había 
cantado indistintamente por otras músicas o parti- 
turas. 

El año 33, en la primera gran fiesta del aniversa- 
rio de la Jura de la Constitución, se cantó en el 
teatro de San Felipe, con música compuesta por el 
profesor Barros. 

En el mismo año se cantó con otra música com- 
puesta por . el profesor Smolzi, 

En el año 35 se cantó con música compuesta por 
el profesor Sáenz, director de la orquesta del teatro. 

El año 37 se cantó, por vía de ensayo, con mú- 
sica compuesta por el profesor Casalli, y por reco- 
mendación especial hecha a la empresa por la Co- 
misión Censora de Teatros, de que era Presidente 
don Bernardo Berro, y secretario don Francisco Acu- 
ña de Figueroa. 

El año 38 se cantó por música refundida nueva- 
mente por el profesor Sáenz. 

El año 40 se cantó el 25 de mayo, por música 
compuesta por Fernando Quijano (oriental), bajo 
el seudónimo de Un Joven Oriental, 

El año 45 se llamó a concurso por el Gobierno 
a los profesores Barros, Deballi, Mochales, Smolzi' 
Lucci y Pellegrini, para que presentasen composi- 
ciones musicales para el Himno Nacional en el 
plazo de 30 días. 

De éstos, sólo dos profesores presentaron la suya, 
por cuya razón el concurso o certamen musical 
quedó sin efecto. 

Entretanto, seguíase cantando el Himno Nacional 
por la música de Quijano, instrumentada por Deballi 



[146] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



para la orquesta, hasta que en definitiva se decretó 
el año 48, música exclusiva, la dedicada por Quijano, 
que hace 42 años es la oficial y la única de nuestro 
Himno Nacional, cuyo mágico poder levantó y le- 
vanta el espíritu varonil de los nobles orientales, que 
no han degenerado de sus mayores. 

Punto final, y aquí el decreto de la referencia, que 
brilla por su ausencia en las Colecciones de Leyes y 
Decretos: 

"Montevideo, 26 de julio de 1848. — Decreto. — 
Siendo necesario dar al Himno Nacional una música 
adecuada, con que pueda entonarse en los días festi- 
vos de la Patria, y habiendo merecido la aprobación 
del Gobierno la composición del ciudadano don Fer- 
nando Quijano, el Poder Ejecutivo acuerda y decre- 
ta: — Artículo i 9 El Himno Nacional tendrá por 
música exclusiva, la que le ha dedicado el citado ciu- 
dadano don Fernando Quijano. — Art. 2 Q Pásese al 
Ministerio de la Guerra el ejemplar de la composi- 
ción presentada, para que sea distribuida a las Mú- 
sicas del Ejército. — (Firmados): Suárez. — Ma- 
nuel Herrera y Obes." 



[147] 



ISIDORO DE MARIA 



EL BARBERO DE ANTAÑO 
1804 — 1830 



— Mi barbero era una alhaja, hablantín como to- 
dos los barberos, pero listo y divertido como nin- 
guno. Con decir que era hijo de la tierra de Ma- 
ría Santísima, basta — solía decir antaño un pa- 
rroquiano de la barbería de la calle de San Pedro 
a la vuelta del Reñidero de Gallos, que acostum- 
braba ir a hacerse la barba y echar, cuando se 
ofrecía, una cana al aire con el barbero. A eso le 
contestaba otro parroquiano de la barbería del tío 
Pepe: — Pues el mío no se queda atrás en eso de 
darle a la sin hueso mientras enjabona, asienta la 
navaja en su asentador de cuarta y media, y lo 
mantiene a uno con la bacía al cuello, enclavado 
en el sillón de vaqueta. 

Para chascarrillos, cuentos verdes y chismogra- 
fía del barrio, se pinta solo. Mire usted: es un 
lince, que todo lo pispa, una gaceta andante, que 
todo lo sabe, lo mismo lo de la partera, el Padre 
Guardián, o la Montañesa, que de las cosas de 
Bonaparte. Es entretenido y gana- bien el real del 
afeite. 

Vamos que el hombre entiende del oficio, y el 
pardillo Justo, que tiene de ayudante de navaja, 
no se queda atrás. A fe que tiene bien enseñado 
al muchachón. 



1 148] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Vea usted: cuando en ausencia del patrón me 
hace la barba me conversa por siete, mientras le 
da al jabón, y agua va y viene de la bacía ha- 
ciendo espuma hasta las narices, y refriega que 
refriega la barba. Una vez preguntéle: — ¿por 
qué tanta lengua al enjabonar? — Señor, contes- 
tóme el muy ladino, "porque así entretengo y se 
remoja bien la barba, para correr mejor la nava- 
ja". De tal maestro, tal discípulo. 

Pues señor, tantico más o menos, todos los del 
oficio eran cortados por la misma tijera. Barbero 
sin chistar, y mujer sin pico, decía el andaluz, échese 
usted a buscarlo. 

Bien puede ser así, pero no seré yo, que no soy 
indaluz, quien lo diga; no por él, sino por ellas, 
aunque Napoleón dijera que el mejor adorno de 
la mujer era el silencio, como si el gran capitán 
del siglo hubiera querido dar a entender con el 
dicho, que el pico no les sentaba bien. Cosas de 
Bonapatte. En todo caso lo que yo diría es: — 
barbero mudo, tienda sin parroquianos. Eso sería 
bueno para el barbero de sí propio, como mi buen 
abuelo, que estando en su afeite dándole a la nava- 
ja, Dios lo libre de conversar, ni que le contasen 
historias, por temor de algún tajillo. 

Barberos hubo, y barberos hay, y algunos de la 
flor envido; pero venga uno a saber con certeza 
desde cuándo los hubo en la tierra, aunque sea de 
suponer que nuestro padre Adán tendría patillas y 
no sabemos cómo haría para afeitarlas, si quería pa- 
recer buen mozo. 

Cuenta la tradición que los judíos se afeitaban 
con una especie de piedra-pómez, y que los grie- 
gos y los romanos se aplicaban a la barba cierto 



[149] 



ISIDORO DE MARIA 



líquido corrosivo, que les producía con frecuencia 
enfermedades en la piel. Sería porque no habría 
barberos ni navajas de barba. Pero según noticias 
eclesiásticas muy curiosas que he leído, el año 700 
tuvo principio el abrirse corona a los sacerdotes, 
y eso no podía hacerse sin navaja y barbero. Lue- 
go, cuando menos, en ese tiempo ya había barbe- 
ros, aunque no fuesen como el de Sevilla, Fígaro 
qua, Fígaro la 

Para eso nuestros charrúas y minuanes, que no 
necesitaban barbero, porque lo que les sobraba de 
pelo en las melenas, Ies faltaba de barba en la an- 
chota cara, lampiña. 

Y niegue el que quiera la ventaja de ser lam- 
piño, que no necesita navaja ni barbero; aunque si 
todos lo fueran, mal negocio para el pobre bar- 
bero. 

^ Como de gusto no se ha escrito, otros no esta- 
rían por ella, sino por tener patillas a lo Figueira 
o a la inglesa, o bigote a lo Víctor Manuel o 
Humberto, o tan siquiera a lo Misia Dolores, o Mi- 
sia Carmen de antaño. Tan es así, que conocimos 
hasta pollitos de cara limpia y tersa, que andando 
tras el bocito o la chuleta, como llaman ahora, 
daban quehacer al barbero y a la navaja de barba, 
saltando de contentos al mirarse al espejo, viendo 
negrear siquiera el bigotito de gallo. 

Dígase lo que se quiera del barbero en lo antiguo 
y en lo moderno, fue un tipo útil y entretenido en 
su oficio, de hacer la barba al prójimo y pelar, 
aunque algunos trasquilasen. El caso era meter ti- 
jera a la chasca, o al pelo largo, aunque en los 
tiempos de antigua data, no entrasen por esa gracia 
los de trenza, como el buen viejo don Felipe que 



C 150] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



murió con ella, queriéndola tanto como las mucha- 
chas las suyas, generalmente tan hermosas y largas 
antes, con la pomada de caracú, que las ostentaban 
hasta de mas de una vara de largo, o h'asta el ruedo 
del vestido las bajas de estatura. Pocas son ahora 
las que pueden lucirlas, no sé si gracias a los aceites 
y cosméticos, o al Tónico Oriental tan cacareado. 
La moda hoy es a pelo seco, nada de grasitud, que 
embroma la gorra o el sombrerito y la funda de la 
almohada. 

Y a propósito de trenzas o cabelleras, viene a 
pelo, pues que de pelos se trata, el hecho raro, o 
como ustedes quieran llamarle, de haberse encon- 
trado una rubia y bella cabellera perfectamente 
conservada entre los restos de un cuerpo que con- 
taba por lo menos medio siglo de enterrado en San 
Francisco, cuando se demolió esa iglesia, allá por el 
año 60. Mucho se habló de ese sorprendente ha- 
llazgo dentro del ataúd, y vive todavía el que lo 
encontró en la excavación, que no me dejará men- 
tir, el buen anciano don J. Ignacio Fernández. 

Hasta el año 16 eran pocos los barberos que ha- 
bía aquí, y contaditas las barberías de aspecto tan 
lucido como pueden ustedes figurarse de un cuarto 
a la calle, con una bacía de lata colgada de seña a 
la puerta, y una cortinita de zaraza de tapapuerta, 
dos o tres sillas de vaqueta, un lavatorio de mo- 
rondanga, un espejito, un paño colgado, la bacía, 
el jabón, las navajas, las tijeras, el peine, un pocilio 
de pomada, un par de pañítos para limpiar la nava- 
ja, la píedrita de afilar, un asentador mayúsculo, 
otro de palo de pita, y algún otro cachivache. 

Con tales elementos, por lo común, debían ser 
como a pedir de boca las barberías de antaño. Pero 



[151] 



ISIDORO DE MARIA 



los pobres barberos, incluso el del hospital, hacían 
por la riña, pues a falta de parroquianos y de algu- 
na muela que sacar, aunque fuese con carrillo y to- 
do, se entretenían en hacer sus cigarrillos y matar 
el tiempo charlando con el vecino. 

El negocio era poco con las barbas, y eso que te- 
nían que hacerla incluso el bigote, porque en aquel 
tiempo nadie lo usaba, sino los militares; y por su- 
puesto, la barba cortada y no entera, que no era de 
uso. Lo que más le producía era la lanceta, porque 
las sangrías estaban en auge en el sistema curativo, 
y el barbero sangrador sacaba siquiera provecho en 
eso del oficio, tanto más cuanto que entonces no 
habían aparecido en escena las sanguijuelas de nin- 
guna clase, ni aun las vestidas y calzadas, para chu- 
par la sangre al prójimo, que conocerán ustedes 
fresquitas, según las crónicas de más moderna data. 

La costumbre antigua, desde la época colonial, 
era afeitarse cada cual, y no había persona de me- 
diana posición que no tuviese su estuchecito de na- 
vajas y su espejito para hacerse la barba, en cuanto 
se levantaba, antes del chocolate o del mate. Así era 
que poco le daban que hacer al barbero. 

[Y qué prácticos eran los viejos y los mozos de 
aquel tiempo, en el manejo de la navaja de barba, 
sin haber aprendido el oficio de barbero! Se afeita- 
ban tan bien, que ni Martínez, ni Arroyo Ginés, ni 
el colombiano de grandes sellos de Canelones, maes- 
tros después en el oficio, Ies ganaban. Me acuerdo 
de algunos un tantico presumidos, que después del 
afeite se peinaban la patilla con un peinecito de ca- 
rey, que daba gusto. Y como lo que se hereda no 
se hurta, o lo que se aprende cuando mozo no se 
olvida del todo, apostaríamos a que hay todavía al- 



[152] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



gún anciano, peripuesto y frescachón, que no se ol- 
vida de sus tiempos, peinando su patilla cana, co- 
mo don Manuel, el vecino de enfrente, o don Po- 
licarpo. 

Aquella buena costumbre de nuestros mayores, 
tenía la ventaja de no exponer el pescuezo a un res- 
balón de mano ajena, y sobre todo, de ponerse en- 
teramente a cubierto de que los vacunasen las na- 
vajas de los barberos, trasmitiéndoles sin querer con 
ellas, los malos humores de otros, ocasionándoles 
enfermedades en la piel, parecidas a las de los grie- 
gos y romanos con el líquido corrosivo. 

El mundo marcha, y así marchara el barbero de 
antaño mejorando poco a poco. Lo que es por aquí, 
desde la venida de los portugueses empezó a cam- 
biar la cosa, aumentando los parroquianos y el tra- 
bajo, dando lugar al establecimiento de más barbe- 
rías y mejor arregladas, como aquella que se abrió 
en la calle de San Carlos, en los bajos de la casa de 
Árraga, y aquella otra de la calle de San Pedro, 
cerca del Coliseo, y para más lucir, el maestro 
Andrés, con los honores de peluquero, que bastante 
tuvo que manejar el fierro para erizar a las de tono. 

Vino más tarde el peinado a la romana, y ya tu- 
vieron quehacer las tijeras de los barberos o picho- 
nes de peluqueros con las muchachas a la moda. 

La cosa empezó desde entonces a pintar de otro 
modo, y conocimos barbero tan pelechado, que tiró 
al diablo las navajas de antaño y se hizo propietario. 
Es tradicional la Quinta del Barbero, allá por el 
Pantanoso, que no quiso saber más de barbería, 
hallándose mejor con sus plantíos que con las na- 
vajas de barba y tijeras de cortar el cabello. ¡Oh, y 
qué buenas comilonas hubo en ella! 



[153] 



ISIDORO DE MARIA 



Sobre todo, vino a ser histórica el año 26, cuando 
la acción del Cerro; porque ha de saberse que en 
ella fue la emboscada de los patriotas en armas de 
esa época, quienes abriéndose paso en la noche por 
el cercado, monte y zanja, cargaron a los Mineros 
de la guarnición del Cerro en la fajina, y me los 
pusieron en derrota, cantando victoria los del N 9 9 
a las órdenes del coronel Oribe. 

Ahí tienen ustedes un barbero de antaño, afortu- 
nado, aquí por casa, que si no alcanzó en su oficio 
el título de Marqués de Queluz, con que distinguió 
el Rey de Portugal don Miguel al suyo por sus ha- 
bilidades, conquistó el de honrado y laborioso obrero 
en su oficio. 

Peor fue Bej araño, el barbero de Francia, dictador 
del Paraguay, que fuese por su color o porque chi- 
flaba, acabó por recibir del tirano 200 zurriagazos 
en la plaza de la Asunción. ¡Pobrecillo! 

No se hizo para él ni para los de antaño el cán- 
tico del "Barberillo de Lavapiés". 

Para un barbero en su oficio 
Eso no trae desventaja, 
' Que cuanto más jabonantes, 
Corre mejor la navaja. 

De peluqueros nada dijo la voz del Sinaí; pero 
sí mi cartera, que apuntó a Mr. Julio y a Casenave 
entre los primeros de los modernos del oficio, que 
manejaron el fierro. 

Se acabaron las bacías y el jabón de España. Vi- 
nieron las pastas, los polvos, los pulverizadores y 
tantas otras cosas de moderno uso, que dejarían con 
la boca abierta al barbero de antaño. 



[154] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL BUEY NOBLE 
1833 — 1835 

Hubo un carrero, allá por el año treinta y tantos, 
que se ocupaba en el acarreo de materiales para una 
obra que se construía en la calle de San Miguel, 
cerca de San Francisco. 

A uno de los bueyes de tiro de su carreta le había 
puesto Noble, por sus buenas condiciones, que no 
necesitaba picana para andar, como el Oseo, el Cho- 
rreado y el Corneta, que formaban las yuntas de su 
carreta. 

El carrero acostumbraba ir por la calle de los Ju- 
díos en dirección norte, doblando por la de San 
Miguel, pasando comúnmente con su vehículo por 
frente a la casa de altos de don Diego Noble, situa- 
da en la misma calle, haciendo esquina con la de 
San Joaquín. Don Diego era un rico comerciante, in- 
glés de nación, Noble de apellido y de sentimientos. 

Hallábase un día en los balcones de su casa, en 
circunstancias que pasaba el carrero con su carreta 
cargada de ladrillos y observó, como otras veces, que 
llamaba Noble a uno de los bueyes de tiro. 

En el acto hizo llamar al carrero con interés. Éste 
detuvo la carreta y fue al llamado de aquel señor, 
creyendo que sería para darle algún trabajo. 

Subió el paisano arriba a saber lo que se le ofrecía. 

[155] 



ISIDORO DE MARIA 



Don Diego lo recibió muy bien, y le dijo: — Te he 
llamado para hacerte una propuesta. Me intereso en 
comprarte uno de tus bueyes, pero ha de ser el 
Noble, porque me gusta. Dime cuánto pides por él, 
y ahora mismo te lo compro. 

— Señor — le contesta el carrero, — casualmente 
ese buey es el mejor que tengo para el trabajo; no 
es mañero ni arisco, sino noble y voluntarioso, y 
sentiría deshacerme de él, pero por servir a usted 
se lo venderé; me ha costado 40 pesos. 

— Está bien, — le dice don Diego. — Te daré por 
él cuatro onzas de oro para que puedas comprar 
otro y te sobre dinero para tus necesidades. 

— El carrero sorprendido de aquella oferta, y sin 
poderse explicar el motivo, se le hacía más que 
buena la partida y la aceptó con agradecimiento. 

— Pues no hay más que hablar, díjole el buen 
inglés, y en buen castellano. Aquí tienes el importe, 
pero vuelve lo que descargues; desúncelo y llévalo 
al corralón de la vuelta, y déjamelo ahí con cuidado. 

Dicho y hecho. Regresó el carrero y condujo el 
buey al corralón o barraca que había a espaldas de 
la Aduana Vieja, donde existe ahora el Teatro Cibils. 

Noble ya fue dueño del buey noble. Sería una ex- 
centricidad, o lo que se quiera; pero lo cierto es que 
se propuso, por el nombre que le puso el carrero, 
libertarlo del yugo y que a nadie perteneciese sino a él. 

¡Qué más quiso el buey! 

¿Qué hizo don Diego para conservarlo libre de 
todo trabajo? 

Lo mandó al Rincón del Cerro, con recomenda- 
ción especial de que se le cuidase mucho y que abso- 
lutamente no se le emplease en ningún género de 
trabajo. 



[156] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Al engorde y al descanso marchó el buey, que si 
hubiera hablado, ] cuántas gracias habría dado al ca- 
rrero que, inconscientemente, le había puesto Noble, 
en vez de Barroso u otro pelaje! 

Allí subsistió por mucho tiempo. No sabemos 
si moriría de viejo, después que su protector, el 
honrado don Diego Noble, miembro conspicuo del 
comercio de esta plaza, se quitó la vida desgracia- 
damente en el año 35, impresionando dolorosamen- 
te a ía sociedad entera de Montevideo. 



[157] 



ISIDORO DE MARIA 



LOS PROPIOS DE MONTEVIDEO 
1753 — 1834 



Las tierras llamadas de Propios de Montevideo, 
transformadas ahora en pintorescas poblaciones, han 
de saber nuestros lectores que fueron amojonadas el 
siglo pasado, allá por el año 1753, por una comi- 
sión compuesta de don Antonio Carne jo Soto, pi- 
loto, don Bruno Muñoz, don Pedro Montesdeoca y 
don Francisco Pagóla, troncos de antiguas familias. 

Pero lo que no sabrán probablemente, es quiénes 
fueron con el andar del tiempo, los colonos pobla- 
dores. 

Aquí tienen ustedes la lista, tal como suena en el 
padrón formado por el viejo inspector de caminos 
don Juan A. Orta: 



1. Edificios de Maciel 

2. Maxedo 

3. Luisa la Cordobesa 

4. Aditán Ozán 

5. Francisco Segovia 

6. Antonio Cabanas 

7. Juan Amado 

8. Juan Fleytes 

9. Marcelo de la Noria 

10. Juan Vila2a 

11. Juan Sánchez 

12. Miguel Rodríguez 



13. Antonio Cabanas 

14. J. Suárez 

15. David Bucheli 

16. Epegoria Gómez 

17. Juan Loraeta 

18. Ignacio Calvo 

19. Agustín Estrada 

20. Francisco Oribe 

21. Francisco Juanicó 

22. Carlos Camuso 

23. María Antonia Farías 

24. J. Roda 



[158] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



25. María del Pilar 

26. Ignacio Sala 

27. María del Jem Caballero 

28. Tonbio Mexeles 

29. Dámaso Larrañaga 

30. José Ferrer 

31. Eduardo Layera 

32. Antonio Martínez 

33. Domingo Riestra 

34. Eran cj seo Paredes 

35. El Granadino 

36. Manuel Martínez 

37. J. Calatayud 

38. E. Martínez 

39. Los Ermios 

40. Gregorio Pereyra 

41. Ignacio Caballero 

42. Leocadia Aragón 

43. Juan Vidal' 

44. Juan Martínez Merlo 

45. Juan Troys 

46. Jacobo 

47. Diego Gil 

48. Julián Cuadrado 

49. Manuel Muiños 

50. Aniseto Patrón 

51. Martín Jatgán 

52. J. Seyra 

53. Saladero 

54. Juan Patrón 

55. Juan Montes 

56. Mant Sacias 
57 Jorge García 

58. Gregorio 

59. J. Flores 

60. Isidoro Rodríguez 

61. Juan el Canario 

62. Venancio Gu 

63. Rosendo Barrios 

64. Marcial Bonilla 

65. Francisco Bueno 

66. Bernardo Pereyra 

67. Rafael Perdomo 



68. José Perdomo 

69. Seballos 

70. María J. Arbelo 

71. Labuena Clara 

72. Mariquita 

73. Gutiérrez 

74. Pascual Calo 

75. Mauricio 

76. Cayetano Silva 

77. Tomás Bonilla 

78. Edificios del saladero de 
Seco 

79. María del Rosario 

80. Dionisio Martínez 

81. Francisco Parada 

82. Bernardo Ardoy 

83. Gabriel Roscan 

84. José Nubel 

85. Antonio Ramírez 

86. Luis Maciel 

87. María Barbosa 

88. Cas.° 

89. Domingo Artayeta 
90 Andrés Irrazábal 

91. Anrolín Reyna 

92. Juan Langrené 

93. Diego Espinosa 

94. Juan Bargas 

95. Miguel 

96. Jacitali 

97. Niño Diablo 

98. Flario 

99- Gregorio Cabanas 

100. Crecencia Pérez 

101. José el Carpintero 

102. Diego Espinosa 

103. Rosa Decide 

104. Artecona 

105. Pulpería de Pérez 

106. José Mellado 

107. Paula 

108. Luis Arias 
10?. Manuel Alonso 



[159] 



ISIDORO DE MARIA 



110. Esquibel 

111. Paula Carnabal 

112. i ? 

113. Machico N. Gour 

114. José Barrabín 

115. Bartolo Satán 

116. Clemente Reynoso 

117. Manuel Barrio 

118. Clemente Reynoso 

119. Gertrudis Calvo 

120. Pascual Brea 

121. Juan García 

122. Francisca Lapar 

123. Tomas Alolina 

124. J. Trugillo 

125. Juan Luine 

126. Pelegrín 

127. M* Barganes 

128. Juan Pérez 

129. Clemente Alvares 

130. Gabriel Posada 

131. Antonio el Portugués 

132. Juan del Río 

133. Antonio Dicor 

134. La Alhóndiga 

135. Difunto Sánchez 

136. José Grandal 

137. Antonio Pérez 

138. Eusebio Vázquez 

139. Cayetano Otero 

140. Juan Agustín Orrego 

141. María Grandal 

142. Ventura Sar 

143. Machino Oducto 

144. Antonio Rodríguez 

145. Félix Maza 

146. José Paz 

177. Andrés Pequeño 
148. 

149. Julián Savedra 

150. Juan Medero 

151. Tadeo Alcariz 

152. Felipe Juilto 



153. Pedro Coto 

154. Miguel Granada 

155. Elias Jenag 

156. Figurita 

157. Panadería de Vidal 

158. Ignacio Ulbeyra ' 

159. Bernardo Loriera 

160. Tío Ortega 

161. Tapera de N. 

162. Isidora 

163. Juan Alendes 

164. Isidora Achucarro 

165. Pedro Rivadavia 
166. 

167- Vicente Sotelo 

168. Juan Sánchez 

169. ' Pedro Lavego 

170. Clotilde Bordas 

171. José Moreno 

172. Francisco Rijo 

173- Manuel de los Santos. 

174. Tapera de N. 

175. Miguel el Lechero 
1 76 Aguirre 

177. Saladero de Silva 

178. Manuel Respra 

179. Pascual Lado 

180. Juan Méndez 

181. Felisberto 

182. Martín Aguirre 

183. Antonio el Confitero 

184. Rafael Silva 

185. Ana Seco 

186. Tapera de N. 

187. José Gómez 

188. Josefa 

189. Pablo el Carpintero 

190. Viuda del Maltes 

191. Lucas Obes 

192. Pablo el Maltes 

193. El Canario 

194. Pepe 

195. Antonio Atender 



[160] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



196. José Móntales 

197. Tapera de N. 

198. Tapera de N. 

199. Eusebio Vázquez 

200. Melchor Alendor 

201. Ana González 

202. Clara Amaro 

203. Vico Macuso 

204. Rancho de N. 

205. Francisca Macuso 

206. Silvestre Alcorete 

207. El Pastero 

208. Nicolás Olasa 

209. Andrés Alvarez 

210. Ramón Irreyera (y Irte- 
ra) 

211. Ramón Ferreyra 

212. Casa de Dios 

213. Idem 

214. Panadería López Real 

215. Pedro Herrera 

216. Pedro Ariza 

217. José Ariza 

218. Joaquín de la Rosa 
219- Justo León 

220. Lorenzo Olivarre 

221. José Arvelo 

222. Francisco Velez 

223. Marcial Bonilla 

224. J. B. Castelli 

225. Eulogio Pínaso 

226. Miguel González 

227. De N. 

228. Ramón Ferreyra 

229. J. Pablo Alvarez 

230. Difunto Roteño 

231. Salvador García 

232. Difunto Negrito. 

233. Difunto Negrito 

234. Manuel O. Badía 

235. Manuel Estévez 

236. Francisco. 

237. J. Cavia 



238. Matrero. 

239. Tapera de N. 

240. Mariquita Pernas 

241. Francisco Baliñas 

242. Francisco Fernández 

243. Difunto Perico 

244. José Campema 

245. Jerónimo Alvarez 

246. Miguel Chapero 

247. Estanzuela 

248. Escalarte 

249. Manuel de la Vega 

250. Saladero de Pereyra 

251. Benito Rivera 

252. José el Chileno 

253. Tomás el Canario 

254. Agustín Trugillo 

255. Manuel Gutiérrez 
256 Benito Rosendo 

257. José Martínez 

258. Lapido 

259- Martín Lamas 

260. Pedro Correa 

261. Pedro Cavia 

262. Agustín Tort 

263. José Ponce 

264. Agustín Castro 

265. Juan Blanco 

266. Pedro Alagida 

267. Juan el Carreoero 

268. Barbosa Pérez 

269. Santos 

270. Jacinto Posada 

271. Juan Potedo 

272. Justo 

273. Josefa Castro 

274. Juliana Carvellano 

275. Juan Almirón 

276. Panadería del Garbance- 
ro 

277. Juan Francisco 

278. Francisco Tapiño 



[161] 



ISIDORO DE MARIA 



279- Panadería de Manuel 
Ortega 

280. Adrián Castro 

281. J. Cobramenz 

282. Manuel Rosendo 

283. Difunto Roca 

284. Idem Arora 

285. Juan Lucero 

286. Toribio Menéndez 

287. Isabel Herrera 

288. Manuel Alcaraz 
289- María García 

290. Antonio el Albanil 

291. Juan Areta 

292. J. Mezerio 

293. Tomás Borala 

294. Francisco Maiz 

295. Manuel Sovera 

296. Panadería de Magariños 

297. Carlos 

298. Pedro Llambí 
299- Las Albahacas 

300. Isidro López 

301. Pedro Espíndola 

302. El Genovés 

303. Domingo el Genovés 

304. Juan Bartolo Bristo 

305. Panadería Juan Méndez 

306. J. Pin 

307. José Minís 

308. Luis de la Rosa 

309. Maestro Vicente 

310. La Portuguesa María 

311. Juan Peirallo 

312. Santiago Ibañes 

313. Tapera de N. 

314. Yerno de Tío Diego 

315. Vicente Coyro 

316. Vicente el Vizcaíno 

317. Melchor González 

318. Juan Alendor 

319. Disiastro Junía 

320. Arturo Méndez 



321. Antonio Megargo 

322. Mauro 

323. José Gelpes 

324. Panadería de Muyñoz 

325. José Camaño 

326. F. Macuso 

327. Miguel Fernández 

328. Juan Estévez 

329. Francisco Rodríguez 

330. J. Leiche 

331. Maten 

332. Juan Sánchez 

333. Francisco Macuso 

334. Panchero 

335. Sebastián Portugal 

336. Segundo 

337. Mauricio 

338. Cándido Pinespo 

339. José García 

340. Antonio López 

341. Pedro Baldivia 

342. Igucier 

343. Juan Antonio Freiré 

344. 

345. Lorenzo 

346. Damasia 

347. Manuel Pérez 

348. Francisco Urelle 

349. Cipriana 

350. Luis Sierra 

351. Francisco Bueno 

352. Asencío Mugia 

353. Tapera de N. 

354. Juan Antonio Panata 

355. J- B. Beracíases 

356. Manuel Gil 

357. Luis Yaques 

358. José Domingo Burgos 
359- Antonio José Pinto 

360. Chapero 

361. Manuel Curto 

362. Bernardo Ardoy 

363. Capilla del Cordón 



[162] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



364. Sebastián Portugal 

365. Fermín Macupso 

366. Giabula 

367. Zuluaga 

368. J. Matero 

369. El Carpintero 

370. Miguel Pisani 

371. Félix Bujareo 

372. Felicia 

373. J. Ayarre 

374. Tomás 

375. Tomás Alomo Durán 

376. Juan Meléndez 

377. Carlos Martínez 

378. El Cristo 

379. *Arismendi 

380. Diego Blanco 

381. Baltasar Canicoa 

382. Antonio Gavón 

383. Tío Pavón 

384. Ignacio Portal 

385. N. 

386. El Paraguay 



387. Vicente Arismendi 

388. Ignacio Mugíca 
' 389. Vicente Platero 

390. Garmendia 

391. Juan Patino 

392. N. 

393. Francisco el Pescador 
394 Manuel Lezama 

395. Blas Vidal 

396. Masini 

397. Roque González 

398. José Méndez 

399. Aveleyra 

400. Gabriel Ramos 

401. Macuso 

402. Jerónimo García 

403. Domingo Piñeyro 

404. Miguel Gerónimo 
405- Matías García 

406. Isidro España 

407. Juan Velázquez 

408. Mateo Ramírez 

409. Batería de Sta. Bárbara 



[163] 




LIBRO CUARTO 



A RICARDO PALMA 



Una voz amiga, desde la histórica ciudad de los 
Reyes, me decía benévolamente en carta de febrero 
del año 1891, estas textuales palabras: 

" Me complazco en decirle que su Montevideo An- 
tiguo, es uno de esos libros cuyo mérito se aquilata 
"más con los años. Los libros de perenne consulta pa- 
" ra las generaciones que nos sucedan, son libros que 
" no mueren, Todo el que se ocupe del pasado, tiene 
" que apelar al libro de usted. Trabajos de ese género 
"son positiva labor de patriotismo. ¡Adelante! . . 

¿Era una palabra de aliento que se me dirigía bon- 
dadosamente desde Lima, como otras que me favore- 
cieron desde Chile, Buenos Aires y Nicaragua, para 
estimularme en mis débiles trabajos, a la par de las 
recibidas en la patria nativa, de doctos, ilustrados y 
benévolos conciudadanos? 

Lo creí así, sintiéndome alentado para proseguir es- 
pigando poco a poco, a la buena de Dios que es gran- 
de, en el fecundo campo de la antigüedad, buscando, 
como cierto limeño, muy conocido de usted, literato, 
poeta y tradicionalista de reputación merecida, útil y 
agradable entretenimiento en los empolvados archi- 
vos de la historia patria, y en los recuerdos propios 



[167] 



ISIDORO DE MARIA 



de la juventud, que no han borrado de la imagina- 
ción los arios. 

Esa voz amiga, que desde Urna me decía ¡Adelan- 
te! era nada menos que la de un famoso tr adiciona- 
lista americano, que desde el año 1868 empezó a es- 
cribir y publicar sus bellas e interesantes Tradiciones, 
de que ka llegado a formar una serie de volúmenes, 
a cual de más mérito. Se llama Ricardo Palma, es- 
trella de magnitud que brilla en el firmamento de 
las letras de la América meridional. 

Pues, ¡adelante! dije, como lo permitan las fuer- 
zas debilitadas por setenta y siete abriles, dieciocho 
más de los que cuenta a la fecha tan buen amigo, 
aunque la luna esté en menguante. 

Y aquí me tiene usted, hilvanando poco a poco, 
en los ratos desocupados, el IV Libro de mi Montevi- 
deo Antiguo, que si El que todo lo puede, me dispen- 
sa vida y salud para terminarlo, me complaceré en 
remitírselo, cuando me sea posible darlo a la estampa. 

No sé si habré acertado, o acertaré a espigar en el 
campo de las cosas viejas de mi tierra, que gusto re- 
cordar en letra de molde, para que no se pierdan y vi- 
van en la memoria de los presentes, y los conozcan los 
que vengan atrás; pero sí sé, que a pesar de todos 
los defectos de que adolezca el trabajo, de las faltas 
en que incurra en el orden cronológico, y por pobre 
que sea el conjunto, no ha de faltarle la benevolen- 
cia de los que, como usted, me han alentado a pro- 
seguirlo, con la bondad que obliga mi gratitud. 

Montevideo, enero de 1892. 

Isidoro De María. 



[168] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA FUENTE DE CANARIAS Y EL ARENAL 
DE LA PLAYA DE LA AGUADA 

1750—1793 



En los primeros años de la fundación de Monte- 
video, tratóse, como era consiguiente, de abrir pozos 
de agua potable para el consumo de la naciente po- 
blación. El primero que se abrió fue el del Rey 
dentro de lo poblado, pero resultó de agua salobre, 
como para indigestar al mejor estómago. Sosa Masca- 
reño (uno de los primeros pobladores), abrió otro 
por su cuenta, de buena agua, en los manantiales, 
sobre el arroyito llamado de Canarias, que le sacó 
la oreja al del Rey, viniendo a ser el primer surti- 
dero de agua potable del corto vecindario. Tras él 
vino la Fuente de Cananas, abierta en el arenal de 
la playa que se extendía al norte, desde los bajos de 
la propiedad conocida después por de Insua (Francis- 
co), donde se colocó el primer marco del señala- 
miento de los terrenos de Propios en 53, siguiéndose 
sucesivamente los pozos de la aguada de la Marina, 
mencionados en el Libro II de nuestro Montevideo 
Antiguo. 

La Fuente de Canarias en el arenal, hizo el gasto 
por mucho tiempo, permaneciendo en juego hasta 
el año 1750, en cuya época existían en ese paraje 



[169] 



ISIDORO DE MARIA 



de la playa "altos médanos y sierra de arenales que 
criaban juncales" (según testimonio del Síndico 
Procurador de Ciudad), prestándose para abrir otras 
fuentes para el consumo de la población que ya ha- 
bía incrementado; y tanto, que en el año 1757, con- 
taba la ciudad mil seiscientas sesenta almas, con 
ciento setenta casas habitables O, y nueve años 
después (1778), se elevaba a cuatro mil doscientos 
setenta habitantes y novecientas veinte casas ( 2 ). 

Sucedió con el tiempo, que la Fuente de Canarias 
iba de capa caída en 1793, observándose que anti- 
guamente tenía más arenas y más agua. Viéndose, 
pues, que al paso que iba la cosa, corría el riesgo de 
inutilizarse, el buen Síndico de esa época con s mira- 
da previsora, presentó al Cabildo un proyecto ten- 
dente a evitarlo, y a algo más, a convertir aquel pa- 
raje en una especie de alameda para paseo público. 

Y como papelitos cantan, dejaremos al acta del 
Cabildo, de 20 de marzo de 1793, que refiera lo ex- 
puesto por el caballero Síndico, como se le llamaba 
en aquellos tiempos, en que se hilaba de otro modo 
que en el día. 

"La Fuente de Canarias, ahora treinta años, tenía 
más arenas y más agua para beber y lavar. Había en- 
tonces médanos altos y sierras de arena que criaban 
juncales, y ahora todo está llano y casi al nivel del 
mar. El remedio para repararlo es cercar toda el 
área que se considere necesaria para un buen núme- 
ro de fuentes, hecho de palos de sauce cortados en 
junio y julio, que sean renuevos, gruesos como un 



(1) Padrón de 1757. 

(2) Compendio de la Historia de la República, tomo I, 
séptima edición, por el autor de Montevideo Antiguo. 



[170] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



brazo, largos como dos y media a tres varas y se 
aseguren con algunas cintas de madera, y se forma- 
rán árboles a la vista, y después servirán de represa 
así a la arena; y la ciudad tendrá una alameda o 
sauzal cercano que le sirva de distracción y desaho- 
go. Si los pozos se cavan superficiales y sin pasar 
de la arena, el agua es pura, cristalina y delgada; 
pero cría verdín, es pesada y de mal gusto, cuando 
los pozos se cavan hasta dar con el barro." 

La idea era buena y el propósito loable, como 
todos los que generalmente animaban a aquellos 
buenos vecinos de San Felipe y Santiago, y a sus 
cabildantes, en pro del bien público, ajeno a toda 
idea menguada de explotación, o de quítate tú, pa- 
ra treparme yo, como se dice en estos tiempos de 
adelanto, o en los de "a río revuelto...", en que se 
ponen las de campana los pescadores- 
No sólo el modo de poner represas a la arena que 
iba de capa caída, de tener agua abundante y pu- 
ra, sin microbios, como diríamos ahora, preocupaba 
al caballero Síndico, que lo era por más señas don 
Juan J. Martínez, sino que su idea se remontaba a 
convertir en sitio de paseo y alameda toda el área 
a cercarse, destinada a fuentes de aguada pública. 

Aunque por entonces el proyecto quedó en agua 
de borraja, a pesar de su bondad, el Cabildo no lo 
echó en saco roto, ordenando después, por corta 
providencia, algunos plantíos de sauces alrededor de 
los pozos, y presentando más tarde (1804) un pro- 
yecto al Gobernador Ruiz Huidobro, para una ala- 
meda en forma de Portón a Portón, con asientos de 
trecho en trecho, que no -se hizo carne, esperando 
que el Rey resolviese en la petición hecha de exten- 
der la población. 



C 171] 



ISIDORO DE MARIA 



Busquen ustedes ahora aquel inmenso arenal de la 
playa de la Aguada, extendido hasta la barra del 
Miguelete, con sus médanos y sus juncos, cuyas are- 
nas sirvieron para aquellas mezclas de no te mue- 
vas, empleadas en las famosas obras de la fortifica- 
ción de la plaza, de la Matriz Nueva y de ottas por 
el estilo. 

Pero qué arenal ni qué niño envuelto, dirán los 
modernos. El progreso material lo sepultó en la 
nada, como los picapedreros a los peñones, alzán- 
dose sobre él poblaciones pintorescas, fábricas, ca- 
ñerías y hasta líneas férreas que valen más. Conve- 
nido. Mas eso no obsta, para que recordando el le- 
jano pasado, eliminemos de la memoria el antiguo 
arenal de la playa de la Aguada, la Fuente de Ca- 
narias y los buenos capitulares, que se ocupaban con 
abnegación de la cosa pública, con la satisfacción del 
deber cumplido. 

Por descontado, que aquel arenal sirvió, y no poco, 
con sus arrendamientos al fondo de Propios. Baste 
saber, avanzándonos al año 4, que comprendía en- 
tonces sólo lo arrendado a seis mil varas cuadradas, 
amén de lo apropiado por particulares sin arriendo, 
y esto sin contar las cincuenta varas cuadradas que 
tenía la Real Marina para su aguada, con la fuente, 
. casilla y manguería. 



H72 1 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA ALHAJA DEL CABILDO Y EL 
CABO RELOJERO 

1769 



Allá en el año de gracia de 1769, cuando las vacas 
valían siete reales, y los novillos nueve, de este lado 
del Santa Lucía, adquirió, por carambola o cosa pa- 
recida, el Ayuntamiento de Montevideo en 60 pesos 
un reloj de campana, que había pertenecido a los 
Padres expulsos de la Compañía de Jesús, cuando Bu- 
careli, cumpliendo órdenes del Rey, les deshizo el 
nido. 

La iglesia parroquial, que llamaron Matriz Vieja 
desde el año 4 en que fue consagrada la nueva, con- 
taba entonces treinta años de establecida, con falta 
absoluta de un reloj que marcase las horas a los estan- 
tes y habitantes de San Felipe y Santiago. 

De perilla le vino la posesión del de los expulsos 
jesuítas. 

Cuando el Cabildo se hizo de esa prenda, se baña- 
ría, probablemente, en agua de rosas, acariciando la 
idea de que podría, con su regulador de campana, 
sacarle la oreja al cuadrante de la capilla del Fuerte 
del Gobernador, y oir cuando diese horas. 

Pero como no hay gusto completo, según el refrán, 
el Cabildo sintió el suyo contrariado, con las dificul- 



[173] 



ISIDORO DE MARIA 



tades que se atravesaban para la colocación del reloj 
en la parroquial, careciendo ésta de torre para el efec- 
to. Y además, faltaba el relojero que lo manejase. 

Lástima que en aquel tiempo no contase todavía 
la creación del benemérito Zabala, con su Fray Igna- 
cio Arrieta, hombre de inventiva, que arreglase la 
cosa, como que, "en la tierra de los ciegos el que 
tiene un ojo es Rey", dice el adagio. 

Por fin, a fuerza de discurrir y rogar a Santa Rita, 
se resolvió el Ayuntamiento a que mal o bien se cons- 
truyese una torrecilla en la iglesia parroquial para 
colocar la alhaja. Con eso se creía haber puesto una 
pica en Flandes. Se colocó el reloj, pero se tropezó 
con que no había relojero a quien encargar de su 
cuidado y manejo. Aquí del apuro y búsquelo usted 
con candil. 

Cuadró la casualidad, o la suerte, que se diese con 
un cabo de artillería, ex herrero, de nombre Anto- 
nio Fachani, que hiciese de relojero, y como "a falta 
de pan buenas son tortas", el Cabildo lo encargó del 
servicio. 

Allá iba el buen cabo a darle cuerda al reloj y 
cuidar de la alhaja, y aunque nunca las hubiese visto 
más gordas, el hecho fue que lo desempeñó satis- 
factoriamente. Y tan fue así, que el Cabildo, en mé- 
rito de ese servicio, obtuvo del virrey Vértiz y Salcedo, 
que reformase al artillero del real servicio, quedando 
así expedito para continuar de relojero, manejando 
el regulador consabido, que era nada menos que la 
única alhaja de aprecio que contaba el Cabildo, se- 
gún lo manifestaba en nota del 1<? de diciembre de 
1769, a que nos remitimos. 



[174] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Tan celoso se mostraba el Cabildo de su alhaja, 
que ni siquiera permitía se hiciese uso de la campa- 
na de la torrecilla del reloj, para suplir la falta del 
ambo de las lenguas de la iglesia para los dobles, 
cuando no disponía el campanario de la iglesia sino 
de una sola campana, y gracias, para llamar a misa. 

Sucedió una vez, que en la fiesta del día de finados, 
se interesó el cura en que se le permitiese usar de 
la campana de la torrecilla del reloj para los dobles. 
Pero la pobrecilla carecía de lengüeta, cosa que hizo 
presente al Cabildo. Trabajito costó seguir la ges- 
tión para conseguir la tal lengüeta para hacerla ta- 
ñer. Lo consiguió al fin, y doblaron las campanas 
por primera vez por los fieles difuntos. Pero el per- 
miso dado para usar de la del reloj, fue con la 
expresa condición de que, terminada la fiesta, había 
de sacarse el badajo y entregarlo al Cabildo, que 
era el depositante, conservándolo sin duda bajo llave. 
Pero más tarde cesó el egoísmo, consintiendo el Ca- 
bildo en que se usasen las campanas para señal de 
alarma, a que llamaban el toque a juego, cuando 
fuese preciso. 

Volviendo al cabo relojero, no sabemos hasta qué 
tiempo duró en el oficio, ni menos el regulador. Lo 
que sí consta, es, que vivía en el 80, cuando la alha- 
ja única del Cabildo sufrió no chica descompostura, 
costando 80 duros su recomposición, según rezan 
los libros capitulares de la época; y que al fin y al 
cabo se declaró inservible, como pasó con el reloj 
del convento de San Francisco en nuestro tiempo. 

No sería chica la pena de la perdida alhaja para 
el Cabildo. Y allá iría a parar en algún rincón con 



[175] 



ISIDORO DE MARIA 



algunos otros cachivaches, menos afortunados que 
los que ahora sesenta años acopiaba don Magín en 
su museo de antigüedades, con que hacía su agosto 
honradamente, alquilándolos para nuestro viejo San 
Felipe, cuando la Petronila, los Quijanos, Casacu- 
berta, Felipe David y la Paca bolera, eran los vete- 
ranos en la escena. 



[176] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



TRIGO ES LIMOSNA 
1773 

Corría el año 1739, cuando vino recién, como lo 
hemos referido en otro capítulo, a terminarse la 
construcción de la primitiva iglesia parroquial de 
la naciente población de San Felipe y Santiago, des- 
pués de nueve años de vicisitudes. 

No hay que hablar de su pobreza, porque ya es 
sabido. Carecía de todo. Hasta el año 73, el retablo 
mayor y el altar de los Santos Patronos brillaron 
por su ausencia. 

Gobernando a la sazón don Joaquín del Pino, 
promovió en Cabildo abierto, un donativo volunta- 
rio entre el vecindario, en dinero o en especies, pa- 
ra costear el retablo y altar de los Santos Patronos 
San Felipe y Santiago. 

El numerario para hacerlo, andaba, en los más, 
a caballo, pero la voluntad de los feligreses era la 
mejor para contribuir de algún modo al objeto 
piadoso de que se trataba. Sino con plata, a lo me- 
nos con cualquier artículo que pudiera venderse. 

"Como trigo es limosna", dirían para sí, y a fal- 
ta de moneda, donarían otra cosa, según sus facul- 
tades, y en ese sentido, hablóles el gobernante. 



[1771 



ISIDORO DE MARIA 



Cada cual ofreció lo que pudo. Pesos unos, cue- 
ros de toro o trigo otros, como que plata es lo que 
plata vale. Los cueros de toro al pelo, hicieron el 
gasto en buena parte. 

Con ese arbittio, logró el Cabildo costear el re- 
tablo mayor de la pobre parroquial y erigir altar a 
los Patronos. Por descontado, que el Gobernador y 
los cabildantes dieron el ejemplo siguiéndolo los 
vecinos convocados a Cabildo abierto. 

El Gobernador ofreció 10 pesos plata. El Alcal- 
de de primet voto diez cueros de toro de peso. El 
de segundo voto seis ídem de menos peso. El Alférez 
Real seis ídem de más de treinta y cinco libras de 
pesos. El Fiel Ejecutor 6 pesos plata. El Depositario 
General 5 pesos. El Procurador General 20 pesos. 
El amanuense del Cabildo 4 pesos. 

Y adelante con los faroles, "que trigo es limos- 
na". Siguieron los vecinos ofreciendo sus donativos. 
El Maestro de Campo, Manuel Domínguez, diez 
cueros de toro de peso; José Más ocho cueros, An- 
tonio Haedo, ocho ídem, Francisco Zufriategui, 4 
pesos, Pedro Pascual Hidalgo, 4 pesos, Antonio Fi- 
gueroia, 4 pesos, Jaime Soler, diez cueros de peso, 
Manuel Texera, 10 pesos, Juan de Llanos, seis cue- 
ros de peso, Antonio Alvarúías, 4 pesos, Eugenio 
Rada, 1 peso, José Escobar, ocho cueros, Luis de 
León, 2 pesos, Alonso Conde, una fanega de trigo, 
Bruno Llubet, 4 pesos, Miguel Corzo, 2 pesos, Juan 
Bautista Piñarol, 4 pesos, Antonio Loasis, 2 pesos. 

Pues señor, nos imaginamos que los iniciadores 
de la suscripción se bañarían en agua de rosas por 
el resultado, tanto por contar con ese arbitrio, 



[178] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



aunque limitado para emprender la buena obra, co- 
mo porque serviría de incentivo, como aconteció, 
para que otros cooperasen con sus limosnas al lleno 
del objeto. 

Lástima que en aquel tiempo no estuviesen en 
boga las rifas o bazares en que el elemento mujeril 
sabe sacar partido de ellos, que sino, la cosa se hu- 
biera ido a las nubes. 



[1791 



ISIDORO DE MARIA 



LOS GUARANIES EN EL FUERTE DE SANTA 
TERESA Y MONTEVIDEO. SU VESTUARIO. 
LA CAPILLA DE SANTA TERESA. 

1779 a 82 



Gobernando Del Pino la plaza de Montevideo, 
fueron destinados ciento noventa indios guaraníti- 
cos a los trabajos del Fuerte de Santa Teresa, en la 
frontera del este, que desde el año 1763 estaba en 
posesión de los españoles, cuando el insigne don 
Pedro Ceballos los rindió a discreción, venciendo al 
jefe portugués Tomás Luis Osorio, que con doscien- 
tos ochenta dragones lo ocupaban. 

Ese contigente de brazos guaraníticos, se trajo 
de Paysandú, suministrándole víveres el asentista 
Francisco de Medina. Su vestimenta, ya podemos fi- 
gurarnos cuál sería, pero tan luego como llegaron 
a poder del Gobernador Del Pino, los buenos in- 
dios pelecharon. Se les proveyó de ropa, compo- 
niendo su vestuario: camisa de lienzo rayado, cal- 
zón de cordelare, chaleco de pañete, gorro pisón y 
poncho cordobés, y su cuchillo de uso. 

Vamos, con ese ajuar, parecerían los indígenas 
otra cosa, aunque nos quedemos en ayunas con lo 
de cordélate y el gorro pisón. 

Así provistos, marcharon bajo escolta, por las 
dudas, a Maldonado, conjuntamente con los pre- 



[180] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



sidiarios destinados al mismo objeto; de allí hicie- 
ron rumbo, los mas, a los reales trabajos de Santa 
Teresa, para complementar la obra de la fortaleza, 
inconclusa y abandonada hasta entonces, que según 
la tradición, no vino a costar menos de 400.000 
pesos a las Reales Arcas ( l ) su conclusión, en la 
forma que mereció ser llamada "precioso monu- 
mento de la época colonial" ( 2 ), aunque después 
Pedro Amigo hizo zafarrancho en ella. Más tarde 
los portugueses se adueñaron de ella, hasta que don 
Leonardo Olivera los deshancó tomándola por sor- 

S' n.ediante ataqu? ( 1825 ). 

A>á fueren empleados los guaraníes, unos al 
cu.dado de las boyadas, otros a las carretas y el resto 
a les trabajos del Fuerte. 

Dejémolos ocupados en ellos en aquellas alturas, 
y volvamos a la plaza de Montevideo, en la misma 
época (1780 a 82), en que otro contigente de gua- 
raníes era destinado a las obras complementarias 
del rastrillo de la fortificación, de los tambores de 
los portones de la ciudad, y la contraescarpa de las 
murallas de que fue ingeniero en jefe don Carlos 
Cabrer y Rous, y que no costaron menos de 6.200 
pesotes a las Reales Arcas. 

Sesenta de ellos con once oficiales vinieron des- 
tinados a estos trabajos. Del Pino quiso echar el res- 
to en su vestimenta, porque no fueran menos que 
los enderezados a Santa Teresa, aunque se realiza- 
se en ellos aquello de la fábula del mono. Los pro- 



(1) Informe del Cabildo de Maldonado al Gobierno Pro- 
visorio, 1826. 

(2) Descripción de la Fortaleza de Santa Teresa por el 
general de ingenieros don José María Reyes. 

[181] 



ISIDORO DE MARIA 



veyó de vestuario, por supuesto sin firuletes ni 
playas. 

Si para muestra basta un botón, allá va el del 
vestuario: 

VESTUARIO DE OFICIALES 

Calzón pañete y chaleco bayeta de Castilla. — 
Camisa de Bretaña. — Calzoncillo algodón. — 
Poncho labrado. — Gorro y sombrero. — Zapatos 
y hebillas. — ¡Pues es nada lo del ojo! ¡Hasta cal- 
zado y hebillas] 

VESTUARIO DE TROPA 

Calzón de pañete, — Chaleco doble de bayeta. 
— Camisa y calzoncillo algodón. — Gorro encar- 
nado. — Poncho cordobés y el infaltable cuchillo. 

Aquí viene a pelo una comparación, hablando 
de vestuario; en cuanto a abrigo con su calzón de 
pañete, puede decirse sin faltar al octavo manda- 
miento, que les sacaron la oreja a los milicos del 
tren volante del año 1795, que vestían calzón de 
lienzo con sobrepuesto de suela descarnada, como 
para resistir a un invierno crudo, de aquellos de 
aquel tiempo, según contaban los viejos, que hacían 
tiritar de frío a los antiguos, y eso que el paño de 
piloto, la bayeta y el bayetón, amén de las dosis de 
ají que se engullían para dar calor al estómago, 
podían atenuar sus efectos. 

Engolfados con los guaraníes y su vestuario de 
aquella época, olvidábamos de echar un párrafo es- 
pecial a la capilla del Fuerte de Santa Teresa, céle- 
bre en la historia, que eclipsara a la de la memora- 



[182] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ble Ciudadela de la heroica San Felipe y Santiago, 
que Dios guarde. 

Sacaremos del polvo del olvido su inventario 
del año 1797, con pelos y señales, para que se juz- 
gue de mérito por el contenido. 

INVENTARIO DE LA CAPILLA DEL FUERTE 
DE SANTA TERESA 

Una puerta con llave y picaporte de hierro. 
Una media puerta de madera. 
Cuatro bancos. 

Tres ventanas de dos hojas con pasadores. 

Tres enrejados, uno de fierro y dos de madera. 

Un altar de dos cuerpos. El primero se compone 
de un sagrario con su copón y sus dos capillas, el 
uno guarnecido de galón de oro nuevo, y el otro de 
plata usada, dos cortinas nuevas, guarnecidas de me- 
lindre y franja de oro, una ara, unos corporales y 
una llave con su cinta. Al lado derecho del altar una 
Santa Teresa y al lado izquierdo un San Vicente, los 
dos de madera. En el segundo cuerpo un nicho guar- 
necido de raso liso naranjado, con su galón de plata, 
y dentro de él una Pura y Limpia Concepción, y un 
velo de raso liso azul bordado de plata. En la mesa 
del altar una cruz con un crucifijo de metal, una ara, 
un atril, un frontal encamado, una tarima y un paño 
azul para alfombra. 

Dos cortinas encarnadas para las puertas a los 
lados del ara. 

Dos candeleros de metal. 

Dos palmatorias de ídem, con despabiladeras. 

Una mesa de comunión. 

Dos cornucopias doradas, con sus espejos. 



[183] 



ISIDORO DE MARIA 



Dos ídem de madera pintadas. 
Una pila de piedra. 

Una tabla detrás de la tablazón para poner can- 
deleros. 

Una silla de confesonario. 

¿Y en la sacristía? Un mundo de cosas. 

Albas, manteles, paños de mesa de comunión, 
purificadores, corporales, sobrepelliz, roquete, man- 
gas de cruz, cíngulos, capa de coro negra, frontales 
blanco, negro, morado y verde; custodia, cubre cá- 
liz, estolas, manípulos, vinajeras, incensarios, estam- 
pas de imágenes, un Jesús Nazareno de cuerpo en- 
tero, una imagen de Dojores con vestido de tafetán, 
un crucifijo de una vara de alto, cera y otros objetos. 

Tres libros: registros de casamientos, bautismos y 
entierros. ¿A dónde irían a parar esos asientos, ocu- 
rriría preguntar? Correrían burro, como los del 
Peñarol y otros por el estilo de antigua data en la 
campaña. 



[184] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



CEREMONIAL EN EL ENTIERRO 
DE CAPITULARES 

1775 

Era de uso y regla en la capital de este virreinato, 
que tuvo por primer virrey al famoso don Pedro de 
Ceballos, concurrir en corporación los cabildantes 
al entierro de los capitulares, cuando alguno deja- 
ba de contar el cuento, observando cierto ceremo- 
nial en la casa mortuoria y en el templo. 

El Cabildo de la muy noble ciudad de San Fe- 
lipe y Santiago, parece que era algo remiso en se- 
guir la regla predicha, cuando hete aquí que el Al- 
calde de l.er voto de la Santísima Trinidad de Bue- 
nos Aires, se le dejó caer muy suavemente al de 
Montevideo, apuntándole la cosa como para que no 
se echase en saco roto la imitación. 

La indirecta a lo Tardáguila, como dirían los pa- 
rroquianos del café del tuerto don Adrián, de nues- 
tro tiempo, hizo roncha, aunque pudiera objetarle 
que, en cuanto a mazas aquí brillaban por su ausen- 
cia, para poder asistir con ellas a los entierros. Pero 
haciendo caso omiso de eso, mostróse tan blando a 
la insinuación, que acordó muy diligente, en no- 
viembre del 75, "que se asentase en el libro de 
"acuerdos el método seguido en Buenos Aires, de 



[185] 



ISIDORO DE MARIA 



"la concurrencia en cuerpo, del Cabildo, a los en- 
cierros de los capitulares, y se observase, desde la 
" fecha en adelante, el referido orden y método que 
" se practicaba en la capital, en los entierros de in- 
dividuos del Cabildo, sin hacer en ello novedad 
"alguna de lo que se practicaba allí en el par- 
" ticular". 

Como cada cual pide para su santo, según el re- 
frán, el Cabildo no se turbó en pedir para el suyo, 
"acordando que la asistencia referida fuese única- 
" mente para los actuales individuos del Ayunta- 
" miento y para los que hubiesen sido alcaldes, pa- 
"ra sí y sus muyeres, cuya observancia se ejecutaría 
"puntualmente con ellos, distinguiéndolos siquiera 
"en esto, por haber servido unos empleos de tanta 
autoridad y distinción." 

Así cantaba, como suena, el acuerdo de la refe- 
rencia, que para mayor abundamiento de méritos 
contraídos en el ejercicio de sus funciones, pudo 
agregar que administraban justicia pronta y barata, 
y eran solícitos del bien público, sin explotaciones. 

Podemos imaginarnos el efecto que causaría tal 
disposición en el ánimo de las mujeres de los que 
fueron Alcaldes, que contasen a la sazón el cuento, 
sabiendo que los honores del ceremonial les alcan- 
zaría cuando falleciesen, aun cuando ni asiento ni 
vara hubiesen tenido las faldas en el Cabildo. 

Seguramente que les habría agradado más en vi- 
da, algo así como una pensioncilla para el pan de 
cada día, por los méritos de sus causantes, que no 
ceremoniales en el entierro. Pero al fin era una dis- 
tinción, que si no aprovechaban los muertos, no 
desagradaría a la parentela sobreviviente, aunque 
fuesen vanidades del mundo. 



[186] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



El hecho fue, que desde entonces, cuando moría 
un capitular, allá iba en corporación el Cabildo a la 
casa mortuoria y a la iglesia a patita, a hacer los 
honores decretados al difunto. La fortuna era que 
no tenían mucho que caminar, y que al regreso les 
esperaba el chocolate con o sin bizcochos. 

Pero dirá el lector, probablemente: sepamos cuál 
era la forma en uso en Buenos Aires, prescripta por 
aquel Cabildo. La mismita que reza de la siguiente 
disposición: 

"Asistencia de todos los capitulares, alcaldes, re- 
gidores y escribanos, con mazas; saliendo de esta 
"suerte el Cabildo a la casa mortuoria, luego que 
"han tocado el doble para salir la Cruz, a fin de 
"que lleguen a un mismo tiempo y no los hagan 
" esperar. Estando en la sala donde están los dolo- 
" ridos, toma el primer asiento el Alcalde de l.er 
" voto, y lo mismo en la iglesia, y por falta de aquél 
" el 2^, quien cierra el duelo, y siguen después los 
" demás individuos del Cabildo, marchando en esta 
" conformidad en la calle. Esto mismo se practica el 
"día que se hacen las honras, dándose noticia al se- 
"ñor Alcalde de 2 9 voto para que cite al Cabildo 
"y la noticie al prelado del convento donde se hi- 
" riese uno u otro funeral, para que prevenga el es- 
"caño y tapete y salga a recibir al Cabildo con to- 
"da la comunidad, dándole él mismo el agua ben- 
"dita en la puerta de la iglesia, y acompañándolos 
"al lugar de sus asientos, y concluida la función, 
"hasta la misma puerta de la iglesia para despe- 
" dirlo." 

Y punto final. 



[187] 



ISIDORO DB MARIA 



LA BOTA DE POTRO 
1785 

Esto no reza con los currutacos de la ciudad de 
bota lustrosa, como dijera Otorgues, sino con los 
campesinos de lazo y bolas, de facón y trabuco na- 
ranjero, de aquellos tiempos de los cimarrones y 
otras yerbas tradicionales. 

Hasta el año 1785 había sido de uso común en 
el gauchaje de la campaña, la bota ele vaca y de ter- 
nera, para lo cual mataban a destajo vacas y teme- 
ros para sacarles la piel, que empleaban en hacer 
las tales botas, con gran perjuicio de los estancieros, 
que sufrían así la destrucción de sus ganados. 

La cosa pasaba de castaño oscuro, calculándose 
en más de seis mil cabezas anuales, el destrozo de 
animales en las haciendas. 

Para contener ese mal, resolvió el Cabildo, en 
agosto del año 1785, prohibir rigurosamente el 
uso de bota de vaca y de ternera, ordenando a los 
Jueces comisionados de campaña, procediesen a la 
recogida, incontinentemente, de todas las botas de 
esa especie que se hallasen, conduciéndolas a la ciu- 
dad para ser inutilizadas públicamente por el fuego» 
quedando absolutamente prohibida la matanza de 
animales vacunos con ese objeto. 

Es fama que en aquel tiempo se trajeron grandes 



[188] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



cargas de ese artículo a la ciudad, con cuyas pieles 
se hizo un auto de je, quemándolas en extramuros, 
sin temor que los muchachos lo tomaran por foga- 
tas de San Juan y de San Pedro, y armaran a su al- 
rededor una de aquellas de saltos, brincos, gritos y 
vivas con que las festejaban. 

El sahumerio, por cierto, no sería con olor a ben- 
juí, sino a cuero quemado que apesta; pero la pro- 
videncia del Cabildo se llevó a debido efecto, para 
contento de los estancieros damnificados, que a lo 
menos, por ese lado, se creían libres del pato que 
pagaban sus vacas a la bota vacuna, ya que no a los 
robos y otras gangas que sufrían sus ganados con 
los alarifes que matreriaban en la campaña, "con- 
" dudándolos continuamente a Río Pardo y Río 
"Grande, amén del saqueo de las casas, el robo de 
"las mujeres, dejando a los sirvientes y esclavos 
"maniatados a los postes, para que no estorbasen 
"sus maldades" C 1 ). 

El gauchaje le buscó la vuelta a la prohibición 
de la bota de vaca, apelando a la de potro, que era 
la única permitida por el Cabildo, y las yeguadas 
empezaron a hacer el gasto, como quien dice, a pa- 
gar el pato, para sacarles la piel para las tales bo- 
tas, que al decir de los campesinos, bien sobadas, 
eran más suaves que las de vaca. 

La bota de potro, pues, con su abertura en la 
punta para poder sacar los dedos y horquetearlos so- 
bre el estribo de palo en que se afirmaba el jinete 
que la llevaba, reemplazó desde entonces, en el uso, 



(1) Representación de los hacendados al Cabildo solici- 
tando partidas celadoras de la campaña, de gente apta, que 
dio origen a la creación del Cuerpo de Blandengues. 



[189] 



ISIDORO DE MARIA 



a la bota de vaca y de ternera, que no necesitaban 
de zapatero, viniendo así a generalizarse en el crio- 
llaje de lazo y bolas con manija, que lo mismo se 
le sentaban con ella al redomón, que bailaban un 
pericón, si se ofrecía, con la china. 

Y no digamos que su uso no pasó del siglo pasa- 
do. No. Que con bota de potro, andando el tiempo, 
se florearon los soldados de la Patria Vieja en las 
campañas de la Independencia, con el corbo a la 
cintura y la chuza en ristre, por esas cuchillas de 
Dios, embromando a los enemigos. 



[190] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA PLAZA DE NOVILLOS O TOROS 

1792 

Barruntamos en nuestro primer libro algo relati- 
vo al primer circo de toros, embolados o no, que se 
conoció en esta muy noble ciudad de San Felipe y 
Santiago, allá por los años 76 al SO, en que se dieron 
unas cuantas funciones tonudas a beneficio de la 
compostura de las calles y de la compra del terreno 
para el Hospital, pero dejamos una laguna desde 
aquella fecha hasta el año 92, dando un salto al 23 
de este siglo. 

Reparemos ahora aquel vacío, trayendo a colación 
lo que quedó en el tintero sobre los cornúpetos de don 
Sancho, no aquel que dijo, según la tradición, que 
"buenos aires son los de este suelo", al pisar tierra 
en la Santísima Trinidad, de la otra banda del río 
descubierto por Solís, sino don Sancho Escudero, el 
picador y otras yerbas del 76, y asentista, el 92, de 
la plaza de novillos o toros, que al fin y al cabo se- 
rá lo mismo tratándose de cuernos de esa especie. 

Pues señor: sabrán ustedes, que con motivo de 
emprenderse la obra de la Matriz Nueva, cuya pie- 
dra fundamental se había puesto el año 90, pensó 
el Cabildo en el establecimiento de una plaza de to- 
ros o novillos, con la idea de que su arrendamiento 
sirviese de recurso para la obra. Pero surgieron difi- 
cultades- para ponerla en planta, y noticioso de ellas 
don Sancho Escudero, aficionado a las toraidas, co- 



[191] 



ISIDORO DE MARIA 



mo buen español, enderezó al Cabildo una propues- 
ta para establecerla, en estos términos: 

"Sancho Escudero, residente en esta ciudad, no- 
"ticioso que el Cabildo pensaba formar Plaza de 
"Novillos, cuyo arriendo serviría para acudir con 
"su producto a la obra de la Matriz, se había desis- 
"tido a causa de no haber podido obtener la licen- 
"cia de la Curia para correr los novillos en los días 
"Calendos, propone y se^ obliga a levantar en el cas- 
"co de esta ciudad y sitio o hueco que tiene destí- 
"nado a favor de los reverendos de Santo Domin- 
"go, una plaza cerrada, y correr en ella los referi- 
" dos novillos, en esta forma: 

" l 3 Que desde que tenga la plaza acabada y se 
"corran en ella los novillos, ha de dar anualmente 
"treinta corridas, pagando únicamente por cada una 
"de ellas 20 pesos corrientes, a beneficio de la re- 
ferida fábrica. Que si alguno de estos días, en cu- 
"ya tarde diere la corrida de la contrata, diese tam- 
" bién otra por la mañana, de cuatro, seis u ocho to* 
"ros, por vía de diversión particular, no deberá 
"ésta incluirse en el número de las corridas por que 
"se le exigen los 20 pesos indicados, quedando, no 
"obstante, a su arbitrio hacer algunas limosnas a la 
" iglesia. 

"2 a Que el tiempo de la duración de las corridas 
" no ha de ser determinado a número alguno de afios 
" ni meses, sino que se ha de entender mientras dure 
" la fábrica, o que teniendo prohibición real, sea el 
"ánimo de esta ciudad el que quede establecida la 
"plaza y sigan las corridas, sin término, aunque se 
"haya concluido la iglesia, se aplicará el arrenda- 
" miento a lo que el Ayuntamiento disponga. 

"Que será de la incumbencia del proponente ha- 



[192] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



cer el circo de la plaza del tamaño que le parezca, 
" dentro de la misma cuadra, la cual ha de ser fran- 
queándole libremente y sin que nadie pueda ocu- 
" parla. 

"Que será de su cuenta el número de banderi- 
lleros, matadores, picadores y demás, igualmente 
"que se le ha de franquear terreno para el pastoreo 
"en el ejido. 

" Que si a más de las treinta corridas, quisiera 
"dar otras, puede hacerlo pagando el mismo es- 
" tipendio. 

"Que se obliga a hacer en la plaza un palco 
"destinado para el Gobernador." 

Don Sancho, por lo visto, no tenía pelo de ton- 
to. Ponía los puntos bien a las íes, sabiendo que 
tratándose de corridas de toros, irían, como mos- 
cas a la miel, los hijos de Adán y Eva, y que des- 
de los graves cabildantes y el señor Gobernador, 
hasta el último ganapán, irían a los toros, sin 
mezquinar los pesos. Digo, si pan y toros decían 
en España, pan y toros había de sonar por aquí 
entre los hijos de la misma madre. 

El Cabildo sin titubear, aprobó la propuesta de 
don Sancho, por el término de cinco años, y éste 
procedió a la construcción de la plaza cerrada, en 
el mismo paraje donde estuvo dieciséis años antes 
la primera, que era un descampado existente al sur 
del Hospital, entre éste y el Cuartel de Dragones. 
Empezó la diversión en abril del año 92, un siglo 
ha, cuando no había otra para el buen vecindario 
porque todavía el filantrópico Cipriano de Meló, 
buen portugués, no había ideado la Casa de Come- 
dias, ni aún siquiera los candombes de la raza afri- 
cana habían hecho su aparición en el recinto. 



[193] 



ISIDORO DE MARIA 



Don Sancho estaba en su elemento con los no- 
villos o toros. Sin tamboril que anunciase por las 
calles la corrida, la plaza se llenaba, llegando a dar 
la friolera de ciento veintidós corridas en cuatro 
años, desde el 92 al 96, dándose por fatuto en 
agosto del 96, en que se declaró gusano. 

Eso sí; no todo el lucro era para su bolsillo, si- 
no a beneficio de la fábrica de la Matriz Nueva, 
que utilizó un buen pucho de 2.340 pesotes para la 
obra, y del Hospital de Caridad, haciendo extensi- 
va la limosna, como buen vizcaíno, al altar de la 
Virgen de Aranzazú, en San Francisco, que, entre 
paréntesis, no era la de la Ayuda de don Marcos y 
Doña Pepina del presente. 

Dios te lo pague, buen hombre, dirían sin duda 
el cura Ortiz, el Padre Guardián y la Hermandad 
de San José y Caridad con Maciel, por el beneficio 
recibido. 

¿Quiere el lector saber el detalle de las ciento 
veintidós corridas dadas por don Sancho? Pues allá 
va el número por año. 

En 1792, quince corridas; en 93, veintidós corri- 
das; en 94, veintiuna corridas; en 95, veintisiete 
corridas, y en 96, catorce corridas. É hizo final por 
entonces don Sancho en la diversión- de toros o no- 
villos. 

El último beneficio fue a favor del Hospital, y la 
semilla no quedó perdida, pues han de saber uste- 
des, que siguiendo sus huellas, la Compañía Cómi- 
ca no quiso ser menos en el año 99, dando también 
un beneficio para el Hospital, que le produjo 338 
pesos. Buen bocado en aquellos tiempos para aquel 
pío establecimiento, recuerdo perdurable del Padre 
de los pobres. 



r 194] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA VIGIA Y LA LINTERNA 
DEL CERRO DE MONTEVIDEO 

1802 

AL DOCTOR CARLOS MARIA DE PENA 

"Por mucho pan no es mal año", dice antiguo 
refrán, y nosotros diremos, que por mucho que ha- 
blemos de las cosas viejas de "la gigante roca, que 
"el Plata inmenso desde lejos ve", como dijo el 
poeta no será un mal para el lector que guste 
conocerlas. 

Algo dijimos ya en nuestro primer libro de Tra- 
diciones y Recuerdos, con relación a la Farola del 
Cerro de Montevideo, pero tanta tela dejamos so- 
brante, y tanto la queremos... 

Y es fama que esa roca majestuosa 

A la bella ciudad pusiera nombre, 

Cuando en medio del mar, al verla, un hombre, 

Monte- vi, del mástil exclamó! 

que no podemos resistir a la tentación de desenfun- 
dar lo que reservábamos para otra ocasión a su res- 
pecto. 



(1) Luis Domínguez. — Canto a Montevideo. 
[195] 



ISIDORO DE MARIA 



¡El Cerro!... Monte-vi-eu, dijo desde el mástil, al 
descubrirlo en 1520, el marino de la histórica nave 
de Magallanes. 

Yo te saludo, monte querido, desnudo del grupo 
de árboles añosos que te coronaban entonces, según 
te dibujaron en los planos más antiguos divi- 
sando en tu cumbre, no una fortaleza ceñida de 
cañones como la tienes ahora, sino una casucha con 
altillo para el Vigía y la Linterna primitiva para 
guía del navegante, que fue el primer jaro erigido 
en el Río de la Plata, para honra "del pueblo que 
nació enfrente de ese monte" ( 2 ). 

¡Mi pueblo! el pueblo de mi cuna, que peinan- 
do canas, plugo a la Providencia que a los 80 abri- 
les pudiese aún contemplar regocijado, y portento- 
samente transformado, repitiendo entre paréntesis, 
con la inspiración del poeta Domínguez: 

Ahí estás, Montevideo, 
Extendida sobre" el río, 
Como virgen que en estío 
Se ve en el lago nadar; 
La Matriz, es tu cabeza, 
Es la Aguada, tu guirnalda, 
Blancos techos, son tu espalda, 
Y tu cintura, la mar. 



( 1 ) Madero. Historia del Puerto de Buenos Aires. 

(2) Enfrente de ese monte nació un pueblo, 
Con un cinto de mutos y cañones, 

Do clavaron tres reyes sus pendones 
Que colérico el Plata contempló. 

{Canto a Montevideo por Luis Domínguez. 1853) 



[196] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Pero diantres, dirá el lector de estas vejeces, bas- 
ta de flores poéticas y pucheros, y al grano. Sepa- 
mos lo que puede usted decirnos de la Vigía y de 
la Linterna del Cerro de Montevideo, del año 2. 

A eso vamos. 

Sabrán ustedes, que el establecimiento de la Vi- 
gía en la cumbre del Cerro, fue la primer cosa de 
que trataron los gobernantes españoles, poniéndola 
a cargo de don José Lougarr, dotándola, por de con- 
tado, de banderas y gallardetes para las señales. 

Le siguió la obra de la Linterna o Farola, a cuya 
erección se opuso el Consulado de Buenos Aires, 
alegando que su establecimiento iba a redundar me- 
ramente en beneficio del puerto de Montevideo, so- 
licitando la suspensión de la obra. Pero la Corte no 
accedió a esa pretensión, y por Real Cédula de 
setiembre del año 1799, ordenó que se construyese 
ya el fanal del Cerro de Montevideo con preferen- 
cia al de la Isla de Flores, regulado su costo en 
1.76o pesos. 

En 1801 se principió la obra de la Linterna, a la 
buena de Dios que es grande, haciendo bis a la 
Vigía, empezando a funcionar al comienzo del año 
2, con satisfacción de los moradores de San Felipe 
y Santiago. Se confió su cuidado y servicio al vigía, 
el mismo Lougarr, que no poco trabajo diole la 
Linterna de luz fija, con sus desperfectos y otras 
gangas. ¿Qué hacerle al dolor de la pobrecilla, que 
frecuentemente necesitaba cura, sino atenderla co- 
mo se podía? Cuando no era el agua que se le in- 
troducía por falta de masilla en los bastidores y 
cristales, llegando alguna vez hasta la puerta prin- 



[197] 



ISIÚORO DE MARIA 



cipal, era el viento que se colaba dando al trasto 
con la luz de las candilejas y reverberos, o las gote- 
ras de la media naranja. 

Para medio reparar la cosa, hubo que forrar de 
plomo la Linterna exteriormente, y de lata la parte 
interior, que a cada paso había que reclavarlo. 

Seis meses transcurrieron así, aguantando su palo 
el vigía encargado de la Linterna, hasta el 1<? de 
junio del año 2, en que fue sustituido en ambos 
cargos por don José Enriquez, alférez de fragata 
graduado y primer piloto, que siguió dando que ha- 
cer con las cosas de la Linterna. 

Con forro y todo, el agua y el viento seguían ha- 
ciendo de las suyas en la farola. A lo mejor, candi- 
lejas rotas o derretidas, que allá van al farolero, 
mediante sus reales. Precisión de arena para el fa- 
rol y carencia de quien haga las árganas para su 
conducción. Que se acaba la grasa para el alumbra- 
do, de que proveía en pelotas el saladero de Ma- 
ciel, del Paso del Molino, y el arroyo de Cuello di- 
ficulta el paso. Que faltan esponjas para mechas, y 
hay que ir en procura de ellas por aquellos campos, 
hasta Santa Lucía, buscando bongos que las suplan, 
no sin jabón por los tigres del lugar, de cuyas ga- 
rras Dios los libre. 

Adelante con la cruz, diría ■ aquella buena gente, 
que al fin, cueste lo que costare, es el primer faro 
erigido en el seno del Río de la Plata. 

¿Se quiere saber qué útiles tenía cuando se reci- 
bió de él José Enriquez? . . . Pues vista al siguien- 
te inventario: 



[198] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



RELACIÓN DE LOS ARTÍCULOS RECIBIDOS POR EL 
VIGÍA DEL CERRO, JOSÉ ENRIQUEZ, PARA LA 
FAROLA Y VIGÍA DEL MISMO, DE QUE LE HIZO 
ENTREGA SU ANTECESOR JOSÉ LOUGARR: 

Cinco banderas para señales. 

Un gallardete azul. 

Un plano de señales. 

Un asta con cuatro vientos y una driza. 

Un anteojo grande de cinco cuartas, con cinco 
espejos, forrado de bayeta. 

Un ídem chico con cuatro espejos. 

Una mesa de pino con cajón. 

Ocho sillas pintadas de encarnado, con asiento de 
paja. 

Un destornillador para la linterna. 
Veinte platillos o reverberos de estaño colocados 
en la linterna. 

Treinta candilejas de cobre para la linterna. 
Treinta y siete mecheros de cobre para la ídem. 
Quinientas veintiocho esponjas para mechas. 
Cuatro varas lienzo para limpiar los cristales. 
Dos cuarterolas grasa para el alumbrado. 
Tres tarros para la grasa. 
Una montura. 

Cerro, 2 de junio de 1802. 

José Enriquez. 

Con esos elementos, siguió funcionando la Lin- 
terna, mal que mal, de luz fija, hasta que por el 
año 3 ó 4 se arremangó los hábitos Fray José Ig- 
nacio Arrieta, hombre de ingenio y se propuso arre- 
glarla de otro modo mejor, haciéndola girar por 



[199] 



ISIDORO DE MARIA 



medio de cuerdas, como dijimos antes, y gracias a 
se mecanismo, la luz fija de la farola se convirtió 
en giratoria, haciendo el gasto de la iluminación la 
grasa, como desde el principio, porque en aquellos 
tiempos, aceite o kerosene, era como pedir peras al 
olmo. 

Girando el tiempo, merced a las trifulcas bélicas, 
tuvo sus alternativas, sufriendo en ocasiones sus in- 
tervalos de eclipses parciales o totales, bien que en. 
otras reportó mejoras, subsistiendo sus treinta y cua- 
tro años, . hasta el 30 de abril del año 1836, en que 
el Consulado la sustituyó con una nueva farola, que 
tuvo de costo sus 3.537 pesos, con motivo de haber 
sido descuajaringada en parte por una centella, por 
la cual se diría aquello de "no hay mal que por bien 
no venga". 

De una cosa estuvo exenta la primitiva Linterna 
en sus primeros años, y fue de que el estampido del 
cañón de la Fortaleza del Cerro embromase sus 
cristales, como embromaba con las salvas el del 
antiguo Fuerte de San José, los de las casas de su 
inmediación, que no ganaban para reponer los vi- 
drios rotos. 

La razón de esa exención, fue que no había For- 
taleza, estando libre la Linterna de que tronase el 
cañón donde ella se erguía, hasta el año 8, en que 
don Javier Elío abrió el ojo, con la lección dada por 
los ingleses el año 7, en tiempos de Ruiz Huidobro, 
cuando la tremenda del asalto y toma de la Plaza de 
Montevideo. 

Hasta entonces, "las lenguas de fuego", — como 
dijera Juan Cruz Várela, el inspirado cantor a Ma- 
yo, — habían brillado por su ausencia en la cum- 
bre del Cerro, lo mismo que en la Isla del Puerto, 



[200] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



vulgo de Ratas, Elío trató, por si acaso, para lo su- 
cesivo, de no dormirse en las pajas, dándose prisa a 
reponer y mejorar las fortificaciones de la Plaza 
ampliar el Cubo del Sur y artillar el Cerro y la 
Isla de Ratas, según su leal saber y entender, con 
ayuda del coronel de ingenieros don José del Pozo, 
haciendo caso omiso, dicho sea de paso, del inge- 
niero en jefe don Bernardo Lecocq, que formó que- 
ja de ello, en el concepto de que se invertía el nue- 
vo plan de fortificación aprobado por la real per- 
sona de Su Majestad. 

A propósito del Cubo del Sur y de las etiquetas 
facultativas entre el brigadier ingeniero Lecocq y 
el Gobernador Elío, sobre las obras y reparos de 
fortificación emprendidas por Elío, vendrá a pelo, 
por incidencia, la representación que con el debido 
acatamiento enderezó el Cabildo a S. M. en apoyo 
y elogio del procedimiento de Elío. 

Oído a la caja. Decía en ella el Cabildo lo si- 
guiente: 

"El Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad 
de Montevideo, postrado a los reales pies de V. M. 
con el más profundo acatamiento, representa: que 
ha llegado a su noticia, que con motivo de las obras 
y reparos de fortificación emprendidos por el coro- 
nel don Francisco Javier Elío, Gobernador interino 
de esta Plaza, para ponerla en estado de defensa, 
trata el brigadier don Bernardo Lecocq, ingeniero 
en jefe de estas Provincias, de dirigir queja a V. M. 
sobre invertirse el nuevo plan de fortificación apro- 
bado por Vuestra Real Persona, y sobre algunos 
otros puntos relativos a etiquetas facultativas. 

"Este Cuerpo Capitular, que lo observa todo con 
la mayor vigilancia, para cooperar a vuestro real 



£201] 



ISIDORO DE MARIA 



servicio y sugerir y proporcionar cuanto pueda ser 
útil a este noble fin, ha conocido que la conducta 
de su Gobernador es habilísima, y que cuantas 
obras ha emprendido, son bien entendidas y de la 
mayor necesidad, según la experiencia pasada lo 
tiene acreditado; a que se agrega el que habiéndose 
hecho reparos increíbles en poquísimo tiempo, han 
sido los gastos sumamente moderados, por la con- 
tinua asistencia, perspicacia, asiduidad y vigilancia 
del expresado Gobernador. 

"Comprende este Cabildo, que la principal ob- 
jeción del ingeniero Lecocq consiste en la amplia- 
ción que se está practicando del Cubo del Sur, don- 
de debía construirse, según el citado proyecto, un 
gran bastión avanzado al mar. La parte de fortifi- 
cación que termina dicho Cubo, consistente más bien 
en una pared que en una muralla, fue tan luego por 
donde abrieron brecha los enemigos, y la más a 
propósito, por su situación, para ser atacada. Si se 
ha emprendido por vuestro Gobernador la fábrica 
de dicho bastión, a más de tener que vencer casi in- 
superables dificultades para cimentarlo, por la pro- 
fundidad y violencia del mar en aquel paraje, exi- 
giría una ímproba pérdida de tiempo en su cons- 
trucción, quedando entretanto la plaza casi indefen- 
sa al embate de los enemigos que repentinamente 
pueden aparecer; y aquí tiene V. M. la razón de ha- 
berse adoptado la fábrica del nuevo Cubo, subsis- 
tiendo entretanto el antiguo, y que sea de figura 
circular, porque es la que resiste más y la que en 
aquel punto no tiene necesidad de flancos. 

"Este Cubo se elevará con la mayor celeridad, 
en vez de que habiendo de esperarse, para la cons- 
trucción del bastión proyectado, a que le llegare su 



[202] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



turno, según la dirección de la obra principal era 
preciso que pasase un siglo para verlo comenzado 
El brigadier Lecocq principió a practicar el nue- 
vo proyecto por la parte del norte, paraje por don- 
de jamas ha sido de esperar algún insulto, y que 
por io mismo debió ser el último del recinto que 
se fortificase. Algunos han querido decir, que el in- 
terés de construir una casa en aquel paraje, lo de- 
cidió al ingeniero Lecocq a dar la nueva fortifica- 
ción proyectada un arranque tan extravagante No 
asentirá a eso el Cabildo, aunque la casa en realidad 
se construyó al mismo tiempo; pero lo que no pue- 
de dejar de observar es, que si aquel tramo de for- 
tificación se hubiese fabricado entre la plataforma 
del Parque de Artillería y el Cubo del Sur, tal vez 
y sm tal vez, que los ingleses no se apoderasen de 
esta plaza. 

"En suma, el método apocado y embarazoso del 
brigadier Lecocq, ni es propio de la grandeza de V. 
M., ni a propósito en las actuales circunstancias, a 
más de ser dispendiosísimo. 

"No es la intensión de este Cabildo hacerle desho- 
nor a dicho ingeniero, sino que, en obsequio del 
mejor servicio de V. M., opina, con toda esta ciu- 
dad, que las obras emprendidas actualmente son 
bien meditadas y de absoluta necesidad, y que vues- 
tro Gobernador, sin más auxilio facultativo que el 
coronel de ingenieros don José del Pozo, es más 
que suficiente para poner con brevedad esta plaza 
en tal estado de defensa, que la respeten los enemi- 
gos, si no quisiesen quedar escarmentados. Median- 
te lo cual, a V. M. suplica, que en caso de realizar 
la queja el brigadier don Bernardo Lecocq, que sea 
desatendida como opuesta a vuestro mejor servicio 



[203] 



ISIDORO DE MARIA 



y a la natural y justa defensa de estos fieles habitan- 
tes y dominios de vuestra Real Corona. 

"Dios guarde a la católica persona de V. M., pa- 
ra propagamiento de la fe y augusto timbre de la 
nación española. 

"Montevideo, 2 de marzo de 1808. 
"Señor: 

"A los reales pies de V. M. sus más leales va- 
sallos." 

(Siguen las firmas de los cabildantes). 

Y hagamos punto final a la Linterna y sus agre- 
gados del Cubo del Sur y otras yerbas, que al fin 
y a la postre se construyó como quiso Elío, y como 
lo demuestra aún la parte que se conserva donde 
se eleva el templo anglicano, a orillas del mar del 
sur, como último vestigio de la antigua fortifica- 
ción de esta plaza. 



* 



[204] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ENTERRAMIENTO EN LAS IGLESIAS 

1789 — 1792 



A LUCIO RODRIGUEZ 



Alia en remotos tiempos, era costumbre de nues- 
tros antepasados enterrar a los muertos en las igle- 
sias, a falta de camposanto al descubierto donde 
hacerles el hoyo para sepultar a los que morían 
por de contado, sin la palada de cal de uso moder- 
no. De cierto que no había de ser cosa divertida 
aquello de abrir hoyos en el templo, y tener que 
presenciar los fieles, verbigracia a las horas de misa 
el enterramiento de los cadáveres, removiendo los 
huesos de otros por el enterrador, al golpe de azada 
y pala para hacer lugar a los venidos, como quien 
dice de refresco, con su mísera humanidad, para 
que la tierra cubriera sus despojos en la fosa 

Hasta el año 1792, eta de uso y costumbre se- 
pultar los cadáveres en la Matriz primitiva (llama- 
da después la Vieja) y la iglesia de San Francisco, 
asi como se enterraban los militares que fallecían 
en la capilla de la Ciudadela. La cosa ya pasaba de 
castaño obscuro, palpándose las consecuencias de 
tan perniciosa costumbre. Eso dio lugar a que el 
Síndico Procurador General representase al Ca- 



[205 ] 



ISIDORO DE MARIA 



bildo, en diciembre de ese año, la urgente necesidad 
de erigir un cementerio fuera de muros, propo- 
niendo que se hiciese en él una división para los 
niños que muñesen sin bautismo. 

Razón sobrada tenía el buen síndico, que lo era 
a la sazón don Francisco de Zufriategui, para recla- 
mar esta medida, pues ha de saberse, que en am- 
bas iglesias no había lugar sino para doscientas cator- 
ce sepulturas, mientras sucedió que en veinte meses 
— <lesde enero de 1789 a setiembre de 1790—- se 
enterraron quinientos diez cadáveres en las doscien- 
tas catorce sepulturas, resultando de esto, que cada 
cadáver no podía permanecer enterrado sino siete me- 
ses, después de los cuales había que procederse a sa- 
carlo para dar lugar a otro nuevo. Ya puede^ uno 
figurarse el estado en que se hallarían los mas, al 
tener que exhumarlos. ¡Y gracias todavía si no hu%*- 
biesen fallecido de alguna epidemia, que la cosa 
habría sido más higiénica! . . . 

Fortuna que en aquel tiempo, ni la fiebre amari- 
lla, ni el cólera asiático con todos sus microbios, se 
habían hecho conocer por estos pagos, que sino, há- 
ganse cargo de lo que sería. 

La idea del síndico no podía ser más loable. Su- 
primir el enterramiento en las iglesias; dar más am- 
plitud para sepultar a los que falleciesen, sin tener 
que colocar los cuerpos como sardinas, o que sacarlos 
medio frescos tal vez para pasto de los carnívoros; y 
erigir, por fin, un cementerio descubierto en extra- 
muros, al sur de la ciudad, "por ser lo menos poblado 
de chacras y algo separado de los caminos". Pero se 
tocaron dificultades para- que el verbo fuese carne, 
vale decir, para que la idea propuesta se pudiese po- 
ner en práctica. 



[206] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



En su defecto, se apeló al Hueco de la Cruz, para 
sepultar algunos cadáveres, por pronta providencia, 
hasta que se acordó destinar una parte del corralón 
del convento de San Francisco para enterrar a los 
pobres de solemnidad. Mas como todavía se conti- 
nuaba enterrando en las iglesias a las personas de 
distinción, el Cura Párroco de la Matriz, a la sazón 
el doctor don Juan José Ortiz, se resolvió con piado- 
so celo, a construir un mediano camposanto al des- 
cubierto, bajo cercado, contiguo a la Matriz (esquina 
hoy de las calles Ituzaingó y Rincón), que vino a ser 
el primer camposanto en forma que hubo dentro de 
los viejos muros de Montevideo. 

Excusamos hablar del indicado en extramuros el 
92 por el Síndico Procurador, porque quedó en agua 
de borraja, pues es sabido que no vino a crearse hasta 
el año 1809 del presente siglo, en la costa sur de 
esta ciudad, allá por donde llamaban la playa de 
las Basuras, y que subsistió hasta el año 35, en que 
se inauguró el Central, creación magnífica, entre pa- 
réntesis, de Montevideo. 



[207 ] 



ISIDORO DE MARIA 



LA CAPILLA DEL CORDON 
1795 a 1810 

AL PRESBITERO 
JUAN JOSE ORTIZ, EN EL OTRO VALLE 

El Cordón llamaban al paraje conocido por ese 
nombre hasta el presente, y que lo será sin duda en 
el porvenir, en las afueras de la antigua ciudad de 
Montevideo, en razón de ser la línea dentro del tiro 
de cañón de los muros de ésta, hasta donde era 
prohibido edificar al declararse Plaza de Armas y 
Gobierno Político y Militar la de Montevideo, en 
1750. 

Por el año 1795, el presbítero doctor don Juan 
José Ortiz, era el cura de la Matriz, llamada después, 
como hemos dicho, la Vieja, aquella en cuyo rejado, 
a estar a la tradición, no dejaron de hacer cría los 
murciélagos, como hicieron nido las lechuzas más 
tarde en los mechinales de la Matriz Nueva. El 
buen párroco se propuso la creación de una vice- 
parroquia en extramuros, y le echó el ojo para ello 
al paraje conocido por el Cordón, prefiriéndolo a 
la Aguada, no obstante que hacia ese lado, al sur 
de los pozos de aguada, existía la capülita del 
Carmen en una altura, a este lado del arroyito co- 
nocido después por de la Quinta de las Albahacas; 



[208] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



aquella del mentado burro portador de las árganas 
repletas de coles, nabos, cebollas y zapallos, a la 
fíaza de la verdura. 

El porqué le echaría el ojo al Cordón, siendo un 
despoblado, con unas cuantas casuchas, — excep- 
ción hecha de la de Luis Sierra y Manuel Cipriano 
que eran otra cosa, — diseminadas en los arraba- 
les, donde los cardos y las lagartijas campeaban por 
sus respetos vaya uno a saberlo; pero no sería ex- 
traño que algo hubiera influido en su ánimo para 
la preferencia, la ausencia de arenales estériles y el 
recuerdo, sobre todo, de que veinte y tantos años 
antes (1767) se habían delineado en el Cordón 
unas sesenta cuadras con calles de quince varas de 
anchura para población, por Bartolomé Mitre, po- 
blador del paraje y comisionado al efecto. 

Así como suena. Mitre formó un pianito, a la 
buena de Dios, de lo delineado, en el cual figuraban 
como vecinos o arrendatarios de terrenos el mismo 
Mitre, un Luis Ximénez, un Lorenzo del Valle una 
María Medina, un Juan de Melilla, un Meneses, un 
Montoro, un Sandobal, la Paraguaya, cuyo apelativo 
vaya usted a adivinarlo, y cuatro o seis persanos más. 

Luego, el paraje algo prometía, aunque a la sazón 
(1795) no existieran ni rastros de los del pianito 
del 67, cuyo original (entre paréntesis, formado por 
Bartolomé Mitre) conserva como reliquia un pape- 
lista viejo muy conocido nuestro, y a quien Dios 
guarde. — El cura, que no tenía un pelo de tonto, 
nos figuramos que así lo creyera en 95, cuando so- 
licitó del Cabildo la concesión de una cuadra en 
cuadro de terreno para la capilla. 

Y no se engañó el Padre Ortiz en sus vistas, por- 
que con la noticia de su gestión empezó a despertar 



[209] 



ISIDORO DE MARIA 



interés el Cordón, y mientras él machacaba con el 
Ayuntamiento para obtener la concesión favorable- 
mente informada por el Mayordomo de Propios, se 
apresuraron algunos poseedores de sitios a poblarlos 
y otros a arrendar terrenos con el mismo objeto. 
Juan Bautista Veracierto, Martín Olascuaga, Fermín 
Macuzo, Francisco Inzua, José Antonio Artigas, y 
Nico (a) Nicola, fueron de los primeros pobladores. 

En setiembre del año 1795 dirigió su primer pe- 
titorio al Cabildo, concebido en los siguientes tér- 
minos: 

Muy ilustre Cabildo, Justica y Regimiento: 
Don Juan José Ortiz, cura y vicario de esta ciu- 
dad, como más haya lugar en derecho, dice: Que 
teniendo intento de hacer construir una viceparro- 
quia extramuros de esta ciudad para auxiliar con más 
prontitud a esta parte de sus feligreses, y parecién- 
dole a propósito para situarla el terreno que linda 
entre don Manuel de la Fuente y don José Antonio 
Artigas. — ■ Por tanto: a V. S. pide se digne, con 
informe del Mayordomo de Propios, conceder al su- 
plicante una cuadra en cuadro graciosamente, para 
una obra que sólo tiene por objeto el bien público. 

Montevideo, 16 de setiembre de 1795. 

Juan José Ortiz 

Esta solicitud pasó a informe del Mayordomo de 
Propios, quien informó, el 9 de enero del796, fa- 
vorablemente, pero nada se adelantó al respecto. 

En febrero 5 de 1803 hizo el cura otra solicitud 
al Cabildo, exponiendo lo siguiente: 

Que teniendo como tiene un terreno de este Ca- 
bildo en el paraje del Cordón, una cuadra de tierra 



[210] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



que se le ha asignado para erección de una nueva 
ayuda de parroquia de esta ciudad, como consta del 
documento adjunto, y necesitando deslindarla con 
el señalamiento de sus cimientos para su pronta 
construcción, por ello ocutre a V. S. para que se 
sirva nombrar sujeto inteligente al erecto, siéndolo 
por mi parte don Tomás Toribio, Maestro Mayor 
de las Reales Obras de esta Plaza. 

Montevideo, 5 de febrero de 1803. 

Juan José Ortiz. 

En la misma fecha, la Junta Municipal de Pro- 
pios diola por presentada, nombrando por su parte 
a don Manuel Duran, Maestro Mayor de Ciudad, 
para proceder al deslinde. 

EJECUCION E INFORME 

En el paraje que llaman del Cordón, distantes de 
esta ciudad de Montevideo como un cuarto de legua, 
a veinticuatro de febrero de mil ochocientos tres 
años, yo, el Síndico Procurador General de ella, co- 
misionado por la Junta Municipal de Propios en su 
decreto que precede de 5 del corriente, para la prác- 
tica de medición y deslinde de la cuadra de terreno 
para la erección de viceparroquia concedida al señor 
cura y vicario de esta ciudad, asistiendo su Alcalde 
y los testigos con quienes actuó, dispuse: que don 
Tomás Toribio, Maestro Mayor de Reales Obras de 
fortificación en esta Plaza, y don Manuel Durán, 
que lo es de esta misma ciudad, procediesen a la 
operación del expuesto deslinde y medición, y dando 
principio a ella, la verifican en la forma siguiente: 

Primeramente: por el lado que mira al norte, y 



[211] 



ISIDORO DE MARIA 



desde un punto distante del terreno de don José 
Antonio Artigas, doce varas, que dejaron para calle, 
dirigiendo una línea hacia el oeste, formando un 
ángulo de setenta y siete grados con la -meridiana 
norte-sur, según se hallan las más de las calles de 
la ciudad dirigidas de este a oeste en una línea; 
se fijó un punto a distancia de aquel primero de 
cien varas medidas por la usual y corriente de esta 
plaza; y continuando sobre esta línea y punto, le- 
vantaron una perpendicular dirigiéndose hacia el 
sur, y tirada la línea, se fijó distanciado de aquél, 
iguales cien varas, otro punto, sobre el cual, y línea 
que mira al este, levantaron otra perpendicular di- 
rigida al oeste y paralela a la primera que mira al 
norte, y en ella se fijó otro punto, a distancia tam- 
bién de cien varas; y en seguida y por último, ti- 
raron otra línea desde este punto al otro seguido que 
mira al oeste, con cuya línea, igual en todo a las 
anteriores, se formó un cuadro equilátero de cien 
varas de lado, que era el objeto y fin que se deseaba, 
quedando con esta operación una cuadra de diez mil 
varas superficiales aisladas, entre cuatro calles que 
la cercan; a saber: haciendo frente al norte con 
casas de don Juan Bautista Veracierto y don Martín 
Olascuaga. Por el este, con la de don José Antonio 
Artigas. Por el sur, con edificio de don Femín 
Macuzo, y por el oeste con un pedazo de terreno 
que en este acto se considera desocupado. En cuyos 
términos, y quedando así medida y delineada la 
cuadra concedida para la expuesta erección, se con- 
cluyó esta diligencia. 

Pascual Par o di — Tomás Toribio — 
Testigos: Pedro Antonio de Pisi — ■ 
Miguel Gatell, 



[212] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Ya tenemos medida y delineada la cuadra para 
la iglesia, al cabo de seis años de espera, porque 
las cosas de palacio andan despacio.' Durante ella, 
aumentaron con lentitud los pobladores a más o 
menos distancia, siendo uno de ellos los hermanos 
Fernández, dueños del Cristo tradicional, que en 
rústico nicho colocan junto a su propiedad en 1800, 
y que, dando nombre a ese camino, se ha conser- 
vado hasta la actualidad, 

Contaba el buen cura con el terreno para levan- 
tar la capilla, pero faltaba lo mejor para realizar la 
obra: los recursos. ¿Qué hacer para arbitrarlos? 
Aquí del ingenio del Padre Ortiz. Apela a la piedad 
de los fieles cristianos, que, aunque pobres, no les 
falta voluntad para las obras pías. Con la fe que lo 
había hecho años antes, para colectar limosnas entre 
los feligreses para la Matriz Nueva, como acababa 
de hacerse para la capilla de la Caridad, las pide a 
los feligreses para la del Cordón, que es su ideal 
piadoso' para ayudantía de parroquia. 

Unos le ofrecen ladrillos, otros el acarreo de ma- 
teriales, otros sus cortos donativos en plata, y al- 
gunos, cueros del abasto para ser vendidos a favor 
de la obra de la capilla. Contando con eso, dijo el 
cura: pues señor, manos a la obra, que Dios nos 
ayudará. Y confiando en Él, empezó la construcción 
de la capilla, que poco a poco fue adelante. 

Se edificó de azotea, de una nave, con frente al 
norte, teniendo de extensión unas treinta y tantas 
varas de largo, incluso la Sacristía al sur. Venía a 
estar situada frente a las casas entonces de Vera- 
cierto y Olascuaga, donde es hoy calle de la Colonia, 
cuadra entre las de Tacuarembó y Vázquez. Pero, 
¡oh ingrata suerte! a lo mejor, cuando estaba en 



£213] 



ISIDORO DE MARIA 



obra, en vía de concluirse, vino la trifulca de los 
ingleses, en enero de 1807, y casi todo se lo lleva 
la trampa. 

Pararon los trabajos, algunos materiales se hi- 
cieron humo, y adiós recursos de los fieles para co- 
ronar la obra. La tempestad desencadenó sus furias. 
Los anglicanos fueron dueños del campo. El Cordón, 
desde el Cristo tomó el aspecto de camposanto, y el 
cura Ortiz, lloroso por el contraste sufrido, vino de 
la plaza a enterrar los muertos en la acción del 20, 
contemplando con el corazón oprimido la suerte ad- 
versa de su capilla. 

Ése era el sacerdote piadoso; pero la posteridad 
sería ingrata si olvidase al médico humanitario y 
abnegado que concurrió en aquel trance amargo al 
campo de la acción, y fuera de él a prestar sus ser- 
vicios facultativos. 

El cirujano don Francisco Dionisio Martínez, na- 
tural de Maldonado, había venido, el año 6, a Mon- 
tevideo, cuando la toma de esta ciudad por los ingle- 
ses, yendo a residir en el Cordón, donde tuvo un 
botiquín para la asistencia de los enfermos. Cono- 
cía a palmos, como quien dice, aquel paraje, y 
tanto que, cuando los britanos invadieron, fue comi- 
sionado por Huidobro para reconocer el campo y sus 
posiciones. Como facultativo, acompañó a las tropas 
de la plaza en la salida del 20 de enero con los pai- 
sanos voluntarios al mando de Vázquez Feijó, pres- 
tando en la acción y después de ella sus servicios a 
los heridos con riesgo de su vida. Acompañó al Padre 
Ortiz en la triste misión de dar sepultura a los muer- 
tos en el combate, ¡y quién sabe si también al Padre 
de los Pobres, víctima en aquel combate desgraciado, 



" [214] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



sin ser reconocido su cadáver! En seguida volvió a la 
ciudad a tomar a su cargo el Hospital de Sangre. 

Diremos de paso, que ese mismo meritorio facul- 
tativo, a quien halló la revolución americana el año 
11 ejerciendo su facultad en Maldonado y Minas, 
prestó, como patriota, servicios recomendables al ge- 
neral Artigas, siendo nombrado en el último tercio 
del año lo cirujano de la División de Rivera, 

Pero basta de digresiones, dirán algunos, y volva- 
mos al asunto de la capilla del Cordón, que hemos 
dejado embromada con la cosa de los ingleses. 

Pues miren ustedes lo que son las cosas de este 
picaro mundo. Libróse la pobrecilla de que le pasase 
lo que a la Matriz Vieja, a donde estando abierta aún 
y celebrándose misa, se coló muy suelto de cuerpo un 
soldado inglés, y tomando asiento en un banco, se 
puso a comer pan con manteca. 

No hay que tomarlo a broma, porque los libros 
capitulares dan fe del hecho. El cura Ortiz, queján- 
dose del desacato, pasó una nota al Cabildo y éste a 
su vez dirigió otra sobre el hecho al general Auch- 
muty, excelente persona, y no volvió a repetirse. 

Por fin, pasó la crisis que todo lo había aplastado, 
a semejanza de la del curso forzoso y otras yerbas 
conocidas después; tocaron retirada los ingleses en 
setiembre de ese año 7; entró a la plaza Elío, jefe 
español, y otro gallo les cantara. Quedó concluida de 
todo punto la capilla del Cordón y pronta para el 
culto divino, a la vez que los pobladores del lugar 
fueron en aumento sin interrupción hasta el año 10, 
de perdurable memoria. En ese tiempo se avecinda- 
ron en él con buenas casas, Morales, Lezama, Aris- 
mendi, Fernández, Pisani, Portugal, Beltrán, Me- 
léndez, Gracia, Genfuentes, Abalos, fiujareo y al- 



[215] 



ISIDORO DE MARIA 



gunos otros, descollando el buen catalán don Félix, 
con su mirador en su casa frente al Cristo (cuyo viejo 
edificio, con sus tirantes de palma del Paraguay, su 
herraje, puertas y paredes a macho, a la antigua 
usanza, aún se conserva) y por último, desde los 
cuartos del Chapera hasta los de Pata-gorda. 

No hablemos de hornos, panaderías, mataderos ni 
quintas como la antigua del oficial Real y la de los 
célebres ombúes de Massiní, en toda la comprensión 
de la zona del Cordón, porque larga sería la lista que 
se nos vendría a la memoria, y los nombres de Vi- 
cente Arismendi, Juan Ignacio Áíacuzo, Santiago Por- 
tugal, Melchor Meneses, Pedro Casal, Manuel Acos- 
ta y José Barreiro, que fabricaron más ladrillos que 
pelos tenemos en la cabeza. 

"Que buena, que buena pto le haga al Cordón su 
capilla", tentados estamos por decir, y a su promo- 
tor el Padre Ortiz, al recordar su historieta. Pobre 
como su origen, pero fecunda, en sus consecuencias, 
como centro de población, la recordamos con gusto, 
con su humilde frontis, con su campanario sencillo a 
manera del de la capilla de Caridad, sin nada de 
torres, su modesto atrio desnudo de batandas, y su 
escalón de losa-piedra, su puerta principal color cho- 
colate, al norte, y la transversal mediana al este, y 
sus tres ventanas al mismo viento, su pavimento de 
ladrillo, su coro con escalera de madera al interior 
del templo, su pobre pulpito y su altar del año 8, 
que lo fue el de la Matriz Vieja, y su comulgatorio, 
barandilla de madera, y sus ciriales, que no eran de 
plata a fe. En ese estado entró a servirla de Teniente 
Cura el religioso don Justo Muñoz el año 9. 

Después ... no son cuentas de mi rosario; si lo 
fueran, entraría en ellas el buen párroco don Benito 



[216] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Covián, que entró a servir la viceparroquia el año 
17, y que por más señas, bendijo años después nuestra 
unión conyugal con la futura madre de nuestros 
hijos, ¡cómo no hemos de querer al Cordón y su 
capilla! 

¡Bendita capilla! ¡quién lo creyera que al girar de 
los tiempos, el progreso material la convertiría en 
depósito de cachivaches! ¡Hombre, siquiera la vieja 
iglesia del convento de San Francisco se transformó 

en Bolsa! 

Diantre de debilidad humana. Esta propensión a 
salirse uno fuera del tiesto. Pecado venial que puede 
tener absolución, ¿no es cierto? 



[217] 



ISIDORO DE MARIA 



LA BUENA PRO 

1798 



Existía entre el Pintado y Santa Lucía Chico, ju- 
risdicción de Montevideo, la estancia llamada de la 
"Ciudad", propiedad del Cabildo, como existía la del 
"Rey" en el Rincón del Cerro, y la de "Pan de Azú- 
car" allá por los pagos de Maldonado, donde se cria- 
ba hacienda vacuna y caballar para el servicio del 
Estado. Por supuesto, sin que nadie se hubiese podi- 
do figurar ni remotamente entonces, que al correr de 
los años llegase a transformarse aquel Pan de Azú- 
car en la maravilla de un Piriápolis, que gracias al 
espíritu emprendedor de un incansable Piria, que 
Dios guarde, podemos contemplar al presente, admi- 
rados de lo que puede hacer un hombre de empresa 
y de trabajo como Piria. 

Se procedía en eso con previsión por los antiguos, 
como para tener caballada para el servicio de la mi- 
licia, sin tener que mendigarlo al hacendado o apo- 
derarse de lo ajeno contra la voluntad de sus dueños, 
en las patriadas de los tiempos que vinieron después. 
Allá iba la reyunada a reponerse, al engorde, de ma- 
nera que nunca faltaban caballos disponibles para la 
tropa. Pues habría sido original que en el país de las 
vacas y del caballo, no tuviese al Rey estancias para 



[218] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



sus necesidades, como las tenían hasta los Padres de 
la Compañía, en la de la "Virgen", por ejemplo, pa- 
ra sus explotaciones. 

Pero dejemos eso a un lado y echemos un párrafo 
con relación a la estancia de la "Ciudad", en el Pin- 
tado, que el Cabildo acostumbraba a dar en arren- 
damiento. 

En diciembre del año 1798 se remató en subasta 
pública la llamada estancia de la "Gudad", con seis- 
cientas sesenta cabezas de ganado. El remate era por 
cinco años, y el agrario postulante lo fue Manuel 
García Gaete, muy conocido en el pago, que la ob- 
tuvo así en arrendamiento. 

El pregonero fue nada menos que el verdugo, 
así como ustedes lo oyen, a quien, sin duda, le gus- 
taría más el pregón que entenderse con la horca y 
su escalera, que figuraban entre los cachivaches del 
Cabildo, inventariados. Cerrado el remate, se le or- 
denó, según uso y costumbre, que diese la buena pro 
a Gaete el arrendatario, y lo efectuó diciendo en alta 
voz: "Que buena, que buena, y verdadera pro le haga 
al rematador de la "Estancia de la Ciudad", que lo es 
don Manuel García Gaete". 

Y el favorecido rascaría de la chuspa de algún bu- 
che de avestruz, algunas monedas macuquinas o cor- 
tadas de buena plata, porque entonces no se conocían 
los cobres o vintenes, y se las largaría contento al 
pregonero, con que iría a remojar el gaznate a salud 
de don Gaete, y que viva la buena pro. 



[219] 



ISIDORO DE MARIA 



JUAN SOLDADO DANDO BENEFICIO 
1809 



No es fábula ni cuento, sino verdad, lo que vamos 
a referir. No lo tomen a chanza o guayaba de algún 
Pascualón, porque ni entonces era éste de colmillo 
duro ni nosotros tampoco, para inventarlas. 

Allá por los barrios del Hospital de Caridad, en 
la vecindad del antiguo Cuartel de Dragones, donde 
en tiempo de los tres botones hubo Plaza de Toros, 
vivía un buen hombre, de nombre Juan Fernández, 
conocido vulgarmente por Juan Soldado; no el de la 
comedia de Orosmán, de fresca data, sino el maestro 
albañil, propietario y bonachón, que el Hospital de 
Caridad contó después entre sus bienhechores, y que, 
como dejamos dicho, llamábase Juan Fernández, 
(alias) Soldado. 

Aquel buen hombre, pensando en que no había de 
quedar para semilla, y que tarde o temprano había de 
entregar el rosquete, como todos los mortales, tuvo 
la idea rara de hacer su entierro en vida, dándose por 
difunto, con el gusto de poder asistir bueno y sano a 
la Misa de Réquiem, que mandó celebrar en sufra- 
gio de su alma, en la iglesia del convento de San 
Francisco, viendo al sacerdote oficiante y dando fe. 



[220] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



de los responsos. [Vaya un gusto original! dirá el 
lector, pero gusto de Juan Soldado, 

"Eso tenemos adelantado", decía después, según la 
tradición, a los que se lo criticaban. "Que nos hemos 
de morir y que no sabemos la hora en que la pelada 
nos lleve de este valle de lágrimas, es lo más cierto, 
y así, antes que suene para mí, me preparo, querien- 
do en cuerpo y alma asistir a la misa de difunto que 
se diga por mí". 

En aquellos tiempos, pensando en él viaje eterno, 
es tradicional que algunas buenas señoras maduras, y 
castellanos viejos, se proveían en vida, por si acaso, 
del cajón mortuorio y lo guardaban, debido a la es- 
casez que había de carpinteros para construirlos in- 
mediatamente, cuando alguno fallecía, por lo cual 
ocurrían casos en que, por falta de ataúd, tenían que 
estar los cadáveres tres o cuatro días en la casa mor- 
tuoria a espera del cajón para conducirlos al campo- 
santo, o resignarse los doloridos a tener que enviarlos 
al hoyo envueltos en la mortaja, sin cajón, a manera 
así de fardos. Pero nuestro Juan Soldado no se preo- 
cupaba del cajón en vida, sino "del negocio del alma, 
que no era el alma del negocio", y probablemente por 
eso quiso presenciar su misa de difunto, en vida y 
oir el Requiéscat in pace, por su alma. 

Para realizar su idea, ¿qué hizo el hombre? Se fue 
al guardián de San Francisco, y mediante sus corres- 
pondientes reales, le encomendó se dijese una misa 
de difunto por su alma. "¿Cómo quiere usted eso, don 
Juan, sin haber fallecido? — di jóle el Padre guar- 
dián; — no puede ser; eso no es regular". Pero tanto 
machacó nuestro Juan Soldado por que le hiciesen 
su gusto, que el reverendo cedió a sus instancias, a 
condición de que el sufragio sería por el alma de 



[221] 



ISIDORO DE MARIA 



Juan Soldado y no de Juan Fernández, creyendo sal- 
vada con este cambio de apellido la dificultad. 

La cosa quedó arreglada así para el día siguiente, 
en que el interesado dio el beneficio. 

Dicho y hecho. El sacristán preparó el túmulo con 
un ataúd vacío, y celebróse la Misa de Réquiem por 
Juan Soldado, a la cual asistió personalmente, en un 
rincón, atrás de la puerta de la iglesia, muy devota- 
mente, teniendo vela en su propio entierro, diciendo, 
probablemente, para sus adentros: "Esto tengo ade- 
lantado para cuando me muera". 

Por supuesto, se suprimió el chocolate de antigua 
usanza, y se hicieron lenguas en la vecindad del be- 
neficio, o lo que quieran ustedes, de Juan Soldado, 
que contó el cuento por muchos años más de vida. 

El beneficio fue gratis. 



[222] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



CAPELLANIAS. FRUTA DEL TIEMPO 
1797 a 1837 

AL DOCTOR RAMON LOPEZ LOMBA 

Fundar capellanías era de uso y costumbre en 
tiempo de nuestros antepasados, en que la carrera 
eclesiástica estaba en boga, y en que el espíritu reli- 
gioso, con todas las supersticiones de la época, hacía 
camino. 

¡Oh, qué tiempos aquellos de las preocupaciones y 
del fanatismo, en que se creía a puño cerrado en las 
apariciones del Diablo, de los difuntos, en las bruje- 
rías, en los duendes y en tantas otras cosas por el es- 
tilo, y en que las abueütas asustaban a los chiquillos 
con el cuco! 

¿Y qué diríamos de la disciplina o flagelación, y 
de los cilicios de las cuitadas ejercitantes, cuando pri- 
maban Sor María Francisca la Arribeña y Sor Bar- 
tolina de San Luis? . . . 

Pero dejemos eso y vamos a las Capellanías, que 
es nuestro tema. No pocas se fundaron en la muy 
noble ciudad de San Felipe y Santiago, siguiendo la 
corriente del tiempo en que los muchachos leían 
Cristo, como si fuera letra del alfabeto, en la cruce- 



[223 ] 



ISIDORO DE MARIA 



cita que no faltaba a la cabeza del a, b, c, de la 
cartilla, como vuestr oservidor. 

En prueba de ello, o a título de curiosidad, desem- 
bucharemos algunas de las instituidas, de viejos apun- 
tes, con sus fechas, pelos y señales: 

-7797. — Noviembre 22. — Doña María Luisa 
Navia y Castillo, fundó la capellanía que dejó insti- 
tuida don Francisco Lores. 

1798. — Octubre 18. — Doña María Rosa Perei- 
ra fundó la capellanía que dejó instituida su marido 
don Juan Francisco Larrobla. 

1801. — Enero 6. — Doña Nicolasa Ximénez 
fundó la capellanía que dejó instituida su marido 
don Dionisio Fernández. 

1801. — Julio 2. — Don Miguel Ignacio de la 
Cuadra y su esposa doña Inés Durán, fundaron la 
capellanía a cuyo título se ordenó el doctor Otae- 
gui. 

1802. — Abril 15. — Don Felipe Santiago Gar- 
cía fundó la capellanía colectiva que dejó instituida 
don Salvador Bauzá. 

1802. — Setiembre 25. — Don Mateo Vidal y su 
esposa doña Juana Medina fundaron una capellanía. 

En su testamento, otorgado en Buenos Aires, decía 
en la cláusula 5^: "Item. Sobre 3.000 pesos del ca- 
pital que poseo en Montevideo, en mancomunidad 
con mis hermanos don José y don Manuel, o sus he- 
rederos, se fundará, sin pérdida de tiempo, por mis 
albaceas, una capellanía, si es que no la hubiesen 
fundado antes, a favor del Hospital de Caridad de. 
Montevideo, y cuyos réditos se destinan al capellán 
que ha de servir en dicho hospital. Llamó por cape- 
llán de dicha capellanía primeramente a mí, si la 
fundase antes de morir, y por mi defecto, a los hijos 



[224] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



- de mi hermano don Manuel que quisieran ordenarse; 
y por falta de éstos a los de mi sobrina Eumenia; y 
por la de unos y otros, a cualquiera de nuestra pa- 
rentela que quiera seguir la carrera eclesiástica, y en 
no habiéndolo, a cualquiera pobre, hijo de la Banda 
Oriental, que haya de abrazar el estado eclesiástico, 
con obligación de aplicar doce misas al año, por mí 
alma, la de mis padres y las benditas ánimas del Pur- 
gatorio. 

"Cláusula 6*: Serán patronos de dicha capellanía, 
el capellán que la sirviese, el cura pátroco que lo fue- 
re de la iglesia Matriz y el Hermano Mayor de dicho 
hospital, o quien le sustituyeta, a quien, como a la 
autoridad eclesiástica que presida, se les transmitirá 
inmediatamente copia de estas dos cláusulas." 

1803. — Marzo 31. — El cura vicario de esta ciu- 
dad, don Juan José Ortiz, don Miguel Vilardebó 
y don Miguel Furriol, establecieron y fundaron una 
capellanía laica que dejó instituida don Felipe 
Pérez. 

1804. — Setiembre 10. — Doña Ana Alvarez 
fundó la capellanía laical que dejó instituida su ma- 
ndo don Domingo Bauza a favor de sus descendien- 
tes. 

1804. — Junio 19. — Don Francisco Moreno y su 
esposa doña Lucía Garey, fundaron capellanías a fa- 
vor de sus descendientes. 

1808. — Abril 18. — Don José Ramírez Pérez re- 
nunció al capital de una capellanía correspondiente 
a don Joaquín Viana. 

1809. — Noviembre 10. — Don José Luis Rodrí- 
guez reconoció, sobre una finca de su propiedad, el 
capital de una capellanía fundada por don José Es- 
cobar. 



[225 ] 



ISIDORO DE MARIA 



1810. — Enero 8. — Doña Tadea Juliana Men- 
doza reconoció, sobre una finca de su propiedad, el 
capital de una capellanía fundada por su esposo don 
José Ferrara. 

1813. — Enero 13. — Doña Luisa Mardonel fun- 
dó la memoria de misas que dejó instituida su señora 
madre doña María Franco. 

1820. — Febrero 9. — Don Mateo Gallegos reci- 
bió del «ura de esta ciudad, como patrono de la ca- 
pellanía que fundó el sargento Roque Araújo, 383 
pesos. 

1822. — Agosto 21. — Doña María Antonia 
Achucarro hipotecó una estanzuela en Pando, para 
responder del capital de una obra pía instituida por 
su esposo a nombre del presbítero don Nicolás Bá- 
rrales. 

1825. — Marzo 17. — Doña Luisa Mardonel tras- 
ladó a otra finca el fundo -de una capellanía institui- 
da por su señora madre doña María Franco. 

1826. — Agosto 1 Q . — Don Juan María Pérez 
compró a los herederos de Maldonado una casa, re- 
conociendo sobre ella 1.500 pesos de una capellanía 
que disfrutaba el Padre Delgado. Hoy la goza el 
Padre Zufriategui aquella cantidad, en la mitad del 
capital; la otra mitad está afianzada. 

1829. — Junio 1? — Don Domingo Vázquez 
otorgó escritura a favor de la capellanía instituida 
por don Luis de León y doña Micaela Mendoza, 
del capital de 4.000 pesos. 

¡834. — Agosto 26. — Don Cristóbal Beltrán, 
reconoció sobre una chacra del Miguelete, 1.500 
pesos, mitad del fundo de una capellanía erigida 
por don Manuel Pérez. La capellanía la tiene el 
Padre Zufriategui. 



[226] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



1835. — Febrero 6. — Doña Consolación Obes 
de Herrera compró a don Zenón García de Zúñiga 
una finca, reconociendo sobre ella el capital de una 
capellanía fundada por don Francisco García de 
Zúñiga y su mujer, según escritura de que dio fe, 
en Buenos Aires, don Mariano G. de Echaburro, en 
setiembre de 1803- 

1835. — Mayo 29. — Doña Pascuala Alvarez 
compró a doña Vicenta Rodríguez de Uvillor una 
casa, en cuyo valor reconoció el capital de 2.000 
pesos, fundo de una capellanía fundada por don 
Antonio Camejo, en cumplimiento de lo que dejó 
dispuesto don Pedro López, según escritura de agos- 
to de 1768. 

1836. — Mayo 14. — Los herederos de don Juan 
Blanco trasladaron a otra finca el capital de una 
capellanía que instituyó su padre, en 21 de mayo 
de 1784, por escritura de que dio fe don Antonio 
Palamina. 

Los mismos herederos instituyeron otra capella- 
nía de capital de 2.500 pesos, que dejó instituida 
su señora madre. 

1837. — Julio 17. — Don Francisco Aguilar 
compró a los herederos de Viana la casa en que es- 
tuvo la Aduana, reconociendo en ella 4.000 pesos, 
fundo de una capellanía a cuyo tirulo se ordenó 
don Dámaso Antonio Larrañaga. 



[227] 



ISIDORO DE MARIA 



LA ESTANZUELA 
1796—1808 y la llapa 



AL DOCTOR LUIS ME LIAN LAFINUR 

Es tradicional que allá por los años noventa y 
tantos del siglo pasado, unos negros se resolvieron 
a abrir pozos manantiales para lavadero por su 
cuenta, en el paraje llamado la Estanzuela, a cuyo lu- 
gar afluían cuatro cañadas de poca agua en las en- 
senadas hasta Punta de Carretas. No tardaron los 
industriales africanos, no sabemos si hermanos de 
la cofradía de San Benito, adoradores del Baltasar 
de los Reyes Magos, en tener parroquianos entre 
las tías congas, benguelas y mozambiques, de que 
quedan raros ejemplares, que mediante su cuartillito 
o medio real plata, — como que entonces no se co- 
nocían los cobres ni los cinquiños que hicieron su 
aparición en esta tierra de "garbanzos, — que los hay 
muy superiores para el puchero y la olla podrida, 
como ustedes saben, aunque los plantadores son por 
lo común remisos, — fuesen con sus atados de ropa 
sucia en la cabeza a utilizarlos para el lavado, man- 
dadas por su merced el ama. 

Poco a poco, la idea de los tíos con sus pozos fue 
picando, que todo está en empezar y la Estanzuela 



1228] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



atrayendo lavanderas al sitio, que, con sus cachim- 
bos o sin ellos, iban las pobres tías más que "destri- 
pando terrones", teniendo que haberlas con las zan- 
jas y barrancos, los abrojos y los cardos, las cañadas 
y el arenal interpuestos todos en el camino. Estando 
a las crónicas del tiempo, los paceros comadreaban 
a sus anchas; la cosa no marchaba bien, haciéndoles 
falta un cura como el de Soriano, que vigilaba a 
las lavanderas de la costa del río, para que los 
Adanes no se metiesen a enredar la lista con las hi- 
jas de Eva. 

Eso indujo al Gobernador Bustamante y Guerra, 
en 1800, a insinuar al Cabildo la necesidad de pro- 
veer de agua potable permanente a la población, 
por muchos respectos, trayéndola por cañerías desde 
la Laguna del Buceo, proponiendo la creación de 
un lavadero público en el Cordón, bajo el mejor 
orden. 

Como esto no llegó a realizarse, siguió la Estan- 
zuela hasta el año 8 manejada por los tíos, que apa- 
recían como dueños, teniendo un rancho de mala 
muerte para el depósito de ropas, y pare usted de 
contar. Cobraban de estipendio a las lavanderas 5 ó 
6 reales mensuales a las que lavaban diariamente, 
y 1 ó 2 por día entre semana a las que no hacían 
diario el lavado, sufriendo las pobres muchas picar- 
días, según fama, cambios y robos de ropas por los 
negros adueñados de los pozos, sin Rey ni Roque 
que lo evitase. 

En esa situación, cuadró que se presentase al 
Cabildo, el año 8, don Manuel Vicente Pagóla, ve- 
cino de esta ciudad (y futuro jefe de la Indepen- 
dencia), proponiendo el arrendamiento del terreno 
conocido por la Estanzttela, cuya área comprendía la 



[229] 



ISIDORO DE MARIA 



friolera de cuarenta, cuadras, ofreciendo hacer en él 
mejoras importantes, hasta convertir el lugar en una 
alameda de paseo. Vamos, aquello prometía venta- 
jas positivas para el común, como se desprende del 
tenor de su solicitud, de que extractaremos parte. 

Decía en ella: "que se le permitiese realizar un 
"plano que acompañaba (que tenemos a la vista) 
"para hacer una habitación y formar lavaderos pa- 
"ra el abasto de la ciudad, en el terreno llamado 
"de la Estanzuela, un poco más adelante de la Ba- 
"tería de Santa Bárbara Cada pozo sería de 
" diez varas de largo y a proporción su ancho; luego 
"su gran cerco de una ramazón que no estropearía 
" las ropas, y a sus distancias plantíos de sauce, men> 
" brillal, saúco, culé, rosas y otras plantas útiles. Des- 
"pués, sus tres líneas de estacas de sauce como se 
" demuestra en el plano. Soy gustoso que se me pague 
" lo acostumbrado por los pozos, pero las lavanderas 
" hallarán en aquel sitio, mejorado con aguas pron- 
" tas, libre de mucha arena, resguardado de ios vien- 
" tos, y con el tiempo aún del sol, encontrarán don- 
"de tender su ropa con aseo. Y últimamente, debe 
"ser uno de los parajes destinados para el paseo de 
"todas las gentes." 

Pero el hombre propone y Dios dispone, como re- 
za el adagio, y eso le pasó al buen Pagóla. Su pro- 
puesta fue aceptada después de algunos rodeos, y los 
tíos tuvieron que aflojar, perdiendo la pichincha, to- 
cando unos la marimba para desechar penas, y otros 
tirándose las motas, ya que no la pera, porque en- 
tonces ni los blancos la usaban, ni el bigote. 

Empezó el hombre a hacerse cargo de los posos, 



(1) Loma frente a la playa de Santa Ana. 



[230] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



emprendiendo sus mejoras, pero en esto vino el re- 
volutis del año 10, poco después la alzada en armas 
de don José Artigas, que se vino al humo a los rea- 
listas en estos 'pagos, y tomándole el gusto a la cosa 
de la patria, don Vicente, mozo de empuje y bríos, 
no quiso saber más de pozos, ni plantíos, ni Estanzue- 
la, sino de servir a la patria, y por de contado, el año 
11, todo se lo llevó la trampa. 

En diciembre de ese año cuando por el armisticio 
con Elío, tocaron retirada las tropas de Buenos Aires 
con Rondeau, del sitio de la plaza y Artigas con 
las suyas se marchó al Ayuí, al otro lado del Uru- 
guay, en que formaba ya en primera línea nuestro 
Pagóla de jefe, apareció otro empresario, Juan A. 
Sánchez, pretendiendo arrendar la Estanzuela, pro- 
poniendo muchas cosas, y hasta bodegón, pero to- 
mándole el pulso el Cabildo, conoció "que el ofreci- 
miento no era sino puro juego de "palabras colori- 
das", y lo despachó con cajas destempladas. Ni tiem- 
po tuvo para tomarle el gusto, porque volvieron las 
cosas a ponerse feas para los realistas de Vigodet. 

Más afortunado fue don Manuel Menéndez, an- 
tiguo vecino del Cristo, a últimos del año 12, en que 
tomó en arrendamiento la Estanzuela, edificó casa en 
ella, plantó árboles y rosales para el tendal de ropas, 
aumentó los pozos y los dotó de lozas para el lavado, 
con gran contento de las tías lavanderas. Pero a lo 
mejor, las tropas sitiadoras redujeron a escombros la 
casa, y causaron otros destrozos, y nuestro pobre Me- 
néndez quedó jeringado y retraído de asomar ni las 
narices por aquel paraje donde quemaban las papas, 
enfundando su contrata con el Cabildo, hasta mejor 
ocasión. 

Vino el 14, con Alvear, y bajo los auspicios de la 



E231] 



ISIDORO DE MARIA 



patria apareció un don José Pintos Gómez, propo- 
niendo tomar la Estanzuela, que fuele concedida. Co- 
menzó el hombre a reparar y abrir pozos, pero otros 
tíos negros libres, le buscaron la vuelta jugándole la 
manganeta, abriendo pozos de lavaderos en otros pa- 
rajes por su cuenta, estableciéndolos en la Aguada, 
Arroyo Seco y los Pocitos, cobrando por su uso el 
correspondiente estipendio. 

Malos vientos soplaron para Pintos Gómez con la 
competencia de los tíos, ganando en ella las lavan- 
deras, pero embromándose el ocupante de la Estan- 
zuela, que fue de capa caída. 

Hizo fuerza de vela el interesado, alegando los 
perjuicios que se le irrogaban, y haciendo presente: 
que las aguas de jabón se mezclaban con las del 
abasto público en los pozos de la Aguada, mediante 
la proximidad de unos a otros, y que en los Pocitos 
se privaba al vecindario de los pastos comunes a que 
estaban destinados aquellos terrenos comprendidos en 
el ejido, pidiendo, en resumen, que todos los dichos 
lavaderos se cegasen como en épocas anteriores, sin 
perjuicio de que en lugar a propósito pudiesen tener 
los vecinos sus pozos para lavar ellos mismos, pero 
sin cobrar cosa alguna a las lavanderas de la ciudad. 
El Cabildo resolvió, en consecuencia, que dentro de 
tercero día se notificase a los dueños de aquellos po- 
zos los cerrasen. 

Se alborotó el cotarro, y al tira y afloja, vino a 
quedar Pintos Gómez embromado con la competen- 
cia, hasta el año 16, en que Menéndez, gestionando la 
posesión de la Estanzuela con documentos a la vis- 
ta, fue atendido como canta el siguiente documento: 

" De orden verbal de los señores que componen la 
"Junta Municipal de Propios, que lo son, al presen- 



1232 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



"te año, los señpres don Juan José Duran, don Fe- 
" lipe García y don Joaquín Suárez, pasé asociado al 
" señor Alguacil Mayor, don Agustín Estrada, con el 
" Mayordomo de Propios y arbitrios actual, don Agus- 
" tín Lombardini, y habiendo hecho comparecer en el 
" lugar de la Estanzuela a don José Pintos Gómez y 
" a don Juan Menéndez, y habiéndoles Impuesto la 
"comisión que llevaban, sacó Su Señoría los docu- 
"mentos de don Juan Menéndez, quien reclama por 
" suyas las lozas y enseres que deben permanecer en 
" la Estanzuela, y mandó Su Señoría que a presencia 
" del que tiene en arrendamiento la Estanzuela, que 
"lo es don José Pintos Gómez, se contasen las lo- 
" sas que están a la vista, y habiendo andado pozo por 
" pozo, se contaron quinientas cincuenta y una losas, 
" y se vieron que existen los arbolitos de membrillos, 
" rosales y salvia que sirven para el tendal de ropa, y 
" los demás árboles y casa que antes tenía edificada 
" don Juan Menéndez, destruida por las tropas sitia- 
" doras a la Plaza, y permanecen las tapias y los es- 
combros de ellas y edificada de nuevo otra por el 
"que tiene en arrendamiento las cuarenta cuadras 
"que se empadronaron a don Manuel Pagóla, y des- 
" pués a don Juan Menéndez, quien lo acredita con 
"los documentos de contrata, orden del señor Presi- 
dente don Cristóbal Salvañach, y el pago que hizo 
"de las lozas y demás enseres que allí permanecen, 
" según el documento de pago dado por el Mayordo- 
" mo de Propios, que lo era en aquella época don 
" Clemente Darriba, y el actual que tiene arrendado 
" el terreno de la Estanzuela, que lo es don José Pin- 
" tos Gómez, y puesto allí por el Cabildo que go- 
bernaba en tiempo del Gobierno de Buenos Aires, 
"no presenta documento de contrata y menos pago 



[233] 



ISIDORO DE MARIA 



"alguno de las losas y enseres que allí permanecen. 
"En esta virtud, dio Su Señoría por concluida la 
"diligencia y mandó se pusiese por escrito hoy en 
"Montevideo a 2 de setiembre de 1816. 

"Agustín Estrada — Agustín Lombardini." 

En esa situación quedó pendiente el asunto, por- 
que hubo moros en la costa, y el Cabildo de la épo- 
ca tenía otras cosas más serias de preferente atención 
que la Estanzuela, como el amago de los portugue- 
ses por la frontera; y a renglón seguido entraron ios 
lusitanos a ocupar la Plaza, siguiendo Pintos Gómez 
en posesión de la Estanzuela, cargando la romana a 
las pobres lavanderas. Pero Menéndez continuó en su 
gestión con el nuevo Cabildo, hasta que quiso Dios 
lo despenaran, haciéndosele entrega de la Estanzuela, 
el 22 de julio del año 17. 

Así consta del siguiente documento: 

"En 17 de julio del año 1817, resolvió el Cabildo 
"que el Alguacil Mayor y el Mayordomo de Pro- 
"píos pusiese en posesión a don Juan Menéndez de 
" toda la Estanzuela, en toda la extensión del terreno 
"arrendado por don Juan Menéndez. 

"En la misma fecha procedió al Mayordomo de 
"Propios y el Alguacil don Pedro Ariza a hacerlo 
" efectivo, haciéndolo saber a Pintos Gómez, debien- 
do comparecer el 22 para la entrega. Como no 
"compareció, se hizo ésta ante el peón encargado, 
"quien, en compañía de ellos, contaron los pozos y 
" piedras de lavar. Se contaron dieciséis pozos y cua- 
"trocientas noventa y dos piedras, y los árboles cor- 
" tados y destrozados; y comenzaron todas las lavan- 
" deras a dar vivas y aclamaciones por el nuevo pa- 



[234] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



"trón viejo, intimándoles que hasta hoy 22 del 
"corriente, corría por cuenta de don José Pintos 
"Gómez, y que desde el 23 corría de cuenta de don 
"Juan Menéndez, y así fuimos recorriendo los die- 
"ciséis pozos, hasta que se concluyó, habiendo que* 
"dado impuesto su peón Domingo de la entrega 
"hecha a don Juan Menéndez, debiendo tener el 
" mayor cuidado con el aseo y limpieza de los pozos; 
"quedando formalizada la entrega en Montevideo a 
"22 de julio de 1817. 

" Agustín Lombardini, 
"Mayordomo de Propios. 

"Pedro Ariza, 
"Teniente Alguacil." 

Las tías cantan victoria, y Menéndez, el patrón 
viejo, como decían las congas, benguelas, mozambi- 
ques y demás naciones, no digo nada. Menéndez es 
el héroe de la fiesta. El Mayordomo de Propios le 
hace entrega de la Estanzuela con dieciséis pozos y 
cuatrocientas noventa y dos piedras existentes en ellos 
para el lavado. 

Las negras lo rodean, saltando de alegría, dando 
vivas al patrón viejo, y éste, contento como unas pas- 
cuas con aquellas manifestaciones "de fino amor y 
respecto" del gremio lavanderil, de la raza africana, 
no sabe qué hacer para corresponderías, y las convi- 
da para el día siguiente, no con asado con cuero ni 
chinchulines a la criolla, sino con una arroba de yer- 
ba, para que mateen en el lavadero, tortas para el 
diente y tabaco para el cachimbo. 

Que viva, que viva el amo don Menéndez por mu- 
chos años, gritaron las tías, más que contentas, por- 



[235 ] 



ISIDORO DE MARIA 



que en aquel tiempo no había tíos ni ñapóles de Ia- 
vanderos, y que viva la Estanzuela. 

Desde entonces fue Menéndez, el antiguo vecino 
del Cristo, el arrendatario popular de la Estanzuela, 
cuyos sauces y álamos dieron sombra a tantos vivien- 
tes y paseantes, cuando iban en aquellas carretillas 
toldadas, provistos de buenos bocados y rica yerba 
para el mate, a desechar penas y solazarse en aquellos 
parajes de las grandes y ricas frutillas de Samayúa, 
de que dimos fe tantas veces, comprándolas en la 
Plaza de la Verdura. 



[236] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



¡QUE LUJO, Y QUIEN LO TRUJO! 
1815 

A SETEMBRINO E. PEREDA 

¡Qué lujo, y quien lo trujo!, contaba la crónica 
del tiempo en que hacíamos pininos, que decía Ja- 
cinto Momo, pero no el Momo mitológico, sino el 
mayordomo de Otorgues, al ver el deslumbrante mo- 
biliario de éste, cuando plantó sus reales en el Fuer- 
te de Gobierno de esta Plaza, en marzo del año 15, 
nombrado Gobernador. 

Si Momo tenía motivos para admirarse del boato 
ostentado en la mansión del flamante gobernante, 
contrasrando con las cacharpas del campamento y la 
pobreza de su alojamiento en los cuartijos del Caserío 
de los negros, exclamando al verlo: ¡qué lujo, y 
quien lo trujo!, van ustedes a saberlo por el detalle 
del mobiliario y demás con que se daría corte en su 
habitación en el Fuerte, aunque se encontrase como 
gallo en corral ajeno, o que dijera el refrán: "que al 
que no está hecho a bragas, las costuras le hacen 
llagas". 

Cierto es, que para aquel tiempo, y haciendo caso 
omiso de los hábitos y costumbres de Otorgues, se 
encontró el hombre con habitaciones amuebladas de 



[237 ] 



ISIDORO DE MARIA 



tal modo, que podían pecar de lujosas para la época, 
como en su vida lo habría soñado, ni visto tan gor- 
das, gracias a la munificencia de don Tomás García, 
hombre culto y Alcalde de primer voto del Cabildo, 
que sin duda por la decencia del gobernante, se pro-, 
puso proporcionarle un alojamiento digno de la in- 
vestidura, aun excediendo los recursos y las exigen- 
cias de los tiempos en que se actuaba. 

El Cabildo quiso sin duda mostrarse complaciente 
con el Jefe de la División de Vanguardia y propiciar- 
se su voluntad, respondiendo a sus deseos manifiestos. 
Otorgues había solicitado habitación decente para en- 
trar a residir en la Plaza, invocando "el carácter que 
" representaba, el empleo con que estaba condecora- 
do, y haciendo presente, que la que tenía para su 
"persona en su Cuartel General en el Miguelete, era 
" reducida a la más precisa de campaña". En conse- 
cuencia, don Tomás García impartió orden al minis- 
tro principal de Hacienda para que se amueblaran 
en la Casa Fuerte, con la decencia posible, dos ha- 
bitaciones destinadas para alojamiento del coronel 
Otorgues, comprendiendo lo concerniente al servicio 
de mesa, cocina, cama y demás utensilios necesarios. 

Así se hizo, y va el lector a conocer el detalle del 
amueblado y demás de las habitaciones destinadas a 
Otorgues, que pusieron en boca de su mayordomo, 
Momo, al contemplarlo, aquellas frases tradicionales 
de: ¡qué lujo, y quien lo trujo! 

Una rica cómoda con embutidos e incrustaciones, 
con escritorio y secretos, que costó 225 pesos. 

Cuatí o mesas de arrimo, jacarandá, con embutidos, 
costo 40 pesos una. 

Una lisa ídem, costo 25 pesos. 

Otra más chica, costo 20 pesos. 



[238 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Otra redonda, de café. 
Otra con carpeta bordada. 
Sillas de abanico, 2 pesos una. 
Sillas inglesas, 5 pesos una. 
Sillas de paja, 10 reales una. 
Alfombra, costo 43 pesos. 

Cama, cuja con pabellón, ropa de cama, sábanas 
con volados y guarniciones, colchas de zaraza y otros 
utensilios. 

Servicio de mesa: dos docenas cubiertos de pla- 
tina, costo 72 pesos; una ídem cucharitas de café, 2 
pesos; una docena fuentes medianas, media ídem 
grandes; cinco docenas platos, una ídem fruteros; 
dos docenas cuchillos, 7 pesos; tazas, jarras, botellas 
de cristal, copas, saleros, mostaceros, salseros, man- 
teles, servilletas, etc. 

Poncheta, chocolatera, cafetera, palmatorias, can- 
deleros de platina, copitas para fuego, rayador y mor- 
tero de piedra. 

Batería de cocina. 

Vamos, no puede negarse que en la provisión de 
utensilios y demás objetos para comodidad y corte de 
don Fernando Otorgues, el Cabildo echaba el resto. 
Lástima que le faltase un espejo de cuerpo entero en 
qué poder mirarse Otorgués cuando vistió la levita 
militar de paño azul, regalo del Cabildo, que por 
más señas le hizo sobre medida el sastre N. N., por 
el precio de 55 pesos. Era la primera que se encapi- 
llaba. Orondo debía estar con el traje, y de fijo que 
se miraría currutaco en el espejo, pisando alfombrado. 

Nos figuramos que le sentaría muy bien, y como 
el hombre no dejaba de ser de personal bizarro, alto 
y delgado, de tez blanca y cabello negro, posible fue- 



[239 ] 



ISIDORO DE MARIA 



ra que hasta el mentado Padre Simón lo hubiera en- 
vidiado en sus pinturas para un día de fiesta. 

Ni el mismo Artigas, con ser Artigas, había llega- 
do, comparativamente, a tener el lujo, o como quiera 
llamarse, que Otorgues en su alojamiento en la Casa 
Fuerte, donde jamás, dicho sea de paso, puso sus pies 
el Jefe de los Orientales independientes. ¡Qué espe- 
ranzas! 

Gracias que no le faltase para su lecho en "Purifi- 
cación" el catre de campaña y alguna loza y cubier- 
tos para su modesta mesa, obsequio del Cabildo, que 
le fue remitido en agosto de ese año. 

Como ustedes lo oyen, y ya que viene a pelo, injer- 
taremos la relación de los enseres que en esa fecha le 
envió el Cabildo con don Manuel Macho, y cuyo 
costo no excedió de unos 150 pesos. 

ENSERES COMPRADOS POR ORDEN DEL CABILDO EL 
16 DE AGOSTO DE 1815, PARA USO Y SERVICIO 
DEL SEÑOR GENERAL ARTIGAS. 

Veintiocho varas y tres cuartas alemanisco, com- 
prado a Ramón Nieto, su importe 39 pesos y 4 rea- 
les. Cuarenta varas bramante, comprado a José Odrio- 
zola, 50 pesos. Un colchón y dos almohadas, 17 pe- 
sos. Varias piezas de cristal y loza, compradas a Ro- 
que Gómez, 32 pesos 3 reales. Cuatro docenas platos, 
4 pesos. Seis varas lona para catre, compradas a Es- 
teban Cal, 5 pesos 2 reales. Por armar el catre de 
campaña para el General, por el maestro talabartero 
José Artayeta, 10 pesos. 

¿Y el carretón lo deja en el tintero la relación? 
_No, señor. Eso fue después, el año 16, en que se 



[240] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



construyó en la Maestranza; por encargo del coronel 
Ramos, con destino especial para el General Artigas, 
en sustitución de la carreta toldada de uso común en 
campaña. Como regalo, debía ser otra cosa algo me- 
jor, y van ustedes a saber cómo era, por el tenor del 
recibo del encargado de conducirlo, aunque plagian- 
do a Momo, pueda alguno decir: ¡qué lujo, y quien 
lo trujo! 

"He recibido del Parque de Artillería, por orden 
" del coronel don Bonifacio Ramos, para llevar al 
"señor General don José Artigas, un carretón cons- 
" truído en él, de dos y media varas de largo, forrado 
"por fuera de suela, y por dentro de paño verde, 
" con los almohadones correspondientes. 

"Montevideo, 13 de agosto de 1816. 

" Por indisposición del capitán don Faustino Te- 
xera, 

"Juan Angel Navarrete." 

Pues señor, (y vaya esto como cosa al caso) gra- 
cias a Ramos, tuvo Artigas su buen carretón, sin pe- 
dirlo; y con nuestro permiso suponemos, que sería 
tirado por muías como los coches, y no por bueyes, 
como el que condujo el año 18 a esta plaza, con pro- 
cedencia de San José y Canelones, por galantería del 
general Pintos, Jefe de la división portuguesa, a las 
señoras patriotas aprehendidas en aquellos pueblos 
por los portugueses, esposas de los capitanes don 
Julián Laguna, don Juan J. Toribio, don Lorenzo 
Medina, don José Llupes y vecinos don José Antonio 
Ramírez, que se condujeron a la Ciudadela. 



[241] 



ISIDORO DE MARIA 



SINGULAR CONVITE FUNEBRE 
1815 



AL DOCTOR DIEGO PEREZ 

El comandante de división Blas Basualdo, uno de 
los jefes más acreditados de Artigas, había fallecido, 
después de larga enfermedad, en campaña. 

El General Artigas quiso que el Cabildo de Mon- 
tevideo, asociándose al sentimiento por su pérdida, 
honrase su memoria de una manera especial, muy sin- 
gular sin duda, y sin precedente en la forma. 

A las exequias del templo, siguióse una ceremonia 
original, digna de consignarse en letra de molde, de- 
jando al lector los comentarios. 

En la Casa Consistorial se reunieron los cabildan- 
tes en traje de ceremonia, a desempeñar su cometido 
fúnebre. Allí estaban don Pablo Pére2, Pascual Blan- 
co, Luis de la Rosa, Juan de León, Felipe Cardoso, 
Ramón de la Piedra, Juan María Pérez y Francisco 
Plá, cabildantes, con parte del cortejo que les siguió 
del templo, dándose principio a la ceremonia, por de 
contado sin pompa, con la pobreza consiguiente del 
Cabildo de entonces, que apenas tenía en su sala unos 
canapés viejos, un par docenas de sillas, una mesa 
con carpeta verde, unas cortinas de damasco raídas, 



1242 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



y algunos "otros teneres" por el estilo, que no se 
parecían, por cierto, a los lujosos que tuvieron des- 
pués, en tiempo de los portugueses, como ya con- 
versaremos del contraste. 

Y para colmo de desdichas, ha de saberse, que la 
Sala Capitular en aquel tiempo, era así como un pá- 
ramo, sin vidrieras las ventanas, por donde se colaba 
el agua sin ceremonia cuando llovía del oeste, tiri- 
tando de frío tantas veces los pacientes cabildantes. 
Los balcones brillaban por su ausencia, y todo, en 
una palabra, era pobreza, pero honrosa para los pa- 
triotas que tenían asiento en el Cabildo, como podrá 
juzgarse por lo que se verá más adelanté. 

Vamos al ceremonial para dignificar la memoria 
del patricio fallecido. ¿Cómo les parecerá a los lec- 
tores que se prepararía la cosa para realizarlo, res- 
pondiendo a las indicaciones de Artigas, primer jefe 
de los orientales, interesado en ello? 

Se puso la mesa en medio de la sala. En el centro 
de la mesa se colocó una gran palma simbólica, y 
presentando una única copa de licor, el Alcalde de 
Primer Voto don Pablo Pérez, lo virtió emocionado 
en la palma, pronunciando sentidas palabras, como 
si quisiesen, al esparcirlo, verter lágrimas de senti- 
miento y dolor producidos por la pérdida del guerre- 
ro de la Independencia, honrando así el mérito y la 
virtud del hombre que había desaparecido de entre 
los vivientes. 

Homenaje sencillo, pero bien significativo a su 
memoria, rendido en consonancia con las instruccio- 
nes del General Artigas, que había sido el primero 
en regar con sus lágrimas, en su campo, la tumba del 
benemérito patricio fallecido. 

Apostaríamos una oreja, aunque quedáramos reyu- 



[243] 



ISIDORO DE MARIA 



nos como aquel Olivera, viejo patriota de Canelones, 
conocido con ese apodo, a que no se cuenta ceremo- 
nia fúnebre igual, ni más significativa, y eso que se- 
gún la tradición no hubo en ella discurseantes, como 
que entre aquella gente sencilla, de corazón, los hu- 
mos de oratoria no hacían el gasto. 

Quedó así cumplida la noble voluntad de Artigas, 
en honra y prez de Basualdo, y complementado el 
convite fúnebre, a que había invitado al Cabildo de 
Montevideo en nota de 21 de mayo de 1815, del te- 
nor siguiente, que sacamos del polvo del olvido: 



I 

"Cuartel General, 21 de mayo de 1815. 

"Acabamos de perder el virtuoso ciudadano co- 
mandante de división don Blas Basualdo. La muerte 
le arrancó de nosotros después de una dolencia dila- 
tada, y el lleno de sus destinos, señalando su carrera 
con mil servicios brillantes que reclaman el recono- 
cimiento de la patria y el llanto de los hombres de 
bien. Yo he regado su sepulcro con mis lágrimas y 
he tributado a su memoria todas las honras debidas a 
su mérito admirable. Sin embargo, sus trabajos y sus 
glorias piden una demostración más general. La Pro- 
vincia le debe fatigas de cinco años. La victoria co- 
ronó tres veces sus esfuerzos, y sus resultados bienhe- 
chores halagaron la consolación pública. Yo excito 
todo el civismo, la ternura y la gratitud de esa ilustre 
Corporación, a que acompañando mi justo dolor y el 
del ejército, lleve su memoria al pie de los altares, 
dedicando un día la piedad religiosa en su obsequio. 



f244] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Y para eternizarlo como corresponde a nuestra his- 
toria, y a la gloria particular a que es tan dignamente 
acreedor, he tenido a bien determinar un convite fú- 
nebre, que deberá seguirse a las exequias del templo. 

"V. S. tendrá la dignación de celebrarlo en su Ca- 
sa Consistorial, haciendo sentir con la mayor frugali- 
dad, concurriendo en ropa de ceremonia, y presentan- 
do al fin la única copa que habrá a la memoria de 
aquel ciudadano fiel, derramará todo su licor sobre 
una palma que ocupará desde el principio el centro 
de la mesa. Llevemos así su nombre glorioso a la 
posteridad, y uniendo constantemente nuestras lágri- 
mas, démosle un ejemplo de gratitud, y enseñémosla 
a honrar la virtud de un hombre que vivió para ser- 
vir a sus hermanos y bajó al sepulcro con tan pre- 
ciosos anhelos. 

"Tengo el honor, etc. 

"José Artigas. 
"Al muy ilustre Cabildo de Montevideo." 



II 

Dice el refrán, que lo prometido es deuda, y a fuer 
nosotros, de cumplidores de lo que prometemos, para 
no ser tildados de embusteros, como tantos hijos de 
vecino que ofrecen y no cumplen, en punto y aparte 
cumpliremos lo prometido pertinente al mobiliario de 
la Sala Capitular el año 18, en tiempos del rey don 
Juan o de los fidalgos, muy distinto al pobre de la 
Patria Vieja, en que no había sedas ni relumbrones. 
Cuando más el bastón con puño de oro que usaba el 
Alcalde principal, y con puño de plata los Alcaldes 



[245] 



ISIDORO DE MARIA 



de barrio, siguiendo la costumbre colonial fuera de 
Cabildo. 

En esa época, la Sala Capitular ostentaba en el tes- 
tero su dosel de damasco y el retrato del rey con 
marco dorado. Cenefas de damasco y de raso carme- 
sí. Cortinado de damasco con grandes borlas y mas- 
carones. Dos arañas de cristal, que avergonzaban a 
las de latón del coliseo de San Felipe. Una gran mesa 
con cubierta de damasco, y por de contado con su 
escribanía de plata, su salvadera y campanilla del 
peso de treinta y una onzas, por más senas. Tres si- 
llones de brazos, forro damasco. Treinta sillas asiento 
de damasco. Cinco sofás de cuatro y cinco sillas, es- 
paldar y asiento de damasco, alfombrado en todo el 
piso de la sala, y qué sé yo cuantas otras cosas, de 
rango, que no acusaban de cierto pobreza. 

Si para muestra basta un botón, conténtese el lec- 
tor con ésta del mobiliario de entonces, que contras- 
taba con lo humilde de la Patria Vieja. 

Y puesto que hemos dado un salto incidentalmen- 
te al tiempo del rey don Juan, permítasenos avanzar 
hasta el año siguiente (1819), para que se vea aun 
entonces, cuál era el estado de la Sala Capitular en 
lo material, y las delicias que ofrecía en invierno a 
los capitulares, que los aguijonearon tanto, que cla- 
mando por remedio, dirigieron al Barón de la Lagu- 
na esta gimoteada de los criollos que lo componían, 
y a la cual debióse que entre ese año y el 20, el Ca- 
bildo tuviese balcones, puertas en regla de balcón, 
vidrios, etc., que hasta entonces brillaban por su au- 
sencia. 

Que lo diga la nota siguiente: 
"Habiendo reflexionado seriamente este Cabildo 
sobre que en la estación del invierno no le ha permi- 



[246] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



tido muchas veces el excesivo frío reunirse a celebrar 
sus acuerdos en la Sala Capitular, que por faltarle 
vidrieras se hiela por cualquier parte que recibe la luz 
necesaria, y que por la debilidad e indecente cons- 
trucción de las ventanas que hoy tiene, se anega 
siempre que llueve del oeste, con grande detrimento 
de los muebles, convino, por voto unánime, en la ur- 
gente necesidad de poner las ventanas con vidrieras, 
así como también los balcones, que tanto deben her- 
mosearlo, según se infiere del plano. 

"En esta virtud, lo participa a V. E. este Ayunta- 
miento, para que si ello mereciese su respetable apro- 
bación, se digne librarla sobre los gastos que ocasione 
la obra, cuyo principio lo exige ya la proximidad del 
invierno. 

"Sala Capitular, 29 de enero de 1819- 

"Juan Benito Blanco — Juan F. Giró — 
Lorenzo Justiniano Pérez — Francisco 
Joaquín Muñoz — José Alvarez — 
Gerónimo Fío Bianqui". 



APENDICE 

Después de escrito lo que precede, recién nos aper- 
cibimos del vacío dejado en la narración del convite 
fúnebre, en lo relativo al funeral celebrado con su 
pompa en la iglesia Matriz, y al refresco que le si- 
guió, suprimido el chocolate de usanza, teniendo todo 
de costo unos 700 pesos, que para las circunstancias 
no era, sin duda, una bicoca. 



[247] 



ISIDORO DE MARIA 



Se echó el resto en la formación del túmulo y 
compostura de la iglesia para las exequias. El Juez 
de Fiestas, que lo era don Ramón Piedra, se portó, 
según la tradición, propendiendo a que el funeral 
fuese en regla. El trabajo del túmulo se confió a don 
Joaquín Escudero, muy felicitado por su desempeño. 
Figuraban en él cipreses, guirnaldas, vistosas colum- 
nas con inscripciones, enlutadas las del centro de la 
iglesia, las cornisas, y cubiertas las ventanas con cor- 
tinado negro. Profusión de luces. Once arrobas y me- 
dia de cera invertidas, que costaron 318 pesos. Músi- 
ca y cantores, por descontado, no faltaron, arreglado 
a la época. El tenor, en el coro, lo fue el Padre Sali- 
nas, portugués de nación, y sus acompañantes Fray 
Ignacio Otazú y Juan Cayetano Barros. La orquesta, 
compuesta de violas, violoncelo y fagots, fue de- 
sempeñada por los Ortega (Tibutcio Ciríaco y Her- 
menegildo), José Gabriel, Luis Juprán y Ramón 
Silva. 

Vamos, que para aquellos tiempos, las exequias del 
coronel Basualdo, jefe de división y ex Gobernador 
de Corrientes, estuvieron a pedir de boca. No se ha- 
bía visto nada más lucido. 

Después del funeral y de la ceremonia fúnebre en 
el Cabildo, con la palma simbólica que se trajo ex- 
presamente de Santa Lucía, vino el obligado refresco, 
en que hicieron el gasto fuentes de pasteles y pasteli- 
tos, leche-crema, budines, bizcochos, licores y ron. 



[248] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



CAMPO AL MARTILLO 
1814 — 1821 



A PRUDENCIO ELLAURI 

Han de saber ustedes, benévolos lectores, que has- 
ta el año de gracia de 1814, no se conoció martiliero 
o casa de martillo en la muy noble y reconquistadora 
ciudad de San Felipe y Santiago, en que sólo hacían 
el gasto los Pregoneros sin martillo. 

Recién ese año, en tiempo de la Patria, apareció 
en escena el primer martiliero, o casa de martillo. 
No sabemos quién fue ese mortal que se resolvió 
a empuñarlo, pero lo cierto es que lo hubo. Lo que 
sí sabemos, por viejos papelítos que cantan, es, que 
para autorizarlo se oyó primero el dictamen del 
agente fiscal, y que, mediante la conformidad de los 
comerciantes consultos don Juan Benito Blanco, don 
León Ellauri y don Fulano Insua, se autorizó su es- 
tablecimiento, mediante el pago del tributo o im- 
puesto llamado de Pregonería, que era de 40 morla- 
cos, efectuándose su apertura el 1$ de octubre de ese 
año. No hay para qué decir, que sin bombo, ni cohe- 
tes de la India siquiera, y mucho menos cerveza y 
cigarros habanos, porque esas gracias no se acostum- 
braban en aquella época. Pero poco duró el martillo, 



[249] 



ISIDORO DE MARIA 



porque a los cinco meses soplaron malos vientos con 
el bellaco Otorgues, y el martiliero tuvo que meter 
violín en bolsa, y adiós martillo, hasta más verte. 

Hasta el año 21 no hubo más martiliero o remata- 
dor que quisiera entrar por el aro, ni en chanza, 
renovando la empresa. Entonces se arremangó don 
León Ellauri a tentarla, y estableció la segunda casa 
de martillo en la calle de San Pedro, el buen pesca- 
dor, que tenía las llaves del Cielo, el 12 de marzo 
del referido año, estrenándola con un martillazo de 
rollos de tabaco, botijas de aceite y cajas de dulce, 
que pagaron el pato entre los golosos patroquianos 
que quisieron probarlo entre bromas, y se despacha- 
ron algunas, con desagrado de don León, que, aun- 
que jaranista y bonachón, no le sentaba bien la bro- 
ma. En un segundo remate, se quemaron, a golpe de 
martillo, géneros averiados, entre zarazas y mahones. 
Pintó bien la cosa; acudían marchantes a la nove- 
dad, atraídos por el jarabe de pico de don León, sin 
necesidad de carteles ni de bandera de remate que no 
se usaban, ni el sonoro clarín de Sayago, que aún ní 
soñaba aparecer en aquel tiempo por esas calles, con 
la recua de muchachos seguidores del toque de cor- 
neta, como a los padrinos pelados, en los bautizos en 
la Matriz. 

Ello es, que don León hizo camino con su marti- 
llo por bastante tiempo, sin que nadie le pusiera el 
pie delante, y sin que eso le impidiese, cuando se 
ofrecía, echar con los tertulianos, como quien dice, 
una cana al aire con la flauta, o montar la guardia 
en Cabildo, cuando ésee empezó a sacar los pies del 
plato con los talaveras de don Alvaro da Costa, so- 
ñando con la patria reviviente. 

Pero, ¡qué diablos! las cosas pintaron mal con el 



[250] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Imperio, y entre las vicisitudes de los tiempos, el 
martillo de don León pagó su tributo, retirándose a 
buen recaudo. 

Ahí lo dejaríamos, si con nuestro permiso no co- 
metiésemos el pecado de dejarnos llevar fuera del lí- 
mite propuesto, dando un saltito a otros tiempos. 
¡Qué quieren ustedes! somos tan propensos a recor- 
dar la época triunfal de la Patria Vieja, que insensi- 
blemente se nos viene a la memoria aquella del Go- 
bierno Provisorio de Rondeau, o sea la nueva era, 
plácida y esperanzosa del año 29. 

No bien se afirmó ella con la entrada gloriosa del 
Gobierno patrio a esta ciudad, cuando el martillo 
renació, como el Fénix, en ella. Lo empuñó un don 
Juan G. García, abriendo su "Almacén de Remate" 
en la calle de San Carlos, al que le siguió don León 
con nuevos bríos, acordándose de sus tiempos, como 
que era ducho en el oficio. 

Desde entonces fue viento en popa su martillo de 
la calle del Portón, el que se llevaba la palma entre 
el comercio. 

García no fue tan afortunado, porque al pobre le 
hicieron repelús los cacos (que de todo hubo y hay 
en la viña del Señor), de ciento setenta piezas de coco 
fino y 1 . 500 pesos en cobre que tenía en su "Alma- 
cén de Remate", y, aunque ofreció 200 de premio en 
la Gaceta Mercantil al que descubriese al ladrón o 
sus cómplices, nada consiguió, y con ese golpecito, y 
no sabemos si algunos otros de otra especie, el remate 
fue de capa caída. 

Lástima "que en aquel entonces" no hubiese apa- 
recido todavía el Argos de un don Luis Lamas, para 
cazar a los raspas, como dicen ahora, y descubrir sus 
proezas, que sino, ¡pobres de los que le soliviaron las 



[251] 



ISIDORO DE MARIA 



piezas de coco y los talegos de cobre al cuitado mar- 
tiliero García! 

Después, no se quedaron atrás Baena, Carreras, 
Oger, y sucesivamente Mandevil, Silva y tantos otros 
del gremio del martillo, en tiempo de las onzas de 
oro, en que no se conocía el papel averiado que hizo 
roncha más tarde, ¡y qué roncha! de que nos libre 
Dios por los siglos, de los siglos, amén. 

No hay que hablar de Astengo, Lacueva, Cabral y 
Previtali y el insigne Piria, cuando empezó con el 
martillo en el viejo Mercado Central, atrayendo mos- 
cas a la miel, potque eso sería pecar contra lujuria y 
engolfarse en espigar en campo más moderno. 



[252] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



COMO ERAN LOS ANTIGUOS 
1815 — 1822 



A JUAN RAMON GOMEZ 

La Hermandad de Caridad gestionaba la propie- 
dad de la Casa de Comedias (nuestro viejo San Fe- 
lipe) con la testamentaría de Cipriano de Meló, cu- 
yo antiguo y benéfico vecino de Montevideo la ha- 
bía donado al hospital en favor de los pobres. 

El expediente que se seguía, donde figuraba el do- 
cumento original del legado o donativo, se había he- 
cho humo cuando el saqueo de los archivos de esta 
ciudad en febrero del año 15, al evacuar la plaza las 
tropas de Buenos Aires y hacer Mandinga de las su- 
yas. En el desbarajuste y manoteo del populacho, des- 
apareció el expediente, y con él el documento feha- 
ciente del donativo de Cipriano. Cuando se echó de 
menos, hágase uno cargo de la acerba pena que cau- 
saría a la venerable Hermandad de Caridad la pérdi- 
da del expediente, que tanto le importaba gestionar 
sus derechos a la propiedad del coliseo, valioso ar- 
bitrio para el sostén del hospital y de los pobres 
que amparaba. 

A lágrima viva lloraban los buenos Hermanos de 
la Cofradía de San José y Caridad la pérdida sufrida, 



[253] 



ISIDORO DE MARIA 



decían las crónicas del tiempo. Olfateando la cosa, 
llegó a saberse con alguna probabilidad que el ex- 
pediente sustraído había ido a parar a la campaña. 
Échese usted a andar para descubrir en qué manos 
había caído, y el destino que habrían llevado los par- 
peles. ¡Y en la campaña, en tiempo de Otorgués, 
Gay, Encarnación y Blasito! . . . Trabajo les mandó a 
los buzos, y si por suerte dan con ellos, ¿cómo ha- 
cer para poder rescatarlos? 

Pero hubo un buen hombre, miembro de la Her- 
mandad de Caridad, que se propuso empeñoso en dar 
con el paradero de aquellos papeles, tan valiosos para 
el hospital, y rescatarlos, en su caso, a cualquier 
precio. 

Ese hombre providencial, fue un antiguo vecino 
de Montevideo, dueño de una modesta casa de nego- 
cio en la Plaza de la Matriz, llamado don Roque 
Antonio Gómez (*). 

Valiéndose de sus relaciones, indagó, buscó con 
afán la cosa, logrando dar con el paradero, a costa 
de paciencia y perseverancia. Conseguido eso, con re- 
serva y contento del hallazgo, hizo fuerza de vela 
para obtener del poseedor la entrega de la prenda 
reservadamente, sin escatimar sacrificio. Una vez ob- 
tenida, la guardó "como pan bendito" bajo siete 11a- 
vas, para ponerla en oportunidad en poder de la Her- 
mandad de Caridad, para la gestión interrumpida con 
h testamentaría de Cipriano, por la propiedad del 
coliseo donado al hospital. 

Entonces no eran aparentes los tiempos para ges- 
tionar ante los Tribunales. Había moros en la costa, 



(1) Padre de don Juan Ramón, don Francisco y don 
Leandro. 



[254] 



J 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



y nuestro buen don Roque Antonio guardó sus pa- 
peles como tesoro de los pobres de la Sania Casa, re- 
memorante del filántropo Maciel, padre de ellos. 

Alguien supo de su existencia en poder de don 
Roque, y no faltaron interesados que lo asediasen 
para que los cediese, o que los redujese a cenizas, 
mediante la oferta de buenas onzas de oro, con que 
se le halagaba, precisamente en situación precaria. 
¡Tentaciones del Diablo! pero aquí de la probidad, 
de la virtud de don Roque, desechando con abnega- 
ción las ofertas seductoras, queriendo conservar para 
algún día aquel patrimonio de los pobres. 

¡Rasgo ejemplar de honradez, de amor a la cari- 
dad y de solicitud por los pobres amparados por la 
institución piadosa a que pertenecía! Así eran los an- 
tiguos, cuadra decir, dejando nobles y levantados 
ejemplos a los que viniesen atrás. 

Aquí tienen los benévolos lectores de las Tradi- 
ciones de Montevideo Antiguo, hilvanado a nues- 
tro modo, uno de tantos rasgos de honorabilidad y 
desinterés de aquellos hombres, constatado en buena 
letra en el Tomo XVII del Archivo del Hospital de 
Caridad de la Patria Chica. 

Gracias a él, la Hermandad de Caridad pudo se- 
guir el litigio el año 22, sobre la propiedad de la 
Casa de Comedias, que gestionaba con la testamenta- 
ría de Cipriano, y en cuyo expediente se lee la re- 
presentación de don Roque Antonio Gómez a la 
Junta Gubernativa del Hospital, sobre el particular, 
de la cual copiamos en su honra, y en prueba de 
verdad de lo que dejamos dicho, lo siguiente: 

". . .Últimamente (decía en ella), a mí, señores, 
"a mí es a quien se debe la existencia y conserva- 
ción del expediente de esta venerable Hermandad 



[255 ] 



JSIDORO DE MARIA 



"sobre la Casa de Comedias; de ese precioso ha- 
llazgo que se ha hecho a favor de ios pobres, que 
"Ies proporcionará en lo sucesivo ingentes miles de 
"pesos para su alivio. Es un hecho, que habiendo si- 
" do saqueados los Archivos de esta ciudad el año 
"15, dicho expediente fue a parar a la campaña, y 
"en cuanto lo he sabido, hice toda diligencia para 
"rescatarlo a costa de mi dinero, sin pararme en la 
"cantidad. Lo conseguí, y pasado algún tiempo, e 
"impuesto acaso de este suceso algún interesado, se 
"me hizo por segunda mano la propuesta de dar- 
^me hasta 500 onzas de oro, con tal que lo quema- 
rse a la vista y presencia del proponente. A pesar 
"de que el estado de mi fortuna es bien decayente 
"y muy desproporcionado al enorme peso de mi 
"familia, y no obstante que las ventajas de esta 
"propuesta se me presentaban exentas de todo 
"riesgo, no quise acceder a ello, en obsequio de la 
"justicia y de la caridad que se debe a los infelices 
" a quienes pertenecía. Lo retuve, pues, en mi poder, 
"y cuando ha sido tiempo oportuno, lo he presen- 
tado a esta venerable Hermandad para que haga 
"uso de un rico e inagotable recurso, que sería ím- 
" posible proporcionárselo por otro medio." 

Por regla general, "así eran los antiguos", de la 
estofa de don Roque. 



[256] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA ZANJA REYUNA 
1817 



A FRANCISCO C. MARTINEZ 

Ocupaban los portugueses la plaza de Montevi- 
deo, donde formó nido el Barón de la Laguna don 
Carlos Federico Lecor. Los patriotas en armas, al 
mando del jefe don Fructuoso Rivera, brazo dere- 
cho, como quien dice, del General Artigas, los hos- 
tilizaban incesantemente, obligándolos más de una 
vez a levantar su campamento de Casavalle, poco 
más allá del Cerrito de la Victoria, a donde llega- 
ban sus destacamentos avanzados. 

El Rincón del Cerro era el depósito del ganado 
vacuno y caballar de ios portugueses, que trataban 
de poner a cubierto de las acometidas de los patrio- 
tas, que con frecuencia Ies arrebataban caballada. 
Eso obligó al Barón de la Laguna, a mediados del 
años 17, a ordenar se hiciese una cortadura, — como 
al principio la habían hecho en el Cordón, — des- 
de la barra de Santa Lucía hasta el Buceo en la cos- 
ta sur, construyendo reductos para piezas de grueso 
calibre, a un cuarto de legua de distancia unos de 
otros, para resguardarse de los avances de los pa- 



[257] 



ISIDORO DE MARIA 



motas en armas. Uno de esos reductos fue construí- 
do en la cumbre del Cerrito. 

A esa cortadura quedóle el nombre vulgar de la 
zanja reyuna, en la topografía del país, en toda esa 
parte, y de la cual quedaron algunos vestigios allá 
por los zanjones del Buceo, por aquello de la fosa 
antropófaga de más al norte, por el Pantanoso, y 
por fin, por el antiguo saladero de Lapuente. 

Eso de reyuna no venía, por cierto, como cual- 
quiera podrá inferir, de que los talaveras le hubie- 
sen cortado alguna oreja a la pobre zanja, como la 
cortaban a los caballos desde el tiempo del rey en 
señal de propiedad de Su Majestad Católica, por la 
sencillísima razón de que no tenía ninguna, como 
que no era de carne y hueso como los mancarrones, 
burros u ovejas. No, señor; era simplemente para 
significar que la tal zanja era obra realenga o del 
rey, como los reyunos, a los cuales, en vez de ca- 
rimbo, les cortaban una parte de la oreja, para se- 
ñalarlos como de propiedad del rey. Los portugue- 
ses, siguiendo la antigua usanza, reyunaban los bu- 
céfalos como cosa propia, y así le dieron el nombre 
de zanja reyuna a la cortadura que hicieron J>ara 
resguardarse de las travesuras dos itabos de Frutos, 
que los embromaban. Si hubiera tenido orejas o rabo, 
como la mancarronada, a la fija que la reyunan o 
rabonean como a los caballos, a cuya operación eran 
aficionados. Pero no siendo eso posible con la zanja, 
llamáronle reyuna, sin más fundamento que el de 
ser obra del rey don Juan VI, aunque a costa de la 
pagana, la Provincia de cuyo cuero salían las co- 
rreas, hasta para los jornales o gratificaciones de los 
brazos empleados en ella. 

Como íbamos diciendo, los patriotas en armas, que 



[258] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



se pintaban solos en la guerra de recursos, para em- 
bromar al enemigo, adueñado de la plaza, ya que no 
podían oponerle un ejército en regla, tan acosado lo 
tenían, que lo obligaron a apelar a la cortadura con 
reductos para ponerse a cubierto de sus diabluras; y 
sobre todo, impedir que los dejasen sin plumas, como 
al gallo de Morón, vale decir, sin reyunos rabones en 
el depósito del Rincón del Cerro, en qué poder ca- 
balgar. 

Dejemos a don Frutos, sombra que los perseguía 
más de cerca, la referencia de los hechos que dieron 
margen a la formación de la célebre Zanja reyuna, 
obra de la prudencia del Barón, General en Jefe del 
ejército invasor, que a título de Pacificador, y a pre- 
texto de poner a cubierto la provincia de Río Grande 
del Sur del contagio de la anarquía de las montoneras 
de Artigas, se coló en la Banda Oriental "con fino 
amor y respeto", a últimos del año 16, aunque no sin 
encontrar en su paso, quien se lo disputase en la me- 
dida de sus escasos elementos de resistencia. 

No hacemos historia, pero será un poquito del pla- 
to que nos gusta, en demostración de la verdad de lo 
que dejamos enunciado. 

" Tercera vez volvió a ocupar el Barón de la Lagu- 
" na su campo en Casavalle (dice el general Rivera 
"en su Memoria), habiendo colocado un destacamen- 
" to de dos mil hombres en la chacra de don Manuel 
" Pérez, en Pajas Blancas, para guardar los depósitos 
" de ganados y caballadas que había colocado en el 
" Rincón del Cerro. Los patriotas pusieron su campo 
" en las Puntas del Miguelete, y desde allí continuaron 
" sus hostilidades contra los invasores, a los que noche 
" y día incomodaban con perennes guerrillas, matan- 
" do y aprisionado algunos de los suyos. Pero el ma- 



[259 ] 



ISIDORO DE MARIA 



" yor mal que hacían sentir a los enemigos era el que 
" les arrebataban sus caballadas, llegando a tal su osa- 
" día, que se apoderaron de muchas de ellas que te- 
" nían en el Rincón del Cerro, lo que obligó al Barón 
" a que formase y pusiese en ejecución el proyecto de 
" una cortadura desde la Barra de Santa Lucía hasta 
"el Buceo en la costa sur, colocando reductos para 
"piezas de grueso calibre, a un cuarto de legua de 
" distancia de uno a otro." 

A fuerza de pico y pala, emplearon sobre seis me- 
ses los portugueses en dar vado a la Zanja reyuna, al 
decir de los de aquel tiempo, que nosotros nos lava- 
mos las manos, pero al fin quedó hecha la cortadura, 
y levantados los reductos, que buenos pesos costaron, 
no al rey don Juan, sino a la vaca de la pobre Pro- 
vincia. 

Mas, ni por esas se libraron de los manotones de 
los garruchas, que defendían el patrio suelo de la con- 
quista extranjera. 



[260] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL CASERIO DE LOS NEGROS 
1787 — 1816 



A FEDERICO CANFFIEL 

Hasta treinta años después de la fundación de 
Montevideo, la raza africana no se conoció en esta 
ciudad, dicho sea con perdón de algún geógrafo mo- 
derno. Recién en 1756 arribó aquí un buque con 
negros de Angola, primera importación de esa mer- 
cancía de carne humana. Se permitió su depósito en 
tierra, resultando de ello una epidemia de que fueron 
víctimas muchos habitantes de la ciudad, y los más 
de los negros introducidos, quedando de éstos pocos 
sobrevivientes. 

El 67 vino otro buque con negros bozales, como 
los de la primera expedición. Diose permiso para el 
desembarco, destinándose un horno de fábrica de 
adobe en extramuros, cercano a las fuentes de agua- 
da pública, para su depósito. Con lo ocurrido once 
años antes con los primeros venidos, el vecindario se 
alarmó, temoroso que se reprodujese la peste, y el 
Cabildo representó al Gobernador La Rosa, que se 
obligase al capitán de la nave importadora a llevar- 
los a la costa del Cerro, donde pusiese hospitales en 
barracas, lejos de comunicación con el vecindario. La 



[261] 



ISIDORO DE MARIA 



sarna y otros presentes griegos de los negros malsa- 
nos, eran mal enemigo. 

El Gobernador insistió en que se obedeciesen sus 
órdenes, diciendo que la clase de enfermedad de los 
negros, según el dictamen facultativo, no era grave, 
y que además, cumpliendo órdenes del rey, "la hos- 
pitalidad no podía negarse a nadie". Por fin se con- 
siguió que La Rosa desistiese de que se efectuara el 
depósito en el lugar que había dispuesto, resolvién- 
dose que se permitiera la cuarentena en la costa, en- 
tre el Miguelete y Cerro, distante de lá^ ciudad. 

Hubo que pasar por la prueba, no sin que dejase 
de experimentarse la aparición de enfermedades, pe- 
ro por fin pasó mucho tiempo sin que arribase a es- 
tas playas ningún otro buque negrero, con esa carga. 

En la sucesión de los años, desde el 81 hasta el 86, 
se habían introducido más negros del Brasil y de 
Africa, que enfermaron de calenturas pútridas, vi- 
ruela y sarnkula, por de contado, que antes no se ha- 
bían experimentado con el extremo que entonces. 
Así fue, que al tenerse noticias de la próxima veni- 
da de buques negreros de la Compañía de Filipinas, 
en 87, el Cabildo se puso en guardia, velando por la 
salud pública, y más que de prisa trató de tomar me- 
didas preventivas, que el miedo guarda la viña, acor- 
dando que incontinentemente se intimase al apode- 
rado de la Compañía de Filipinas, que dispusiese ha- 
bitación bastante y aparente para su depósito, en la 
boca del arroyo del Miguelete, hacia la parte del 
Cerro, donde en efecto procedió la compañía a la 
construcción del establecimiento que se conoció por 
Caserío de los negros. 

Papelito canta. El 31 de enero de 1787 acordaba 
el Cabildo lo siguiente: 



[262 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



" Previa consulta de los facultativos don José Gi- 
"ró, don Domingo Garrido, don Manuel Francés y 
"don Manuel Ramón, se acordó que incontinente 
"se le intimase al apoderado de la Compañía de Fi- 
lipinas, que dispusiese la habitación bastante para 
" los negros que se esperaban, y además que sucesi- 
" vamente vendrán a este puerto, en la boca del arro- 
"yo del Miguelete, hacia la parte del Cerro, que es 
"el paraje que está a la costa del mar y se nombra 
"Jesús María, distante de esta ciudad tres cuartos de 
" legua, en cuyo puesto deben permanecer, precisa- 
" mente como el más cómodo para ellos mismos, y 
"sin riesgo alguno público. 

"Del mismo modo, que los que muriesen sean 
"enterrados en aquel lugar, y no sean sus cadáveres 
"conducidos al camposanto de esta ciudad ( : ). 

" Bernardo La-torre — Francisco Sie- 
" rra — Joaquín Cbopitea — Juan 
" Balbín de Vallejo — Francisco de 
"los Ángeles Muñoz — Luis A. 
" Gutiérrez". 

Ese establecimiento, donde se depositaban en cua- 
rentena los negros importados de la Compañía de 
Filipinas, ocupaba una manzana de terreno, bajo mu- 
ro, teniendo en el centro cinco piezas edificadas, dos 
grandes almacenes, cocinas, etc., techo de teja. 

Por mucho tiempo, y hasta principios de este si- 
glo, sirvió para depósito de los pobres negros conde- 
nados a la esclavitud. Vino luego el sitio chico y 



(1) Era entonces en la Matriz Vieja. 



[263] 



ISIDORO DE MARIA 



grande de esta plaza, del año 11 al 14, y otro fue 
su destino, convirtiéndose en ruinas, quedándole el 
nombre vulgar de Caserío de los negros. 

Por disposición de Alvear, vino a servir de aloja- 
miento temporario a las tropas españolas, cuando 
evacuaron esta plaza, en junio del año 14; y al si- 
guiente lo fue de las de Otorgués. Háganse cargo los 
lectores cómo quedaría el edificio. Cantando ruinas, 
en el mayor abandono y apoderándose de él las or- 
tigas. 

¡Ingrata suerte! A río revuelto ganancia de pesca- 
dotes. Fueron pagando el pato los techos, las puer- 
tas, y ventanas, el ladrillo del cercado y paredes del 
edificio, de que otros se aprovecharon, y adiós Case- 
río de los negros. "¡Quien te vio y quien te ve!" 
"Ayer maravilla fui, y hoy sombra mía no soy". ¿A 
quién los médanos cargarle el mochuelo? A la suerte. 
Que lo entierren entre los que lo conocieron. 

Tan fue así, que mandado inspeccionar por el Ca- 
bildo, en febrero del año 16, ya el pobrecillo con- 
taba con estos dolores y úñateos: 

Destechadas las piezas de azotea, las cocinas y los 
dos almacenes de veinte varas de largo cada uno. 
Faltaban cuarenta puertas y ventanas con sus mar- 
cos, y más ocho puertas y marcos de las piezas de 
azotea. El portón principal, también repelús, y las 
paímas sirviendo de palenque. ¡Bonito cuadro! An- 
dando el tiempo, ni aun vestigios quedaron de él. 

¡Que la tierra le sea leve! . . . 



[264] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



VA PELOTA 
1822 — 1828 



A PEDRO E. CARVE 

Los muchachos siempre fueron aficionados a la 
pelota, sin perjuicio del hoyito, del trompo y aun al- 
gunos de la taba, haciendo caso omiso de la pandorga. 
Los diablitos, no contentos con jugar en el patio de 
su casa a la pelota, fuese de orillo o de badana, se 
juntaban, con su permiso, en las calles, y déle pelota 
en las paredes de los edificios, pagando el pato los 
faroles del alumbrado y los vidrios de las ventanas, a 
pesar de las penas impuestas desde el tiempo del Go- 
bernador Bustamante y Guerra. Y nada digamos de 
los transeúntes, que solían chupar cada pelotazo, sin 
comerlo ni beberlo, que daba gusto, se entiende a los 
muchachos diablos que se los propinaban. 

Y vaya usted a quejarse a Juancho, de quien se 
reían los diablitos, haciéndolo peor si a mano viene. 
¿A los padres? jBah! para uno que los corrigiese, diez 
le salían a usted con excusas y disculpas, de cosas de 
niños: que quiere usted, en algo han de divertirse los 
pobrecitos; y milagro si no les daban todavía tealitos 
para compra de pelotas en lo de Várela, en la plaza, 
proveedor constante de pelotas, lo mismo que de ma- 



[265] 



ISIDORO DE MARIA 



zacote, pitos y flautas, romances y rosarios, a pesar 
de la competencia en pelotas que le hacían los pobres 
presos de la cárcel, exhibiéndolas en sus cañas de pes- 
car, con la bolsita respectiva para la limosna, por 
entre rejas; que en los tiempos que nos atraviesan, 
nos hacen acordar la caña o vara con la bolsa que 
empuñan los sacristanes en algunas iglesias, para pes- 
car los cobres a las devotas y devotos. Cosa, por su- 
puesto, que nada tiene de ridículo y extraño cuando 
tantos andan a la pesca de otras cosas con anzuelo, 
sin ser bagres ni corvinas. 

Sin pensarlo, los muchachos de ese tiempo hacían 
gimnástica con el juego de pelota, sin maestro que 
la enseñase, como la hacían, a las mil maravillas, 
saltando postes. 

¿Y qué decir de los grandes? jOh! los grandes se 
divertían con las bochas, bochando en la esquina del 
Cristo, a donde iban a patita, a pesar de la distancia, 
o en alguna otra, porque eran habas contadas. Pero 
en cuanto a la pelota, tenían que despuntar el vicio 
en el patio de su casa o en el paredón del Hospital 
del Rey jugando algún partidito. 

Otro gallo Ies cantara allá por el año 23, en que 
hizo su aparición en el Cordón, al sur de la capilla, 
en el camino que llamaban de Maldonado, una can- 
cha de pelotas, vulgo El juego de pelotas, que se 
distinguía por más señas, con una figurita en la azo- 
tea de la esquina, tocaya de la Figurita de por allá 
del Reducto, que se llamaba Camino de la Figurita, 
cuyo paraje aún se conoce por ese nombre. 

Allí empezaron los aficionados al juego de pelota, 
novicios pelotaris, como dirían ahora, a sacar el vien- 
tre de mal año, a manos limpias. ¡Y va pelota! Déle 
a la pelota. Albricias a los muchachos del lugar, y 



[266] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



a los de la ciudad que quieran ir los domingos, su- 
biendo barrancos, saltando zanjas y destripando te- 
rrones, a divertir la vista y amaestrarse en el ¡va 

pelota! 

La cancha era completamente abierta del lado de 
la calle; ningún cercado impedía a los mirones de 
afuera el ver jugar a los pelotaris sus partidos, arre- 
mangados y jadeantes. No se pagaba entrada, ni las 
apuestas eran por moneda, sino simplemente a quien 
pagaba el refresco o la copa, y por descontado, la 
tarifa impuesta por el juego de cada partido. El ne- 
gocio era para el dueño de la pulpería y a la vez del 
Juego de pelotas, menudeando las horchatas, las na- 
ranjadas de agrio de las Islas, las vinagradas y san- 
grías y los buenos vasos de vino. 

Ello es, que con el aliciente del Juego de pelotas, 
en la Figurita del Cordón, aquello se hizo un paseo 
en los días festivos para el sexo barbudo, pero con 
ojo a los Portones, para templar temprano a la ciu- 
dad, antes que se cerrasen, so pena de tener que que- 
darse afuera y tener que pernoctar en los pollos, ha- 
ciendo compañía a las ratas que tenían por allí, en 
los fosos, su madriguera. 

[Hombre, y vean ustedes lo que son las casualida- 
des! Al correr del tiempo, desapareció de la escena 
aquel juego de pelotas y la figurita de la esquina, 
con el viejo edificio, que venía a quedar donde es 
hoy esquina de las calles 18 de Julio y Tacuarembó, 
cuadrando la casualidad de haber otra figurita en la 
de enfrente, haciéndole bis a la desaparecida. Plagio, 
dirán algunos. ¡Bah! es artículo que abunda en plaza. 

Allí ya no va pelota años ha; pero nadie le negará 
el mérito de que en su tiempo, como a falta de pan 



[267] 



ISIDORO DÉ MARIA 



buenas son tortas, sirvió muy bien a la diversión de 
sus parroquianos. 

Después, pasado algún tiempo, vino el Trinquete 
de Valentín, en la nueva ciudad, con sus pelotas, sus 
guantes, sus bailes, sus vasquitas y su música, a echar- 
le tierra a la difunta del Cordón, y en seguida la 
cancha de Cazenave a remachar el clavo. 

¿Y ahora? . . . Ahora el Jai-Alai tiene la palabra. 
Otro talla. 



[268] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA ESCARAPELA 
1808 — 1829 

AL VENERABLE TOMAS GOMENSORO 

Bajo el gobierno del Rey Nuestro Señor Q. D. G., 
como decían a boca llena los viejos peninsulares en 
su tiempo, y que fue el primeríto que conoció la muy 
noble ciudad de San Felipe y Santiago, como sus her- 
manas del continente, se mandó, el año 1808, por 
S. M. el Rey de España e Indias, el uso de escarape- 
la a los cabildantes de Montevideo, mas no puramen- 
te la amarilla o punzó, sino la Escarapela de la Alian- 
za, de fondo negro y por fuera encarnado, con estas 
iniciales: V. F. VII, es decir, Viva Fernando VII, que 
eraa entonces el rey cautivo, más de veras que el 
Papa. 

Aquí de Navarro para hacer escarapelas para los 
cabildantes. Eran pocos los marchantes, pero se las 
pagaban, como quien dice, a peso de oro, teniendo el 
gusto de poder lucirlas, muy orondos, en sus sombre- 
ros. 

Uno de ellos fue don Jaime, aquel de la calle de 
San Gabriel, del célebre negocio de los basínes con 
la estampa de Napoleón, que vendió a onza de oro 
cada uno. 



[269] 



ISIDORO DE MARIA 



El año 10, en que Fernando VII volvió al reinado, 
diose de baja la Escarapela de la Alianza, sustituyén- 
dola la puramente española de don Fernando de 
Borbón y sus gustos, que la llevaron muy ufanos los 
capitulares de San Felipe y Santiago, a fuer de bue- 
nos realistas; aunque no le hicieran asco también los 
vecinos por engaña pichanga, después de la revolu- 
ción en Buenos Aires, cuando el ínclito Saavedra 
presidió la primer Junta de Gobierno propio, sin te- 
mor de aparecer inconsecuentes con la Declatatoria 
del 25 de Mayo, aunque otra cosa quedase adentro 
con las zalamerías al de Borbón. 

Ya apuntaba en la capital del antiguo virreinato, 
el blanco y celeste, en la boca de los fusiles de los 
Patricios, que había de dar %1 traste con el amarillo 
y rojo del realismo. Pero como todavía no habían 
madurado bien las uvas, menester era conservar las 
apariencias, y de ahí que hasta Azcuénaga no hesi- 
tase en lucir en su sombrero la Fernandina, aunque 
la quisiese tanto como un dolor de muelas. 

Poco a poco se va lejos, esto lo sabe el más bobo, 
como este prójimo. Y poco a poco el celeste y blan- 
co vino a ser el color purísimo de la bandera "de las 
Provincias Unidas del Sur". Esto, aparte de los agre- 
gados provinciales, como verbigracia, nuestra Trico- 
lor oriental en la época de Artigas, celeste, blanca y 
punzó. 

Cuento al caso. . . Decimos mal, que no es cuen- 
to sino verdad, aunque se nos objete que no reza con 
la escarapela. 

El año 13, después de la acción del Cerrito de la 
Victoria, aparecieron una mañana dos banderolas 
frente a los muros de esta plaza, puestas por los si- 
tiadores. Ocurrencia fue esta de Ramón Estomba, 



[270] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



oriental, bizarro oficial de la patria, al decir de los 
que lo conocieron, con una cuarteta, que no era ni 
sal ni agua, y los realistas hicieron una guiñada por 
la amarilla, que era la de su devoción. 

Como íbamos diciendo, el celeste y blanco fue el 
color de la bandera de las Provincias Unidas. La 
misma que llevaron triunfante Belgrano y San Mar- 
tín, desde el Plata hasta el alto y bajo Perú y Chile. 
Esos colores copiados del cielo, fueron los de su cu- 
carda, bajo los cuales vinimos al mundo. 

Desde el año 17, dominando los lusitanos en esta 
ciudad de San Felipe y Santiago, primó, como era 
consiguiente, la escarapela portuguesa, distintivo de 
los empleados; pero como la cabra siempre tira al 
monte, cuando se trató, el año 21, en el Congreso 
reunido en ese tiempo, de la incorporación de la Cis- 
platina al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algar- 
ves, no olvidaron los nativos orientales de que se 
incluyesen en los colores de la Escarapela o distintivo 
de las tropas veteranas y milicias de la Provincia, el 
celeste, para conservar, en lo posible, el carácter par- 
ticular del Estado. 

* Sucedió, que en las bases acordadas se había omi- 
tido esto. Observólo don Luis Eduardo Pérez, indi- 
cando se propusiese así al Barón de la Laguna. Lo 
apoyaron Bianque y Larrañaga. Este último dijo: 
" Cuando un pueblo se une a cualquiera otro que le 
" considera como extranjero, apenas hay uno que no 
"desee conservar parte de sus usos, de sus costum- 
"bres, de sus distintivos! El celeste había sido el 
distintivo patrio, y convenía conservarlo de algún 
modo en la Escarapela". 

En consecuencia, el Congreso acordó: "se pasase 
" oficio al Barón, con copia del Acta, pidiéndole co- 



[271] 



ISIDORO DE MARIA 



"mo condición de la incorporación el uso de la Es- 
carapela o distinción alusiva a su incorporación, o 
" bien agregando el color celeste a la escarapela por- 
"tuguesa, o del modo que S. E. lo considerase me- 
" jor; y que a las armas de la ciudad se agregase la 
"esfera amular" ( 1 ) . 

Y el color celeste, copiado del azul de nuestro cie- 
lo, fue el que, aun bajo la dominación portuguesa, 
era el elegido por la "Sociedad Lancasteriana" el año 
22, presidida por el Padre Larrañaga, actuando de 
secretario don Francisco Solano Antuña, para el mo- 
ño de las medallas de plata adjudicadas en premio 
al mérito de los niños de su escuela, que llevaron gus- 
tosos sobre su pecho como distintivo patrio, de que 
da fe este humilde servidor vuestro, cuando se ento- 
naba con entusiasmo el himno 

La patria adorada 
vuelve a revivir. 

¡Santa religión de los recuerdos juveniles, que enar- 
decen el alma, transportando el pensamiento al pa- 
sado! . . . ¿Cómo no tener amor al celeste? 

Vino después el Imperio. Cambió la escena y con 
ella la escarapela. Entró en uso la auriverde, que quie- 
ran o no quieran, todos los empleados públicos la 
llevaron. Paciencia y barajar, ¡cuántos de ellos di- 
rían! . . . 

Pasaron los imperiales, y con ellos la auriverde; 
viniendo la nuestra, la azul-celeste en el año 29. Es 



(1) Acta del Congreso del 1° de agosto de 1821. 



[272 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



decir, la Cucarda Nacional decretada por la Asamblea 
Legislativa y Constituyente, encarnación del sufragio 
libre de los pueblos redimidos. 

Nos quedamos con ella. ¡Y con qué gusto y ufa- 
nía la ostentaban todos los hijos de Oriente! 

¡Y qué salida tuvo entonces la mostacilla azul- 
celeste! ¡y qué negocio hicieron los cordoneros fa- 
bricándolas! 

¡Hombre!, ¿y las mujeres? De eso no hay que ha- 
blar. Aquellas manos delicadas, las confeccionaban 
entusiastas, por docenas, para regalo de los suyos. 
Jóvenes y maduras se afanaban en hacerlas a cual 
más lindas, para que padres, hermanos y novios las 
luciesen en el sombrero o en la gorra. Hubo algunas 
que se singularizaron en darles formas de corazón. 
Las picaronas decían, que era la más propia, porque 
en el corazón de los orientales debía estar la imagen 
de la patria y la cucarda nacional, hija de su gloriosa 
bandera. 

¡Magnífico! 

Por eso nos gusta, viejos, el azul-celeste de la cu- 
carda nacional, color de las nueve listas horizontales 
de nuestra bandera, simbolizando los nueve departa- 
mentos en que se dividía el estado. Es entendido que 
nos referimos a la decretada por la Constituyente en 
diciembre del año 28; modificada después, en cuanto 
al número de listas azul-celestes por ley de julio de 
1830, reduciéndola a cuatro de ese color, alternadas 
en campo blanco, formando así las nueve listas de 
que se compone la Bandera Nacional, con la imagen 
del sol en el ángulo superior del lado del asta. 

Hasta aquí el año 29. Catorce años y pico des- 
pués . . . punto en boca . , . que no es del tiempo. No 



£273] 



ISIDORO DE MARIA 



hablemos del azul-celeste de nuestra bandera, cuyo 
color inmaculado, excomulgado, proscripto y salva- 
jeado por el Restaurador de la otra orilla, plugo a 
Dios salvase puro y glorioso dentro de los muros de 
la Nueva Troya para cubrir a todos sus hijos. Pero 
eso está fuera de programa, y con la música a otra 
parte. 



[274] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LAS FLORES DE ANTAÑO 
1808 — 1830 

A ANTONIO N. PEREIRA 

Don Luis Goddefroy, antiguo y respetable vecino 
de Montevideo, persona muy conocida y estimada de 
esta sociedad, y hombre muy sociable, acostumbraba 
reunirse de noche en su casa, con sus amigos de 
confianza, en plácida y franca tertulia, a que éstos 
concurrían solícitos a tomar el té y pasar un rato 
alegre en su afable compañía. 

De rodo se hablaba en ella, entre los asiduos ter- 
tulianos, trayendo a colación, algunas veces, recuer- 
dos de antiguos tiempos, en que don Luis, memorista 
en primera fila, les llevaba por lo común, la media 
arroba. 

Digo, y cómo no, si contaba treinta años de resi- 
dencia y arraigo en Montevideo, donde vino el año 
1800, estableciéndose de negociante comisionista, to- 
mando estado el año 5, con una dama de las prin- 
cipales y antiguas familias de esta ciudad, donde ha- 
bía formado su hogar y familia, con crédito de la 
sociedad y en el comercio. 

En ese lapso de tiempo, ¡cuántas cosas no habría 
visto, cuántos sucesos no habría presenciado, y por 
cuántas vicisitudes y adversidades no habría pasado, 
desde la invasión inglesa, la tremenda toma de esta 



[275] 



ISIDORO DE MARIA 



plaza por el britano, y la templada del virrey Sobre- 
monte, hasta la alzada de Murguiendo y compañía 
con el regimiento del Río de la Plata y de los Verdes, 
y luego los dos sitios de Montevideo, y la Revolución 
Americana de que fue partidario, cosiéndole su ad- 
hesión a ella, el ser perseguido y arruinado en su 
fortuna! ¡Si tendría qué contar el hombre! 

Pero dejemos eso a un lado, que sería largo refe- 
rir, que es harina de otro costal, y vamos a la tertulia 
y tertulianos de Goddefroy. 

Una vez versó la conversación entre ellos sobre 
flores de antaño, 

— Desde muchacho decía uno, me han gustado las 
flores, y aunque eran habas contadas su cultivo en 
aquel tiempo de los chicharrones, me acuerdo toda- 
vía que me pirraba por cualquiera de ellas, bien fue- 
sen las rosas, los claveles, los lirios, la vara de San 
José y las marimoñas, o bien la virreina, que eca la 
más abundante; el alhelí, el botón de oro, la espuela 
de caballero, la clavellina, la retama, el taco de la 
reina, el penacho, la congona, la albahaca, la tripa 
de fraile, la flor de raso, lo mismo que la margarita, 
y la vxuda silvestre, la flor de pajarito y el clavel 
del aire. 

— Yo también las alcancé, decía otro, traídas de la 
quinta de Maciel, del Paso del Molino, y aún llegué 
a verlas en el jardín mandado hacer por Elío en el 
patío del Fuerte, que por más señas mandaron al 
Diablo después los soldados de Soler y de Otorgués, 
diciendo que ni flores querían de los godos. 

Eran las flores de antaño, lindas y buscadas en 
aquellos tiempos de nuestros mayores, que lucían los 
floreros de cinco dedos en las casas o en los altares; 
escasas sí, porque eran raras las personas que se de- 



[276] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



dicaban a su cultivo, brillando por su ausencia en las 
casas y en las quintas. 

— Cierto es eso, añadió otro de lps tertulianos, pe- 
ro usted olvida los azahares del Miguelete y los jaz- 
mines que embalsamaban el ambiente con su perfu- 
me. ¡Ah! me acuerdo de los naranjos que producían 
abundantes los primeros en las quintas de Maciel, de 
Zabala, de Juanicó, de Durán, de Chopitea y algunas 
otras, y los jazmines de lo de Maturana, Juanicó, 
Noble, Castel y varios otros, en el primer cuarto del 
siglo en que vivimos. 

— Dice usted bien. Aquello era una delicia, que 
poco a poco fue despertando la afición a las flores, 
cuyo catálogo aumentaron sucesivamente, el pensa- 
miento, la violeta, la amapola, el junquillo, la rosa 
de varias clases, la clavellina disciplinada, la mutiflor, 
la palma imperial, el tulipán, el copete, la mosqueta, 
la diamela y qué sé yo cuántas otras, que escapan a 
mi memoria en este momento. 

— ¡Hombre! y qué me dicen ustedes de la flor de 
cardo, que, aunque de otra especie, ajena a la jardi- 
nería, se me viene a la mente, dijo otro. 

La risa de los tertulianos festejó la ocurrencia pe- 
regrina. 

— Pues mire usted, le dijo otro, ¿a que no la que- 
rría usted para un ramo de regalo a su dama? 

Si a esa clase de flores fuésemos, preferiría las del 
duraznero, el manzano, el peral, el guindo y el mem- 
brillo, que nos dan sus ricos frutos. Pero la del car- 
do. . . ¡bah! ¡bah! me pinchan las espinas, y no en- 
tran en mi reino ni aun las del asnal o del santo. 

— Si por pinchar fuese, también pinchan las espi- 
nas de las rosas, y no por eso nos retraemos de to- 
marlas del rosal con el mayor gusto, y recrearnos 



[277 ] 



ISIDORO DE MARIA 



con ellas; ¡y si son pimpollos! vamos, ¿quién no se 
pincha por ellos? 

— Convenido, y como que en verdad me agradan 
las rosas, lo mismo las de todo el año que las de 
mayo, las de cien hojas, las blancas, las té, y todo lo 
que huela a rosa. 

— Pues caballeros, aunque parezca capricho o ex- 
travagancia mi ocurrencia, sostengo la flor del car- 
do entre las flores, tan de antaño y tan común en 
nuestros campos, que hasta los charrúas la conocieron. 

¿Cuál de nosotros no recuerda aquellos soberbios 
cardales del Miguelete, Peñarol, de los Ombúes de 
Doña Mercedes, de la Aldea, y sin ir tan lejos, de las 
afueritas de la ciudad, ahí por inmediaciones de la 
antigua quinta de Masini, Estanzuela, Punta Carre- 
tas y otros parajes cercanos, donde cazamos perdices? 

¡Qué mundo de flores de cardo, de aquellas em- 
pleadas para la rica cuajada de la leche gorda, con 
que tantas veces nos habremos chupado los dedos! 

¿Y los tallos sabrosos y hasta las alcachofas de las 
flores secas, que echan a volar alegres los muchachos? 

¡Y digan ustedes que no tengo fundamento para 
recordar la flor del cardo! 

Será un gusto como otro cualquiera, convenido, pe- 
ro vamos al té, que está servido, dijo el dueño de 
casa; y no olvidemos las flores de antaño, aunque las 
de hogaño puedan ser más variadas y hermosas, que 
al fin y al cabo todas son flores para el jardín de 
la vida. 

— Conformes. 

Y sino, que lo diga Margar, añadiríamos nosotros 
al presente, que nos trajo la camelia y tantas otras. 

Y salió por un portoncito y entró por otro, para 
que ustedes me cuenten otro. 

[278] 



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EL CABILDO ECHANDO EL RESTO. 
CAMBIO DE CASACA 

1817 



A MANUEL LOPEZ 

Desde la cena dada a Alvear por el Cabildo el 
año 14, a raíz de su entrada a la Plaza, con que qui- 
so obsequiarlo, no se había ofrecido comida alguna, 
con visos de convite a los magnates. 

Cuando más, uno que otro refresquillo de horcha- 
ta, vino, ginebra y anís, y algunas confituras, por el 
estilo del dado en festejo de la ocupación de la plaza 
por Otorgués con los orientales el año 15, y algunas 
tomas de las once, como cuando el ensayo de los ni- 
ños de las escuelas, en mayo del año 16, para las 
primeras fiestas Mayas, y pare usted de contar. 

Los banquetees del día no estaban en moda; y 
menos costeados por el Cabildo, que no estaba para 
fiestas, teniendo que marchar con pies de plomo, en 
eso de desembolsar pecunia, que andaba a caballo. 

Pero otra cosa fue cuando el Barón de la Laguna, 
general don Carlos Federico Lecor, entró en juego, 
que entonces el Cabildo echaba, como quien dice, el 
resto, cambiando de casaca. ¡Ya lo creo! Era menes- 
ter hacer la corte al Barón, agasajar a los fidalgos, y 



[279] 



ISIDORO DE MARIA 



hacer buenas migas con los magnates de Su Majes- 
tad Fidelísima. Poco importaba que el ramo de Pro- 
pios pagase el pato y que los escasos recursos del 
Municipio se distrajesen en comilonas y refrescos, 
con tal de quedar bien con la gente imperante y 
celebrar los días del rey dispensador de gracias y 
otras yerbas, aunque pudiera decirse: "¡Necesidad, o 
apego al sol reinante, a lo que obligas!" 

El 20 de enero de* 1817, el Cabildo había hecho 
entrega de las llaves de la Plaza al general Lecor, 
Barón de la Laguna, el cual, conducido bajo palio 
desde el portón de San Pedro, había efectuado su en- 
trada a la ciudad con las tropas portuguesas. 

Hacía ese día un calor de los diablos, con un sol 
abrasador como el de enero; la tropa venía jadeante 
de la Chacarita, sudando la gota gorda, lo mismo la 
de infantería que los cuerpos de caballería, montados 
en los reyunos rabones. ¡Pobre gente! Venía muerta 
de sed, y hubo que poner en contribución a los alji- 
bes inmediatos a la plaza, para llenar barriles de 
agua con qué saciar la sed de la tropa en formación, 
mientras Lecor y su cohorte asistían al Tedéum, diri- 
giéndose luego a la casa consistorial, a los cumplidos 
de ordenanza, y que viva el cambio de casaca de los 
capitulares. 

Aquí empieza lo bueno. Cumplido y obsequioso el 
Cabildo, había hecho preparar en su sala gran mesa 
de refresco, como preliminar al ambigú con que en 
ese día y al siguiente ofreció al Barón de la Laguna 
y compañía, cuyo costo salió del ramo de Propios, 
abonado por el mayordomo Agustín Lombardini a 
Domingo Artayeta. El Cabildo echaba el resto en 
la fiesta, saliendo del cuero las correas. Lucieron los 
ramilletes, con los pajaritos de azúcar, y angelitos de 



[280] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



la misma especie, con sus oropeles y banderitas por- 
tuguesas. Se* bebió y masticó opíparamente por los 
anfitriones, el 20 y 21 de enero, como es de suponer- 
se, a la salud de la corte celestial del Pacificador. 

Que se repita. Y se repitió el 13 y 14 de mayo con 
motivo del cumpleaños de Su Majestad Fidelísima. 
En ambos días hubo refresco, suprimiéndose la co- 
mida o ambigú dada en enero, menos el té y el café. 

En esa fiesta se despacharon a salud de Su Majes- 
tad, la friolera de tres y media arrobas de bizcochos, 
dos y media de panales, dos y media docenas botello- 
nes licor superfino francés, tres docenas botellas vino 
Madera, dos docenas botellas vino generoso, diecio- 
cho papeles almendrados, diez frascos vino blanco, 
diez frascos ron, un frasco horchata (sin duda por 
el frío de la estación, que se prestaba más a los vi- 
nos y al ron, que a las horchatas), una arroba de 
azúcar de la Habana, y algunas libras de café y té, 
como para dar calor al estómago. 

Ello fue, que la aristocracia hizo los honores en 
ambas fiestas, a las fuentes, a los pastelitos, budines, 
bizcotelas, alfajores y demás bocados, y nada diremos 
de los vinos y licores, faltándoles sólo la cerveza, que 
era artículo fuera de plaza, costando los festejos al 
pagano 1 . 698 pesos. Y que viva Su Majestad Fide- 
lísima, el Barón de la Laguna y el buen humor, 
echando el resto el Cabildo, con el cambio de casaca. 

Los empleados y sirvientes, a su vez, sacaron el 
vientre de mal año. Buen provecho. 



[281] 



ISIDORO DE MARIA 



CARRETAS Y CARRETILLAS 

1798—1829 

A HONORE ROUSTAN 

Ahora un siglo, las carretas, carros y carretillas del 
tráfico de Montevideo, existentes dentro de la plaza 
y desde fuera de murallas hasta esta banda del Mi- 
guelete, chacra de Chopitea y Francisco Sierra, de 
este lado de Carrasco y costa del mar haciendo círcu- 
lo, formaban número para la época. 

Las carretas y carros tirados por bueyes ascendían 
a ciento setenta y ocho con mil ciento cincuenta y 
nueve yuntas de bueyes. 

Las carretillas a cincuenta, tiradas por muías, con 
cincuenta y dos yuntas de éstas. 

Coches, ninüs, ni tirados por muías ni por caba- 
llos. Cuando esa clase de vehículos hizo su aparición, 
con la rareza consiguiente, treinta años más o menos 
después, sin contar el que condujo al obispo Lúe el 
año 4, ni el de Zabala, eran tirados por muías, entre 
aquellas varas largas de antigua usanza, montado el 
cochero en una de las bestias de tiro y el lacayo de 
pie, atrás en el coche. 

¿Cuál era su ocupación? preguntará acaso el lec- 
tor por curiosidad. 

Vamos por la misma, a satisfacerlo. 



[282] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



La de las carretas tiradas por bueyes se dividían 
así: treinta de aguadores, veintiuna tráfico de ladri- 
llo, cuatto de pasto, sesenta y ocho de todo servi- 
cio de plaza, dieciséis de abasto de carne y treinta y 
nueve de vecinos. 

No entran en esta cuenta, por supuesto, lasjfcarre- 
tas de campaña, conductoras de leña y carbón para 
el consumo, ni menos las conductoras de curtiembre. 

¿Y las carretillas tiradas por muías? . . . ¡Hom- 
bre! diez de ellas se ocupaban en la conducción del 
pan de cada día, sin perjuicio de las árganas, que 
hacían también su reparto; y el resto, hasta cuarenta, 
hacían el servicio de playa. 

Ganaban así la vida los carreros, con todos los 
percances de empantanadas y otras yerbas, a que da- 
ba lugar el mal estado de las calles y caminos, sin 
que Ies tirasen la cuerda con gavelas, sin compasión, 
los cabildantes- 
Dejemos aquel tiempo y demos un salto nada me- 
nos que al año 29, que otro gallito cantará, a pro- 
pósito de carretas, sujetas al derecho de sisa. 

Echemos un parrafito a la época del Gobierno 
Patrio, y veamos, en punto a la entrada de carretas 
por 1 los portones de la ciudad, el monto a que ascen- 
dían. Para muestra, baste saber el de la última se- 
mana de diciembre del año 29, y calculen los lecto- 
res sobre esta base la importancia del movimiento. 

Supongan ustedes que nos hallamos en los Porto- 
nes Viejo y Nuevo; esto es, en el de San Pedro y de 
San Juan, por donde practican su entrada las carre- 
tas de bueyes. En una sola semana entran por el de 
San Pedro ciento setenta carretas, y por el de San 
Juan la friolera de trescientas setenta y dos, con la 
siguiente carga: 

[283 ] 



ISIDORO DE MARIA 



Con carne fresca para el abasto, ciento veintisiete; 
con carne salada, sesenta y ocho; con ladrillo, doce; 
con sebo, tres; con bebidas, veinte; con leña, sesenta 
y ocho; con maíz, dos; con cal, tres; con cueros ca- 
ballares, dos; con rama, ocho; con hinojo, cuatro; 
con «aeros vacunos, diecisiete; con pasto, veinticinco; 
con carbón, cuatro; con lana, cinco; con arena, una; 
con paja, tres. 

Pero tare, que hemos dejado en el tintero otro por- 
tón desconocido, que con nuestro permiso denomina- 
remos el Novísimo, a la manera de la vieja, de la 
nueva y de la novísima ciudad, que decimos en el 
día. Ese portón novísimo era el del Cubo del Norte, 
abierto recién en agosto del año 29, entre las calles 
de las Bóvedas y la de San Miguel, que no había 
existido jamás. 

Pues bien; por ese portón, que venía a quedar al 
lado de la barraca de Mackean, formada al norte 
dentro del antiguo foso, entraron, en la misma sema- 
na de diciembre, setenta y una carretas, que no era, 
por cierto, mal pucho para ser el novísimo. 

Cómo tuvo lugar su abertura para facilitar el trá- 
fico por ese costado de la vieja ciudad, el lector va 
a saberlo. 

El 4 de junio del año 29 dispuso el Gobierno Pro- 
visorio que se abriese un portón en el muro del 
Cubo del Norte. Pues señor, manos a la obra. Déle 
barreta y pico al viejo muro, cuya obra ejecutó el 
Maestro Mayor de obras públicas don José Toribio, 
benemérito en su ramo en la época, y portón abierto, 
entregándose al tráfico público en agosto de ese año. 

¿Cuántos miles costaría la obra? ¡Hombre! ape- 
nas costó 280 pesos. ¡Maravilla para otros tiempos! 

¡Vamos! que no hay sermón sin San Agustín. 



[284] 



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LA RULETA 

1823 

A EULOGIO DE LOS REYES 

Cosa mala, inmoral, detestable, que Satanás cargue 
con ella, como todos los vicios malditos, dirá el lec- 
tor amigo de las buenas costumbres, era eso del jue- 
go de la ruleta, que en cuanto a nos, no conocemos 
ní por el forro. 

Y tendrá razón para condenarlo. Cuando las leyes 
de antaño y ogaño lo han prohibido, claro está que 
no habrá sido por inocentón y bueno, sino por malo 
y malísimo en grado superlativo. 

Lo que podemos decir es, que a pesar de su pro- 
hibición, ese mal moral, ese germen de corrupción, 
se conoció en Montevideo antiguo, pero no a fe, con 
tolerancia criminal, haciéndole la vista gorda, por 
la chupandina de la coima, sino perseguido y casti- 
gado por el honrado Cabildo, en que figuraron hom- 
bres de la talla moral de los Berro, Vidal, Platero, 
Giró, Blanco, Castril y otros semejantes, que no de- 
jaban de cargarle la mano para extirparlo, sin com- 
padrazgos y pillerías, mandando hasta quemar la má- 
quina diabólica que servía para las jugarretas pro- 
hibidas. 



[285 ] 



ISIDORO DE MARIA 



Han de saber los lectores, que en el año 1823, 
hubo un café llamado de Marinos, donde secretamen- 
te se estableció la ruleta con sus parroquianos rule- 
teros, teniendo por empresario a un Juan Pedro Pe- 
reira, práctico en el desplume, según la tradición, 
merecedor del grillete de aquellos tiempos. 

Se denunció el hecho al Cabildo. A la cárcel fue 
el dueño del café deshaciéndose allí el nido de los 
ruleteros. Pero, como les quedó la maquinaria, vol- 
vieron a las andadas los pillastres en otro café. Des- 
cubiertos, les cayó arriba la justicia, sin andar con 
paños tibios, ordenando que el dinero tomado en la 
jugarreta sorprendida, se destinase a la Tesorería de 
Propios, y que en presencia del Regidor de Policía 
se le prendiese juego a la máquina. Santo remedio 
Con ese auto de fe, la cárcel y otras menudencias, 
desapareció la ruleta con bolillas y timbre, y se aca- 
baron por entonces los ruleteros y los desplumes. 

No dice la tradición, si al decomisarles ios pesos 
mal habidos, hubo alguno que se atreviese a alegar a 
la justicia, "que se Ies despojaba del fruto de su tra- 
bajo, como un Corbo en los tiempos modernos, allá 
por el Uruguay, en que le había ganado al monte 
a un prójimo, en una jugarreta, no sólo el caballo 
que montaba y el apero, sino hasta las botas que cal- 
zaba, el saco y chaleco que vestía, escapando apenas 
de la quema el pantalón, la camisa y calzoncillo, sin 
duda por no dejarlo como a nuestro padre Adán en 
el Paraíso, en cuentos, como diría el viejo Mateluna. 

Puede creerse, que no hay en este episodio, relata- 
do por incidencia, que viene a pelo, nada de cuento a 
lo Pascualón; porque papelito canta, y anda, además, 
por ahí, Federico Maciel, Comisario de Ordenes en- 
tonces en el lugar de la referencia, que puso a buen 



1 286] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



recaudo al Corbo del alegato con el pretendido fruto 
de su trabajo. ¡Vaya un trabajo! bonradito, ¿no es 
verdad? como hay muchos por ese mundo. 

Mas dejemos a un lado digresiones y vamos a la 
ruleta del año 23. 

Veamos lo que canta el Acta del Cabildo del 14 
de noviembre de aquel año a su respecto: 

" Dijo el Regidor de Policía, que mediante la de- 
" nuncia que se había hecho de haber establecido en 
" secreto, y sin licencia, una Ruleta en el café llamado 
" de Mariños, que hoy está al cargo de Mr. Himonet, 
" había procedido, con acuerdo de S. E., a sorprender- 
" la en la noche del 8 del próximo pasado, recogien- 
lt do la Ruleta y en metálico la cantidad de pe- 
" sos, que a presencia de los interesados, fue recon- 
"tada en el acto por el escribano don Ramón María 
"Peláez, que con el Teniente Alguacil y tropa le 
" acompañaban. Que el día 1 1 había dado parte de 
"todo a S. E. en el Acuerdo, previniendo que el ex- 
presado dueño del café estaba arrestado, y que el 
" empresario de la Ruleta era don Juan Pedro Perci- 
ba, en cuya virtud había dispuesto entonces S. E. 
"que la Ruleta fuese quemada y decomisado el di- 
" ñero a favor de los fondos públicos, siempre que el 
" interesado no se conformase en que se le siguiese 
" causa, a lo que le parecía oponerse por prever peo- 
" res resultados, y en menoscabo de su reputación, 
" dándose comisión al señor Alcalde de 2 9 Voto, pa- 
"ra que indagase la disposición del denunciado Pe- 
" reirá; y que habiendo éste manifestado su confor- 
"midad en que sin más trámites se llevase a efecto 
" lo mandado a trueque de que no se le formase cau- 
" sa, lo ponía en conocimiento de S. E. para que re- 
" solviese. 



[287] 



ISIDORO DE MARIA 



"Y penetrada la Corporación de lo perjudicial que 
" ha demostrado la experiencia ser el dicho juego de 
" Ruleta, y de las inmensas fortunas que ha destruido 
"en Buenos Aires, cuyo Gobierno ha perseguido y 
"prohibido semejante juego en aquella Provincia, 
" así como igualmente en ésta lo prohibió el Gobier- 
"no Intendencia, bien que sin destruir la máquina, 
"cuya omisión dio ahora lugar a su restablecimien- 
"to, acordó por voto unánime que a presencia del 
"señor Regidor de Policía se quemase, y que el di- 
"nero entrase en Tesorería de Propios para que 
"fuese aplicado a las urgencias del día." 

(Acta del Cabildo, 14 de noviembre de 1823). 



[288] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL PASEO DEL ESTANDARTE REAL Y 
EL JUEVES SANTO 

1800—1810 



A MARIANO BERRO 
Mercedes. 

Era de antigua usanza en los tiempos del colonia- 
je, el paseo del Estandarte Real en ciertos días clá- 
sicos del año, o en celebraciones extraordinarias, co- 
mo verbigracia la proclamación de nuevo monarca. 
El tal paseo se efectuaba como un testimonio de leal- 
tad al soberano y un monumento de la conquista de 
América. 

Siguiendo esa costumbre, en nuestra muy noble, 
fiel y reconquistadora ciudad de San Felipe y Santia- 
go, como hija del coloniaje, nuestros mayores en 
edad y gobierno, tuvieron su Estandarte Real desde la 
creación del Cabildo, efectuando su paseo el Oficial 
Real en los días determinados, con el cortejo de los 
capitulares y demás gente de copete, por esas calles de 
Dios, cabalgando muy serio y muy apuesto, en el 
mejor bucéfalo que se proporcionaba. 

El Estandarte Real se guardaba depositado como 
una reliquia, en el Cabildo, donde iba a recibirlo el 
Oficial Real, para sacarlo al paseo, con todas las ce- 
remonias de uso. Después de verificado el paseo, te- 



[289] 



ISIDORO DE MARIA 



nía el derecho de colocarlo en su casa hasta puesta 
de sol, en que lo restituía al Cabildo. 

Era deber del Oficial Real, al terminar el año de 
sus funciones, poner en el Estandarte una especie de 
parche de raso, cosido en la tela, con este letrero: 
Sacó este Estandarte Fulano, en el año tantos, y ha- 
cer su entrega así al Cabildo. 

Según la tradición, el tal estandarte era de género 
de seda, parecido al raso, color amarillo, con un es- 
cudo en el centro, cuyo cerco era rojo, y el centro 
azul turquí. 

De cierto que su bordado no habría sido obra de 
la mano regia de la reina doña Juana, viuda de Fe- 
lipe el Hermoso, a que se atribuyó el Estandarte 
Real de Lima, la ciudad de los Reyes, pero como 
quiera que fuese, hacía su oficio y lo paseaba muy 
orondo el Oficial Real a quien le tocaba el turno, 
con el cortejo de alcaldes, regidores, alguaciles, clari- 
nes y timbales. 

Échense ustedes a nadar, para saber quién lo hizo, 
porque bordador aquí, era como pedir peras al olmo, 
en el siglo pasado. Todavía Navarro, el maestro de 
bordado, que lo enseñó a Casacuberta, no había ni 
asomado las narices por San Felipe y Santiago. 

¡En tantos años de lucido y de parche ado el Real 
Estandarte, si habría recibido parches! ¡Si tendría 
pegotes! probablemente hasta en el asta, si era el 
primitivo del año 1731, cuando se nombró el primer 
Oficial Real, que no era cosa baladí, sino cargo de 
campanillas, que tocóles desempeñar a tantos de sus 
vecinos, anualmente nombrados para ello, desde Se- 
bastián Carrasco y Juan Antonio Artigas, hasta Mar- 



[290] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



tín José Artigas (1) y Mateo Vidal, en el siglo 
pasado, y desde Juan y Rafael Fernández, José Vidal 
y BatUe, hasta Carlos Camuso, Manuel Ortega y Juan 
José Seco, hasta el año 9 del presente siglo, en que 
fue abolido el tan paseo del Real Estandarte. 

En la festividad del Jueves Santo, era costumbre el 
paseo del Estandarte Real, con los alcaldes y demás 
cortejantes, hasta la iglesia. Y allá iba en esa fiesta 
nuestro Oficial Real a caballo, llevando el estandarte, 
a abatir la bandera por tres veces ante el Monumen- 
to. [Bonita ceremonia, salvo aquello del jinete pro- 
tagonista de ella, es decir, salvo lo de penetrar en el 
templo, cabalgando en su bucéfalo el Oficial Real, 
como se practicaba nada menos que en la Catedral 
de Lima! 

Así como suena. Apelamos al testimonio del repu- 
tado tradicionalista americano Ricardo Palma, ha- 
blando de la ceremonia del Jueves Santo en Lima, 
en la última serie de Tradiciones en Ropa Vieja, que 
lo refiere así: 

"El Alférez Real y los que lo acompañaban, pe- 
" netraban al templo por la puerta central de la Ca- 
" tedral. El Alférez Real detenía con mucho garbo su 
" caballo delante del monumento, y saludaba al San- 
" tísimo batiendo por tres veces la bandera; concluido 
" lo cual, se retiraba hasta el atrio, haciendo cejar al 
"bucéfalo para no ofrecer la espalda ai altar." 

Por fortuna, aquí jamás se hizo la cosa o ceremo- 
nia tan a lo vivo como en Lima. Ni en la vieja 
Matriz, ni en la nueva se dio ese beneficio en la fes- 



(1) Padre del General Artigas. 



[291] 



ISIDORO DE MARIA 



tividad del Jueves Santo; fuese por la estrechez de 
la primitiva Matriz, que no lo permitía, o por otra 
consideración de buen sentido, el hecho fue que en 
la tal ceremonia se hizo caso omiso de la colada a 
caballo del Oficial Real al centro de la iglesia a 
saludar el Sagrario abatiendo el estandarte, y hacién- 
dose costumbre, no se innovó cuando la Matriz nue- 
va, contentándose con hacerlo desde el atrio. 

Vamos, hombre, que aunque pequemos de pro- 
pensos a la imitación, como los muchachos, cuadre 
o no cuadre, nuestros antepasados no cayeron en esto, 
en seguir las aguas de la ciudad de los Reyes, a pe- 
sar de su antigüedad, de sus usos y costumbres, sin 
miedo al Santo Oficio, ni a la Inquisición, que por 
allá hacía primores, y de cuyas barbaridades, a Dios 
gracias, estuvieron libres nuestros mayores por estas 
tierras del Plata. 

Con la abolición del paseo del Real Estandarte, se 
acabó el ceremonial del Jueves Santo¡ en ésta de 
Montevideo, tomando el Ayuntamiento otra disposi- 
ción para cumplir con su asistencia a la festividad 
religiosa del día, sin Oficial Real, ni abatida de es- 
tandarte. 

Acordó que se mandasen hacer cuatro hachones de 
cinco a seis libras de cera cada uno, para que igual 
número de criados, decentemente vestidos, los lle- 
varan encendidos, delante del Cuerpo Capitular, en 
las estaciones que éste debía hacer en la noche del 
Jueves Santo en las iglesias. 

Y allá iban los cabildantes en la noche del Jueves 
Santo, precedidos por los hachones encendidos, con- 
ducidos por los criados, a hacer su estación en la 
Matriz y en San Francisco, a riesgo de que cualquier 
travesura de Eolo los apagara y tuvieran que ir tro- 



[292] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



pezando a obscuras, o haberlas con algún albañal de 
aquellos que eran muy comunes; pero en todo caso, 
confiarían en la luz de la luna o de la reina de la 
noche, como diría algún poeta, que los librase de 
algún traspiés o tropezón, porque mal podrían ate- 
nerse a la de los faroles, aquellos de largo pescante 
y soberbia corona, porque en noche de luna no se 
encendían, y noche de luna es la del Jueves Santo. 

Y es tradicional, que los buenos y religiosos ca- 
bildantes no entraban a la iglesia sin echar mano al 
bolsillo (porque entonces no se usaba cartera ni bol- 
sita para llevar el dinero) y sacar sus correspondien- 
tes monedas, para los que a la entrada pedían sen- 
taditos al lado de la mesa, con imágenes o sin ellas: 
para alumbrar el Santísimo Sacramento, para Nues- 
tra Señora de Dolores, para Jesús Nazareno, para 
San Baltasar, o para los Pobres de Cristo, y allá iban 
sonantes, que es lo mejor, a la bandeja o al platillo, 
que recogía el óbolo con gran contento de los colec- 
tores, y no menos del cura o Padre Guardián. 



[293] 



ISIDORO DE MARIA 



LA ESCUELA LANCASTERIANA 
1820—1825 

IN MEMORIAM DEL 
DR. DAMASO A. LARRAKFAGA Y 
PROFESOR JOSE CATALA Y CODINA 

Que la escuela antigua, la del tiempo del coloniaje, 
que los padres de la Compañía de Jesús y los religio- 
sos franciscanos fueron los primeros en establecer en 
esta ciudad, era pobrísima, como no podía ser por 
menos en aquellos tiempos de oscurantismo, es cosa 
sabida. 

La escuela primaria, era la escuela del Cristo de 
la Cartilla, del catón de San Casiano, del catecismo 
de Astete o de otro semejante, de las pautas y de los 
palotes, y también del gorro, de las orejas de burro 
y de la azotaina a calzón bajado, y en la que se de- 
cía: la letra con sangre entra. Agreguen ustedes a eso 
las bandas de Roma y Cartago, con sus emperadores, 
sus capitanes y sus porros, que primaron en algunas 
escuelas de la época, y tendremos lo que fueron en 
la general hasta el año 20, en que la Escuela Lancas- 
teriana, con su nuevo y excelente método de ense- 
ñanza mutua, hizo su aparición en Montevideo, co- 
rrespondiendo el mérito y la gloria de esa conquista 
del progreso, al insigne doctor Larrañaga, no como 
autor del sistema, porque decir eso, sería faltar a la 



1294] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



verdad y usurpar mérito ajeno, como otro que cono- 
cemos, sino como iniciador abnegado y entusiasta de 
su adopción en el país, y el alma de su feliz y pro- 
ficuo establecimiento. 

Cómo se realizó esa gran conquista en su tiempo 
reformando el sistema y método de enseñanza, cam- 
biando la faz de la escuela y abriendo nuevos hori- 
zontes a la educación e instrucción de la niñez apli- 
cando con criterio y sin bombo, lo mejor que 'se co- 
nocía entonces en Europa y en algunos pueblos de 
nuestro continente, en la muy noble y benemérita 
ciudad de San Felipe y Santiago, vamos a verlo. 

Se había ptopagado en la Europa el método de 
enseñanza mutua, de que era autor el célebre éuscaro 
Lancaster, cuyos progresos se admiraban, Diose tanta 
importancia a esa novedad, que muchas personas ins- 
truidas, ansiosas de hacerse útiles, pasaron a América 
para darlo a conocer prácticamente. 

Mr. Diego Thompson, propagandista ardiente del 
Ststema de Lancaster, vino a América encargado de 
su propagación. Había recorrido buena parte de la 
América antes española, con el sólo objeto de plan- 
tear el sistema de enseñanza mutua, o sea Láñeoste- 
nano, siendo acogido con patriótico interés por todas 
las autoridades americanas de su tránsito, y especial- 
mente por el General San Martín, habiéndole debido 
Mendoza y San Juan las escuelas de esa clase que 
tuvieron entonces. El mismo beneficio reportó Chi- 
le, donde se adoptó el sistema de enseñanza de Lan- 
caster. 

El año 20 vino a Buenos Aires el filántropo Mr. 
Thompson, infatigable propagador del nuevo sistema, 
y allí lo planteó como Director de las escuelas de 
Lancaster. Larrañaga, que amaba el progreso intelec- 



[ 295 ] 



ISIDORO DE MARIA 



tual de su país natal, y que miraba lejos, no pudo ser 
indiferente al movimiento progresista que se acen- 
tuaba en los países de América, y -que hacía camino 
en Buenos Aires, y deseoso de que su país querido 
participase de él, se puso al habla con Mr. Thomp- 
son, interesándolo en que se hiciera extensiva a Mon- 
tevideo la plantificación del nuevo sistema de ense- 
ñanza. Dispuesto 'a ella, informó al Cabildo de su 
gestión, en sesión y acuerdo de setiembre del año 20, 
quedando convenido en llevar a término tan loable ' 
propósito. 

Persiguiéndolo con empeñoso afán, dirigía al Ca- 
bildo, en diciembre del mismo año, la siguiente co- 
municación: 

"Excmo. Cabildo: 

"Ya en otra ocasión expuse a V.E., que Mr. 
Thompson, Director de las escuelas de Lancaster en 
Buenos Aires, pensaba introducir este sistema en esta 
ciudad, de cuyas ventajas hablé a V. E. entonces. De 
esto resultó que yo oficiase a Mr. Thompson, si po- 
día venir a esta ciudad para instalar este nuevo mé- 
todo; pero últimamente he recibido contestación suya 
y que acompaño a V. E. para que se sirva deliberar 
sobre su contenido con la prontitud posible. 

"Montevideo, 20 de diciembre de 1820. 

"Dámaso A. Larrañaga." 

Mr. Thompson no podía venir personalmente a 
plantificar el nuevo sistema de enseñanza, pero in- 
dicaba que podría hacerlo alguna otra persona com- 
petente que indicaría, preparando enttetanto local 
para establecer la escuela. 



[296] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



El Cabildo lo comunicó al Barón de la Laguna, en- 
careciendo la utilidad y necesidad del establecimiento. 

En consecuencia, le dio plena autorización para 
que de acuerdo con el cura Vicario Larrañaga, de- 
terminase sobre el particular lo que juzgasen más 
conveniente. 

Dejaremos la palabra a la siguiente Acta: 

"En la Muy Fiel Reconquistadora y Benemérita de 
" la Patria, ciudad de San Felipe y Santiago de Mon- 
tevideo, a 3 de febrero de 1821. El Excmo. Cabil- 
" do, Justicia y Regimiento de él que abajo firman, 
"visto un oficio del limo, y Excmo. señor Capitán 
"General, cuyo tenor es el que sigue: "En vista de 
"cuanto V. E. expone en su oficio de 23 del mes 
"ppdo., y las comunicaciones que me adjunta sobre 
"el útilísimo establecimiento del sistema Lancasteria- 
" no en esta ciudad, he resuelto autorizar a V . E. pa~ 
"ra que de acuerdo con el señor Cura Vicario, 
" determine sobre el particular lo que ci ean más útil 
"y conveniente en beneficio de la Provincia, a cuyo 
"fin devuelvo aquellas comunicaciones. Dios guatde 
"a V. E. muchos años. — Montevideo, 25 de enero 
"de 1821. — Barón de la Laguna. — limo, y Excmo. 
"Cabildo de esta ciudad." Dispuso S. E. que en el 
"momento fuese llamado a Sala de Ayuntamiento 
"el señor cura Vicario don Dámaso Antonio La- 
"rrañaga, y compareciente e impuesto de la presen- 
te comunicación, después de haber manifestado los 
"progresos que del sistema lancasteriano se admira- 
" ban en toda la Europa, y después de haber demos- 
" trado su sencillez y conveniencia, especialmente la 
"que resulta a la sociedad de que en ocho meses 



[297] 



ISIDORO DE MARIA 



" aprenda cualquier niño a leer, escribir y contar, to- 
" do con perfección, apuntó que lo más esencial y 
"primero debía ser la adquisición de un edificio ca- 
"paz de contener en sí mil niños, cuyo número se 
"graduaba prudencialmente que podría reunirse en 
" esta ciudad y extramuros, con los de algunos pue- 
" blos de la campaña si preciso fuere; que persua- 
"dido de que en esta Plaza no se hallaría una casa 
" de capacidad semejante, juzgaba de necesidad edifi- 
"carse una donde S. E. lo acordase, y que allanada 
"esta dificultad, se encargara el mismo señor cura 
"hacer venir de Buenos Aires un sujeto instruido del 
" sistema para ser enseñado en esta ciudad; pero que 
"al intento era también de necesidad que S. E. de- 
" terminase el sueldo que podría aquél gozar durante 
"su viaje y permanencia en ella, y persuadido el 
"Excmo. Cabildo de la importancia de tan útilísimo 
"establecimiento, después de varias discusiones, acor- 
" dó, por voto unánime, que se llevase a cabo, a costa 
"de los fondos públicos, en virtud de las facultades 
"que por el limo. Excmo. señor Capitán General le 
"están concedidas para la construcción del edificio, 
" donde más conviniere, y todas las demás diligencias 
" y gastos relativos al objeto, daba, como dio, la más 
"bastante comisión al señor actual Presidente Alcal- 
" de de 2° voto don Juan Correa, de cuyo celo y ac- 
tividad se prometía el mejor y más pronto desem- 
" peño, de acuerdo con el señor Cura Vicario, quien, 
"como lo ofreció, le daría el plano, y que cuando 
" fuese tiempo podrá el mismo señor cura hacer venir 
" de Buenos Aires el maestro, a quien se le señalaban 
" 100 pesos mensuales, comprando también, si lo es- 
" timase conveniente, una partida de pizarras, cuya 
" venta ha propuesto don Diego Thompson, residen- 



[298] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



^ te en Buenos Aires, y encargado de la propagación 
"del sistema referido. Con lo cual se cerró este 
" acuerdo. 

"Juan Correa — Juan Méndez Caldeira — 
"Luis de la Rosa Brito — Zenón Gar- 
" cía Zúñiga — José Álvarez — Gon- 
"zalo Rodríguez de Brito — Luciano 
"de las Casas, escribano público de Ca- 
" bildo." 

El noble ideal del doctor Larrañaga se realizaba. 
La Escuela Lancasteriana iba a instalarse. Para ello, 
se habilitó- una espaciosa sala en el Fuerte de Go-' 
bierno, en el costado este, con puerta exterior inde- 
pendiente para la entrada de los niños. Vino de 
Buenos Aires expresamente don José Catalá y Codi- 
na, para encargarse de su dirección, sujeto competen- 
te. Se dotó el establecimiento de todos los elementos 
necesarios para funcionar, y se fijó el 13 de octubre 
de ese año 21 para instalarlo. 

Se abrió en el momento una suscripción en el Ca- 
bildo para su sostén. El Alcalde de 1er. voto, Gober- 
nador Intendente don Juan José Durán, se suscribió 
con 100 pesos anuales; el de 2" voto, don Juan Co- 
rrea, con 25; don Juan Méndez Caldeira, con 25; 
don Juan de León, con 20; don Luis de la Rosa Bri- 
to, con 20; don Agustín Estrada, con 20; don Zenón 
García Zúñiga, con 34; don Gonzalo Rodríguez de 
Brito, con 25; don José Alvarez, con 25; don Jeróni- 
mo Pío Bíanqui, con 50; don Dámaso A. Larrañaga, 
Cura Vicario con 50; don Francisco Solano Antuña, 
con 12; y don Paulino González, con 8. 

El 1^ de noviembre se consumaba la instalación 
solemne de la Escuela Lancasteriana en Montevideo, 



[299] 



ISIDORO DE MARIA 



adquisición importantísima, para la formación de la 
juventud estudiosa, risueña esperanza para el porve- 
nir. 

Para sostenerla, se creó la benemérita Sociedad 
Lancasteriana, la primera asociación de su clase, con 
tan levantados propósitos, que se fundaba en Mon- 
tevideo después de un siglo de la fundación de esta 
ciudad. Esa fue la obra meritoria del ilustre Larra- 
naga, digno de que la posteridad reconocida le erija 
una estatua a su gloriosa memoria. 

Lo principal de Montevideo se inscribió en esa 
sociedad modelo, que dio vida a la Escuela Lancas- 
teriana, perfectamente reglamentada por Larrañaga. 

Figuraban en ella el Barón de la Laguna, el doc- 
tor Larrañaga, Juan José Duran, Tomás García de 
Zúñiga, Francisco Juanicó, Juan Benito Blanco, Za- 
carías Pereyra, Jacinto Figueroa, José Alvarez, Ber- 
nardo Susviela, Ildefonso García, Conrado Rücker, 
Lorenzo Justiniano Pérez, Francisco J. Muñoz, Ga- 
briel Antonio Pereira, José Bejar, José María Roo, 
Francisco Farías, Diego Noble, Agustín Castro, Car- 
los Mackinon, Guillermo Steward, Nicolás Herrera, 
Francisco Llambí, Gregorio Lecocq, Luis Lamas, Sal- 
vador y Matías Tort, José Lapuente, Luciano de La 
Mar, Jaime Illa, Bartolomé Bianqui, Domingo Gon- 
zález, Manuel Argerich, Manuel Giménez, Stanley 
Black, Agustín Aldecoa, Esteban Zavalla, Agustín 
Adame, Domingo Vázquez, Manuel Vidal, Manuel 
Luna, Juan Nin, Solano Antuña, Francisco García, 
Balbas y Graceras, Luciano de las Casas, Antonio de 
Souza Viana, Paulino González, José Revuelta, y 
tantos otros vecinos respetables de Montevideo. 

Me acuerdo, como si fuese ahora. Aquel salón de 
clase, de más de treinta varas de longitud, con su 



[300] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



plataforma al frente, donde tenía asiento su buen 
Director. Aquella fila de cuerpos de carpintería o 
mesas de una cara, con asiento cada una para seis 
niños, precedida por la mesa con arena para formar 
en ella los chicuelos las primeras letras con el dedo. 
Los tableros de lectura graduada, para las clases co- 
locadas en semicírculo con sus monitores respectivos, 
en que se aprendía moral y geografía general. Las 
lecciones de gramática, aritmética y doctrina. Los te- 
légrafos de clase, la escritura y la inspección de aseo 
y enseñanza de buenas maneras. El amor a la patria 
que se inspiraba a los niños, y los premios anuales 
con que se les estimulaba, adjudicados en función 
solemne, generalmente presidida por Larrañaga. 

¡Oh gratas remembranzas de la Lancasteriana, 
donde se cultivaron inteligencias como la de Lom- 
bardín (el cojito), Juanicó, Lamas, Lapuente, Tapia, 
Corta, Solsona, Giménez, y tantos otros jóvenes que 
después brillaron madurados en el saber. 

Vamos, que la escuela de la Sociedad Lancaste- 
riana hizo época. Sus profesores eran patriotas, y tan 
lo fueron, que por ese pecado fue aprehendido por 
los imperiales, el año 25, don José Cátala y Codina, 
y Fray Lázaro Gadea tuvo que templar para la cam- 
paña. Muchos miembros de la sociedad siguieron sus 
huellas para ir a incorporarse a los patriotas en ar- 
mas; y con ese motivo vino el desquicio de la escue- 
la y de la sociedad, cerrándose el establecimiento a 
los cuatro años de fundado. 

Pero la buena semilla quedó en tierra, para ir a 
germinar en la campaña, donde el Gobierno patrio 
fundó escuelas del sistema Lancasteriano, bajo la di- 
rección del mismo Cátala y Codina, siguiendo en bo- 
ga el sistema hasta el año 40. 



[301] 



ISIDORO DE MARIA 



PARA SANTO Y SEÑA, LOS DE MI TIEMPO 

1812 — 1831 

AL DR ALBERTO PALOMEQUE 

Departían amigablemente dos veteranos del ejér- 
cito de su tiempo. Uno era del año II, y el otro del 
año 25, revistando ambos en el ejército el año 31. 

Eran así por el estilo de un Bartolo Quinteros, un 
Pablo Pérez, un Gabriel Velazco, un Manuel Arau- 
cho, un Felipe Duarte, un Andrés Gómez y un José 
María Navajas, según el retrato de la crónica. 

Platicaban los buenos amigos y camaradas sobre 
distintas cosas de la milicia de sus tiempos, lo mismo 
sobre sus campañas, los corvos, los facones enastados 
a falta de lanzas, que sobre la mascada, el cimarrón, 
el barboquejo y el bigote. 

— ¿Bigote dijiste? ¡De adónde criollo! ni pintado 
con corcho, díjole el otro. Eso quedaba para el por- 
tugués bigotudo, como decíamos entonces. La barba 
corta, sí, pero bigote ¡cuándo! Ñi Artigas, ni Ron- 
deau, ni Rivera, ni Lavalleja lo usaron. Eso vino re- 
cién el año 29, por decreto, haciendo obligatorio su 
uso a la tropa de línea, y prohibiéndolo a los mili- 
cianos. 

Mire usted: recuerdo que el decreto cantaba así: 



[302 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



"Aguada, 17 de marzo de 1829". 

"Artículo 19 Todos los individuos pertenecientes a 
tropa de línea usarán bigote. 

"Art. 2 9 No podrán usarlo los milicianos de cual- 
quier clase, ni aun cuando estén en servicio activo. 

"Rondeau. 
'^Eugenio Garzón." 

—Hombre, repuso el otro, es cierto que el bigote 
recién entonces entró en uso, como distintivo del mi- 
litar de línea. Recuerdo ahora, que por no observar- 
se bien, mandó el Gobierno, poco ha, (Julio de 
1831) ^ nuevamente observarse aquella disposición, 
comunicándola a los Jefes Políticos de los departa- 
mentos. 

Los amigos doblaron la hoja, y siguieron conver- 
sando de otras cosas de su tiempo; recayó, ¿sobre qué 
les parecerá a ustedes? sobre el santo y seña de las 
órdenes generales del Estado Mayor de su tiempo, 
alabando cada cual las del suyo, los de la patria 
más vieja, y los de la del año 25 hasta el presen- 
te 1831. 

Y se engolfaron los buenos patricios en recordar- 
los con la pasión o el gusto natural, diciendo al fin 
y a la postre de la departición amigable: para santo 
y seña, los de mi tiempo. 

El veterano del año 12 traía a la memoria algunos 
del tiempo de Artigas, en las divisiones o cuerpos de 
Latorre, Basualdo, Pagóla, Otorgués y Rivera, como 
por ejemplo éstos: Ser libres o morir. — Defenda- 
mos el sistema. — Paisanos, amor a la patria. — 



[ 303 ] 



ISIDORO DE MARIA 



Gloria a los valientes americanos. — Los godos su- 
cumbirán. — La Banda Oriental será libre de tira- 
nos. — Constancia y valor, patriotas. — Artigas y 
victoria. — Patria y libertad es nuestra divisa. 

A su turno, el veterano del año 25 empezó a re- 
cordar los de su tiempo, que por ser más frescos, po- 
día tener con ventaja en la punta de la lengua, y 
formuló su lista, que contenía los siguientes: 

En Rincón y Sarandí, vencimos. — Sable en ma- 
no y carabina a la espalda. — Imperiales en derrota. 

— Gloria a los héroes. — Unión, valor y disciplina. 

— Marchemos al Continente. — La corona del triun- 
fo será nuestra. — Las armas republicanas dieron a 
Ituzaingó. — Misiones, Laurel del triunfo. — Al 
ejército, salud. 

Bonitos santo y seña, ¿no le parece compañero» 
los de mi tiempo? 

— Y los del mío no se quedan atrás. 

— Todos tienen su mérito y respiraban patriotismo 
y valor. Cada uno en su tiempo. 

— ¡Hombre! en todos, la patria fue nuestra dei- 
dad; su independencia y libertad la aspiración de los 
orientales. 

Acordarnos del santo y seña de sus ejércitos en 
aquellas luchas, en que perseguíamos tan nobles y 
levantados propósitos, regocija el alma. Ahora que 
gozamos el fruto de tantos esfuerzos heroicos, vamos 
al día, echando una ojeadita a los más fresquitos. 
Tengo en la cartera una lista del santo y seña de las 
Ordenes Generales del Estado Mayor del mes de ma- 
yo último. Vamos en un momento, a verlas de puro 
gusto, — y desdoblando un papel, leyeron los si- 
guientes: 



[304] ■ 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



"Estado Mayor General. 

"ORDENES GENERALES DEL MES DE MAYO DE 1831 

"Santo y seña 

"Día I*? mayo empieza su carrera. — Rufino 
Bauzá. 

2 Mes memorable. — ídem. 

3 Por cuatro a la derecha. — Idem. 

" 4 La disciplina moraliza al soldado. — Idem. 

5 Valor, honor y respeto. — Idem. 

6 mayo, mes de América. — Rufino Bauza. 

" 7 Conservemos nuestra libertad. — Pedro Len- 
guas. 

" 8 Amor a la patria. — Idem. 
" 9 Todo ser ama la libertad. — Idem. 
"10 Patria, nombre respetable. — Idem. 
"11 Honor, Patria, constancia. — ídem. 
"12 Respeto a la Constitución. — Idem. 
"13 Entusiasmo, valor, patriotismo. — ídem. 
" 14 A la virtud, respeto y premio. — Idem. 
"15 Propender al bien general. — Idem. 
" 16 El orden público conservado. — Idem. 
"17 Soldados de la patria, salud. — Idem. 
"18 Viva la patria, orientales. — Idem. 
"19 El honor distingue al guerrero. — Idem. 
"20 Instituciones, gloria. — Idem. 
"21 Igualdad, justicia, equidad. — ídem. 
"22 Gratitud a los patriotas del año 10. — Idem. 
"23 Antevíspera del 25. — Julián Laguna. 
" 24 Mañana, aniversario de la libertad. — ídem. 
" 25 Festejamos el día de la libertad. — Idem. 
"26 En América, la libertad reside. — Pedro Len- 
guas. 



[305] 



ISIDORO DE MARIA 



"27 Orden, subordinación, soldados. — Julián La- 
guna. 

11 28 Amor a las armas, soldados. — Idem. 

" 29 La patria primero que todo. — ídem. 

"30 El soldado, sostén de las leyes.— Idem. 

"31 Conservar la libertad, Orientales. — Idem." 

— Muy bien todo, díjole el amigo, terminada la 
lectura. Pero me ocurre ahora, el santo y seña de la 
Orden General del 29 de agosto, víspera de la Li- 
meña. 

— ¿Qué es eso de la Limeña, que no recuerdo? 

— ¡Hombre! ¿qué ha de ser? la Santa Americana, 
Santa Rosa de Lima, la gloriosa V airona de América, 
de que no se olvidaba, a fuer de americano, nuestro 
Estado Mayor; ¡y de qué modo! celebrando su fiesta, 
salvando el Fuerte de San José en honor de su día, 
y vistiendo la guarnición de parada. 

— Como es de otro mes, y usted sólo mencionaba 
las Ordenes Generales de Mayo, no lo recordaba, pe- 
ro usted está en lo cierto: la Santa Patrona de Amé- 
rica, cuya imagen, aunque pequeña, tenemos en la 
Matriz, en el altar de los Santos Patronos San Felipe 
y Santiago, recibía el debido homenaje del Estado 
Mayor de nuestro ejército, como americano. 

Y como no es cuento, sino verdad verdadera, allá 
va la prueba: 

"Estado Mayor General. 

"orden general 

"Montevideo, 29 de agosto de 1831. 

"Artículo 1 Q Mañana, día de Santa Rosa de Lima, 
Patrona de América, la fortaleza de San José dará 



[306] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



tres salvas de veintiún cañonazos: primera, al salir el 
soí; segunda, a las doce del día; tercera, al ponerse 
el sol. 

"Santo. — Mañana, día de Santa Rosa. 

Pedro Lenguas." 

Aquí viene bien hoy, aquello de ¡cómo cambian 
los tiempos! ¡Han borrado hasta del almanaque el 
día festivo de Santa Rosa de Lima, ~P airona de Amé- 
rica, y lo más singular es, que en esa buena obra de 
la supresión del día festivo de Santa Rosa, ha tenido 
principal parte la agudeza de nuestra gente de frac 
y de sotana, que se llama de origen americano! Apa- 
ga, y vamos a los rusos. 



[307] 



ISIDORO DE MARIA 



LA CAZA Y VEDA 
1808 

AL RURAL DOCTOR DOMINGO ORDOSíANA 

Allá, en los felices tiempos de nuestros progenito- 
res, en que no se ataban los perros con longanizas, 
ni menos se pagaba patente por ellos, como se le 
ocurrió a don Manuel imponerla cuarenta años des- 
pués, haciéndose moda la sangría perruna, abunda- 
ban en esta tierra de Dios los patos silvestres (que 
no eran aquellos de que hablara humorísticamente 
don Angel Floro), las perdices y las mulitas, de una 
manera prodigiosa. Era aquello una bendición de la 
Providencia, como decían los de aquel tiempo. 

Con decir a ustedes que patos y perdices se caza- 
ban a montones en los alrededores de la plaza de 
Montevideo para el diente, y que se vendían en la 
de las Verduras a tres perdices por medio real, a 
cuartillo los patos y a real las mulitas, está dicho 
todo. 

Pero tanto le tiraban la cuerda a las pobrecitas los 
cazadores en todo tiempo, sin lástima de las crías, 
que empezaron a escasear el año 8, subiendo la plaza 
a real cada perdiz y cada pato y a ocho reales las 
mulitas. 

¡Sopla! dijo entonces el Síndico Procurador de 



[308] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Ciudad don Tomás García de Zúñiga; eso no puede 
ser. En la tierra de las perdices, de los patos y de las 
mulitas como si dijeran ahora de los ingleses y de 
las muchachas lindas, venderse así a tan exorbitante 
precio esas especies que el Creador nos ha dado en 
abundancia para nuestro regalo, es una temeridad. 
Alto ahí, señores cazadores. Ustedes aniquilan, des- 
truyen sin medida la especie, matando todo el año, 
en todos los tiempos," indistintamente, con plena li- 
bertad, esos animalítos útiles e inocentes, y destru- 
yendo su cría. Es menester poner coto a tal abuso. 

El síndico, tenía su razón, -observaodo que de po- 
cos años a esa parte escaseaban las especies de pluma, 
por el abuso de la caza; en que, acá para nos, no 
poca parte habría cabido a los ingleses el año 7, 
cazando patos y perdices a destajo en los maizales y 
demás lugares donde posaron su planta. 

Y el síndico se les dejó caer a los cazadores, no 
con la macana, que no era de uso, sino con la ley de 
las recopiladas de Castilla y la Real Cédula de Car- 
los III, reglamentando la Caza y Veda, dictaminan- 
do " que la Veda debía iniciarse aquí desde el V* de 
"setiembre hasta el l 9 de abril, porque hasta este 
"mes se encontraban nidos de perdices, torcazas, tór- 
" tolas y patos silvestres, debiendo exceptuarse de es- 
"ta regla las becacinas y chorlitos." 

De los gorriones nada dijo la voz del Sinaí, sin 
duda porque aún no había Mata introducido la es- 
pecie. 

El Cabildo aprobó el cuerdo dictamen del Síndico 
Procurador de Ciudad, prohibiendo la caza desde 
abril a octubre. Muy bien hecho, en interés de la 
conservación y propagación de la especie. 

En consecuencia, el Síndico Procurador notificó la 



[309] 



ISIDORO DE MARIA 



prohibición a los que la ejercían, y entre ellos, al 
prójimo Moreno, uno de los principales que ejercía 
la industria. 

Saltó la liebre. Aquí te quiero ver escopeta. El 
hombre hacía catorce años que se ocupaba de la caza 
de patos, perdices y demás aves para abasto de la po- 
blación, que buenos bocados habría saboreado con 
ella, proporcionando, además, con las perdices, abun- 
dantes y baratos escarbadientes, a falta de los palitos, 
que no se conocían. 

El buen Moreno (Pancho) se presentó en queja 
al Cabildo contra la {ambición, en la forma que 
va a verse: 

"Muy ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento: 
" Francisco Moreno, vecino de esta ciudad, de ejer- 
cicio cazador, ante V. S. se presenta diciendo: Que 
en el día se halla notificado por el Procurador de esta 
ciudad, igualmente que los de su ejercicio, para que 
no persigan la caza de patos y demás aves, que siem- 
pre y desde la fundación de esta plaza, se ha acos- 
tumbrado traer para abasto de la mayor parte de la 
ciudad, mayormente los patos, que es tanta la abun- 
dancia, que aseguro a V. S. que, si mis compañeros 
de ejercicio y yo no perseguimos esta ave, sería tanta 
la multitud, que los trigos de esta campaña segura- 
mente se perderían, pues cansados están los labrado- 
res de confesarlo, no sólo una vez, sino un ciento 
por lo que así V. S., haciéndose cargo de estas razo- 
nes, no pueden impedir la caza de estos animales, ni 
la de los demás, por lo perjudicial que son a los 
labradores, pues no les dejan semillas que no des- 
trozan. 

" Yo, señores, hace catorce años que tengo este 
servicio, como es notorio a la mayor parte de la ciu- 



[310] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



dad, que creo no habrá otro más viejo en el ejercicio 
ni que abastezca tanto esta plaza, y jamás se me ha 
privado de mi ejercicio, como ahora. Los patos de que 
se trata, tienen su tiempo en que no los cazo, por- 
que ellos propios se retiran, y luego entro cón las 
palomas; éstas también tienen su tiempo, y luego se 
van a criar; después entro con los chorlitos, becaci- 
nas y demás, y sucede lo mismo; luego, por último, 
con las perdices, y sucede lo propio. 

"Montevideo, 8 de octubre de 1808. 

"Francisco Moreno." 



El caporal de los cazadores, como antiguo mace- 
donio, como se ve, hacía por la riña, alegando sus 
razones al Cabildo, pero éste dijo: no hay tu tía, y 
tuvo el buen Pancho Moreno que someterse a lo 
dispuesto, como cualquier hijo de vecino, dejando de 
cazar patos, perdices y torcazas en ciertos meses del 
año, en bien de la propagación de las especies, aun- 
que el soberano pueblo, y con él los capitulares, se 
privasen en ellos de saborear tan buenos platos. 

Vino de ahí la reglamentación de la Caza y Veda 
desde octubre del año 1808, de que hicimos men- 
ción en el libro primero de este Montevideo Anti- 
guo, de las famosas corvinas, pejerreyes y palometas, 
de las sabrosas mulitas, de los patos y perdices, me- 
nos los huevos de avestruz para tortilla. 



[311] 



ISIDORO DE MARIA 



COMO SE FUNDO SORIANO 
1787 

Al DOCTOR SATURNINO A. CAMPS 

El pueblo más antiguo, por su permanencia, de 
esta Banda Oriental, es, como se sabe, Santo Domin- 
go Soriano, que, aún cuando en la remotísima época 
de su fundación no pertenecía a la jurisdicción de 
Montevideo, pero que vino después a ser rama del 
tronco de esta Banda, nos excusará si lo injertamos 
en Montevideo Antiguo con sus nidos de cotorra y 
los cimarrones que en aquellos tiempos campeaban 
allá por sus respetos. 

Siquiera, en memoria de haber sido la primera 
reducción de indios bárbaros catequizados por Fray 
Bernardo de Guzmán en aquel paraje, embutiremos 
una parola respecto a cómo se fundó Soriano, allá 
por los años 1660 y tantos. 

Entre papeles viejos, muy viejos, de esos que por 
inservibles, la generalidad arroja a la basura, encon- 
tramos uno del año 1787, curioso en verdad, y nadita 
menos que del Ayuntamiento de Santo Domingo So- 
riano, al Gobernador e Intendente General, relatan- 
do el cómo se fundó Soriano. 

Nos alegramos del hallazgo, y quisimos hacer 
partícipes de su contenido a los lectores de Monte- 
video Antiguo, si la carreta no nos apretaba en el 
camino. 

[312] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Y ahí va la copia del viejísimo papel, que nadie 
leerá con más gusto que don Saturnino, si es que 
cayese en sus manos. 

Sepamos el porqué, dirá el benévolo lector. Porque 
fue el que a fuerza de trabajo y de paciencia tuvo el 
mérito de escarbar y escarbar en el paraje del ente- 
rramiento de los indios de aquel tiempo, que perte- 
necieron a la histórica reducción de Fray Guzmán 
en la primitiva de la Isla de Yaguarí, llamada des- 
pués del Vizcaíno, y extraer del escarbamiento a lo 
tucutucu, algunos vestigios mortales de aquellas ra- 
zas prehistóricas, para servir de muestra o estudio en 
la gran Exposición Histórico-Americana de Madrid, 
con ocasión de celebrarse el 4<? centenario del inmor- 
tal Colón, descubridor del Nuevo Mundo. 

COMO SE FUNDO SORIANO 

"Señor Gobernador e Intendente General. — Po- 
"nemos nosotros los de este Ayuntamiento, en nota 
"a V. S., que este Real Pueblo de Santo Domingo 
"Soriano se fundó treinta años después de la funda- 
" ción de la Capital de Buenos Aires, y su principio 
"fue del modo siguiente; Habiendo venido un reli- 
gioso de Santo Domingo a anunciar la palabra de 
"Dios a los infieles, redujo a pueblo una nación 
"llamada charrúa, y catequizándola otro religioso, 
"como Ies prohibiese varias supersticiones, el caci- 
"que y todos sus subditos, en una noche se subleva- 
ron y remontaron. Distaba poco más de una legua 
" otra nación llamada chana, y el cacique de ésta ad- 
virtió por la mañana que el religioso estaba solo, 
"y ya tocado de Dios, le. visitó, y le preguntó la cau- 
"sa de su soledad en lengua charrúa (que ya el re- 
"ligioso entendía). Respondió dando relación de la 



[313] 



ISIDORO DE MARIA 



"causa, y el cacique se ofreció a seguirle y catequi- 
zarse con sus indios, los que seguirle quisiesen. 
"Vuelto a su toldería, les habló en su natural len- 
"gua chaná (que hasta hoy los patricios la conser- 
"van) el razonamiento -siguiente: "Hermanos que- 
jidos míos: el religioso que instruía a los charrúas, 
"nuestros aliados, ha quedado solo, y esta gente se 
"ha rebelado. Yo, que deseaba ser instruido como 
" ellos, no os he querido manifestar mi deseo, teme- 
" roso de la contraria resolución vuestra; pero hoy 
"me determino a seguir a este Padre con los que 
"quisieren acompañarme, advirtiendo que el que no 
" haya de perseverar se quede o se vaya donde se han 
" ido los charrúas; y callando, respondieron todos que 
"querían seguirle". Este mismo día mudaron su 
"habitación donde está el otro religioso, quien, a 
"pocos días, se embarcó con el cacique y los indios 
" más principales para la ciudad de Buenos Aires, 
"presentáronse ante el señor Gobernador (que no 
"se sabe quién entonces era), proveyóles de ropa, 
"sal, yerba, y en nombre de S. M. (que Dios guar- 
" de) les concedió licencia para hacer su población. 
"Esta relación que a V. S. participamos, es, en ins- 
tancia, la tradición que los naturales tienen, y 
" cuentan, según sus ascendientes, que en dicha lengua 
"chaná se explicaban. 

"Escribió dicho Gobernador a S. M., quien con- 
cedió a este pueblo el título de Real Pueblo, con 
"otras muchas excepciones y privilegios, los que en 
" un incendio se quemaron, como adelante se dirá. . . 

" Firman este memorial en el Real Pueblo de San- 
to Domingo Soriano en el año 1787. — José de 
"Navas — Carlos Gutiérrez — Patricio José Gadea — 
"Andrés Palacios — Manuel Campelo — Simón 
"Vicente Salado — Mauricio Bla." 



[314] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LOS ORATORIOS DE ANTAÑO 
1800—1830 

A MONSEÑOR SANTIAGO ESTRAZULAS Y LAMAS 

La gente de mi tiempo era religiosa, solía decirnos 
una buena señora, que por poco no completa un si- 
glo de vida O; de una memoria y de una vista 
prodigiosa; la mismita que llevó en el mundo el 
nombre de Isidora Sostoa de Maciel. 

Con efecto: la gente antigua, madrugadora para la 
misa de alba, y afecta al rezo del Rosario, era muy 
inclinada a vestir, como promesa, el hábito religioso 
bien fuese del Carmelo, de Dolores, de Mercedes o 
de la Pura y Limpia, como el hábito franciscano era 
preferido para mottaja, y hasta se pagaba a peso de 
oro para ese objeto el más usado de algún reverendo 
Padre de la Orden Seráfica que lo cediese. Llevada 
por ese espíritu religioso, era muy común, en la pu- 
diente, tener su oratorio propio y la buena anciana 
citaba con agrado algunos de ellos, que recordaba 
incluso el de sus mayores. 

Siguiendo las aguas de la tocaya, buscamos en los 
recuerdos propios de antaño, y en apuntuaciones de 
nuestra vieja cartera, medio comida por la polilla, 

(1) Falleció la aludida a ios 99 años de edad. 
[315] 



ISIDORO DE MARIA 



como viejos papeles del archivo del Cabildo, algo 
que nos suministrase material para este capítulo de 
vejeces, con todas las arrugas y demás desperfectos 
consiguientes a la ropa vieja y apolillada en que es- 
pigara, con la facundia que nos falta, el famoso tra- 
dicionalista limeño. 

Que no será un plato exquisito, como los del día, 
por más que quisiéramos condimentarlo, no es nece- 
sario que se nos diga. 

La ropa vieja, con sus manchas, zurcidos y remien- 
dos, "como pintan la capa del estudiante", y cono- 
cimos la del Licenciado Molina, la de ño Farruco o 
la de tío Camejo, nadie dirá que agrada a la vista, y 
así nos figuramos, que, en punto a gusto, no podrá 
ser de rechupete, ni de tan buena digestión, un plato 
de chicharrones, de mondongo, o de chorizos asa- 
dos, como una rica sopa, un buen bistec, de aquellos 
de la fonda del "Vapor", una carbonada con zapa- 
lütos de tronco de la de Hxmonet, o una mayonesa u 
omelette del día, del "Hotel Oriental", del "Peninsu- 
lar" o del de "París". 

Hablar de oratorios de antaño en la actualidad» 
cuando el progreso se interpone con cosas de otro 
gusto, de otra índole, como el Ateneo, el Conserva- 
torio Musical La Lira, los museos, las kermesses, y 
otras tantas creaciones magníficas, será para otros 
paladares, pero eso no obstará a que haya quien gus- 
te de saber cuáles fueron los oratorios de antaño ea 
San Felipe y Santiago, haciendo caso omiso de los de 
la época de su fundación hasta últimos del siglo 
pasado. 

Que vaya, pues, de oratorios. 
Entre los que se contaron en tiempo de nuestros 
abuelos, y de que pudimos dar fe de algunos, mea- 



[316] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Clonaremos los siguientes, con una que otra especia- 
lidad que vendrá a pelo, como diría el paisano: 

El de las familias Viana y Vargas, en la antigua 
calle de San Fernando. 

El de Sostoa, calle de San Miguel. 

El de los Ejercicios, calle San Carlos. 

El de Maciel, del Niño Jesús, Paso del Molino, 
donde se reunió el Congreso Patrio el año 13. 

El de doña Matilde Durán, calle San Joaquín. 

El de doña Dolores Berbecet, calle San Ramón. 

El de las Garcías, calle San Gabriel, donde, en los 
tiempos modernos, tuvieron hospedaje las primeras 
Hermanas de Caridad venidas a Montevideo. 

El de don Antonio Pérez, en el- Arroyo Seco, donde 
Alvear, reunido con la Comisión Realista nombrada 
por Vigodet, celebraron el Tratado o Convención de 
la capitulación de la plaza el año 14. 

El de la familia Illa, calle de San Gabriel. 

El de doña María Antonia Pérez, en el Peñarol. 

El de los Padres Franciscanos, en la Chacarita. 

El de la familia Barreiro, calle San Joaquín. 

Punto y aparte para un parrafito relacionado con 
éste, a riesgo que la crítica lo moteje como traído por 
los cabellos. 

^ Es el caso, que la Reina Madre, como decía la an- 
tigua crónica, muy aficionada a eso de sobrenombres, 
vulgo guarangadas, como el de las Bocachicas, las 
Rubias, las Chorreadas, las Cabezonas, las Mancha- 
das, las Gallinitas, las Frasquillos, la Garbancera, las 
del Cambao y otras por el estilo, tenía el oratorio 
en su propia sala, donde llegó a celebrarse misa dia- 
riamente, con licencia del Nuncio de Su Santidad en 
Janeiro, concedida hasta la cuarta generación. Tenía 
la buena señora una imagen de Mercedes en su altar, 



[317] 



ISIDORO DE MARIA 



y en cierta ocasión pretendió su eliminación por 
goda, y que le pusiesen la Tupa Amaro, su Dolorosa, 
cuyo cambio (entre paréntesis) no se efectuó. 

Mas dejemos esto a un lado, y vamos a un episo- 
dio. 

Don Miguel (casado) no tuvo sucesión. Había 
criado en su casa dos parditos de nombre Ignacio e 
Isidro, a los que dio una educación esmerada. Ambos 
tocaban el violín y manifestaban mucha inteligencia. 
Eran muy queridos de la familia. Sucedió que falle- 
cieron sucesivamente, y se les hizo el entierro de 
cuerpo presente en el mismo oratorio, siendo sepul- 
tados en los Ejercicios, en los claustros o corredores 
que sirvieron a la Universidad. 

El porqué, se explica por la circunstancia de haber 
sido fundador de los Ejercicios el presbítero don Ma- 
nuel Barreiro, el mismo que, a su fallecimiento a fi- 
nes del año 1839, fue sepultado dentro de la propia 
capilla, a la izquierda del Altar Mayor, del lado del 
Evangelio, como años después lo fue también don 
Miguel, en la misma capilla. 

Después de esta digresiondlla, volvamos a tomar 
el hilo de los oratorios de antaño. 
El de la Buena Moza, en la Aldea. 
El de doña Escolástica Sierra, en la Chacarita. 
El de la Sacra Familia del Padre Larrañaga, en el 
Miguelete, que tanto cuidaba la buena señora doña 
Narcisa, y andando el tiempo, el de doña Mauricia 
Batalla, para arriba del Cardal, en la vecindad de lo 
de Pacheco Medina o del portugués Melones. 

Es posible que algunos queden en el tintero, pero 
lo cierto es, que si no abundaban los oratorios como 
los cardos, el hinojo, la acelga y la verdolaga por 
esos campos y zanjas de Dios, y nada digo de los 



[318] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



chingólos, sin contar entre ellos al guerrilla de Su- 
til del ano 26, tampoco puede decirse que, para el 
tiempo, escaseaban, reflejando el espíritu religioso de 
aquella gente "en que no se usaba ni lacre ni sello". 

Por supuesto, que tratando de oratorios particula- 
res no entran en la cuenta, verbigracia, la capilla 
de la Ciudadela ni menos la del Fuerte, donde oía 
misa el señor Gobernador, celebrada por un conven- 
tual en los días festivos mediante sus 15 pesos men- 
suales, como sucedía en tiempo del de la Laguna. 

Y perdón que se nos acabó la pólvora en orato- 
rios, por no saltar a buscarla en el de la cárcel del 
año 28, ni al de Costa en el Pantanoso después ni 
menos a la Capilla de Servando en la Aguada.— 
Doblemos la hoja. 

En cambio, traigamos a colación los primeros ca- 
pellanes que hubo en San Felipe y Santiago el me- 
nor, desde su fundación, todos de la Orden Seráfica 
llamados Fray Pedro de la Cruz, Baltasar García, 
Bernardo Cazares, Ramón Alavoas, Esteban Méndez,' 
quien impuso las procesiones de Semana Santa y 
otras festividades religiosas con más publicidad, Pe- 
dro Pedrara, Marcos Toledo, Juan Cardozo y Gabriel 
Cordobés, el que dijo de Teniente Cura la primera 
misa en la Matriz Vieja y bendijo en mayo del 42 
la piedra fundamental de la Ciudadela. 

¿Quieren más los lectores de iglesia? Pues allá 
van los capellanes castrenses a principios de este si- 
glo, Fray Mariano Fretes de la expedición de Viana 
(¿el Fraile Muerto?) y su sucesor el mercedario 
Fray Arrieta, y el presbítero Larrañaga de la expedi- 
ción reconquistadora a Buenos Aires. 



[319] 



ISIDORO DE MARIA 



¡ABAJO MURALLAS! 
1829 



AL DOCTOR JOSE PEDRO RAMIREZ 

¡Abajo murallas! acaba de decirse por la voz de 
los legisladores de la Constituyente, y los antiguos 
muros de la ciudad de Montevideo estaban en capi- 
lla. 

Los tiempos se cumplían y no había más remedio 
que demolerlos, para romper los diques que por el 
espacio de un siglo la habían mantenido, desde su 
fundación, encerrada en sus murallas, sin poder re- 
montar el vuelo y extenderse fuera de sus pocas cua- 
dras de extensión. 

Cierto es que la obra no era tan fácil como aque- 
lla de ¡abajo cuerdas! que unos treinta años después, 
por la voz de Santiago Botana, Jefe de Policía, acabó 
en un decir Jesús con las cuerdas que impedían el 
tránsito en las calles, donde se había hecho costum- 
bre ponerlas, a pretexto de algún enfermo de gra- 
vedad que existiese en la cuadra, sustituyéndose aque- 
lla costumbre perjudicial con el empleo del pasto 
o de la arena en la calle en vez de las tales cuerdas. 

¡Abajo murallas! y no hay tu tía. Sonó la hora 
del derrumbe de los viejos y morrudos muros, que 



[320] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



tanto habían costado construir, que tanto tenían que 
contar en un siglo de existencia, tronando en sus 
baluartes los cañones que los coronaban. La ley del 
progreso así lo exige. Adiós murallas, fosos y por- 
tones. r 

• La barreta y el pico tienen la palabra. Y la pri- 
mer víctima que cae bajo sus golpes el 24 de se- 
tiembre aniversario del triunfo del Rincón, es el 
Portón de San Pedro. ¡Pobrecito! ¿Quiénes fueron 
los homicidas? Un deudo del coronel Manuel Anto- 
nio Iglesias 7 un alemán amigo, que en un rapto de 
entusiasmo, barreta y pico en mano, acometen al 
Portón y sus pilares, y abaju fueron, en medio de 
la algazara y los vivas de los mirones, incluso este 
prójimo, que Dios guarde. 

Después siguieron los obreros, a fuerza de barreta 
demoliendo muros. Abrieron sucesivamente seis bo- 
quetes en los del este, frente a las bocacalles de la de 
San Pedro, San Gabriel, San Sebastián, San Luis, San 
Ramón y las Bóvedas, con el resultado que se verá 
por el siguiente detalle de los trabajos, dado por el 
jefe ingeniero hasta el 24 de octubre: 



DETALLES DE LAS OBRAS QUE QUEDARON EN PIE, 
ABIERTOS LOS BOQUETES DE COMUNICACIÓN, AL 
DEMOLER LOS MUROS DE LA PLAZA DE MONTE- 
VIDEO AL ESTE, PARA LAS CALLES. 

VOLÚMENES SUPBRFICIE 
n ^ , . , EN TOE JAS CÚB. EN VAHAS CU AD. 

Entre el pnmer boquete y el Cubo 
del Norte, quedan en pie una 
sección de las obras, compuesta 
de: piedra en la muralla, 450; 

id. en la contraescarpa 224 J4 684 2/4 3,060 2/3 
[321] 



ISIDORO DE MARIA 



VOLÚMENES SUPERFICIE 
EN TOESAS CÚB. EN VARAS CUAO. 

El segundo trozo de fábrica, com- 
prendido entre el anterior y la 
calle de San Luis, encierra: pie- 
dra en los muros, 679 Vi; ídem 
en la contraescarpa, 339 Vi i óe- 

rra y ladrillos, 525 2,543 1/2 5,587 1/4 

El tercero, contenido entre el Por- 
tón de San Pedro y la calle de 
San Luis; piedra en la mura- 
lla, 625 Vi; ídem en la contra- 
escarpa, 228 Vi\ tierra y ladrillo 
en los merlones, banquetas y 

parapetos, 236 L090 6,550 1/4 

La cuarta sección de obras, que 
limita el Parque y la puerta del 
norte: piedra en la muralla, 711; 
ídem en la contraescarpa, 693; 

tierra y ladrillo, 2291/2 1,633 1/2 6,550 1/2 

La quinta, encerrada por las calles 
de San Sebastián y San Ramón: 
piedra en la muralla, 697 Vj\ 
ídem y ladrillo en la inte- 
rior, 465; ídem tierra a ídem, 
1,162 Vi\ piedra en la contra- 
escarpa, 349 2,674 1/2 15,500 

El sexto trozo, en medio del Par- 
que y el Cubo del Sur: mu- 
ralla exterior, 1,325 Vi\ ídem 
interior, 882; tierra y ladrillos, 

2,701; contraescarpa, 407 Vz 5,316 16,500 

53,748 2/3 

Montevideo, 14 de octubre de 1829- 

José María Reyes. 



[ 322 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



CASA DE MISERICORDIA 

1809 

AL DOCTOR CRISPO BRANDIS 

El Ayuntamiento funcionante, animado de los me- 
jores deseos en favor de la caridad y beneficencia, 
concibió la idea de crear una Casa de Misericordia 
para asilo de expósitos y huérfanos y mujeres desgra- 
ciadas. El cómo podría establecerse, era la madre del 
borrego, cuando los recursos faltaban, y se preocupa- 
ron los buenos capitulares de arbitrar los medios pa- 
ra poner en planta su pensamiento caritativo. 

Formaban en él los conceptuados vecinos Pascual 
Parodi, Pedro Francisco Berro, Juan José Seco, Ber- 
nardo Suárez, Juan Domingo de las Carreras, Manuel 
V. Gutiérrez, Juan A. Bastillos y Manuel Arti- 
gas (*), quienes, deseosos de acertar, discurrían so- 
bre el modo de poder realizar su ideal, el estableci- 
miento de una Casa de Misericordia a cargo de ca- 
pellanes hijos del país, destinada al amparo de los 
huérfanos y mujeres recogidas, que hasta entonces no 
lo tenían en el Hospital de Caridad, concretado al 
asilo y asistencia de los enfermos desvalidos. 

Como arbitrio, pusiéronle los puntos al vendaje 



(1) Primo hermano del futuro General Artigas. 



[ 323 ] 



ISIDORO DE MARIA 



del pan del consumo, por el que se pagaba un real 
por peso a los pulperos que lo expendían, estimán- 
dose el consumo diario en 410 pesos en esta ciudad, 
incluso el pan-bazo, que por su calidad más inferior 
y precio más bajo, era preferido por las clases pobres. 
, La idea del Cabildo era tomar a su cargo el ex- 
pendio del artículo, consecuente con el sistema de 
restricción y monopolio que regía en las colonias. 
Calculando el producto anual del vendaje a real por 
peso de pan, en 18.450 pesos, creía con él poder 
subvenir con ventaja a las erogaciones de la Casa 
de Misericordia proyectada. 

A este arbitrio agregaba la aplicación del donativo 
de carnes que por Cédula Real del año 6 se había 
acordado para la obra de las Casas Capitulares y 
Cárceles, a todo lo cual accedió la Suprema Junta 
Central Gubernativa del Reino en fecha 5 de mayo. 

El propósito no podía ser más laudable ni benéfi- 
co, y sin contar con la huéspeda se apresuró el Ca- 
bildo a buscar el terreno más a propósito para la 
construcción del edificio y mandar formar el plano, 
que se lució en un buen cuadro en la secretaría del 
Cabildo, y que vayan ustedes a preguntar dónde fue 
a parar después, con el del frontis de la Casa Con- 
sistorial. 

En julio del año 9 se contrajo el Cabildo al reco- 
nocimiento de los terrenos más aparentes entre los 
Propios para el establecimiento de la Casa de Mise- 
ricordia proyectada, y una vez elegido se procedió 
a su medición como cosa hecha, aunque por mucho 
madrugar no amanezca más temprano. 

Así canta el acuerdo del 31 de julio, que decía: 

" Deseoso este Cabildo de poner en práctica la 
"obra de la Casa de Misericordia proyectada por los 



[324] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



t anteriores acuerdos que ha celebrado, para realizar 
it tan santo útil y humano pensamiento, pasó este 
ilustre Cabildo, el 29 anterior, asociado del Maes- 
tro Mayor don Tomás Toribio, del Mayordomo de 
^Propios don Antonio Gavito, y de un crecido nú- 
"mero de vecinos de los de mayor viso del pueblo, 
"al reconocimiento de los terrenos que había apa-' 
" rentes para la construcción de aquel edificio, y ha- 
" biéndose hallado en los terrenos de Propios uno sin 
"más población que una sola casita de azotea per- 
teneciente a Manuel Esteves Canda, que tanto por 
"el espacio de aquél, como por su situación y pro- 
^ porción nada distante de esta ciudad, era muy apa- 
" rente, se procedió a su medición, de la que resultó 
" contener dos cuadras de frente y cinco de fondo, lin- 
dando por esta parte con calle por medio con el 
sargento de Milicias Tomás Fernández, y por aqué- 
lla con calle Real que conduce a Maldonado, los 
''cuales, como se hubiesen considerado buenos y apa- 
rentes para el objeto, se destinan para la construc- 
ción de la Casa de Misericordia". 

Hasta entonces la cosa pintaba bien, y los capitu- 
lares se regocijaban de poder ver realizados de todo 
punto sus deseos. 

Pero los buenos cabildantes, en su ilusión, no 
contaron con la huéspeda. No se imaginaban que por 
nefas o por faldas, la obra proyectada con tan noble 
fin fracasase, quedando en agua de borrajas, de ésa 
que los médicos o no médicos suelen mandar como 
sudorífico en los resfríos. 

Sucedió que el proyecto sometido a la aprobación 
del rey se ahogó en el camino; pues, a consecuencia 
de los acontecimientos políticos que tuvieron lugar 
en la Madre Patria en aquella época, pasó el tiempo 



[325] 



ISIDORO DE MARIA 



sin obtenerse la real aprobación, vinieron luego los 
del año 10 por casa, quedando afeitados y sin visi- 
tas, dirían los del Ayuntamiento con gran pena, par- 
ticipando de ella la población de Montevideo. 

Paciencia y esperar, que los que vengan atrás se- 
rán más afortunados. 

Que fue así, díjolo por lo menos la Inclusa del 
año 18, que iniciada por Larrañaga, empezó con el 
Tomo histórico a recibir y amparar piadosamente 
expósitos, llegando con el tiempo, a remontarse a 
la altura de que da testimonio el magnífico Asilo de 
Huérfanos y Expósitos, que para honra y gloria de 
Montevideo y de sus Damas de Beneficencia se eleva 
al sur de la nueva ciudad. 



[ 326 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



PABELLON NACIONAL ARRIBA 
1829 

A RAMON ALVAREZ (1) 

Dentro de los muros de Montevideo no había tre- 
molado el pabellón nacional hasta el año 29. 

Aquel oriflama que, sancionado por la Asamblea 
Constituyente en diciembre del año 28, tremoló por 
primera vez en Canelones, enarbolado por las ma- 
nos purísimas de don Joaquín Suárez, a la sazón Go- 
bernador Provisorio sustituto del nuevo Estado Orien- 
tal, a impulsos de su entusiasmo patriótico. 

Aquel glorioso estandarte, que inspiró a nuestro 
inolvidable Acuña de Figueroa, autor del Himno 
Nacional esta sublime estrofa: 

Orientales! mirad la bandera 
De heroísmo fulgente crisol: 
Nuestras lanzas defienden su brillo; 
Nadie insulte la imagen del Sol! 
De los fueros civiles el goce, 
Sostengamos, y el Código fiel 
Veneremos inmune y glorioso 
Como el Arca sagrada Israel. 

(1) El fundador de los pueblos La Paz y 25 de Agosto, 
en los departamentos de Canelones y Florida. 



[ 327 ] 



ISIDORO DE MARIA 



Había llegado la hora feliz, en que por primera 
vez flamease en la capital del nuevo estado, dentro 
de los muros de Montevideo. 

Esa hora sonó el día l p de enero de 1829, por dis- 
posición del Gobierno Patrio presidido por el virtuo- 
so general Rondeau, 

El honor de tremolarla, solemnemente bendecido 
por el sacerdocio católico, se confió al Cabildo de 
Montevideo. 

Arriba pabellón sagrado, al tope, dijeron los pa- 
triotas, y al mediodía, precediendo el ceremonial so- 
lemne, la bandera azul y blanca de las nueve listas, 
se desplegaba bendita bajo las bóvedas de la iglesia 
Matriz por mano del Alcalde de 1er, voto don Ma- 
nuel González de Mello, y se conducía en seguida, 
entre Víctores y aclamaciones entusiastas, por la Cor- 
poración Municipal, al Cabildo, donde se enarbolaba 
saludada por el pueblo con cívico regocijo, por la 
triple batería de los cañones y por las salvas de la 
fortaleza de San José y de las naves de guerra ex- 
tranjeras surtas en este puerto, como afirmación del 
bicolor de la República. 

Y no hay que decir, que al desplegarse en medio 
del concurso que la contempla en la plaza, hubo un 
abajo sombreros de mi flor, y abajo fue también el 
nuestro. 

La vimos tremolante, y lagrimeamos de gozo, co- 
mo los hombres emocionados al mirarla flotar en 
las alturas. 

Viejos ahora, al trazar estos renglones que avivan 
los recuerdos gratos de aquel día, cruzan por nuestra 
imaginación las frases arrogantes y patrióticas de 
Melchor Pacheco, catorce años después. 



[328] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



"Cuando esta bandera flota en los aires, dice al 
mundo que el pueblo oriental es independiente." 

¿Digresión, eh? Perdón y sigamos. 

El Cabildo quiso dejar constancia de aquel acto, 
cuya forma van a saber los lectores de Montevideo 
Antiguo, con puntos y señales, por el contenido del 
acta del 2 de enero de 1829, que dice así: 

"A las once de la mañana del día de ayer, de 
"enero, salió de la Casa Consistorial el Excmo. Ca- 
bildo de toda etiqueta, y dirigiéndose a la iglesia 
"Matriz, donde se halló reunido un numeroso con- 
" curso de vecinos y empleados civiles y militares, así 
" nacionales como extranjeros, estando el mismo tem- 
"plo adornado con la mayor suntuosidad, se entonó 
" un solemne Tedéum, y a su conclusión se colocó el 
"pabellón del Estado sobre un rico cojín que estaba 
" sobre una mesa preparada al efecto, y lo bendijo el 
"presbítero doctor don Bonifacio Redruello, que hi- 
" zo el Ministerio de Preste. Luego, éste puso en ma- 
"nos del Alcalde de 1er. voto el mismo pabellón, y 
"tremolándolo se dirigió a la Casa Consistorial, 
"acompañado de la Corporación y el' numeroso con- 
" curso que se hallaba en la iglesia; y llegado a la 
"misma Casa Municipal, se enarboló el pabellón en 
"una grande asta bandera que se hallaba preparada 
"al efecto, siendo seguido este acto de los vivas y 
" aclamaciones del pueblo, de fuegos artificiales y de 
" las salvas que hicieron la fortaleza de San José, los 
" buques de guerra brasileños y los demás de las po- 
nencias extranjeras que se hallaban en este puerto. 

"Terminado lo cual, se sirvió un abundante y lu- 
" cido refresco, que fue seguido de los brindis y acla- 



[329] 



ISIDORO DE MARIA 



"mariones de los concurrentes, dirigidos a la felici- 
" dad del Estado. 

" Y después de la una y media de la tarde quedó 
"concluida la ceremonia, en que presidió el mejor 
orden." 

La bicolor oriental, azul y blanca, tremoló desde 
ese día en las almenas de Montevideo, dentro aún 
de sus antiguos muros, quedando desde entonces, el 
1"? de enero inscripto en las efemérides de sus glorias. 



[330] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



POSTRIMERIAS DEL CABILDO 

DESLINDE SECCIONAL DE LA CIUDAD PARA 
JUZGADOS DE PAZ 

1829 



AL DOCTOR ANGEL FLORO COSTA 

El Cabildo de Montevideo iba a disolverse, a mé- 
rito del reglamento provisorio de administración de 
Justicia. Estaba, como quien dice, en las postrimerías 
de sus funciones, pero antes de recibir la papeleta de 
retiro, le ocurrieron algunas dudas, y se dirigió en 
consulta al Gobierno para salvarlas, el 20 de agosto 
del año 29. 

La consulta versaba sobre estos puntos: ¿Cuál de 
los dos Alcaldes Ordinarios existentes ha de ser el 
encargado de dar cumplimiento a los particulares de 
que trata el artículo 20 del reglamento provisorio de 
Justicia? 

— ¿Cuántos deben ser los Tenientes Alcaldes a 
elegirse? 

— ¿Cuántos han de ser los Jueces de Paz a ele- 
girse? 

— ¿A quién se hace entrega del Archivo y útiles 
del Ayuntamiento? 

Resolución del .Gobierno sobre los puntos consul- 
tados: 

— Que el Alcalde de 1er. voto es el encargado de 



[331] 



ISIDORO DE MARIA 



dar cumplimiento a las disposiciones del reglamento 
de justicia. 

—-Que el nombramiento de Tenientes Alcaldes 
sean tantos como los Alcaldes de Cuartel que existan 
en la ciudad y extramuros. 

— Que la entrega del archivo y útiles del Ayunta- 
miento se verifique bajo inventario al archivero ge- 
neral don Pedro María Tabeiro. 

— Que no habiendo de exceder de cinco los Jue- 
ces de Paz, para este caso se divida la ciudad en tres 
secciones, eligiendo un juez para cada una, y dos pa- 
ra los de extramuros y partidos de su jurisdicción, 
dividida en dos secciones, cuyo deslinde queda a car- 
go del Ayuntamiento antes de disolverse, por los co- 
nocimientos y documentos de que está en posesión. 

En su virtud, procede el Cabildo a dar cumplimien- 
to a lo dispuesto. 

En defecto del Alcalde de 1er. voto que había he- 
cho dimisión del cargo, queda el de 1P voto don 
José Antonio Bianqui, — el mismito que había teni- 
do el honor, en ese carácter, de recibir al Gobierno 
Provisorio en su entrada triunfal a esta capital el 1° 
de mayo, — encargado de dar cumplimiento a las 
disposiciones del reglamento de Justicia en el ar- 
tículo 20. 

Ordena el 27 de agosto se proceda a elegir los 
Tenientes Alcaldes. 

El 29 dispone que se publique por bando el regla- 
mento provisorio de administración de Justicia. 

Que se entregue al archivero general el Archivo y 
útiles del Ayuntamiento bajo inventario. 

Que las secciones para la jurisdicción de Jueces de 
Paz en la ciudad sean: 

La 1* desde el Portón de San Pedro hasta la calle 



[332] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



de San Benito, y desde ésta hasta la muralla del 
norte. 

m ? d ? de el mismo Portón hasta I* Pfopia ca- 
lle de San Benito, siguiendo por ésta hasta la muralla 
del sur. 

La 3 a , toda la calle de San Benito de norte a sur, 
el oeste, hasta la muralla. 

j E , n eX A t f? D ? uros ' Ia 1? desde la esP^da de la quinta 
de las Albahacas, siguiendo a la calle de don José 
Bejar y don Sebastián Rodríguez subiendo por 
el Camino del Cardal hasta la casa del finado Anto- 
nio Veyra, al norte. 

Y la 2 a desde la quinta de las Albahacas y casas 
de don Fermín Macuso, don Melchor Meneses, don 
Juan Castel, don Pedro Piñeyrúa, don Gregorio San- 
tos y don Vicente Cedres, al sur hasta el mar. 

Los capitulares del año 29 de la Muy Fiel Recon- 
quistadora y Benemérita de la Patria, ciudad de San 
Felipe y Santiago y otras yerbas, echaron la despedi- 
da con estas buenas disposiciones en las postrimerías 
del Ayuntamiento que se disolvía, siguiendo la estela 
de los demás Cabildos de la Provincia que habían 
sido suprimidos. 

Buena gente, miembros estimables de esta vecin- 
dad, que recibían satisfechos su carta de retiro de 
cabildantes per in sécula seculórum y que se llama- 
ban don José Antonio Bianqui, Gobernador Inten- 
dente sustituto (el abanderado baleado en la recon- 
quista del año 6, por más señas, y patriota del año 
15), don Damián de la Peña, don Manuel Cifuentes, 
don Rafael Fernández y don Manuel García de la 
Sienra. 



(1) La antigua panadería del Oficial Real. 



[333] 



ISIDORO DE MARIA 



LOS 30 HOMBRES BUENOS 
1829 

A RAMON ESCARZA 

En vísperas de disolverse el Cabildo de Montevi- 
deo a últimos del año 29, y de empezar a regir el 
reglamento provisorio de administración de Justicia, 
tocóle efectuar el nombramiento de los 30 Hombres 
Buenos, vecinos propietarios, destinados en calidad de 
colegas para entender en las causas «civiles, y en cuyo 
estreno no dice la crónica del tiempo que hubiese 
música ni refresco. 

Los capitulares, dándose cuenta, sin duda, de la 
seriedad e importancia de la misión de los Hombres 
Buenos en las causas civiles sometidas al fallo de los 
jueces respectivos, se preocuparon del acierto en la 
elección, y después de pensarlo bien y echar el ojo 
a los vecinos propietarios de más viso, para elegir 
entre ellos, recayó la elección en los siguientes seño- 
res, que vinieron a ser los primeros que hicieron el 
debut en la cosa, que no tenía, de cierto, olor a ca- 
nonjía ni a retribución pecuniaria, sino a honrosa y 
cívica molestia; 

Roque Graceras, Joaquín Chopitea, Gregorio Ve- 
ga, Francisco Juanicó, Jaime Illa, Zenón García de 
Zúñiga, Miguel Montestrueque, Carlos Camuso, 



[334 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Francisco Farías, Francisco García Cortinas, José An- 
tonio Anavitarte, Tomás Cazares, Ramón Masini, 
León Ellaurí, Apolinario Gayoso, Ramón Nieto, 
Luis Lamas, José de Bejar, Juan Gallardo, Juan Mén- 
dez Caldeira, Francisco de las Carreras, Daniel Vi- 
dal, Lorenzo Justiniano Pérez, Atanacio Lapido, José 
Vidal y Medina, Salvador García, Manuel Antonio 
Argerich, Isidro Serna, Joaquín Sostoa y Juan Pedro 
González Vallejo. 



[ 335 ] 



ISIDORO DE MARIA 



EL SANTO OFICIO 
1800 

Al DOCTOR MATIAS ALONSO CRIADO 

No hay que asustarse. No haya temor de que rea- 
parezca el Tribunal del Santo Oficio y haga algún 
auto de fe, cuando menos, a los lectores, tomándolos 
por herejes, como es fama que lo hacían aquellos 
mansos corderos del tiempo de la Inquisición, que 
tanto dejaron que contar, pero no plata, como Tor- 
quemada. 

No se vayan ustedes a figurar que el Santo Oficio 
hizo de las suyas por estas comarcas, en los tiempos 
en que florecía en España y ciertos lugares de Amé- 
rica, porque, gracias a Dios, los antiguos estantes y 
habitantes de la muy noble y cristiana de San Felipe 
y Santiago, estuvieron libres de las garras de la Santa 
Inquisición, con todas sus barbaridades. 

Hubo, sí, de parte de los Inquisidores Apostólicos 
contra la herejía y apostasía en la ciudad y arzobis- 
pado de la ciudad de los Reyes, que piadosamente 
nombrasen Ministros Familiares, Teniente de Algua- 
cil Mayor y Comisario, entrando en la colada el Río 
de la Plata. En Buenos Aires hubo en el nombre 
comisarios de la Santa Inquisición, como don Caye- 
tano José María de Roo y don Fabián Aldao y Ara- 
gón. 



1336] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Y en Montevideo desenfundemos la curiosa y di- 
vertida pieza, sin olor , a Santidad, que se nos había 
traspapelado, y que haciendo abstracción de todo or- 
den cronológico, la exhibiremos aquí, que lástima se- 
ría privar a los que nos lean, de su conocimiento. 
Como que es de rechupete, según el finado don Rai- 
mundo José, muy conocido en su tiempo. 

Oigan ustedes la endilgada de los Inquisidores 
Apostólicos de in illo témpore, bajo palabra de no 
largar la jareta: 

-'<Nos los Inquisidores Apostólicos contra la heré- 
tica pravedad y apostasía en esta ciudad y arzobispa- 
do de los Reyes con el de la provincia de los Charcas 
y los obispados del Cuzco, Guamanda, Tucumán, 
Santa Cruz de la Sierra, la Paz, Santiago y la Con- 
cepción del Reino de Chile, Río de la Plata, Para- 
guay, Arequipa, Quito, Trujillo y todos los Reinos, 
Estados y Señoríos de las Provincias del Perú, sus 
Virreyes, Gobernador, Gobernaciones y distritos de 
las Audiencias Reales, que en los dichos reinos, Pro- 
vincias y Estados residen, por autoridad Apostólica 
y Ordinaria, etc. 

"Como pasan las cosas y negocios que se ofrecen 
en el Santo Oficio de la Inquisición en la ciudad 
de Montevideo y su Partido, convengo que haya per- 
sonas a quienes poderles encomendar, confiando de 
vos, don Juan de Ellaurí, natural de la villa de Vi- 
llaro, Señorío de Vizcaya, y vecino de dicha ciudad 
de Montevideo, de cuyo juicio y particulares prendas 
estamos informados, y concurriendo los demás re- 
quisitos que para obtener esta gracia son necesarios, 
y que con todo secreto y fidelidad haréis lo que por 
Nos os fuere cometido en las cosas tocantes al Santo 
Oficio. Por el tenor de la presente os nombramos, 



[ 337 ] 



ISIDORO DE MARIA 



creamos y diputamos Ministro Familiar de Número 
y Teniente de Alguacil Mayor en dicha ciudad y su 
partido en el Ínterin que otta cosa proveeremos, y 
como tal gocéis de todas las honras, libertades y pri- 
vilegios que según derecho, concesiones Apostólicas, 
Leyes y pragmáticas de estos reinos, estilo e instruc- 
ción de este Santo Oficio, suelen y deben gozar. Y 
exhortamos y requerimos a todos y cualesquiera jue- 
ces y justicias eclesiásticas y seglares, así de la otra 
ciudad de Montevideo, como de todas las demás 
ciudades, villas y lugares de todo dicho nuestro dis- 
trito, os hayan y tengan por tal Ministro Familiar 
del número, y os guarden y os hagan guardar todas 
las gracias, preeminencias, exenciones y libertades 
que según derecho y costumbre, concesiones Apostó- 
licas y cédulas de Su Majestad, los que son tales Mi- 
nistros Familiares, suelen y deben gozar, Y os damos 
licencia y facultad para que podáis traer y traigáis 
armas, así ofensivas como defensivas, de día y de no- 
che, pública y secretamente, por cualesquiera partes 
y lugares de todo el dicho nuestro distrito; y siendo 
necesario, en virtud de Santa obediencia, y so pena 
de excomunión mayor y de un mil pesos de plata en- 
sayada para los gastos extraordinarios de este Santo 
Oficio, mandamos a las dichas justicias y cualquiera 
de ellas oficiales y Ministros suyos que no os tomen 
ni quiten las dichas armas, ni se entrometan a cono- 
cer, ni conozcan de las causas criminales a vuestra 
persona tocantes, y nos las remitan como a sus jueces 
competentes que somos para conocer de ellas y en 
todo guarden y cumplan lo que Su Majestad cerca de 
ellos tiene encomendado y mandado. Y ordenamos a 
vos el dicho don Juan de Ellauri que con éste nuestro 
título os presentéis en el Cabildo de la dicha ciudad 



[ 338 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



de Montevideo para que le conste sois Ministro Fa- 
miliar del Número y Teniente Alguacil Mayor y os 
asienten y hagan asentar por tal en el libro de su 
Cabildo y que el escribano de él os de fe de ello en 
pública forma dentro de tercero día, so la dicha pena. 
Y antes de usar y ejercer el referido cargo, haréis el 
juramento de fidelidad y secreto acostumbrado, se- 
gún y como se previene en la instrucción, el que 
deberá constar auténticamente en este título y en los 
autos de su pretensión. En testimonio de lo cual 
mandamos dar y dimos la presente firmada de nues- 
tros nombres, sellada con el sello de este Santo Ofi- 
cio y refrendada de uno de los secretarios del secre- 
to de él. — Dada en la Inquisición de los Reyes en 
catorce de julio, año de mil ochocientos. — Licencia- 
do don Francisco Abarca. — Doctor don José Ruiz 
Sobrino. — Lugar del Sello. — Por mandato del 
Santo Oficio: don Francisco de Etchevarría Mome- 
diano, secretario. — Registrado a fojas trescientos se- 
senta y cuatro. — Una rúbrica. — Título de Minis- 
tro Familiar, Teniente Alguacil Mayor de este Santo 
Oficio, despacho a favor de don Juan de Ellauri, na- 
tural de la Villa de Villaro, señorío de Vizcaya. — 
En la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo, 
a dos días del mes de octubre de mil y ochocientos, 
se presentó ante el señor don Juan José Ortiz, cura 
Vicario y Comisario del Santo Oficio de la Inquisi- 
ción de ella y su partido, don Juan de Ellauri con el 
antecedente despacho de Teniente de Alguacil Ma- 
yor del mismo Santo Oficio de esta dicha ciudad de 
Montevideo, y leído por mí el presente Notario del 
propio Santo Tribunal, y hecho el obedecimiento por 
el señor Comisario, mandó su merced hacer al nuevo 
ministro el juramento acostumbrado, que es el si- 



[ 339] 



ISIDORO DE MARIA 



guiente: Que jura a Dios y a la cruz que corporal- 
mente toca, que usará bien y fielmente y con todo 
cuidado y diligencia, y a su leal saber y entender, el 
oficio y cargo de Teniente de Alguacil Mayor en 
que ha sido nombrado, y guardará secreto de todas 
las cosas que le fueren comunicadas o encargadas por 
el Santo Oficio o de lo que supiere y entendiere de 
que se deba guardar, y no las revelará a persona al- 
guna por escrito ni de palabra ni por semejas, y los 
ayudará y defenderá a sus ministros, y que dará 
cuenta y manifestará en él, o a su comisario, todo lo 
que supiere o entendiese que es en su daño, deshonor 
y contra su autoridad; si así lo hiciere, Dios le ayude, 
y sino se lo demande. Respondió: Amén, y lo firmó. 
— Juan José Ortiz, comisario del Santo Oficio. — 
Juan de Ellauri. — Pasó ante mí: Bartolomé de Mu- 
ñoz, notario del Santo Oficio. — Sala Capitular del 
Ayuntamiento de Montevideo, octubre dieciséis de 
mil y ochocientos. — Joaquín de Chopitea. — Juan 
Ignacio Martínez — Pedro M. Susviela — Marcos 
José Monterroso." 



[340] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



LA JURA DE LA CONSTITUCION 
1830 

A LOS HIJOS QUE SOBREVIVEN 
DE LOS CONSTITUYENTES <1) 

Contábamos quince abriles cuando la Jura de la 
Constitución de la República el año 30, en esta ca- 
pital. 

Pues, como si dijéramos, parodiando a Sor Teresa 
de Jesús, que estábamos "en la edad de la sonrisa de 
"la infancia. ¡Quince años, y no amar la vida, for- 
jando la mente fantasías seductoras en el célico 
"arrullo de la inocencia, es imposible!" 

Estábamos muy distantes de peinar canas como 
ahora a los ochenta; pero como decía Víctor Hugo: 

Siempre ¡oh! niñez en tus felices días 
Fijo ha de estar mi triste pensamiento, 
Quien a mis ojos apagados abre 
La luminosa flor de los recuerdos. 

Pidamos a ella algo que nos transporte con la 
idea a aquellos plácidos días del año 30, en que tuvo 



(1) José María y Julián Muño2; Prudencio Ellaurí; Mi- 
guel, Saturnino y Julián Alvarez; Alejandro, Urbano y Eduar- 
do Chucarro; Julio y Antonio Pereira; Blas Vidal; Agustín 
Urtubey; Mario Pérez. 



[341] 



ISIDORO DE MARIA 



lugar la Jura de la Constitución; se entiende, no de 
la portuguesa ni la imperial que se sucedieran en el 
transcurso de trece años de dominación extranjera, 
sino Ja Constitución Nacional, formulada y sancio- 
nada libremente por los representantes del pueblo 
oriental, como el pacto fundamental, el Evangelio 
Político del nuevo estado que tomaba asiento entte 
las sociedades libres, soberanas, independientes y 
constituidas, saludadas en ese rango pot el mundo. 

¡Ah! ¡Qué fiestas aquellas de la Jura de la Cons- 
titución, tan lindas, tan alegres, tan espléndidas y 
populares como jamás se habían visto iguales, en 
que todos los corazones palpitaban de purísimo e 
inefable gozo, en medio del mayor regocijo! 

Y con qué solicitud patriótica y lucidez se prepa- 
raron, en pocos días, y eso que en los albores de la 
vida política "no había barro a mano", como diría 
algún Domingo Siete, por cuanto el gobierno no es- 
taba autorizado por la Asamblea sino para invertir 
en ellas la modesta suma de 6,000 pesos, comprendi- 
dos los festejos en todos los departamentos del estado. 

Por ley de 26 de junio, fijóse el 18 de julio in- 
mediato para la Jura y sus fiestas; y en unos quince 
días todo estaba preparado, como por encanto, para 
solemnizarla magníficamente, en patriótico concier- 
to, pueblo y gobierno. 

Figuraos la Plaza de la Matriz, como era enton- 
ces, con la mayor parte de los edificios que la cir- 
cundaban de tejado, bajos o de alto, los antiguos 
postes en las aceras, desnuda enteramente de los pa- 
raísos que le dieran sombra y embellecimiento des- 
pués ( : ), pero vistosamente transformada por las 



(1) Plantío en 1854 por el Jefe Político Francisco Lebrón. 



[342 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



decoraciones, con magníficos arcos triunfales en las 
cuatro esquinas y el gran tablado levantado en el 
centro, con sus escaleras, una con frente al Cabildo y 
otra a la Matriz, flotando en cada esquina del tabla- 
do la bandera nacional, la argentina, la brasileña y 
la inglesa. 

Las tropas de línea y el Cuerpo Cívico, formados 
en la plaza, bien uniformados. Las primeras de in- 
fantería, con sus altos morriones con guarniciones y 
penacho, casaca larga, centro blanco y azul, y su co- 
rreaje blanco cruzado. La caballería, centro azul y 
blanco, casaca corta, morrión con guarniciones, pe- 
nacho punzó, y bota con espuela clavada. La artille- 
ría, centro blanco y azul, casaca corta, dos granadas 
en el cuello, morrión con guarniciones y pompón 
colorado. El Cuerpo Cívico, centro blanco y azul, co- 
rreaje blanco cruzado y sombrero común. 

En el alto del Cabildo flameaba la bandera orien- 
tal, y en sus balcones se veían al general Lavalleja, 
Gobernador Provisorio, de gran uniforme, sus minis- 
tros, los Representantes de la Nación, Jefes del Es- 
tado Mayor, miembros del Tribunal de Justicia y 
porción de personas distinguidas, y un mundo de 
pueblo contemplando gozoso aquel simpático cuadro, 
a despecho del frío de la estación, que embromaba. 

Eran las 10 de la mañana cuando formaban los 
bizarros regimientos, poniendo armas en pabellón, y 
se desgranaban algunos Cívicos a tomar un café al 
lado de la Matriz, a espera del Gobierno con su lu- 
joso séquito de empleados civiles y militares, en que 
lucirán los galones, charreteras y sombrero apuntado, 
la mismo que el calzón corto y media de seda, zapato 
con hebilla y casaca negra de falda redonda. 

¡Gloría a Dios en las Alturas! 



[ 343 ] 



ISIDORO DB MARIA 



A las 10 y media, sale del Fuerte el Gobierno, 
con su lucido cortejo, dirigiéndose a la iglesia Ma- - 
triz al Tedéum que se había dispuesto, tomando asien- 
to conforme al ceremonial decretado el 13. — iQué 
mundo de gente, qué elegancia y lujosidad en las se- 
ñoras concurrentes a aquel acto religioso, y qué pro- 
fusión de luces y suntuosa compostura en el templo, 
en que el cura Larrañaga despliega todo su celo y 
desprendimiento en el esplendor del culto divino! . . . 

Terminado el Tedéum en acción de gracias al To- 
dopoderoso por los grandes bienes dispensados al 
pueblo oriental, que iba a sellar su glorioso y prós- 
pero destino con el Juramento solemnísimo de la 
Constitución, en marcha al Cabildo a efectuarlo. 

Excusado sería decir que un gentío inmenso lle- 
naba la plaza en sus cuatro costados, los balcones y 
azoteas, sin perdonar ni los tejados de gran parte de 
ella. 

En el salón del antiguo Cabildo, a la sazón de la 
Legislatura, prestan juramento a la Constitución, si- 
multáneamente, los Legisladores, el Gobernador Pro- 
visorio y sus Ministros, el Cura Vicario, los Jefes de 
Tribunales y Oficinas, los Comandantes de Cuerpos 
y Jefes de Estado Mayor, etc. 

En seguida lo prestaron las tropas formadas en la 
Plaza, y acto continuo tocóle el turno al soberano 
Pueblo, que disputándose entre sí, con más o menos 
empujones y apretabis, el honor de ser de los prime- 
ros en subir al Tablado a prestar el suyo en grupos, 
ante el Alcalde Ordinario que lo tomaba de pie ante 
su gran mesa cubierta con carpeta verde, algo enron- 
quecido a fuerza de tanto repetir: 

"¿Juráis a Dios y prometéis a la Patria cumplir y 
hacer cumplir en cuanto de vos dependa la Constitu- 



[344] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



ción del Estado Oriental del Uruguay sancionada el 
10 de setiembre de 1829 por los Representantes de 
la Nación? ¿Juráis sostener y defender la forma de 
Gobierno Representativo Republicano que establece 
la Constitución, etc.? Si así lo hicierais, Dios os ayu- 
dará, sino, Él y la Patria os lo demandará." 

Aquí de la nuestra. — Forcejeando en el montón, 
subimos como uno de tantos al Tablado por el lado 
oeste, y unimos nuestra débil voz a las de tanto ciu- 
dadano hecho y derecho, con un st } juramos, conten- 
tos como unas pascuas. 

Y terminado el acto del juramento general, tronó 
el cañón del viejo Fuerte de San José, con una salva 
de 21 cañonazos, como anuncio al pueblo de que la 
Constitución de la República había sido solemne- 
mente jurada. — Pues señor, que viva por muchos 
años, como el Arca Sagrada y el Testamento de nues- 
tros mayores, que debemos venerar y cumplir, so 
pena "que Dios y la Patria nos lo demanden". 

II 

Ahora vamos a las fiestas. — Música, repiques, 
cohetes, movimiento, alegría por todas partes. No 
queda bicho viviente (y Periquito entre ellos) que 
no concurra a la plaza a ver las lindas comparsas del 
Comercio, de los Militares, de los Caballeros, de los 
en traje Indiano, y qué sé yo cuántas otras, que en 
sus lujosas y bonitas carrozas penetran a la Plaza, 
descienden airosas de ellas, y suben alternativamente 
al Tablado, con sus arcos o sus bandas azul-celeste, y 
sus Genios, a ejecutar festivas, al compás de la mú- 
sica, sus danzas figuradas, atrayéndose las miradas de 
aquel mundo de espectadores. 



[ 345 ] 



ISIDORO DE MARIA 



La del Comercio es la primera que se exhibe y 
debuta en las danzas. ¡Qué bonita! ¡Y qué mozos 
gallardos, de lo principal, la formaban! ¡Qué lindas 
figuras ejecutan con sus arcos blancos y celestes y sus 
flores! En una de ellas, levantan en brazos al Genio 
de la Libertad, que declama con gracia y expresión 
una bella poesía de Figueroa. ¿Quién era él? pregun- 
taréis acaso. Era un niño precioso, de blanca tez y de 
rubia y linda cabellera, de nombre Pedro Pablo Ber- 
múdez, que recitó el siguiente soneto: 

Rayó el día inmortal y fortunado 
Del Uruguay en la Oriental ribera, 
Do la nueva Nación sabia y guerrera 
Go2a la Libertad que ha conquistado. 

De las Leyes el Código sagrado 
Funda desde hoy su gloria verdadera, 
Y el grito universal clama doquiera: 
¡ ¡ Salve día dichoso y suspirado ! ! 

¡ Salud, hijos de Oriente ! La alegría 
Inspire en vuestros pechos ardimiento, 
Inflame vuestra heroica bizarría. 
Sostener, de la Ley, el monumento, 
¡Orientales! jurasteis este día: 
/ Cumplid hasta la tumba el juramento ! 

Siguióle la comparsa de los Militares, no menos 
linda que la del Comercio, ejecutando su danza en el 
Tablado, con gallardía, figurando con bandas azul- 
celeste, en vez de arcos. La flor de la oficialidad figu- 
raba en ella, como decían sin malicia unas picaronas 
de mi barrio, nombrando a los Visillac, Yarza, Ló- 
pez, Salvañach, Navia, Estomba, Cáceres, Maturana 



[346] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



y algunos otros. Vamos, las comparsas se llevaban la 
palma, dejando airosas en sus danzas a Casacuberta, 
que en primera línea había ensayado a las princi- 
pales. 

Y ¿dónde dejamos aquellas lucientes Caballadas 
en sus briosos corceles, haciendo gala de destreza en 
la equitación y en las suertes de sus juegos, dirigidos 
por Freyre? ¿Y dónde tantas otras cosas que embe- 
llecieron y animaron por días la gran fiesta? Largo 
seria referirlas. Baste decir que en su conjunto todo 
fue como a pedir de boca, respondiendo dignísima- 
mente al glorioso y trascendental objeto que las mo- 
tivaba. 

Se distribuyeron medallas conmemorativas, que na- 
die con más gusto y razón que los constituyentes 
guardaran como reliquia. Centenares de hojas impre- 
sas conteniendo poesías alusivas, se arrojaban como 
flores entre aquel mundo de espectadores ávidos de 
acapararlas. 

Si plácidas y brillantes fueron las fiestas de día, no 
lo fueron menos en las noches. Fuegos artificiales, 
iluminación brillante, en que descollaban la del Ca- 
bildo y del Consulado, con sus hermosos transparen- 
tes, y para complemento, función de gala en el teatro 
de San Felipe, donde se da cita lo más granado y 
elegante de la sociedad de Montevideo, las reuniones 
familiares respirando alegría, y los estrados recibiendo 
en su seno el concurso lucido de las comparsas; todo 
contribuía a la animación y al general contento en 
que se solazaba el espíritu patriótico y cordial en 
aquellos inolvidables días ¡ah! que pasaron! . . . 

Olvidábamos a Chiarini, el mentado pruebista, co- 
mo llamaban entonces, que tuvo en su clase tan bue- 
na parte en la lucidez de las fiestas, echándole tierra 



[347] 



ISIDORO DE MARIA 



a Laforeste y otros pruebistas que le habían precedido 
funcionando en los circos improvisados en algunos 
corralones, como verbigracia, en el que conocimos 
el año 22 en la calle Santiago, al este del conventillo 
del Padre Saúco, que ocupa hoy la iglesia de San 
Francisco, perdurable recuerdo de su buen Párroco 
don Martín (Q. E. G. S.), y en que, por más señas, 
chiquitines, compramos sitio en una rabona. 

¡Oh! Chiarini fue una de las notas sobresalientes 
en la gran fiesta. 

¡Quien lo vio, con el Jesús en la boca, descender 
animoso por la cuerda tirante desde el alto del edifi- 
cio del Cabildo hasta el centro de la plaza, con su 
balancín, hollando, en medio de su descenso, las rue- 
das de fuegos artificiales, envuelto entre el humo, el 
estruendo y el chisporreo, hasta llegar triunfante en" 
la arriesgada y admirable jornada, a poner sus píes en 
la plaza, entre salvas de aplausos de millares de es- 
pectadores! 

¡Quien lo vio al segundo día, bailando arrogante 
en la maroma, haciendo pruebas difíciles de equili- 
brio y dando el salto mortal sobre filas de bayonetas 
cruzadas. Vamos, aquello fue primoroso, como a boca 
llena lo proclamaba la gente.' 

Haremos aquí punto final al grato recuerdo de 
aquellas fiestas populares de la Jura, en que tantas, 
tan dulces y tan risueñas esperanzas acariciaron nues- 
tros mayores. . . 

Cerrémoslo con el del canto patriótico que inspira- 
ron a nuestro bardo Acuña de Figueroa, autor tres 
años después del Himno Nacional, y a su turno a 
Florencio Várela, argentino, afectuoso y nobilísimo 
amigo del pueblo oriental constituido. 



[348] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



¡Salve día feliz! para el Oriente 
De dulcedumbre y gloria! 
De hoy más la Patria brillará en la Historia 
Constituida, feliz, independiente! 

Y el Código sagrado, 

Que en sus aras sus hijos han jurado, 
Obra digna de Temis y de Astrea, 
De sus derechos el baluarte sea. 

¡ ¡ Salve otra vez, aurora ! ! 
De tantos beneficios precursora. 
Que tu luz esplendente 
Su claridad difunda, 

Y encienda dulcemente 

El almo fuego en que el amor se inunda; 
El amor a la Patria y sus derechos. 
Indestructible en orientales pechos. 

Salud al héroe que con faz serena 
Libertad proclamando, 
Rayo de Marte en Sarandí triunfando, 
Rompió de Oriente la fatal cadena; 
Salud al que en Misiones 
Tremoló victorioso sus pendones; 
Con su valor, con su virtud y ejemplo, 
Ellos abrieron de la gloria el templo. 

Y vosotros varones, 
Emulos de Licurgos y Solones, 
Que con celo y prudencia, 
Patriotismo y desvelo, 
La cara Independencia 
En las Leyes fundáis del patrio suelo, 
Gózaos en la obra; recibid las palmas, 

Y en placeres se inunden vuestras almas. 



[349] 



ISIDORO DE MARIA 



Y luego, Florencio Várela, cantor también de 
aquellas glorias, nos legaba estos pensamientos eleva- 
dos, en su Oda a la Jura de la Constitución: 

¡Silencio, y escuchad, pueblos del mundo! 



j Salud, Constitución del bello Oriente! 

¡Saludémosla todos! Y entretanto 

Que vuela el pueblo en entusiasmo ardiente. 

Al altar sacrosanto, 

A jurarla, de Dios en la presencia, 

Respecto y obediencia; 

Yo, a quien el alto cíelo 

Quiso dar otra Patria; yo, que adoro 

La Libertad, y fervoroso anhelo 

De los pueblos de América el decoro, 

La gloria y el poder; yo reverente, 

La saludo también. Es obra vuestra, 

Legisladores de este hermoso suelo, 

Que fue suelo argentino; 

Es don de libertad; que con su diestra 

Selle el Eterno su feliz destino! 



Sólo así, sólo así me fuera dado 
Celebrar dignamente 
El nombre respetado 
De los grandes varones que al Oriente 
Supieron constituir. Mas ya que el Hado 
Niega a mi humilde Lira 
El poder que concede 
A los que un genio superior inspira; 



[350] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



¡Feliz, al menos, sí mi canto puede 

Grabar en la memoria 

De un pueblo agradecido, 

Aquellos nombres, dignos de alta gloria, 

Hasta que de la Historia 

Con ellos se enriquezcan los anales, 

Y el artista pulido 

Los eternice en bronces inmortales. 



[351] 



ISIDORO DE MARIA 



EL MOBILIARIO DE LA SALA DE REPRESEN- 
TANTES EN LA JURA DE LA CONSTITUCION 

1830 



AL SEÑOR DUNCAN STEWART 

El 18 de julio de ese año, fue la Jura de la Cons- 
titución de la República, dando principio por el 
Cuerpo Legislativo, cuyo salón de sesiones era en los 
altos del antiguo edificio del Cabildo. 

¿Cuál era el mobiliario en aquella fecha que la 
decoraba, testigo mudo de aquel acto memorable, 
cuando los Representantes del pueblo oriental, miem- 
bros de la Asamblea Legislativa y Constituyente del 
Estado juraban sobre los Santos Evangelios la Cons- 
titución Política de la República, y lo prestaba el 
Gobierno Provisorio y demás autoridades superiores? 

Van los lectores a saberlo, por la breve descripción 
del decorado, o como guste llamarse, cuyos detalles, 
como recuerdo histórico, les ofrecemos en este ca- 
pítulo de Montevideo Antiguo. 

Figurémonos en el salón, y vamos viendo el mo- 
biliario que forma su adorno. 

En el testero de la Sala de la Representación, al 
norte, se destaca un cuadro del Escudo de Armas del 
Estado. 



[ 352 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Sigue la plataforma de la Tribuna, sobre la cual 
hay una gran mesa de cedro, cubierta con carpeta de 
paño verde, teniendo en sus contornos, volado de ter- 
ciopelo carmesí guarnecido de galón de oro 

rinl 6 escribanía * P^ta labrada, con 
tintero, salvadera y campanilla del mismo metal, 
conteniendo tres o cuatro plumas de ave el tintero. 

ires sillones de jacarandá con asiento y espaldar 
de damasco carmesí. v 

A los lados dos mesas con carpeta verde, tintero y 
salvadera de plata para los secretarios. 

En ambos lados de ia sala, dos grandes sofás de 
Jacaranda asiento y espaldar de damasco carmesí 

Dos sofas chicos de jacarandá con asiento de da- 
masco carmesí, uno de cuatro y el otro de cinco 
asientos. 

Tres canapés de cuatro asientos cada uno de da- 
masco carmesí. ' 

Cuarenta y dos sillas de jacarandá con perillas 
asiento y espaldar de damasco carmesí. 

Por falta de asientos lujosos y cómodos a la moda 
del tiempo no habían de quedar descontentos los 
Padres de la Patria, en el gran salón que tomaba la 
mayor parte del frente del edificio, donde buenos y 
suntuosos bailes se habían dado por el Cabildo en la 
época de la dominación lusitana. 

Alfombrado de tripe, cubría todo el pavimento 
del salón. 

Doce cortinas de damasco carmesí, guarnecidas de 
Uecos del mismo color, cenefas de lo mismo y mas- 
carones dorados, adornaban las puertas-vidrieras del 
balcón y la principal de la entrada. 

Ocho espejos redondos de luna entera, con marco 
dorado y dos mecheros bronceados, de dos luces en 

[353 ] 



ISIDORO DE MARIA £Jj^ 

cada espejo, distribuidos cuatro en cada lado del A 

salón. . , , ■ v : B 

En el centro una araña grande de cristal, de doce ^^rr 
luces, y tres más chicas de igual clase de seis luce» 
cada una, completaban la decoración de la gran sala • ••; : 
bajo cuyas bóvedas juraron las primeras autoridades 
del país la Constitución Política del Estado Oriental ¡ ;g 
del Uruguay. Hagamos caso omiso de algún otro 

objeto. •íJi.v 
¿A dónde iría a parar todo eso? preguntarán us- • £ ^ 
redes. Adonde han ido tantas otras cosas de valor his- U¿ 
tórico que se han hecho humo; a algún museo de &m 
antigüedades, como aquel de Magín, que mediante - 
módico alquiler las prestaba para amueblar el esce- . 
nario del coliseo de San Felipe, a manera de itt ^ 
casacas, sombreros apuntados y otras prendas, a»,:.;: 
gente de color, para lucirlas los benguelas, congos f -J-f-'- 
mozambiques en sus salas en las fiestas de los Rey»» ' t: . 
Magos, o ir en corporación a saludar a sus excelen- ..-/, 
cías. Envidia de ello tendría hoy Lusiardo. 

Apostaríamos doble contra sencillo, a que ni ras- 
tros se encuentran en el día de aquellas cosas, ni bus- • 
cadas con candil en las cachivacherías de compra y ' 
venta. 

Que nos traigan siquiera las plumas vírgenes «fv -ja- 
que firmaron la Constitución los constituyentes m >J- tf 
dro Pablo Sierra y Luis Bernardo Cavia, guardadas ■ v 
como reliquias en sus estuches. ¡Qué esperanzas! Ni 
para cría. Todo ha desaparecido con el tiempo, y su 
parte de incuria, de abandono, de indiferencia, de lo 
que figuró en el Alcázar de los constituyentes a ma- 
nera del rancho histórico de la Florida del ano 25, 
donde se reunió la primera Legislatura de la Pravu* 
cía que declaró su independencia. 



[354] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



San Francisco y la Matriz, en cierto modo tuvieron 
más suerte en eso. En el primero, aún puede ver el 
curioso un ejemplar de sus viejos sülones de vaqueta 
y algunos otros objetos de antiguo recuerdo, y en la 
Matriz la mesa de pie de cabra con la piedra tradicio- 
nal del país de vetas rosadas que le servía en la época 
en que fue consagrado ese templo, en la Sacristía. 

Pero del mobiliario del año 29 y 30 de la Sala 
Capitular, que lo fue de la Representación Nacional 
cuando se juró la Constitución, "buenas noches ten- 
gáis, madre". 

Sólo una prenda que hubo allí en esa fecha, ha 
podido por, milagro contar el cuento, salvando de la 
polilla, la podredumbre y otras yerbas, de que puede 
dar razón García Santos, secretario de la Cámara de 
Representantes. ¿Cuál es ella? Nadita menos que el 
libro original, auténtico, de la Constitución de la 
República que yacía abandonado en un rincón, como 
cosa baladi, entre el polvo, la humedad y las telas de 
aranas, bajo de un armario, y cuya reliquia, encon- 
trada por el referido secretario, más que de prisa tra- 
tó de salvarla y conservarla dignamente, como objeto 
monumental de la Historia Patria. 

Fuera de esa reliquia valiosa "de aquel entonces" 
todo se lo llevó la trampa al girar de los tiempos, 
lodo se habrá perdido materialmente, menos la me- 
moria de lo que hubo. Pero, ¡quién sabe si no está 
reservado todavía al pincel de nuestro insigne Blanes 
el darnos, en el ocaso de la vida, una tela represen- 
tativa de aquel cuadro histórico del año 30, cuando 
congregados los constituyentes, presididos por Silves- 
tre Blanco, el Gobierno Provisorio y demás autorida- 
des del Estado prestaban en la antigua Sala Capitu- 



[355 ] 



ISIDORO DE MARIA 



lar el solemne juramento de observar y cumplir fiel- 
mente el Código Constitucional de la República, para * 
recuerdo de la presente y generaciones venideras! 

¡Amalaya! Dirá tal vez, más de un lector; de me- 
nos no nos hizo Dios, y no hay que perder la espe- 
ranza. El genio existe para poder crearlo, y la imagen , 
de la Patria para estimularlo y bendecir su magna 1 " 
obra. i' 

Amén. 



í 356 1 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



EL UNIFORME DEL EJERCITO 
1829 



A EUGENIO GARZON 

Que eran bizarros los cuerpos del ejército del año 
29, y ricos en méritos y servicios de aquellos adquiri- 
dos o prestados en la gloriosa campaña del año 25 
hasta el 28, no hay para qué decirlo. Pero más lindos 
aparecieron uniformados, en la forma prescripta por 
decreto del Gobierno Provisorio de 24 de febrero de 
ese año, ideado por el coronel don Eugenio Garzón, 
Ministro de la Guerra. 

Considerando más conforme con el sistema militar 
la uniformidad en el vestuario de los cuerpos del 
ejército, dijo entonces: se dispone que haya un solo 
uniforme para cada una de las armas de que se com- 
pone el Ejército, y que el uniforme de cada arma 
entre sí no tenga más diferencia que la del número, 
que se marcará en el botón y en el escudo del mo- 
rrión, y en el color del penacho. 

En consecuencia, van a saber los amables lectores 
de estos Recuerdos y Tradiciones, con un poquito de 
miel aquí, como la que nos gustaba saborear con 
queso fresco cuando éramos muchachos, cuál fue el 
uniforme que se adoptó para el ejército. 



[357] 



ISIDORO DE MARIA 



Estado Mayor. — Casaca larga azul-celeste, peto 
y barra blanca, collarín y bota mordoré, vivos de lo 
mismo, una granada y una corneta entrelazadas en 
cadá faldón de la casaca, botones con las armas del 
Estado, centro blanco y azul liso, sombrero armado 
con penacho blanco, bota con espuela clavada. 

Artillería Ligera. — Casaca corta, azul, derecha, 
collarín, barra y vivos encarnados, bota azul, dos gra- 
nadas en el cuello, centro blanco y azul lisos, mo- 
rrión con guarniciones, pompón colorado. 

Caballería. — Casaca corta de paño azul, derecha, 
collarín, barra y vivos color ante, bota azul de pico, 
granadas en los faldones, centro blanco y azul, el 
segundo con galón, bota con espuela clavada, mo- 
rrión con guarniciones, penacho colorado. 

Cazadores. — Casaca corta azul, peto, collarín,, 
barra y bota verde, vivo mordoré, cornetas en los fal? 
dones, centro blanco y azul lisos, morrión con guar- 
niciones, penacho verde. 

Infantería de línea. — Casaca azul larga, derecha, 
collarín colorado, barra y bota azul, vivos blancos, 
centro azul y blanco lisos, morrión con guarniciones, 
penacho blanco y colorado. 

Los cabos que se usen en las diferentes armas de 
que se compone el ejército, serán dorados. 

Bonitos uniformes, ¿no es verdad? . . . Esperen us- 
tedes que se confeccionen para poder verlos lucir con 
el continente marcial de nuestras tropas, el día en que 
levante campamento de la Aguada el Gobierno Pro- 
visorio para su entrada triunfal en la capital, a cuyo 
frente vendrán Rondeau, Garzón, Giró, Muñoz y 
Laguna, Jefe del Estado Mayor. 



[358 ] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



Faltaba que los jefes y oficiales del ejército tuvie- 
sen en su uniforme las divisas e insignias particulares 
que los distinguieran en sus clases, así como el que 
fuese conocido el carácter que cada uno representaba 
y en que debía considerársele en los cuerpos respecti- 
vos; pues allá va el complemento por otro decreto 
del 26 del mismo mes: 

"El coronel usará charreteras todas doradas, la 
pala con dos palmas bordadas de realce de hilo de 
plata, una estrella en la parte más ancha, y más 
arriba las armas del Estado, lo mismo que las pal- 
mas. 

"El teniente coronel, charreteras doradas de un 
mismo color, dos estrellas blancas bordadas en cada 
pala. 

"El sargento mayor las mismas charreteras, con 
la diferencia que llevará una sola estrella en cada 
pala. 

"El capitán una espoleta dorada en cada hom- 
bro. 

" El teniente una espoleta dorada ídem en el hom- 
bro derecho. 

"El subteniente y el alférez la usarán en el hom- 
bro izquierdo lo mismo. 

" Desde la clase de coronel hasta la de subteniente 
inclusive, llevarán faja punzó de seda con borlas de 
oro en los extremos. 

"Todos los jefes y oficiales del ejército usarán 
sombrero armado con guarnición dorada, los pri- 
meros con plumas negras a la orilla del ala, y los 
segundos sin ellas." 



[359] 



ISIDORO DE MARIA 



LA VISTA DE LA PLAZA EN LA JURA Y 
LOS ABANICOS 

1830 — 31 



A CORNELIO B. CANTERA 

El destino había reservado al genio de Besnes 
Irigoyen, el mérito y la satisfacción de que su ma- 
no artística bosquejase la vista de la Plaza, llamada- 
vulgarmente de la Matriz, en la Jura de la Consti- 
tución el año 30, siendo testigo presencial y entu- 
siasta de ella. Gracias a ello y a su idea feliz, la 
generación de aquella época, y las que se sucedie- 
ron, pudieron conservar vivo, patente, real, su re- 
cuerdo. 

Impulsado por un sentimiento patriótico, en me- 
dio de las gratas impresiones producidas por aquel 
acto memorable, bosquejó con hábil mano la vista 
de la plaza de Montevideo, tal como acababa de 
presenciarla. Contento de ello, mostró su trabajo a 
algunos de sus amigos presenciales también, como 
Sagra, Luna, Tort y Echevarriarza, que hallándolo 
excelente, lo animaron "a que la idea se hiciese car- 
ne". Perfeccionó su cuadro, surgiendo el pensa- 



[360] 



MONTEVIDEO ANTIGUO 



miento, iniciado por Echevarriarza, de enviar inme- 
diatamente copia del dibujo a París, para reprodu- 
cirlo en abanicos, cuyo paisaje vendría a difundirse 
con gran gusto entre las damas orientales. 

Dicho y hecho. Allá fue la copia a París para el 
efecto, y en poco tiempo, a últimos del año 30, nos 
vino la gratísima novedad de los Abanicos de la 
Jura, cuya, remesa primera, en delicada tela, con el 
simpático y bello paisaje, voló, como quien dice, en 
la sociedad de Montevideo, apresurándose las da- 
mas a adquirirlos, al precio hasta de media onza 
en oro cada uno. ¡Oh! El Abanico de la Jura era el 
mejor regalo que podía hacerse, el orgullo y el chi- 
che del bello sexo oriental, y con especialidad de 
las señoras de los constituyentes. Se hicieron de 
moda, y no había matrona ni joven que no aspirase 
con ardiente solicitud a poseer un ejemplar para 
lucirlo. 

Tanta fue su demanda, que no dilató en venir la 
segunda remesa, parte en seda y parte en papel, con 
varillas de distinta clase, y más al alcance, por su 
precio módico, de la generalidad. Así fue que se 
propagó su uso en el año 31, en que no había mu- 
chacha que no lo ostentase. 

El éxito había coronado la feliz idea de; los aba- 
nicos con el paisaje de la Jura de la Constitución 
en la plaza histórica, que en la nomenclatura del 
43 fue bautizada con su simpático nombre. 

Pasaron los celebrados abanicos, pero nos quedó 
el cuadro de la vista original de la plaza histórica 
cuando el Juramento, trazado por la mano artística 
de nuestro inolvidable Irigoyen, de quien mereci- 



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ISIDORO DE MARIA 



mos una copia auténtica el año 39, la misma que 
conservamos, y que reprodujimos el año 70 por la 
litografía de Wiegeland, para premio de los edu- 
candos de las escuelas públicas de la Junta E. Ad- ; 
ministrativa de Montevideo, adjudicados precisamen- 
te por mano de los constituyentes don Alejandro j|l 
Chucarro y don Eugenio Fernández. 




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